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Lunes, 03 Julio 2017 15:22

Transitar por el género en medio de la guerra

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Como parte del proyecto de fortalecimiento de la Mesa LGBT de la comuna 8, se realizó una escuela de formación abierta a la ciudadanía enfocada en temas de género y sexualidades, conflicto armado, víctimas LGBT y reparación.

Como parte del proyecto de fortalecimiento de la Mesa LGBT de la comuna 8, que viene actualmente adelantando la Corporación Región y la Agencia de la ONU para los Refugiados–ACNUR, la Mesa realizó una escuela de formación abierta a la ciudadanía enfocada en temas de género y sexualidades, conflicto armado, víctimas LGBT y reparación. Una de las actividades fue un taller práctico en el que se reflexionó sobre el transitar por el género en medio de la guerra.

Como lo explicó durante el taller Juan Pablo Bedoya, historiador y coordinador del proyecto, el género es un guion que aprendemos desde pequeños y que de tanto repetirse se naturaliza, hasta que creemos que es una realidad y no una ficción que repasamos día a día: las mujeres y el rosa, los hombres y el azul; ella, lo delicado; él, la fuerza dominante; ellas usan maquillaje, ellos se afirman en gestos rudos. Y este ejercicio, además, se avala en cada esfera de la vida: desde el registro civil, pasando por la familia y la escuela, hasta llegar a la cédula que te reafirma de manera más o menos arbitraria en Masculino o Femenino, según unas características físicas que no todos los cuerpos cumplen a cabalidad.

Así que el transitar no es más que ir del punto M al punto F y descubrir que no son dos islas separadas. Se trata de un sendero por el que encuentras gente de un lado y del otro, mientras otros caminan de aquí para allá y otros prefieren detenerse en el intermedio. Lo importante finalmente, como reza el dicho popular, es el camino.

El taller tuvo lugar en un espacio de retiro en el municipio de Copacabana. Una veintena de personas se aventuró a pasar un fin de semana recorriendo los avatares de la identidad y el género. El taller práctico estuvo dirigido por Danilo Quintana del colectivo Cultura Drag Medellín, que se dedica a darle vida a esta movida cultural en la ciudad de Medellín.

“El drag es un movimiento artístico cuyo espíritu es el de exagerar los roles de género que socialmente se han impuesto”, comenzó a explicar Quintana. En términos más sencillos, es utilizar la indumentaria y las maneras del sexo opuesto para representarlo de una manera dramática y extravagante. Para referirse al ejercicio de transitar de hombre a mujer se le conoce como Drag Queen, y en el caso contrario se nombra como Drag King.

Jugar a “treparse” –término con el que se conoce coloquialmente entre la cultura drag y transformista el ejercicio de construir un personaje a partir del maquillaje, los gestos, los accesorios y el vestuario– permitió a los participantes de esta jornada enfrentarse a la posibilidad de deconstruirse y construirse como hombre o mujer, o un intermedio en las escalas del género. Como explicaría posteriormente Juan Pablo Bedoya, este ejercicio es potencial para comprender que la identidad de género trasciende a lo fisiológico y que como explica la filósofa Anne Fausto-Sterling, el rótulo de hombre o mujer no es más que una decisión social.

La jornada comenzó con un breve ejercicio de calentamiento dirigido por Quintana, quien poco a poco fue mostrando quienes participaron cómo funcionaban los imaginarios que se crean sobre lo que es ser mujeres u hombres. Mientras las mujeres intentaban calcar las maneras de los hombres, los gestos bruscos, el caminar desenfadado; los hombres por el contrario exageraban sus movimientos de cadera, su desenvolvimiento sobre una pasarela imaginada, la coquetería con la que se ha relacionado al género femenino.

Las reflexiones comenzaron a fluir. ¿Qué tipo de hombres y mujeres representaban los participantes? La discusión se centró en los imaginarios de la masculinidad y la feminidad de la sociedad antioqueña: los gestos bruscos de los hombres, la voz recia, el piropo morboso, la mirada fuerte sobre el cuerpo de la mujer. Y por su parte, los hombres se hacían consientes de esas formas veladas de la violencia, a la vez que representaban exageradamente a una mujer “sofisticada”, segura, coqueta y desenvuelta a la hora de caminar y abordar a los demás.

Si bien este ejercicio, como lo explicaría Juan Pablo Bedoya, permitía comprender los matices del género de manera momentánea, las realidades de las identidades transgénero –aquellas que transitan de manera permanente– eran más complejas, sobre todo en medio del conflicto. Las dificultades que enfrentan estas personas en el acceso al trabajo, a la salud y a la educación, además de los conflictos familiares y el prejuicio de sus comunidades, se suma a las lógicas de la guerra en las que los actores armados –además de controlar política y económicamente– protegen un único orden moral y un poder sobre los cuerpos en los territorios. En muchas ocasiones, como explica Bedoya, estas personas deben detener la construcción de su identidad para sobrevivir en los contextos de guerra.

El momento más álgido del taller llegó cuando se dispuso la ropa de unos y otros en dos bandos distintos y los participantes se enfrentaron al maquillaje. Entre las mujeres, el ejercicio de transformarse en una figura masculinizada pareció un poco más sencillo y abordado de manera más fluida. Las barbas de lana y escarcha de colores, las barbillas sombreadas semejando barbas desaliñadas y el uso de ropa holgada, comenzaron a deambular por los pasillos del lugar. Jugueteaban con sus contrapartes en proceso de feminización de su figura.

Por el lado de quienes estaban asumiendo el rol de la feminidad, la cosa pareció ser más complicada. Unos cuantos participantes detuvieron su tránsito antes de enfrentarse al espejo y a la indumentaria femenina, otros se arriesgaron a probar algunos accesorios sin transformar su rostro de manera completa, pero una mayoría de hombres se permitió pasar la tarde “trepados” en el personaje feminizado que ensayaron una y otra vez durante la jornada: las maneras femeninas exageradas, las pestañas de colores estridentes y las cejas exageradas por el poder del maquillaje, además de los cuerpos “masculinos” moldeados por los vestidos ceñidos, emergieron tambaleantes al probarse los tacones, el paso que cerraría el proceso de drag.

“Todos nacemos desnudos…”, precisó Danilo Quintana aludiendo a una frase de RuPaul, una reconocida Drag Queen de la escena mundial, “…el resto es drag”.