Era el año 2004 y se esperaba la presencia de más de 400 jóvenes de Antioquia y otros departamentos. El equipo de logística había escogido como sede el auditorio de Comfama de San Ignacio porque en esta versión del Seminario de Periodismo Juvenil, la número trece desde que se convocó por primera vez en 1992, los chicos no estarían en un sólo lugar: las calles del Centro de Medellín debían prepararse para los ojos curiosos de una estampida de jóvenes dispuestos a conquistar las historias que pululan en todos los rincones de la ciudad. Fue así como el muchacho que vivía en Santo Domingo y trabajaba la comunicación popular con los parceros del barrio, y el chico del sur de Medellín que hacía parte del periódico del colegio, se encontraron a dialogar en un espacio desconocido para ambos.
Ese día, recuerda Fulvia, las calles de Medellín cambiaron el gris por el naranja, el color de las camisetas que llevaban puestas los muchachos del Seminario. Fulvia Márquez, una enfermera que, aunque lejos de los hospitales, ha trabajado toda su vida con y por la gente, era en ese entonces la coordinadora del Seminario de Periodismo Juvenil, una iniciativa de la Corporación Región a la que se le fueron sumando más de 25 instituciones nacionales e internacionales. Pero aunque Fulvia era la coordinadora del proyecto, realmente los créditos por el éxito del Seminario del 2004, el primero que sacaba a los jóvenes de las cuatro paredes de un auditorio, se los llevaron el grupo de apoyo logístico: los mismos jóvenes que, voluntariamente, participaban del proyecto y habían hecho de él su casa y su escuela de formación.
Caro, Yiya, Michelle, Mauro, Franci, Isa, junto con todos los mayorcitos de Región, incluyendo a Fulvia, trabajaron incansablemente para que, durante tres días, los jóvenes pensaran qué era lo que querían expresar y cómo era que lo querían contar. Eso una vez cada 356 días, durante veinte años.
De esos recorridos por la ciudad, que se repitieron a partir del 2004, Fulvia recuerda especialmente una escena. El Seminario propuso un ejercicio de sensibilización que consistía en que los jóvenes recorrieran la ciudad con los ojos vendados, es decir, que recorrieran la ciudad con los sentidos que tantas veces olvidamos por darle prioridad a la vista: el olfato, el oído, el gusto, el tacto. Una chica caminaba, a tientas, cuando se topó con un policía. La muchacha palpó primero su rostro, bajó por el cuello, siguió la línea del uniforme verde hasta que se topó, a la altura de la cintura, con un objeto frío capaz de enfriar la vida de cualquiera. La chica no entendía qué era lo que estaban tocando sus manos, mientras Fulvia, detrás de la muchacha, le hacía señas al policía para que dejara continuar el experimento.
Además de los recorridos urbanos y el encuentro con las demás experiencias de periodismo juvenil, los jóvenes pudieron, en el Seminario, aprender de los talleres de radio, construcción de textos periodísticos, televisión, nuevos medios, literatura, diseño, fotografía, expresión corporal y narración oral. Además, el Seminario ha contado en sus más de veinte ediciones con la presencia de importantes periodistas y pensadores como Omar Rincón, Antanas Mockus y Jaime Garzón.
El Seminario no se puso límites; cada año eran más los jóvenes que querían participar aunque siguieran siendo los mismos cupos. Fue así como dejó de ser, a partir del 2006, un espacio dedicado exclusivamente al periodismo. No sólo los medios de información comunican: también lo hacen la danza, el teatro, la música y demás expresiones artísticas. El silencio dice tanto como la palabra. Que los jóvenes se comunicaran, se expresaran y se encontraran era el objetivo.
Y es que los jóvenes tenían -tienen y tendrán- mucho qué comunicar: lo que piensan y sienten respecto a la familia, a los barrios que son sus nichos, sobre la escuela, la educación, la sociedad, la política e incluso el Estado. En el 2007, el Seminario de Comunicación Juvenil se vinculó a Imagine, una campaña contra la discriminación que surge por iniciativa de una ONG suiza. Varios jóvenes del comité de logística del Seminario viajaron a Suiza al encuentro de Imagine internacional, que ha tenido como sede a Colombia desde ese mismo año. Aarón Zea ha estado en Imagine desde sus inicios, al lado de Fulvia, maestra y amiga, recuerda con nostalgia los mejores años del encuentro juvenil.
Hasta el año 2009, el Seminario fue organizado por la Corporación Región, y a partir de 2011, hasta la fecha, es liderado por la Secretaría de Juventud de Medellín. El Seminario de Comunicación Juvenil ha sido testigo de lo que pasa en la ciudad. Medellín ha dejado atrás los años de la violencia cruda que azotó a los barrios y que tuvo como protagonistas -víctimas y victimarios- a los propios jóvenes. También los medios se han trasladado del papel a la pantalla de un aparatico que se puede guardar en el bolsillo. A los encuentros cara a cara y a las movilizaciones masivas los han reemplazado las redes virtuales en las que pueden confluir personas de todo el mundo al mismo tiempo.
Esta generación, dice Aarón, no es la generación de la guayaba, la que popularizó el comediante, sino de la manzana. De la manzana mordida. Pero aunque esta generación se comunique de manera distinta a los jóvenes de principios de siglo, habrá siempre una constante: el poder de la palabra. Ese mismo poder que usa Fulvia Márquez para ordenarle a las nubes que dejen la lluvia para más tarde, cuando se acabe la entrevista y se termine el cigarrillo. Señalándolo, con voz de mando, le dice al cielo: "¡No vas a llover!", y como por arte de magia el agua se detiene. El poder de la palabra de Fulvia, que es una palabra joven aunque ella lo niegue, hace milagros.