Todos los grandes logros de Medellín, hoy de fama mundial (inesperadamente), han generado una extraña sensación de que ya llegamos, de que ya estamos “al otro lado”, de que ya salimos de esa profundidad inmensa de nuestros grandes males: violencias, inequidad, falta de oportunidades. Y no es así: apenas estamos en el momento en que debemos emprender las soluciones estructurales para enfrentarnos a esos tres grandes desafíos.
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