Daniel Botero Arango
Periodista, magíster en Comunicación y Opinión Pública de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales FLACSO. Socio de la Corporación Región, formó parte de diferentes proyectos de la Corporación.
Lina María Betancur Blandón
Comunicadora Social - Periodista (UPB) y Especialista en Epistemologías del Sur (CLACSO). Socia de la Corporación Región. Actualmente asesora pedagógica del proyecto Aulas en Paz y maestra de yoga en Granja Escuela Amalaka.
Un campo de disputas simbólicas por la comunicación, cruzaba el horizonte de las sociedades latinoamericanas de finales de los años 80 y principios de los 90. Un conjunto de cambios en las estructuras políticas, sociales y culturales, significaron una expansión conceptual y de los modos de vida, en cuanto al ejercicio de la ciudadanía, el reconocimiento de lo popular más allá de lo masivo, el papel de los medios de comunicación frente al nuevo paisaje urbano y el reto pedagógico para el Estado y las organizaciones de la sociedad civil frente a un nuevo escenario de lo público.
La Comunicación para un proyecto democrático de ciudad
La pregunta por lo popular
Comenzando los años noventa, profesionales de distintas áreas, decidieron fundar La Corporación Región, después de retirarse del Instituto Popular de Capacitación (IPC), donde el ejercicio comunicativo, estaba anclado a la idea del periodismo de masas o periodismo para el pueblo, practicado con sindicatos y sectores populares con el fin de ayudarles a entender la realidad, desde una prensa de calidad. Este fue un tiempo de grandes contradicciones en el panorama político y social del país y la ciudad. Fue la época de la promulgación de una nueva Constitución Política, pero al tiempo que surgía esa institucionalidad, el narcotráfico ponía en jaque al Estado y desangraba a Medellín. En 1991 fueron asesinadas 7.273 personas, unas 266 por cada 100.000 habitantes1 , entre ellos, una generación de jóvenes de los barrios periféricos que, seducidos por el dinero del cartel de Medellín o inocentes, cayeron bajo el fuego cruzado de quienes fomentaban aquella guerra urbana.
En ese caótico momento, con una democracia representativa desgastada por los poderes tradicionales, desconectados de los intereses de la sociedad civil y la población de amplias regiones del país, incluidas capitales como Medellín, sumidas en la inequidad y el abandono y, sin políticas que atendieran los problemas de fondo, se abre un panorama para la participación ciudadana y la transformación. El nuevo país, que acababa de pasar por un proceso de paz y la reincorporación de excombatientes de la guerrilla, se ilusiona con el cambio y allí, Región apuesta por contribuir al desarrollo y a la consolidación de un proyecto democrático en todos los planos: político, cultural, económico y social (Fernández, 2016).
La comunicación tuvo un papel central. Se trataba de construir nuevos imaginarios sobre lo público y posibilitar a los sectores, ahora reconocidos como populares y no únicamente consumidores estáticos de medios de masas, (lo que provocó extensas discusiones y autocrítica), entrar en la disputa simbólica por ocupar lo público, ser visibles, tener una voz y un lugar en sintonía con organizaciones que, en medio de condiciones tan adversas, creyeron que la vida también, estaba en esas esquinas estigmatizadas donde llegaban solo los periodistas, a contar muertos.
Región, desde el principio habló de comunicación para la democracia, como un campo de disputa cultural y de inclusión política, traducida en trabajo junto a pobladores que, por años, estuvieron a espaldas del desarrollo municipal. La idea era contar sus historias y que en ellas, encontraran rasgos identitarios que les hicieran sujetos de derechos y les introdujera en el destino de la ciudad, comprometiendo su capacidad de expresión e interpretación de la realidad urbana. La comunicación se convirtió no solo en un asunto de medios, sino de mediaciones. De allí que el texto de Jesús Martín Barbero fuera un pilar para el inicio. Como bien lo reconoció García Canclini (1991) en uno de los prólogos del clásico libro que sirvió como acicate para todo un conjunto de producciones que adelantó Región: Martín Barbero se aleja del indigenismo y el populismo, y considera que las esperanzas nuevas, se afincan más bien en los sectores populares urbanos; y ve, los resortes de una "institucionalidad nueva, fortaleciendo la sociedad civil" (p.12) en las "solidaridades duraderas y personalizadas" de la cultura barrial y de los grupos artísticos; en los graffitis y en la música juvenil, en los movimientos de mujeres y de pobladores pobres.
No se trataba de un descubrimiento, sino de un re-conocimiento a un sector social que, si bien ya estaba, comenzó a protagonizar su propia historia fuera de los parámetros de la dominación. Para Barbero (1991) entonces, lo popular hace parte de una historia sobre la constitución de lo masivo: “el ascenso de las masas a su visibilidad y presencia social” (p.10). El mismo Canclini (en Barbero, 1991), reconoció lo popular como una nueva estructura de transacciones sociales y políticas, ya no sometidas o explotadas. Para el caso colombiano, las lecturas de Pilar Riaño (1984) fueron fundamentales para entender las relaciones de vecindad, como las formas solidarias de adaptación y sobrevivencia entre los habitantes de las periferias, otrora pobladores rurales. Por eso, en el balance de los primeros 10 años de Región, se expresa:
“La comunicación es pensada ya no sólo desde la producción sino desde la percepción, y en este campo, el reconocimiento del sujeto popular desde la perspectiva del diálogo de saberes se convierte en clave comunicativa: no bastaba hablar de los sectores populares sino reconocerlos en sus lenguajes, estéticas e identidades y crear espacios de visibilización para que la ciudad viera sus rostros y escuchara sus voces. Esto se combinaba con la intencionalidad explícita de estar en los medios masivos de comunicación y no sólo en los llamados medios alternativos…) (Región, 1999).
De allí el interés de promover un pacto social democrático en la ciudad, donde la educación, la cultura, la participación y la planificación del territorio, desde miradas alternativas al desarrollo, especialmente entre la juventud, fue el centro de la acción misional. Para lograr incidencia, se requerían canales de comunicación propicios a la elocuencia de la diversidad popular, que emocionaran al conjunto de la ciudad, y lo suficientemente claros y concretos como para negociar con la institucionalidad. En ese caso, siguiendo a Barbero (1991), se entendió que el nuevo campo de socialización ya no pasaba únicamente por lo político, sino por lo cultural y, por consiguiente, en los medios de comunicación residía buena parte de esa función mediadora, representada en el melodrama como vehículo para la trama de las historias. Lo otro era cuestión de acompañar cuerpo a cuerpo en los territorios, de construir colectivamente esa ciudad, desde una mirada local.
García ratifica que desde Región:
“Las bases teóricas de las actividades desarrolladas en el sector de la comunicación estaban en los postulados de educación popular de Paulo Freire, en Martín Barbero y García Canclini. Desde ellos, leían a los medios alternativos o comunitarios como el escenario para la configuración de una esfera pública en la que hacían circular las luchas por su inclusión a la ciudad, en especial, con los jóvenes que los encuentran como refugio para ver otras alternativas diferentes a la muerte. A la vez, se convirtieron en agentes de discursos distintos al de las organizaciones de base tradicional como las Juntas de Acción Comunal. De igual modo, sirvieron para reconocer a las tecnologías mediáticas como el escenario para entender lo político y lo público desde las mediaciones culturales y simbólicas circulantes en los medios” (2018 p.92).
Mientras lo cultural y lo simbólico ayudaban a la comprensión de lo púbico cotidiano, en el contexto del barrio se trabajaba la comunicación pensando en: la construcción de un ejercicio deliberativo a partir de la propuesta de la acción comunicativa de Jürgen Habermas, en la movilización social y la generación de opinión pública crítica, desde la organización que se auto reconoció como un actor social y político, con posturas frente al desarrollo de una ciudad con grandes deudas en cuanto a las promesas de la democracia; siempre en la búsqueda de mejorar la calidad de vida de los sectores populares en interlocución con el Estado. Por eso, el reto comunicacional fue elevar la capacidad de acción, enunciación y gestión de los propios intereses de la ciudadanía: "El reto es doble: además de la necesidad de ganar una mayor capacidad expresiva, claridad en nuestras propuestas, creatividad en nuestros lenguajes, se trata de podernos acercar a las lógicas comunicativas, los lenguajes y los símbolos que están atravesando hoy lo social" (Región, 1999).
Fue así como, a través de la Consejería Presidencial para Medellín, liderada por María Emma Mejía, se presentó una propuesta para la televisión regional que contara, las otras historias de los barrios de la estigmatizada ciudad de Medellín y sus jóvenes. Y nació entonces, uno de los proyectos pioneros en este tipo de televisión en Colombia y en la ciudad. Arriba Mi Barrio, un programa que logró penetrar la barrera infranqueable de los barrios, que el resto de la ciudad desconocía y todavía más, aquella pluralidad de actores que aparecieron en las pantallas de Teleantioquia desde una perspectiva distinta a la de la guerra urbana. Un arranque con mucho sentido para los propósitos de mediación cultural que comenzaba a construir Región, con otros, y para integrar miradas de ciudad. Según García (2018) el programa: “posibilitó que la relación comunicación-ciudadanía se evidenciara con mayor ahínco en la esfera pública pasó a la problematización de la misma en escenarios académicos, gubernamentales y comunitarios” (p. 94).
Con formato abierto para contar las historias y permitir la conversación, Arriba mi Barrio fue construyendo una forma de ver y sentir a Medellín desde la juventud y otros no tan jóvenes pero con liderazgos reconocidos, que soñaban un futuro posible en la ciudad del “No Futuro” y el “No nacimos pa´ Semilla”. Diez años después de la fundación de Región, el comentario era: “Ya sabemos que en las sociedades actuales lo que no pasa por los medios, sencillamente no existe. Y que allí se están construyendo nuevas formas de sociabilidad y de algún modo, intereses individuales y colectivos, que necesitamos comprender desde la pregunta de cómo se está reconstruyendo hoy lo público y lo privado” (Región, 1999, p.10).
Le siguieron a ese primer proyecto los programas de radio, el periódico mural Lado A para los colegios; iniciativas como el Seminario de Periodismo Juvenil, la serie de televisión Muchachos A Lo Bien, documentales, campañas, la Revista Desde La Región, la producción editorial académica, y la apertura de espacios para el debate entre múltiples actores, que fueron claves para la comprensión y la emergencia de nuevos lenguajes para la participación política, la inclusión social, el diálogo intergeneracional y el intercambio entre jóvenes de distintos sectores de la ciudad, como una forma de generar identidad en doble vía.
La declaración de Región fue: “Nos interesa que la gente conozca y aprehenda la ciudad como otro camino posible hacia la construcción de ciudadanía. Con las nuevas tecnologías aparecen también otros retos en cuanto a los lenguajes y formas de comunicación y de otro lado, frente a la forma de entender lo público y lo político desde las mediaciones culturales y simbólicas circulantes en los medios” (Desde La Región, 1999, p.10).
No sólo las juventudes populares y los barrios periféricos fueron protagonistas, sino también, las diversas identidades juveniles en Medellín y la ciudadanía, debía comprometerse con las grandes transformaciones que se requerían; esto se resumió muy bien, en pocas palabras, con la campaña: ¡En la ciudad, todos! pues se percibía: "… un cierto desplazamiento de los sectores populares hacia la ciudad, o mejor, una mirada de ellos al lado de otros. Interesa hablar a la ciudad toda; reconocerla como escenario de múltiples voces y crear escenarios comunicativos para que esas voces se encuentren" (Región, 1999).
La ciudad fue entendida entonces, como un campo de interacciones donde toda la población, debía ser consciente de los espacios que habitaba y, por tanto, comprometerse con la ciudad, pues la democracia no es únicamente el voto; “está en todas partes: en la casa, en la calle, en el trabajo, en la política y en la vida” (Región, 2004).
Comunicación e incidencia pública
Los procesos de reconocimiento, derivaron en nuevas propuestas de habitar la ciudad y encontrar en ella, la oportunidad para una acción pública, más allá de las fronteras del barrio. En este caso, la comunicación como eje, permitió articular apuestas múltiples. Las historias juveniles, distintas a las de los guerreros del barrio, referentes para su generación, conectaron sensibilidades y voluntades, entrecruzaron redes de trabajo asociativo que inspiraron la transformación, desde su poder de incidencia barrial y comunal. La coincidencia con una fuerte movida comunitaria, que ya no pensaba solo en sus fronteras, sino con mayor amplitud, en la situación que vivía la ciudad, allanó mucho más el terreno para el impulso de políticas que permitieran profundizar la democracia y las condiciones de posibilidad para los marginados urbanos históricos.
Hablando de innovación social, debemos revisar con detalle lo que se hizo en Medellín entre el noventa y el 2000, y evidenciar la capacidad creativa y expresiva de un conjunto de colectivos, grupos y organizaciones que propusieron soluciones a los problemas de más hondo calado de nuestra sociedad. La Corporación Cultural Nuestra Gente, la Corporación Convivamos, Corporación Picacho con Futuro, Barrio Comparsa o Taller Arte, por nombrar algunas; la ciudad estaba llena de iniciativas, unas más visibles que otras, llenaron de sentido las calles a favor de la vida. Todo esto sintonizado con una postura clara de Región, desde el primer momento: no existe violencia legítima y con sus apuestas por una sociedad en paz, con la constitución de una comunicación no violenta y conectada con la humanidad, en medio de los desafíos que impuso la guerra. Para eso, conocerse y reconocerse en el otro, como parte de un mismo escenario de acción llamado ciudad y juntarse, era indispensable. Fue así como, con otras organizaciones: la Fundación Social, Comfama, Pastoral Social, el Colombo Americano, el Museo de Antioquia, el magisterio, instituciones educativas, la academia, sectores del empresariado, gobiernos locales, entre otros, se desarrollaron todo tipo de intercambios y propuestas, encaminadas a un amplio consenso de ciudad sobre las acciones necesarias para sacar a Medellín, de la situación de violencias en la que se encontraba y surge un escenario comunicacional para el diálogo y la acción conjunta por la ciudad.
Todo este panorama situacional es lo que durante años se fue constituyendo como la “Marca Región”, en el sentido de lo que representaba y comunicaba, al estar conectada con la democracia en este nuevo espíritu de lo público urbano y ciudadano, junto con un nuevo sentido de lo político. En ese caso, como lo afirmó Rubén Fernández , "Región [no hacía, sino que] fue esencialmente, comunicación".
A continuación, vamos a referirnos a los espacios, lugares y referentes desde los cuales Región, ha fundamentado y proyectado su trabajo comunicativo: las estéticas, el cambio social, y lo digital.
Desde las estéticas
Fue indispensable la exploración del campo de las estéticas de los distintos actores urbanos, para la producción conjunta de propuestas más incluyentes y cercanas a sus propios saberes y para acceder a las narrativas con las que intentaron apropiarse de la ciudad; y una inquietud siempre presente en el hacer comunicacional de Región, representado en acciones como La Piel de la Memoria. Por eso, volver a esa esencia fue significativo, cuando campañas y proyectos como Tenemos Nuevos Vecinos, Destierro y Reparación, Desearte Paz, Sandungueo, Esta es tu Casa, Urbánicos y Rutas de la Memoria, se convirtieron en hitos para entender, lo que estaba sucediendo en un nuevo ciclo de desplazamiento forzado en Medellín y, poner en debate público dinámicas urbanas conflictivas que imponían retos políticos enormes.
Tomarse el espacio público, las galerías de los museos y los medios con documentales y producciones radiales sobre el tema, y después llevarlos a distintos escenarios para el diálogo público en la ciudad, constituyó un estilo de interlocución con la ciudadanía, que no utilizó las formas tradicionales, sino que propuso un catálogo de experiencias desde las que visibilizó la trama de significados que tenía para Medellín, el hecho de acoger la población desplazada e históricamente excluida. Marta Salazar se refiere así a este momento: “Durante varios años, la Corporación Región propuso diferentes prácticas artísticas en el espacio público para afrontar los retos del desplazamiento en la ciudad; en ellas, a través del diálogo de los artistas y la comunidad, se partió de la capacidad de agencia de las personas y de su poder para transformar sus condiciones y contexto”; (s/p) y agrega que con estas formas de abordar lo comunicacional se proponían: “Exponer en el espacio público un tema que debía ser de interés general; se combinaron en esta acción enfoques simbólicos, comunicativos y pedagógicos, partimos del presupuesto de que la exclusión es la antítesis de la ciudadanía. Nos encontramos ante tres situaciones: que la gente ignorara el desplazamiento forzado, que pidieran o realizaran acciones para promover el retorno, o echar mano del arte y buscar que la ciudad los acogiera como nuevos vecinos” (s/p?) (Salazar, 2016).
Fueron procesos en los que se logran crear formas de interacción con los actores, la ciudad y la institucionalidad, pues para Región: “La calle fue un canal de comunicación, espacio para la exposición, la representación y la socialización, es ahí donde la ciudad es texto, allí se dibujan los intersticios para leerla e interpretarla de múltiples maneras (Argan, 2004). El arte, más que en objeto o producto de creación, se convirtió en el vehículo a través del cual se reconstruyeron o se crearon nuevos lazos. “Ampliamos nuestra ciudad vivida, en cierta medida se dio una apropiación simbólica de los nuevos territorios y se propiciaron otros modos de intercambio, y más importante aún, de comunicación” (Salazar, 2018). De esta manera se involucraron grupos de personas en situación de exclusión, en trabajos participativos y en un ambiente de co-construcción, para lograr una expresión desde su mirada y su voz. Región fue mediador entre sus propuestas, la dinámica de la ciudad y la agenda política.
Desde el cambio social
Con el desarrollo de procesos sostenidos en territorios rurales de Antioquia y, posteriormente por fuera del departamento en Córdoba y Chocó, la comunicación tomó un rumbo hacia la comprensión de nuevas dinámicas sociales, políticas y culturales. Región abordó una perspectiva de cambio social en su hacer comunicacional y, por ello, la triada educación, cultura y comunicación se convirtió en elemento central. Las niñas, los niños, comunidades y docentes construyeron narrativas, imaginarios y formas de entender la educación. Estos departamentos fueron el escenario para la exigencia del derecho a la educación desde los saberes y prácticas de comunidades con problemáticas de inequidad y exclusión. Por lo tanto, la manera de acercase a los actores, fue a partir de lo propio, de resaltar sus potencialidades, sus sueños y sus posibilidades de acción.
La comunicación para el cambio social, se centra en el diálogo y la participación, se piensa desde el ejercicio colectivo y en democracia con una premisa: que solo es posible generar cambios, desde los más sutiles hasta los más estructurales, a través de la voluntad de quienes viven los procesos. Propone la construcción de herramientas que permitan mostrar el campo de acción, basado en la voz y el modo de vida de los actores del proceso y así, generar un debate situado sobre los modelos hegemónicos aplicados a la educación y los modos del enseñar. A partir de este enfoque, se retoma la siguiente idea: “Lo esencial es que cuestiona el concepto de un desarrollo que no cuente con la participación de los sectores directamente afectados, y promueve una comunicación que haga efectiva la participación comunitaria, particularmente de los sectores más pobres y aislados” (Gumucio, 2011, p.28).
Se vuelve entonces a la pregunta por lo popular, que ha sido el lugar desde donde Región ha reflexionado sobre la inclusión, y ha comprendido a la ciudadanía como interlocutora con posibilidad de conversar, de estar de acuerdo o discrepar; con capacidad de expresar opiniones, sueños, y construir en colectivo. Un otro y una otra que se reconoce desde sus particularidades, desde su lugar de enunciación, con una decidida apuesta por el diálogo, la confrontación y la construcción de saberes. Así, desde los procesos educativos, Región le apostó a una comunicación con horizonte de diálogo intercultural, que redunda en la apropiación ciudadana de sentidos, a favor de la democracia, el respeto por los derechos y la protección de la dignidad humana.
Los vehículos para que la educación incorpore lo propio al currículo, y tenga en cuenta el contexto y las particularidades de la población y del territorio, han sido los ejercicios cartográficos participativos de recuperación de la memoria oral y de recopilación de saberes ancestrales. De esta manera, retomando a Gumucio: “La participación de los actores sociales, que son a su vez comunicadores, se da en el marco de un proceso de crecimiento colectivo anterior a la creación de mensajes o productos (un programa de radio, un video, un panfleto). Los productos y la diseminación o difusión de éstos no son sino un elemento complementario en el proceso de comunicación” (2011, p.37).
Agentes educativos locales, maestras y maestros, estudiantes y familias, se acercaron a prácticas de construcción colectiva, donde el proceso de la comunicación no aparece, de manera vertical como un elemento extraño, pues se realiza a partir de lo conocido y elaborado desde sus conocimientos y se incorpora, conceptual y metodológicamente, al ejercicio pedagógico. De esta manera los contenidos que emergen, cuentan con apropiación, lo que fortalece el sentir comunitario, reforzando el proceso de gestión de lo propio a partir del diálogo, la negociación y el debate público, para generar mayor nivel de confianza y compromiso (Gumucio, 2011).
Desde lo digital
Las preguntas por los medios y las formas de comunicar han estado presentes en las reflexiones de Región desde el comienzo; una de las improntas de la celebración de los 25 de años estuvo enfocada precisamente, en el crecimiento de la estrategia digital, mucho más intencionada y pensada para los públicos que hoy tienen las redes sociales y todo tipo de plataformas digitales, como medio de comunicación, haciendo uso de lo que Castells (1996) ha denominado autonomía mediática en la era de la sociedad red.
Las nuevas formas de poder, reconocimiento y acción que entrañan este territorio de disputas sociales, políticas y culturales, no pueden ser un elemento decorativo o de simple enfoque informativo liberal o unidireccional, en el marco de un trabajo misional que se ha caracterizado, por sus preguntas en torno a: la democracia, la ciudadanía y la inclusión, pues el contexto que han construido, configura un campo donde según Castells: “si no conocemos las formas de poder en la sociedad red, no podremos neutralizar el ejercicio injusto de dicho poder; y si no sabemos exactamente quiénes tienen el poder y dónde encontrarlos, no podremos desafiar su oculta pero decisiva dominación” (2009, p.552).
Por eso, el rediseño de la página web entra en sintonía con las nuevas formas de comunicar y producir contenidos, igual que el incremento de la presencia en el escenario digital, responde al reto de incursionar en este terreno por donde hoy pasan todo tipo de discusiones de carácter público, en las que una organización como Región, no puede estar al margen. Por lo tanto, la migración de prácticas y procesos fueron de amplia discusión y nuevas autocríticas, pero siempre tratando de sostener la presencia de la voz pública como actor social y político, la generación del debate y la incidencia. Y la revista Desde la Región, uno de los medios más importantes de difusión del pensamiento institucional, pasó a ser digital. Desde el Comité editorial se argumentó: “Creemos que así tendrá mayor alcance y dinamismo, mayor divulgación de los artículos en redes sociales y la posibilidad de una revista que pueda enriquecerse a través de la interacción con quienes nos leen y de la publicación de nuevos artículos académicos, periodísticos y de análisis que, en medio de las coyunturas que ya acostumbramos habitar, puedan surgir y nutrir el conjunto de reflexión en cada edición. Esa es nuestra apuesta editorial en este aniversario: una revista que permita más apertura, dinamismo, transformación” (Desde la Región, 2016, s/p).
La transformación nos ha permitido ampliar los públicos, suscitar mayor cercanía con los contenidos propios y vincular a diversos actores de la ciudad para compartir su opinión sobre temas de interés ciudadano. Sin embargo, este tránsito hacia lo digital también, ha traído grandes retos, pues la posibilidad de interactuar con públicos tan plurales, exige generar contenidos más cercanos, significativos, incluyentes en cuanto al género, e inclusivos en las posibilidades de acceso a la información para personas con necesidades especiales; lo que resitua la discusión de la comunicación en los sujetos y las nuevas representaciones de la sociedad en red, pues “El cibernauta, elemento constitutivo, de las “redes sociales” constituye un nuevo y misterioso sujeto en el que lo individual se funde con lo colectivo” (Maya, 2009, p, 64).
30 años después, podemos afirmar que: el hacer comunicativo de Región, se despliega en el conjunto de acciones pedagógicas que desarrolla, desde las estrategias de comunicación digital y comunicación pública que implementa, para promover el diálogo y la deliberación sobre asuntos de relevancia nacional, regional y local, fortaleciendo el ejercicio constante de opinar e incidir en la agenda pública y la generación de capacidad crítica en la ciudadanía.
Argan, G. (2004). El arte moderno. Madrid: Ediciones Akal.
Barbero, M. (1991). De los medios a las mediaciones. Barcelona: Editorial Gustavo Gili.
Castells, M. (1996). La era de la información. Economía, sociedad y cultura. México: Siglo XXI
Corporación Región. (2016). Revista Desde la Región (No. 57). Recuperado de este enlace.
Corporación Región. (2004). Democracia. Revista desde La Región (43). pp. 5-73. Recuperada de este enlace.
Corporación Región. (1999). Trayectorias y perspectivas de la Corporación Región en sus 10 años. Desde La Región (30). pp. 6-13. Recuperada de este enlace.
Fernández A. Rubén. (2016). Ideas que deja un sobrevuelo por la planeación en Región. Documento de trabajo. Medellín: Corporación Región.
García, M. (2018). Trayectos de la comunicación en los procesos de formación de ciudadanía gestados entre entidades gubernamentales y organizaciones del tercer sector, Medellín (1990-2010). (Tesis de doctorado). Universidad Nacional de La Plata, Argentina.
Gumucio, A. (2011). Comunicación para el cambio social: clave del desarrollo participativo. Signo y Pensamiento, volumen XXX (58), pp. 26-39
Riaño, Pilar (194).
Maya, C. M. (2009). “Las relaciones de poder en el contexto de las sociedades de control. Propuesta de una perspectiva para el análisis de la interacción virtual”. En: Revista Anagramas. Rumbos y sentidos de la comunicación. Sello Editorial Universidad de Medellín, julio-diciembre, volumen 8, Nº 15.
Salazar, M. (2016). Arte para develar otras realidades. Revista Desde La Región (57). s/p. Recuperada de este enlace.
Comunicación, democracia, ciudad, retos, diálogo, territorio.
1 Tomado de este enlace.
2 Durante los meses de agosto y septiembre de 2019, como parte de la estrategia de celebración de los 30 años el equipo de la Corporación, convocó a los Diálogos Región, iniciativa para conversar sobre diversos temas. Durante el conversatorio sobre comunicación, esta fue la expresión de Rubén Fernández (socio-fundador, exdirector y expresidente de la Junta Directiva) cuando se refirió al trabajo de comunicaciones en Región.
Con la presencia del periodista y fotógrafo Jesús Abad Colorado, Daniel Rivera Marín, corresponsal de la Revista Semana, el equipo del proyecto Hacemos Memoria de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia y la Deutsche Welle Academie, junto a representantes de distintos medios y colectivos de comunicación de Sonsón, Granada, Medellín y San Carlos, se llevó a cabo el evento Comunicación para la Paz, el pasado 5 de mayo, en el marco del proyecto San Carlos, caminos de reconciliación.
Como organización de la sociedad civil, nos comprometimos con un ejercicio comunicativo y pedagógico sobre el cual hoy es necesario reflexionar.
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