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Los ciudadanos necesitamos memoria histórica

En sus inicios, la Corporación Región sentó una posición muy diferente a otras organizaciones que investigaban fenómenos sociales, argumentando que no había nada en este país que justificara la lucha armada. Esta decisión marcó el rumbo de Región y los procesos de investigación de memoria histórica que se adelantan actualmente, porque los puso en interlocución con el Estado. "Nosotros dijimos que hay que relacionarse con el Estado, hay que hacer cosas con él. Porque uno es autónomo en la medida en que se relaciona con otros muy distintos y sigue siendo uno", explica Marta Inés Villa, socia fundadora y actual directora de Región.

La Corporación Región se articula al Centro Nacional de Memoria Histórica en la construcción de cuatro informes: San Carlos, Comuna 13, Granada y otro sobre la Masacre del Topacio en San Rafael. Además, actualmente, en conjunto con otras instituciones de la ciudad, realiza el Basta Ya Medellín. (Ver artículo sobre Basta Ya)

"En Región se ha venido perfilando cada vez más un proceso investigativo, lo que podemos denominar proceso, es decir, no es una investigación puntual, sino que realmente es una sucesión de investigaciones que están muy en la clave de recuperación de memoria, que tiene muchos significados y posibilidades sobre todo por lo que ello representa en términos de hacer una recuperación de diversas memorias de las víctimas del conflicto armado, de víctimas de las violencias, como es el caso de Medellín, que es muy significativo. Este proceso ofrece esa posibilidad de hacer una recuperación a través de esas memorias, que permite por un lado avanzar en un proceso de reconocimiento de esos sujetos como sujetos colectivos. También permite la construcción de verdad, teniendo en cuenta que entre memoria y verdad hay una estrecha relación pero al mismo tiempo una diferencia, porque no equivale exactamente a verdad, es un aporte a la construcción de verdad histórica, que requiere el entrecruce de muchas otras vertientes, de consultar muchas otras dimensiones del conflicto", expone Ana María Jaramillo, investigadora de Región que ha participado de estos procesos.

Los informes han permitido reconocer la profundidad de los daños generados por el conflicto armado, desde las víctimas y desde cómo se vieron afectados los territorios.

"Hemos ayudado a comprender en las localidades que la guerra es más que la pérdida de la tierra, que es más que los seres queridos, y aunque eso ya es mucho, es más que eso: el daño es más hondo en términos de la vida de las personas, de los proyectos de vida, de los sueños y del territorio. Uno se sigue sorprendiendo y se sigue indignando. Afortunadamente no cogemos callo...", comenta Marta.

San Carlos

“En una cajita del tamaño de mi lonchera está la historia de mi pueblo. Cabe toda la historia en un espacio tan chiquito porque la letra es chiquita para gente chiquita como yo. Mi pueblo lo conocí hace poco, cuando mi familia y yo volvimos de la ciudad, pero sé que en estas tierras nacieron mis abuelos y mis papás y todos mis tíos y mi mamá y todas mis tías y por eso sé que este pueblo también es mío. Se llama San Carlos. Hay montañas verdes y cascadas de agua cristalina. Pero ellos hablan de una guerra. De unos hombres malos que tenían armas y nos mataban y nos obligaban a salir de nuestras tierras. La cajita también habla de eso: los llaman guerrilleros, paramilitares y agentes del Estado. Todos se visten de camuflado y todos llevan armas, pero entre ellos no se quieren, y no sé porqué a nosotros tampoco nos quisieron. Nos quitaron nuestras tierras, nuestras casas, nuestras gallinas y nuestros cultivos. Nos quitaron nuestra historia. El profe dice que nuestra misión es comprender lo que pasó porque no podemos dejar que vuelva a repetirse. Nuestra misión es reconstruir la historia que nos fue arrebatada”.

En los primeros años de la década del 2000, las calles de San Carlos recordaban a los viejos pueblos abandonados de las películas del oeste: carreteras sin carros, cantinas sin cantinero, casas sin mujeres y sin niños. El conflicto armado había provocado que casi la totalidad de los sancarlitanos -unos 25.000 habitantes hacia finales del siglo XX- abandonaran sus tierras para refugiarse en otras zonas del país de los horrores de la guerra. Dejaron tras de sí no solo sus casas y sus tierras sino también sus animales, su forma de sustento, sus sueños, sus recuerdos y su identidad. Los gallos que cantaban al amanecer fueron reemplazados por el ruido de los carros, el verde de las montañas por el gris del cemento, los charcos de agua clara por cloacas que atraviesan de un lado a otro la ciudad.

"En los últimos treinta años han hecho presencia en San Carlos por lo menos seis grupos armados ilegales. Al mismo tiempo, hay una importante presencia militar representada en cuatro bases militares localizadas en la zona de influencia de las centrales, dos batallones de la IV Brigada y una estación de policía permanente. En estos mismos años fue asesinado un número de personas difícil de determinar a causa de la complejidad de los hechos ocurridos en el territorio: hubo por lo menos 33 masacres, se registraron 156 desapariciones forzadas y 78 personas fueron víctimas de las minas antipersonal"
(San Carlos: Memorias del éxodo en la guerra, Corporación Región, 2011).

Y a pesar de perderlo todo, los sancarlitanos han empezado a retornar a su territorio desde hace unos siete años. Esto demuestra la enorme capacidad de resistencia que tienen las personas.

"La gente tiene una enorme capacidad no solo de resistir, sino de contrarrestar. La gente se fue cuando ya no había nada qué hacer, pero antes de irse intentó al máximo resistir al dominio de estos poderes: la mujer que se voló de la casa para acompañar a la viuda amiga en su velorio, el que le prestó los zapatos a quien no podía... un montón de acciones humanas que son muy importantes para entender que hemos caído a unos límites de barbaridad impensables pero también hay un sustrato de humanidad; y ese es el capital que tenemos como sociedad para poder reconstruirnos", cuenta Marta.

Así pues, la tarea de Región no fue únicamente la de reconstruir los hechos violentos que marcaron tantos años de guerra, muerte y desplazamiento, sino también la de generar un proceso de acompañamiento en la construcción de la memoria histórica a partir del retorno de los sancarlitanos a sus territorios. Además del informe, Corporación Región y el Centro Nacional de Memoria Histórica crearon una cajita llamada Tejiendo memorias, del tamaño de una lonchera, con herramientas pedagógicas para enseñar a los niños y niñas la historia de su municipio.

El informe de San Carlos es solo uno de los cuatro que hasta el momento ha desarrollado la Corporación Región en municipios como Granada y San Rafael y en la Comuna 13 de Medellín. Marta Villa, actual directora e investigadora de Región desde el nacimiento de la Corporación, piensa que estos procesos de memoria "han permitido reconocer la hondura y las múltiples dimensiones de los daños generados por la guerra. Es más que la pérdida de la tierra, es más que los seres queridos, y aunque eso ya es mucho decir, es más que eso: el daño es muy hondo en término de la vida de las personas, de los proyectos, de los sueños y del territorio".

Después de conocer todo lo que pasó, dice Marta, "las instituciones no podemos seguir iguales. Y el maestro, después de conocer esto, no puede ser el mismo maestro, ni el cura puede ser el mismo cura, ni EPM puede seguir siendo la misma empresa, ni el profesional va a poder ser el mismo". Ni Marta Villa es la misma Marta. A pesar de llevar más de veinte años tratando con la gente los temas de violencia y conflicto, "me sigo sorprendiendo y sigo llorando. Son cosas inimaginables a nivel humano. Nunca se imaginaría una lo que un ser humano es capaz de hacer con otro".

Y a fin de cuentas, de esta guerra todos somos responsables. "Esta guerra pasó porque como sociedad permitimos que pasara. San Carlos queda a tres horas, Granada queda a dos horas, la Comuna 13 queda a media hora de aquí y no nos dimos por enterados de lo que estaba ocurriendo. Eso sí habla muy mal de nosotros como sociedad", afirma Marta. Es por eso que la reconstrucción de la memoria no es solo un deber del Estado o de las instituciones, ni puede ser una preocupación exclusiva de las víctimas: recordar y reconstruir para no olvidar ni repetir es responsabilidad de todos los colombianos.