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Martes, 07 Abril 2020 14:31

Balance Social 2019

Con gran satisfacción presentamos nuestro Balance Social 2019, en el que compartimos las acciones más significativas de cada uno de los procesos que adelanta la Corporación y los aportes que desde estos hacemos para la construcción de una sociedad más justa, democrática y en paz.

Publicado en Entérate

Las amenazas y asesinatos a líderes y lideresas sociales en el país han incrementado, y por eso en alianza con la Corporación Humanas, y con el apoyo de ONU Mujeres, nos hemos propuesto Salvaguardar la Resistencia, aportando a la construcción de entornos seguros para el desarrollo de la labor social y política de las defensoras de derechos humanos y sus organizaciones en los municipios de San Carlos y Granada, en Antioquia y Quibdó, Itsmina y Medio San Juan, en Chocó.

Martes, 19 Noviembre 2019 22:04

Interpelando la categoría de género



21.OlgaAmparoSanchez

Olga Amparo Sánchez Gómez

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Feminista activista e investigadora colombiana. Impulsora con otras organizaciones de mujeres de la creación de espacios y redes como la Casa de la Mujer, la Red Nacional de Mujeres, la Ruta Pacífica de las Mujer, Colombianas y Colombianos por la Paz.



Resumen

Es necesario hacer una aproximación parcial a las actuales discusiones en torno al enfoque de género, debates, reflexiones y aproximaciones que deben ser abordadas tanto en el campo de la academia como en el de la política. Se hace perentorio someter a crítica el trabajo de las organizaciones comprometidas con los derechos de las mujeres, indagar dónde se ubican sus discursos y narrativas acerca de las mujeres, e interrogarse por el contenido que se le otorga en el análisis a la categoría de género, si realmente desean contribuir a erradicar las violencias contra las mujeres y las relaciones de opresión, subordinación y exclusión.


Interpelando la categoría de género

Introducción

Agradezco a la Corporación Región por invitarme a escribir en la revista con ocasión de la conmemoración de sus treinta años de trabajo en pro de la democracia, la justica y la paz; la considero un reconocimiento al trabajo que durante treinta y siete años hemos realizando desde la Casa de la Mujer, organización feminista, que no declina en su compromiso con las mujeres, la paz y la construcción de una sociedad a nuestra medida: democrática, justa, pluralista, respetuosa de la otredad, de la naturaleza y libre de violencias contra las mujeres.

En este artículo pretendo acercarme parcialmente a las actuales discusiones en torno al concepto de género; reconozco que desde el lugar en donde me sitúo, se dejan de lado realidades, debates, reflexiones y aproximaciones que deben ser abordadas desde la academia y la política.

El género, categoría de análisis de los años setenta, permitió a las mujeres desnudar metafóricamente el cuerpo y deshacerse de un entramado cultural denso que circulaba con la etiqueta de natural. En todas las sociedades conocidas, el género es un principio básico de organización social que no opera de manera neutra, sus contenidos, prácticas y símbolos varían de una cultura a otra, aunque el predominio masculino sea una constante (Rivera Garretas, 1994). Inicialmente fue descrito en oposición al sexo en el marco de una posición binaria (sexo y género), refiriéndose éste a los aspectos fijados por patrones y normas psico-socio-culturales, asignados a varones y mujeres y limitando el sexo, a las características anatomofisiológicas que distinguen al macho y a la hembra de la especie humana (Aguilar García, 2008).

La definición de género para Joan Scott, teórica feminista contemporánea, reposa sobre una conexión integral entre dos proposiciones: “el género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos y, el género es una forma primaria de relaciones significantes de poder” (Scott, 1990, p.44).

Según Scott esto implica: a) aceptar el conflicto, lo cual lleva a examinar los sistemas de parentesco, es decir, las normas y formas de matrimonio, de filiación y la herencia; b) reconocer el género como sistema de poder y establecer las maneras como este se estructura y se ejerce en los espacios reconocidos del mismo. Por lo tanto, es necesario dirigir la mirada a las definiciones de persona y ciudadanía, en tanto sujetos de derechos y responsabilidades, y su participación en la esfera pública; c) considerar la subjetividad de los distintos actores y actoras sociales y económicos, las formas como se estructura el siquismo y se constituyen los sujetos y objetos de deseo; d) recoger y diferenciar la información por sexo y estudiar los espacios en los cuales interactúan las personas en función de géneros distintos; los ámbitos de dominio de uno u otro género; lo cual exige no sólo explorar las supremacías visibles sino también, las invisibles y oscuras hegemonías en el y ejercicio de poder e) analizar la construcción de los sistemas sexo/géneros en nuestras sociedades como formas de desigualdad, opresión y subordinación que se encuentran articuladas con otras formas de disparidad, sujeción, predominio y jerarquías sociales.

Algunas interpelaciones a la categoría de género

Es indudable que el “discurso del género”, ha visibilizado las reivindicaciones de las mujeres haciéndolas audibles a organizaciones, grupos y actores sociales y políticos que se sienten incómodos con el feminismo; asimismo, se entiende que haya sido adoptado fácilmente en nuestra sociedad en casi todos los ámbitos de la vida académica y de las prácticas sociales y políticas. Es claro que, políticamente no tiene el mismo significado e impacto, si en vez de hablar de “violencia contra las mujeres”, justicia social e igualdad para las mujeres, se habla de “violencia de género” y de “equidad de género”; el choque y la confrontación se mitigan usando del discurso de género que no aparece comprometido existencial y políticamente con las mujeres (Scott, 1990).

Por lo demás, en algunos discursos se asume que género es sinónimo de mujeres; esta visión no da cuenta de la exclusión, la desigualdad y las relaciones de subordinación y opresión entre varones y mujeres. Utilizar el género para no nombrar a las mujeres significa considerar que la “información sobre las mujeres es necesariamente información sobre los hombres, que un estudio implica al otro. Este uso insiste en que el mundo de las mujeres es parte del mundo de los hombres, creado en él y por él” (Scott, 1990, p.28). Asumir esta visión, conlleva desconocer o no indagar sobre las prácticas que realizan las mujeres, sus estrategias y tácticas cotidianas para hacerle trampas al poder y al orden de los simbolos, en los diversos contextos socio-políticos, a lo largo de la historia de la humanidad.

Feministas como: Braidotti (1994), Haraway (1995), Rivera Garretas (1994), Butler (2001) interpelan el género porque consideran que es una categoría que no cuestiona radicalmente ni la epistemología ni la política sexual del patriarcado y por sustentarse en su modelo relacional masculino/femenino. En el pensamiento del género, los lazos que constituyen identidad se producen entre dos sexos opuestos que se vinculan siempre, por marcadas jerarquías, desigualdades, opresiones y por la subordinación y la explotación, sean del tipo que sean.

El género es una categoría que no llega a las raíces de los diversos sistemas de dominación que se encarnan en el cuerpo de las mujeres, y sobre todo no da cuenta de las formas de acabar con ellos, porque no considera sus bases materiales ni la existencia y la importancia del contrato sexual que subyace a los procesos de formación misma del género. Braidotti (1994) hace énfasis en las limitaciones del concepto para explicar la formación de la subjetividad femenina y masculina, debido a la prioridad que da a las relaciones sociales entre las mujeres, y los varones y su reducción a un asunto de roles impuestos por la cultura; al respecto Butler sugiere:

“Si una es una mujer, desde luego eso no es todo lo que una es; el concepto no es exhaustivo, no porque una “persona” con un género predeterminado trascienda los atributos específicos del género, sino porque el género no siempre se establece de manera coherente o consistente en contextos históricos distintos, y porque se intersecta con modalidades raciales, de clase, étnicas, sexuales y regionales de identidades discursivamente constituidas. Así resulta imposible desligar el “género” de las intersecciones políticas y culturales en que invariablemente se produce y se mantiene” (2001, p. 35).

La categoría de género se encuentra en construcción y redefinición lo cual nos obliga a investigar, reflexionar, y contextualizar históricamente, la situación de y las relaciones entre las mujeres y los varones, partiendo de sus múltiples realidades, diversidades e identidades. Indudablemente es una herramienta útil para acercarnos a las complejas y variadas construcciones sociales, instrumento que debe ser enriquecido y contrastado con otros marcos conceptuales que ha desarrollado el feminismo y desde sus prácticas políticas y sociales.

En esta dirección, es necesario tener en cuenta los aportes que por décadas, viene haciendo la corriente del feminismo decolonial: plantea otro horizonte de sentido, distinto al impuesto por la modernidad, donde confluyen diversos saberes y conocimientos, que asumen una perspectiva situada, histórica y geopolíticamente, reconociendo la colonialidad del poder a nivel global, haciendo énfasis en los nexos de los países del norte con los países del sur y la inferiorización de las mujeres que fueron colonizadas, teniendo en cuenta la imbricación de las relaciones de clase, raza y sexualidad.

El feminismo decolonial va más allá de plantear las diferencias, su apuesta es por develar las relaciones de poder, que son estructurantes de la modernidad y la colonialidad y que, establecerán las diferencias entre las mujeres de una misma sociedad en relación con las mujeres de los países del norte. Asimismo, interpelan al(los) feminismo(s) de “corte occidental” por su pretensión homogeneizadora y excluyente que bajo la interpretación de que la opresión de género iguala a todas las mujeres, niega o no habla de la superposición de las opresiones, y del extrañamiento de muchas mujeres con un movimiento feminista con el que se identifican pero cuya agenda y legado histórico resultan, en gran medida ajenos, puesto que no se sienten nombradas y representadas por la mujer blanca, urbana, heterosexual (Eskalera Karakola, prólogo en las Otras Inapropiables, 2004, p. 9). Por lo demás, rechazan la base teórica universalista y la visión eurocéntrica de los movimientos sociales y del pensamiento feminista de “corte occidental”. Este rechazo según Curiel (2002) implica abdicar a un sujeto único, cambiando las nociones unitarias e identidades genéricas por conceptos de identidades y subjetividades de construcción compleja, en los cuales juegan las relaciones de poder atravesadas por la clase, la etnia, la sexualidad, la edad, la religión y el territorio, entre otras.

Entiende que el sujeto político de ese movimiento es irremediablemente heterogéneo, pues el escenario de opresión de “las mujeres”, no ha sido únicamente el de un proceso moderno que las excluyó, sino sobre todo, el de ese mismo proyecto moderno que, con todo y sus contradicciones, ha logrado que los sistemas de subordinación de las mujeres a los hombres (patriarcado y heterosexualidad normativa) sean funcionales a otros sistemas de subordinación de unas mujeres a otras (sistema colonial, capitalista y racista)” (Flórez, 2014, p 14).

Llegar a conclusiones en torno a estos aspectos no es tarea fácil, sobre todo cuando el tema de las identidades pasa por la subjetividad y también, por la acción política colectiva, pero fundamentalmente porque asumimos como principio ético, que nuestra práctica y nuestros presupuestos políticos deben revisarse constantemente como una forma de avanzar en la construcción de las utopías a las que aspiramos (Curiel, 2002, p.98).

Quehacer para hacer realidad la justicia para las mujeres

De lo planteado, surgen algunas pistas que permiten dimensionar política y teóricamente el trabajo en pro de los derechos de las mujeres, y de la eliminación de las relaciones de opresión, subordinación y exclusión en que viven: 1) asumir críticamente el discurso de género, porque es insuficiente para dar cuenta de las múltiples y diversas situaciones de las mujeres, producto de los sistemas de opresión, dado que el análisis de género no consigue, no pretende quizás, deshacerse del orden socio simbólico patriarcal, aunque ciertamente exija su revisión y su reforma (Rivera Garretas, 1994); 2) reconocer que el enfoque de género da marcada importancia a los juegos narrativos, a los mecanismos de elaboración y de control del discurso, y poca relevancia a la vida material de las mujeres; 3) aceptar la emergencia de sujetos y conocimientos subalternos que antes no estaban en el escenario público, que no eran tenidos en cuenta y sobre los cuales se configuró una lógica de inferiorización; 4) no apostar por la universalización del concepto “mujer” sino entender las imbricaciones de clase, raza e identidades sexuales que definen las relaciones socio sexuales en las que se encuentran las mujeres colombianas.

Hoy, sí se desea construir paz y democracia, es necesario transformar las relaciones de subordinación, opresión, injusticias y exclusiones para grandes colectivos de mujeres; los patrones culturales que las sitúan en un plano de inferioridad; las violencias que a diario se ejercen sobre ellas por el simple hecho de ser mujeres; las prácticas discriminatorias; su escasa representación en la política formal y en los cargos de decisión y, el desconocimiento de la autoridad de las mujeres.

Lograr una democracia que incluya a las mujeres, no solo requiere un compromiso serio del Estado y la sociedad, también es indispensable derrochar energías, recursos y voluntades para que cada persona sin distinción de edad, origen, etnia, identidad sexual, condición económica, política o religiosa, construya espacios interiores para la fantasía, en los cuales sea posible subvertir la imposición, poner en suspenso la realidad; no tener que explicar las necesidades o justificar las ilusiones y los anhelos, y que sirvan de franja entre los deseos y las demandas de eficiencia. Espacios donde cada persona pueda sentirse apropiada de si, que no se colapsen ante la presencia de la razón patriarcal, y en los que se permita en épocas de terror, proteger el inalienable derecho a la rebeldía.

La rebeldía y la libertad

Después de tantos años de estar existencialmente en el feminismo, y bajo el riesgo de la impertinencia y la irreverencia, estoy convencida que es urgente buscar otras rutas, otros caminos, otras brújulas que nos permitan virar nuevamente el sentido de la historia. Un sendero o una vía debería ser recuperar la libertad y la rebeldía creadora, re-creadora en lo íntimo, lo privado y lo público; no de las otras, sino de nosotras y a partir de sí, instaurar una política para sí y desde allí continuar fisurando la lógica de la subordinación y la opresión en todos los espacios de la vida.

Debemos nuevamente asumir el reto de resignificar lo público, donde lo político sea, desde la experiencia histórica de las mujeres y no desde otros intereses y, hacerlo en aquellos aspectos que están limitando y cercenando la libertad, sólo de esta manera, podremos impedir que se nos vuelva a parcelar y fraccionar la experiencia concreta que significa ser mujer.

Retomar la palabra, el gesto y el deseo, pasa por una revisión profunda de nuestra historia de mujeres; analizar prácticas, discursos, fracasos y también, recoger nuestras profundas rebeldías y deseos de cambiar los signos de la historia y la vida, aunque no esté de moda en estas sociedades sumergidas en el letargo de las mercancías y la frivolidad.

Es necesario partir nuevamente de sí, “de las contradicciones vividas en primera persona, no para quedarse en sí ni para absolutizar la propia experiencia sino para llevarla a lo vivo del intercambio social” (Cigarini, 1995, p. 26), de forma que nos permitamos la mediación entre sí mismas y la realidad, superando la inmediatez y avanzando en el reconocimiento de la autoridad femenina, de las disparidades y de las diferencias entre nosotras.

Por supuesto, esta propuesta puede ser vista como una manera de motivar a prácticas separatistas, pero estos calificativos desconocen la importancia de las prácticas políticas de hacer centro, es decir, llegar al corazón de cada una hasta dirigirse al corazón de la sociedad para liberar el deseo y las energías femeninas y ponerlas en circulación en el mundo, como una manera de romper con la tendencia femenina de acurrucarse en el puesto secundario, grupal, pasivo y separado (Cigarini, 1995, p. 28).

Finalmente, para quienes tienen un compromiso serio con la radicalización de la democracia, con la justicia y la paz, y consideran que para lograrlo es necesario erradicar las violencias y las injusticias en contra de las mujeres, es perentorio someter a crítica su trabajo y el de las organizaciones, indagar dónde se ubican sus discursos y narrativas acerca de las mujeres, e interrogarse por el contenido que se le otorga en el análisis, a la categoría de género.

 

Referencias bibliográficas

Anzaldúa, Gloria, (2012) Y los feminismos postcolonialistas: “Los movimientos de rebeldía y las culturas que traicionan” consultado en este enlace.

Aguilar García, Teresa. (2008). El sistema sexo-género en los movimientos feministas. Consultado en este enlace.

Butler, J. (2001) El género en disputa: El feminismo y la subversión de la identidad. México: Editorial Paidós Mexicana, S.A.

Cigarini, L. (1995). La política del deseo: la diferencia femenina se hace historia. Barcelona: Icaria editorial S.A.

Rivera Garretas, M.M. (1994). Nombrar el mundo en femenino. Barcelona: Icaria Editorial S.A.

Scott, J.W. (1990). El Género: Una categoría útil para el análisis histórico. En historia y género: Las mujeres en la Europa Moderna y Contemporánea. Valencia: Ediciones Alfons el Magnánim Instituto Valenciano I D’Investigación.

 

 

Palabras clave:

Género, mujer, feminismo, justicia, libertad.

 

 

 

 

 

Publicado en Ciudadanía


20 A.CatalinaCruz

Catalina Cruz Betancur

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Socia de la corporación Región. Antropóloga, Magíster en Educación y Desarrollo Humano. Coordinadora del programa Paz y Derechos Humanos de la Corporación Región desde el 2015 hasta el 2017. Actualmente se desempeña como profesional de la Comisión de la Verdad.


20 A.JennyGiraldo

Jenny Giraldo García

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Comunicadora social, magíster en Estudios Humanísticos. Feminista, ciudadana activa. Actualmente es directora de Mujeres Confiar y presidenta de la Junta Directiva de Región.


20 A.KarinRodriguez

Karín Rodríguez Rodríguez

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Socia de la corporación Región. Politóloga de la Universidad de los Andes, Especialista en Gobierno Municipal de la Pontificia Universidad Javeriana con Maestría en Estudios de Género, Mujer y Desarrollo de la Universidad Nacional de Colombia. Diplomaturas en Cultura de Paz en la Universidad Autónoma de Barcelona y Resolución de Conflictos en la Universidad de Uppsala, Suecia. Ha trabajado durante años en agencias de cooperación internacional, facilitando procesos con organizaciones sociales y haciendo seguimiento y evaluación a proyectos.




Resumen

Este texto desanda los pasos que Región ha dado en dos décadas de asumir un enfoque de género, es un paseo por proyectos, preguntas, documentos y reflexiones que nos sitúan hoy como una organización que reconoce los niveles de equidad y desigualdad entre hombres y mujeres, que se distancia de posturas esencialistas con relación al género y que trabaja cada día de cara a la necesidad de mirar cada uno de los temas con los que nos comprometemos con múltiples lentes y perspectivas. 


“Porque es claro: La democracia sin mujeres, no es posible ya”1

La Corporación Región nació para hacer de la democracia una realidad en la vida de la ciudadanía, a través de la acción y la reflexión. A una década de existencia emergió una pregunta crucial: ¿y las mujeres? Como institución mixta, ad portas de un nuevo siglo y una alta dosis de preguntas y de retos, le surge un asunto más: el género, vigente entonces y ahora como pregunta, reflexión y orientación de todo nuestro quehacer, desde el modelo de acción, las relaciones interinstitucionales, la actuación política y social y obviamente nuestra vida cotidiana. Este texto relata dos décadas incorporando y asumiendo el concepto de género; es un repaso por preguntas, debates, documentos, proyectos y reflexiones que nos sitúan hoy, como una organización que reconoce la inequidad, la desigualdad y las diferencias entre mujeres y hombres, desde múltiples lentes y perspectivas sin posturas esencialistas.

Finaliza el siglo, comienzan las preguntas

Por el mundo se extendía la tercera ola feminista, la Marcha Mundial de las Mujeres fue convocada; continuaban los Encuentros Feministas Latinoamericanos y del Caribe y en el marco de la IV Conferencia de Beijing, se hablaba de ciberfeminismo. Proliferaban las discusiones y críticas sobre la ‘oenegización’ del feminismo y la institucionalización por parte de Naciones Unidas del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. En medio de esa efervescencia, entre 1999 y 2000, las agencias de cooperación exhortaban a las ONG a incluir el componente de ‘género’ en los proyectos, estableciéndolo como criterio para la financiación; además, para que el tema ganara en contundencia, ofrecían formación en diferentes aspectos: incorporación del enfoque y la perspectiva de género en la planeación, evaluación y seguimiento de procesos, programas y proyectos.

Región aceptó el llamado y realizó un seminario interno (2000) sobre Feminismo y Democracia, cuya conclusión fue: “No existe democracia, sin la inclusión real de las mujeres al proceso democrático”. También, se identificó, que si bien la situación de vulneración de los derechos humanos de las mujeres había mejorado, las brechas de género en Colombia y el mundo, tenían un trecho amplio por recorrer, para alcanzar la igualdad jurídica real entre hombres y mujeres y, que la acción institucional debía aportar para lograrla. Entonces, se incorpora la dimensión de género en el Plan Trienal 2001-2003, considerando necesario el desarrollo de un proceso continuo, durante los tres años, para alcanzar un impacto significativo dentro de la organización y en los procesos que desarrollábamos (Arias: 2009). La planeación estratégica requirió también de esfuerzo, organización y compromiso institucional; así que se creó una comisión interna, en coordinación con la dirección y los equipos de trabajo. Para ese momento ya reconocíamos los aprendizajes obtenidos del feminismo y del movimiento social de mujeres.

En el editorial de la revista Desde la Región de noviembre de 2001, dedicada a revisar la dimensión relacional entre lo femenino y lo masculino, puede leerse:

“El reto con el que iniciamos el año fue el de cómo incorporar en nuestros procesos esta necesaria dimensión de género que, en el caso específico de Región, como ONG mixta, significaba cómo hacer visible, asible y medible en este trienio, una dimensión de ciudadanía incluyente para las mujeres. Pensarlo así, implicaba demandas concretas en relación con: formulación de políticas institucionales en cuanto a la ciudadanía de las mujeres y a los roles desempeñados en lo público, lo privado y lo social; articulación del tema con la misión institucional, los programas y los proyectos; desarrollo de sistemas de monitoreo y evaluación; apertura al cambio y a otros procesos de concertación; comprensión del conflicto y la tensión entre hombres y mujeres como un ejercicio de democracia y generador de elementos de crecimiento individual e institucional; y disposición para vincular en forma sistemática la producción teórica del feminismo, en las áreas que le competen a cada programa. Lo anterior en cuanto a demandas institucionales. Porque también las había en lo personal: significaba que cada hombre y cada mujer partícipe de la reflexión emprendida, no sólo debía pensar en el aporte a una mayor visibilización y equidad para con las mujeres desde el proyecto que desarrolla, sino que, para ello, debía mirarse, situarse, pensarse, sentirse, descubrirse, reconocerse, expresarse, frente a la piel con que se ha vestido durante toda su vida”.

En Colombia durante aquellos años, varios grupos y organizaciones de mujeres: Casa de la Mujer, Corporación Vamos Mujer, Ruta Pacífica de las Mujeres y la Red Nacional de Mujeres, producían conocimiento, pedagogía y metodologías de trabajo con mujeres, desde el feminismo. Olga Amparo Sánchez Gómez reconocida feminista, fundadora de Casa de la Mujer, acompañó el proceso de incorporación y desarrollo del enfoque de género en Región; su asesoría fue clave y tuvo como efecto la conformación de una comisión asesora externa, con un encargo reflexivo y deliberativo desde los saberes y experiencias específicas de las integrantes: Rocío Pineda La política y la relación con el Estado; Clara Mazo Pedagogía y formación; Rocío Jiménez Estudios de mujer, género y desarrollo y Beatriz Montoya, trabajo organizativo. Sus sugerencias y aportes buscaban ampliar la visión institucional, proponer estrategias y contribuir a incorporar la dimensión en los proyectos e intervenciones de la Corporación. En retrospectiva, Rocío Jiménez, recuerda que:

“Entendíamos el género como una categoría de análisis eminentemente dialéctica que nos permitía reconocer los desequilibrios evidentes en la sociedad. El enfoque nos centró en el análisis de la condición de la mujer y su situación con respecto a los hombres, poniendo el énfasis en la dimensión relacional y en el carácter cultural, político y cambiante de las diferencias, que involucraban los femeninos y los masculinos, eso nos llevó a cuestionar las definiciones esencialistas y victimizantes… ”2

Con el enfoque de género comprendimos que había que cuestionar y cambiar el sentido y el orden de los contenidos asignados a la vida de las mujeres, sostenidos por el patriarcado, entendido según explica Marcela Lagarde (1990) como la suma de tres características determinantes: el antagonismo genérico, la división al interior del género femenino y, el machismo basado en la exaltación de la fuerza y la virilidad. Entonces, analizábamos desde todos los espacios de toma de decisiones, ¿quién tiene acceso a qué? ¿quién decide y qué y quién define las agendas? Nos propusimos desarrollar mecanismos representativos para reconocer las diferencias y desigualdades y, desde la perspectiva de género, reordenar y equilibrar las relaciones en y entre las esferas públicas y privadas garantizando la proporcionalidad entre mujeres y hombres.

Teníamos claro entonces que asumir la categoría, el enfoque y la perspectiva de género como categoría, estrategias y herramientas para la transformación de las relaciones de poder, significaba instar a la sociedad a develar la híper valoración de lo masculino sobre lo femenino y a deconstruir las relaciones de poder y las jerarquías que discriminan social, económica y políticamente a las mujeres. Un asunto con implicaciones éticas, políticas y simbólicas profundas que también, nos atravesó en lo personal y en la cultura institucional, exigiéndonos renovación.

Con estas convicciones se explicitó en los planes institucionales, la preocupación por la inequidad entre mujeres y hombres. En la Misión del Plan 2004 – 2007, Región se define como “una organización: promotora de la paz, la democracia, la equidad y la inclusión; que reconoce la diversidad cultural; comprometida con el medio ambiente; que trabaja por relaciones equitativas entre géneros y generaciones y por una ciudadanía plena para las mujeres y los hombres”. Sin embargo, así como asumimos que era “impensable proponer proyectos de ciudad y de democracia, sin la otra mitad de la ciudadanía que reclama hacer uso del lugar legítimamente conquistado y de su condición como sujetos de derechos” (Arias, 2007), también, aprendimos que “existe un enorme peligro de salida fácil con el tema, al reducirlo a una ‘cuestión técnica’… creer que con llevar una contabilidad de destinatarios diferente o agregar en los documentos el ‘los/las’ basta” (Villa, 2001). Esa comprensión nos significó mayores exigencias.

Cronología de un nuevo siglo… en perspectiva de género

En muchas acciones institucionales de principios del siglo XXI, el género fue protagónico: Género y Convivencia Barrial. Equidad de género para la convivencia barrial (2003), fue un Proyecto financiado por la agencia sueca Diakonia; adelantado con mujeres y jóvenes pobladores de los asentamientos de Altos de la Torre y Pacífico y con los gobiernos escolares de 14 instituciones educativas de la zona Centroriental de Medellín. Como institución mixta cuya proyección se realizaba con hombres y mujeres, Región mantuvo la pregunta por las implicaciones del enfoque de género, en relación con las masculinidades no hegemónicas, siendo esta una forma contundente de evitar reducir el género a simples cifras diferenciadas; esto motivó la realización de un seminario sobre masculinidades (2005) en el que se involucraron los equipos de trabajo de los distintos programas, ganando en compromiso y comprensión del tema.

En 2007 hicimos un ejercicio de caracterización y formación con cincuenta mujeres –delegadas del Presupuesto Participativo– de las comunas y corregimientos de Medellín. De allí, en convenio con la Unión de Ciudadanas de Colombia y la Secretaría de las Mujeres de Medellín (2008) surgió el Entrenamiento para el liderazgo social y político de las mujeres. Esta experiencia suscitó discusiones en la Corporación, pues requirió sumarnos a otros equipos de trabajo cuyos enfoques metodológicos, desde nuestra mirada, reproducían el orden social existente –ejemplo, el entrenamiento o coaching–, lo cual implicaba poner en discusión nuestras convicciones y mantenernos alertas ante el riesgo de la instrumentalización del concepto de género.

También en el 2007 vio la luz el documento de enfoque institucional, Hacia la construcción de una postura feminista en el tema de la democracia y la participación democrática (Arias, 2007) ya citado, en el que se señala que el enfoque de género “se dirige a cuestionar y cambiar el sentido y el orden del mundo y los contenidos asignados a la vida de las mujeres, sostenidos por el orden patriarcal, y las implicaciones éticas y políticas profundas que van desde la renovación de ordenes culturales, simbólicos, personales, hasta los institucionales”. Se reafirma la participación activa y plena de las mujeres como condición para que la democracia sea real y efectiva. Igualmente, se plantea la necesidad de asumir compromisos institucionales como el de “incentivar el derecho que tienen las mujeres a ser representadas individualmente mediante el ejercicio del voto, a presentarse en elecciones, pero también, a constituirse como grupo y a la inclusión de sus agendas en las políticas públicas”. Este documento ha sido y es hoy, vigente como carta de navegación para la Corporación.

Para el 2008, se asume el reto de trasversalizar la incorporación del enfoque y la perspectiva de género en todos los programas, tocando así la triada del modelo de acción institucional: formación de actores sociales, producción de conocimiento y deliberación pública. Se inicia la participación continua en espacios interinstitucionales como la Mesa Mujeres y Economía y la Ruta Pacífica de las Mujeres, adquiriendo mayor conocimiento sobre: la vulneración de los derechos humanos de las mujeres en la ciudad y su invisibilización; el fuerte arraigo de prácticas machistas y patriarcales en nuestras dinámicas socioculturales e imaginarios sociales; y el lugar social del cuerpo de las mujeres, jóvenes y niñas, tanto en la esfera privada como en la pública, entre otras realidades. Todo esto, en conjunto con un trabajo cada vez más cotidiano y cercano con mujeres en situación de desplazamiento forzado o víctimas de violencias, en el marco del conflicto armado, evidenció la necesidad de una acción diferenciada, desde el enfoque, las metodologías, las didácticas e incluso los aspectos logísticos.

Ese mismo año, el programa de Derechos Humanos lideró procesos formativos y de acompañamiento jurídico y psicosocial con población en situación de desplazamiento, como La Rueca o el Ensamble de iniciativas juveniles. Aquí, de forma particular, tuvo protagonismo el enfoque de género, pues “permitió que se pusieran en discusión las relaciones de poder y la subordinación como elementos importantes en la comprensión de la guerra” (Región, 2015), asunto que nos llevó a comprender los efectos diferenciados del conflicto armado en hombres, mujeres y jóvenes. Por su parte, el Programa de Educación lideró el proyecto Derechos de Infancia, integrando normativa y principios de actuación que ayudaron a romper las construcciones culturales desiguales y a incidir en la defensa de los derechos de las niñas y los niños, fomentando la igualdad de condiciones entre ambos géneros, desde la infancia.

De un lente a un caleidoscopio, de un enfoque a múltiples miradas

En coherencia con las acciones realizadas en los últimos nueve años, especialmente aquellas que involucran víctimas de desplazamiento forzado; se inicia la indagación por el enfoque diferencial (Región, 2009), lo cual nos permitió avanzar en el reconocimiento de la tensión existente entre: igualdad-diferencia (género, generación, etnia, orientación sexual, clase), identidad, reconocimiento y multiculturalismo. Al integrar este enfoque, que desde hace algunos años está incorporado en las políticas públicas globales y nacionales, pudimos conocer la diversidad de las reivindicaciones identitarias.

La incorporación de los enfoques de género y diferencial en nuestro modelo de acción –formación, investigación e incidencia– ha facilitado que los procesos liderados por la Corporación, aporten a la lectura de las particularidades de las necesidades de personas y grupos, de acuerdo con su pertenencia a categorías como el género, la generación, la etnia, la orientación sexual y los contextos socioculturales, permitiendo el cruce con sus lugares diferenciados, posiciones sociales y requerimientos; asuntos que han cobrado importancia tanto en el momento de la identificación de los problemas, como en la implementación de las acciones, su desarrollo y seguimiento (Región: 2009). En este sentido, vale la pena destacar proyectos como el de formación para la incidencia política con mujeres víctimas de la violencia, inscritas en la Mesa de Participación de Víctimas (2012); Gestoras de Memoria y Paz (2013); Escuela Itinerante de Paz –relacionando la gestión pacífica de conflictos y la mediación comunitaria desde la perspectiva de género– (2012) y; Fortaleciendo Ciudadanía para la paz (2016 – 2017).

En todos estos procesos, el cuerpo también fue una categoría central en las acciones pedagógicas, reconociéndolo como el primer territorio afectado y la primera posibilidad de resistencia. Con el enfoque diferencial establecimos: la diversidad de cuerpos, corporalidades y vivencias físicas y sociales en las acciones desarrolladas; las discriminaciones y subordinaciones históricas, fundadas en las nociones hegemónicas y binarias del género, pero también, en otras diferencias del cuerpo y las maneras de asumirlo. Estas segregaciones han sido causa determinante de una serie de violencias, algunas muy cotidianas y naturalizadas y otras que se exacerban en medio del conflicto armado, con el agravante de que son invisibilizadas y desconocidas por la sociedad, quedando en el silencio y la impunidad.

La Corporación Región ahora, quiere profundizar la compresión sobre la interseccionalidad (Viveros ,2016), un enfoque caleidoscópico que muestra las múltiples exclusiones y discriminaciones que se superponen y se cruzan, empeorando la situación de quienes pertenecen a poblaciones excluidas o marginalizadas. La intensidad del enfoque cambia, cuando se reconoce que: las violencias asociadas al género, la etnia, la edad, la orientación o identidad sexual, el lugar de procedencia o el barrio que se habita, pueden recaer sobre el mismo cuerpo o sobre la misma comunidad. Uno de los procesos que en los últimos años nos ha permitido -y exigido- ver a través de un colorido caleidoscopio fue el proyecto de Fortalecimiento a la Mesa LGBTI de la Comuna 8 (2017), cuyo objetivo era prepararles para que actuaran como sujeto de reparación colectivo3, lo que significó un proceso de, formación para su organización interna, una estrategia comunicativa y la elaboración de un Plan de Reparación Colectiva. Este proyecto nos facilitó contemplar las orientaciones sexuales e identidades de género no hegemónicas, lo que amplió la perspectiva de género, nos alejó del binarismo hombre–mujer y sembró nuevas preguntas y retos institucionales.

Democracia e igualdad: un cruce de sentidos, retos y posibilidades

Una de las claridades que hemos ganado, desde aquellas primeras discusiones, es que el patriarcado es una fuerza opresora y excluyente que se enuncia y reproduce desde todas las esferas de la acción humana y que en la cotidianidad suele hacerse invisible. Entonces nuestras actuaciones deben ser directas con mujeres y hombres, pues no podemos perder de vista, en ningún momento, que el enfoque de género es dialéctico y relacional. Es un reto interpelar la cultura y preguntarnos cómo transformar y deconstruir las subjetividades que están bajo el dominio patriarcal, para empezar a construir nuevas formas de relacionarnos, otras narrativas sobre lo femenino y lo masculino, y visiones de humanidad más justas, igualitarias e incluyentes. Desde nuestra perspectiva, el trabajo con las mujeres, es fundamental en tanto implica acciones afirmativas para contribuir a la equidad e igualdad de género. Sin embargo, la transformación de las relaciones entre hombres y mujeres pasa por abrir espacios de diálogo y reflexión con los hombres, pues el orden patriarcal ha tendido sobre ellos el peso de unas maneras de ser y estar en la sociedad que también, los aliena.

Región mantiene vigente la premisa de que no existe democracia sin la inclusión y participación real de las mujeres; y cree que la búsqueda permanente de la democracia, hoy en Colombia, está profundamente vinculada a la construcción de una paz, en la cual las mujeres son protagonistas: ellas son quienes más sufren las múltiples consecuencias de la guerra, en sus cuerpos, su salud mental, sus vínculos familiares; y son ellas quienes dinamizan acciones de resistencia, memoria y reconciliación. Por lo tanto, pensar en la paz sin las mujeres, es aceptar una paz incompleta; y como organización de la sociedad civil, hemos asumido un compromiso profundo y decidido con la construcción de paz.

Los retos para Región en materia de género y aportes a la construcción de igualdad y equidad, recorren nuestro quehacer diario y cada uno de ellos, tendrá que ser un capítulo diferente de esta historia: la necesidad de afinar la elaboración de diagnósticos diferenciados, la producción de conocimiento, las estrategias comunicativas que visibilicen las exclusiones y aporten a la reflexión pública; la participación en escenarios de articulación interinstitucional e intersectorial que tengan las preguntas por el género en su centro; el trabajo formativo sobre las masculinidades no hegemónicas y la interseccionalidad; la consolidación de alianzas estratégicas con organizaciones de mujeres para ampliar y potenciar las acciones tendientes a implementar los acuerdos de paz y, la construcción de verdad y memoria histórica desde la perspectiva de género, son retos, son preguntas, son posibilidades para dar cada vez más sentido al supremo desafió de nuestra organización: la profundización de la democracia en todos los ámbitos de la vida.

 

Referencias bibliográficas

Arias Muñoz. L (2009) Propuesta para el plan de fortalecimiento Institucional. Documento interno.

Arias Muñoz. L (2007) Documento de enfoque institucional: Hacia la construcción de una postura feminista en el tema de la democracia y la participación democrática. Documento interno.

Corporación Región (2009). Claves pedagógicas desde el trabajo educativo Palabras Más N° 12. Claves Pedagógicas desde el trabajo educativo en la Corporación Región. Medellín.

Corporación Región (2007). El trabajo con organizaciones comunitarias y de mujeres en situación de desplazamiento forzado. En: PALABRAS MÁS No. 11: Una experiencia de inclusión social de niños, niñas y jóvenes en situación de desplazamiento forzado.

Corporación Región (2014) Una rueca y la posibilidad de reconstruir tejido social. Disponible en este enlace.

Cruz. C (2015). Documento interno: Aportes para la discusión del plan institucional 2016 – 2019 de la Corporación Región

Dejusticia (2019). Ideología de género: ¿Demagogia o estrategia para retroceder en garantía de derechos? Maryluz Barragán, marzo 8 de 2019.

Lagarde, M. (1990). Identidad femenina. Secretaría Nacional de Equidad y Género, 25-32.

Villa, M. M. E. (2001). Lo masculino y lo femenino. Más allá de ser hombre o mujer. Desde la Región, (35), 4-11

Viveros Vigoya (2016): La Interseccionalidad: una aproximación situada a la dominación, en: Debate Feminista 52, pp. 1–17.

 

 

Palabras clave:

Mujeres, democracia, género,inequidad,desigualdad.

 

 

Notas al pie:

1 En 2001 se publicó la revista Desde la Región: Algunas lecciones para aprender de los movimientos feministas y de mujeres, dedicada a las reflexiones sobre el género, lo femenino y lo masculino. Con esta frase se cerró el editorial de esta edición.
2 Entrevista con las autoras.
3 Figura que surge en el marco de la Ley 1.

 

 

 

 

Publicado en Ciudadanía

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