"La democracia no es el silencio, es la claridad con que se exponen los problemas y la existencia de medios para resolverlos".
Enrique Múgica Herzog
Primero fue el escepticismo. La alcaldía de Luis Alfredo Ramos no confiaba en que los mecanismos de participación que se estaban planteando fueran a dar sus frutos. El país estaba acostumbrado a que desde las élites políticas se tomaran todas las decisiones sobre el rumbo del país, pero la Constitución de 1991 amplió las formas de participación ciudadana y en los barrios de Medellín se lo tomaron muy en serio.
Segundo fue la discusión en los barrios. En 1992, aunque aún no existían las Juntas de Acción Comunales ni las Juntas Administradoras Locales, las comunidades empezaron a reunirse en algún lugar del barrio para hablar sobre sus necesidades y los temas de ciudad. Los llamaron foros comunales, y por allí pasaron temas como la educación, el transporte, la vivienda, el empleo, la salud y la seguridad. La asistencia fue masiva: 937 dirigentes, 433 organizaciones comunitarias de los corregimientos y 217 organizaciones de los barrios y asentamientos de la ciudad.
Tercero fue el Seminario Alternativas de Futuro para Medellín y su Área Metropolitana. Expertos de Colombia y otros países dialogaron con los líderes de los barrios sobre los resultados de los foros comunales: ¿qué necesidades tenemos y cómo podemos solucionarlas? ¿Cuáles son nuestras principales preocupaciones? ¿Qué políticas públicas deben implementarse para solucionar estas problemáticas?
Cuarto fue el Plan Estratégico de Medellín en 1995, durante la alcaldía de Sergio Naranjo. Saúl Pineda, de la Consejería Económica para Medellín, propuso crear un plan de desarrollo para la ciudad con base en las verdaderas necesidades de la gente. La estrategia partió del Seminario Alternativas de Futuro y de los conocimientos que allí se habían generado, con el fin de llevarlos al Plan Estratégico. Este modelo de participación ya se había puesto en práctica en Bogotá.
Además, según Clara Restrepo, socia fundadora de Región y actual directora del Jardín Botánico de Medellín, la estrategia sirvió para "construir una red de instituciones donde se generó confianza y conocimiento. Allí se logró juntar el sector privado, la academia, las ONG, las organizaciones comunitarias, todas las instituciones, en un modelo que yo creo que es bastante novedoso y poco común en Colombia, y que sentó las bases para la transformación de la ciudad".
A partir de ese primer Plan Estratégico de Medellín (1995-1998), los medellinenses pudieron participar en la construcción de los planes y, además, velar porque estos se llevaran a cabo. En diciembre de 1996, distintas organizaciones civiles, entre ellas Corporación Región, crearon la Veeduría para el Plan de Desarrollo de Medellín. Desde entonces y hasta hoy, la Veeduría se ha encargado de vigilar, desde una postura crítica y distante a la administración, la gestión de los alcaldes de turno a partir de lo que se propone para la ciudad en los planes de desarrollo.
Transformar la ciudad no implica únicamente implementar políticas públicas para la solución de los problemas que detectan los ciudadanos, sino la construcción misma del tejido social. Y esa construcción se logra a partir del diálogo entre las instituciones gubernamentales y los ciudadanos, entre los expertos y los que viven la ciudad.
"La ciudad no consiste en las casas, los pórticos, ni las plazas públicas: los hombres son los que la forman".
Eugenio Espejo