Opinión

Sábado, 29 Octubre 2016 14:32

Hablar de paz: ¿cómo, con quién, para qué?

Valora este artículo
(0 votos)
Hablar de paz: ¿cómo, con quién, para qué? Foto: Proyecto Ciudadanía para la Paz

Como organización de la sociedad civil, nos comprometimos con un ejercicio comunicativo y pedagógico sobre el cual hoy es necesario reflexionar.

Por: Jenny Giraldo García
Comunicadora. Corporación Región

El Sí perdió en las urnas, contrario a lo que indicaban las encuestas, contrario a lo que muchos colombianos creíamos, en el plebiscito del 2 de octubre el No fue el triunfador. Las razones son diversas: no podemos ignorar que los partidos de la Unidad Nacional no se movilizaron con la fuerza con la que suelen hacerlo en otras campañas; por otro lado, nos encontramos frente a unos acuerdos complejos y contamos con muy poco tiempo para su difusión y explicación y, sumado a todo esto, nos enfrentamos a una campaña poco ética en sus formas de proceder. En medio de estas circunstancias, como organización de la sociedad civil, nos comprometimos con un ejercicio comunicativo y pedagógico sobre el cual hoy es necesario reflexionar.

En materia de comunicaciones nos la jugamos, de ello no nos cabe duda. Hicimos un gran esfuerzo por ser parte de una campaña, nos reunimos, fuimos a todos los rincones del Valle de Aburrá a los que nos invitaron, salimos al espacio público, buscamos nuevos formatos para explicar los acuerdos, visitamos medios de comunicación, conversamos con nuestras familias, participamos de eventos públicos diversos, promovimos el diálogo respetuoso con los abanderados del No, nos juntamos con otras organizaciones para hacer pedagogía colectivamente. La lista puede ser agotadora, pero necesaria para elaborar algunos apuntes que contribuyan a responder esa pregunta enorme que a muchos nos ronda: ¿Por qué ganó el No? Y, por supuesto, tratar de encontrar vías frente a otro interrogante: ¿Y ahora cómo seguimos?

La primera reflexión que aparece en algunas organizaciones tiene que ver con el tiempo. La campaña contó sólo con un mes después de publicados los acuerdos y cuando esto sucedió, ya eran muchos los imaginarios que, valga decir, fueron alimentados por las mentiras de los opositores del proceso. Ideas como la del ‘castrochavismo’, ‘le están entregando el país a las Farc’ o ‘Timochenko va a ser presidente’ se instalaron con mucha fuerza entre una población desinformada y con miedo.

Perdimos de vista (o no le dimos suficiente importancia) que en todo el proceso jugó mucho la emoción de la ciudadanía, el odio contra las Farc construido a lo largo de décadas, ese rasgo cultural que cree que la violencia se elimina con violencia y que ‘el que no está conmigo está contra mí’ y la poca aceptación del presidente Juan Manuel Santos, de hecho, gran parte de la campaña por el No se acompañó del lema “No + Santos”. Así que un segundo aprendizaje es el de la búsqueda de las emociones; ya lo advertía María Emma Wills en una entrevista en la Revista Arcadia: “Entiendo la pedagogía de la paz como un viaje que convoca tanto al intelecto como a las emociones” , dijo ella desde el mes de agosto. Hoy, al devolvernos sobre nuestro trabajo pedagógico, es necesario detenernos en cómo compartimos esa emoción que a cada uno de nosotros nos producía cada paso dado en el Acuerdo, cómo narramos esa esperanza, cómo tradujimos lo que concebimos como las bondades del fin de la guerra, cómo equilibramos ese calificado conocimiento que permitía explicar las causas históricas del conflicto, la dimensión jurídica de los acuerdos o en qué consiste la reforma rural integral con la capacidad de transmitir el dolor de las pérdidas, la dimensión humana de los integrantes de las Farc o el enorme deseo de las víctimas de ser testigos de una salida negociada. Tras las declaraciones de Juan Carlos Vélez Uribe, gerente de la campaña del No, hoy nos hacemos esta pregunta: Si desde allí se movilizó la venganza, ¿qué nos faltó para movilizar la reconciliación? Si el Centro Democrático logró “que la gente saliera a votar verraca” , ¿por qué quienes hicimos campaña por el Sí no logramos que la gente saliera a votar esperanzada?

En ese sentido, identificamos que nos faltaron relatos vinculados a la cultura popular relacionados con la construcción de paz; a lo mejor no bastaba con tener cuñas con los diferentes acentos colombianos, probablemente nos faltó también segmentar los mensajes y construir relatos más empáticos que tuvieran el poder de vincular más a la gente desde su cotidianidad. Hacer del marketing una posibilidad pedagógica.

Otra sensación generalizada es la de que nos la pasamos hablando “los mismos con las mismas”, que no logramos salir de nuestros círculos, que nuestros foros, conversatorios, conferencias, eran para los ya convencidos. Y si bien era útil dotarnos de más argumentos, más información y más herramientas para la discusión con otros, también es cierto que en dichos espacios no fueron habituales el disenso o las fuertes confrontaciones con miradas opuestas a la nuestra. No quiere decir que no se hizo, Lunes de Ciudad fue muestra de ello; sin embargo, quizás por la naturaleza del espacio y por ese público ya construido, prevalecía esa mirada entre pares. En el caso de conversaciones uno a uno, en espacios como parques públicos o la Fiesta del Libro, fue más fácil acercarnos a posturas contrarias, muchas de ellas motivadas por el desconocimiento y por el enquistamiento de esas tres o cuatro ideas fuerza que los opositores del Proceso de Paz lograron posicionar exitosamente desde mucho antes de comenzar la campaña oficial.

En cuestión de públicos, nos faltó establecer algo así como un público objetivo; no es fácil producir relatos o pensar en formatos cuando queremos hablar con todos y todas al mismo tiempo. Reconocer públicos diversos nos exige mucha creatividad, no sólo para los relatos, sino para la búsqueda de formatos y lenguajes que nos permitan construir esas narrativas para la paz. Es probable que por el ánimo de una pedagogía muy calificada y por la mucha atención que prestamos a las redes sociales, no logramos llegar a sectores populares urbanos, lo que se tradujo, por un lado en el rechazo al Acuerdo pero, por otro, en el alto nivel de abstencionismo.

Todo esto, claro, no es una reflexión que atañe exclusivamente a las organizaciones sociales. La tarea comunicativa y pedagógica de los acuerdos, de los puntos que hoy se encuentran en el debate de la renegociación, de los avances que surjan y de lo que en adelante venga para la construcción de paz debe ser una pregunta permanente. Para nosotros, sí, pero también para los medios de comunicación, especialmente para esos que, de manera independiente, han nacido a la luz de las necesidades que ha planteado este proceso, y para los medios locales, comunitarios y alternativos. Y la tarea también debe ser para la escuela, las universidades, los grupos y movimientos que emerjan después del fin de las Farc, las administraciones locales y, por supuesto, el Gobierno Nacional.

Construir relatos a favor de la paz y la convivencia, conectar los acuerdos con la vivencia particular de los sujetos (especialmente en las ciudades), dejarles ver que esto tiene que ver, con ellos, con ellas y también con nosotros y con usted; insistir en hablar de las bondades del fin de la guerra, repetir hasta el cansancio que ya no nos queremos matar más; explicar, sí, pero buscar el equilibrio justo entre esa racionalidad que permite comprender y la emocionalidad que permite creer que otra sociedad es posible. Y estas tareas no son sólo para la coyuntura de esta negociación y lo que alrededor de ella pueda emerger; hoy estamos frente a una oportunidad para avanzar en un ejercicio comunicativo y pedagógico que aporte a la transformación social tan profunda que requiere la construcción de paz.