La apatía nos invade, así como la desconfianza, la desesperanza y, hay que decirlo, la pereza de votar a consciencia. Pareciera que es más fácil votar por ese que nos dicen en el trabajo o en la universidad y, mejor aún, si esa persona a quien le doy el voto hace promesas para beneficio personal: un puesto de trabajo, un techo nuevo para la casa o la pavimentada de la entrada de la finca. Y entre promesas y favores, sólo la mitad de la ciudadanía se acerca a las urnas en las elecciones, o al menos este fue el amargo resultado que dejaron las pasadas elecciones locales, en 2011, cuando los índices de abstencionismo fueron del 49% en Medellín.
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