La Revista Desde la Región Nº 59. Diciembre de 2019
PERSONERÍA JURÍDICA 37252 ENERO 16/90
Gobernación de Antioquia
Equipo editorial edición Nº59
Directora Corporación Región
Marta Inés Villa Martínez
Presidenta
Marta Inés Villa Martínez
Directora Corporación Región
Secretaria
Elizabeth Aristizábal
Comunicadora Corporación Región
Rubén Fernández Andrade
Socio Corporación Región
Luz Amparo Sánchez
Socia Corporación Región
Juan Carlos Arenas Gómez
Docente investigador del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia
Corrección de textos
Liliam Rocío Jiménez Betancur
Diseño e implementación web
Luisa Fernanda Santa Escobar
Jhonatan Arroyave Jaramillo
(Escarabajo Web)
Fotografías
Archivo Corporación Región
Cortesía
Archivos personales de las y los autores.
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Ana María Jaramillo
Andrea Romero
Antonio Javier Jaramillo
Beatriz Restrepo
Bela Fieldman
Catalina Cruz
Cecilia López
Daniel Botero
Diana Sánchez
Esperanza González
Fernando Herrera
Francis Corrales
Francisco Cajiao
Gerard Martin
Isabel Sepúlveda
Jaime Saldarriaga
Jenny Giraldo García
Jharry Martínez
Juan Fernando Sierra
Juan Fernando Vélez
Karin Rodríguez
Liliana Rodríguez
Lorena Zárate
Marta Inés Villa
Mauricio Uribe
Olga Amparo Sánchez
Oscar Almario
Perla Toro
Pilar Riaño
Rubén Fernández
La Revista Desde La Región, que circula desde 1990, está destinada a la divulgación del pensamiento y las reflexiones de la Corporación, a la presentación de resultados de trabajos educativos, investigativos o comunicativos realizados por nuestro equipo de trabajo o por personas o grupos cercanos a nuestras formas de ver y comprender la sociedad.
Es también un instrumento para presentar avances del pensamiento social y político contemporáneo, producidos en otros lugares del mundo, que contribuyan a la ampliación del campo democrático.
Su publicación, en los últimos años, ha sido anual y, a partir del 2016, transitamos hacia el formato digital, con el propósito de convertir Desde la Región en una revista de acceso abierto que nos permita ampliar el alcance, potenciar el diálogo y compartir producción con alto rigor académico y periodístico.
Los principales destinatarios de Desde la Región son: líderes de opinión, nuestro equipo de trabajo, socios y socias, docentes, personas del mundo académico y político regional, líderes e integrantes de otras organizaciones sociales y estudiantes universitarios.
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Marta Inés Villa Martínez
Historiadora de la Universidad Nacional de Colombia y Magíster en Cultura de las Metrópolis de la Universidad Politécnica de Cataluña. Su experiencia académica e investigativa ha sido en campos como Las Migraciones, el desplazamiento forzado, violencia, políticas públicas y Memoria. Actualmente es directora de la Corporación Región.
Región nace con una vocación clara por combinar la reflexión y la acción. Desde finales de los años ochenta nos identificamos como una organización que quería aportar desde el lugar de la sociedad civil organizada, a la profundización de la democracia, la equidad y la paz, a través de la producción de conocimiento, la formación de ciudadanías y la incidencia pública.
La revista Desde La Región fue concebida como un espacio para promover esa reflexión, socializar los aprendizajes obtenidos en nuestro quehacer y presentar ideas relevantes construidas en otros contextos que interpelaran nuestro trabajo. Hoy, con ocasión de nuestros 30 años, queremos mantener esos propósitos echando una mirada al trasegar institucional desde sus preocupaciones y énfasis temáticos, su pensamiento y las ideas–fuerza que ha puesto en circulación en la ciudad.
La revista No. 59 ofrece relecturas diversas sobre esos temas en los que hemos puesto la energía durante estas tres décadas, y los retos que nos imponen los nuevos contextos globales a las organizaciones de la sociedad civil, en un período en el que vislumbramos incertidumbres, retrocesos y riesgos, pero también oportunidades para defender las conquistas de la democracia y los derechos humanos en toda su extensión. Los artículos estarán agrupados en 3 bloques: paz, democracia y ciudadanías, y retomarán las reflexiones que han sido centrales a lo largo de la historia de Región, así como los temas que han ido emergiendo con el tiempo. Cada tema tiene dos miradas: una, desde los profesionales vinculados a Región, y la otra desde pares nacionales o internacionales.
En el campo de la paz se tocarán temas como violencias, derechos humanos, memoria y desplazamiento forzado.
En el bloque de democracia, el lector encontrará artículos sobre pobreza, educación, participación, ética, comunicación y derecho a la ciudad.
Y, en ciudadanía, se agruparon reflexiones en torno al género, la subjetividad, la juventud, la gestión y sostenibilidad de las organizaciones sociales y la gestión del conocimiento.
Para el equipo de trabajo, los socios y socias que han hecho parte del proyecto Corporación Región en la ciudad de Medellín, ha sido francamente emocionante esta mirada atrás, pues allí hemos constatado una enorme riqueza de conocimientos, experiencias, innovación, pasión y vida.
Fieles a nuestro espíritu fundacional y misional, ponemos el resultado de este trabajo al servicio de la sociedad toda como un bien público, que esperamos resulte de utilidad para construir y aprender el pasado, discernir el presente y diseñar el futuro.
Comité Editorial Revista 30 años:
Marta Inés Villa (Presidente)
Elizabeth Aristizabal (Secretaria)
Rocío Jiménez
Amparo Sánchez
Juan Carlos Arenas
Rubén Fernández
Jharry Martínez
Sociólogo, estudiante de maestría en Ciencia Política. Ha acompañado procesos de Participación ciudadana, control social y paz territorial. Actualmente se desempeña como Coordinador del programa de Derechos Humanos y Paz de la Corporación Región.
Derechos humanos, una tarea inconclusa
“Cuando nuestras convicciones éticas sean coherentes con nuestras aspiraciones políticas, estaremos alcanzando la utopía que haga de los derechos humanos una vivencia plena en la vida social”.
Alberto Yepes (Palacio, 1993)
Este 2019 ha sido un año singular para la Corporación Región, tanto por cumplir 30 años de trabajo continuo, y por estar en un período decisivo de su futuro institucional, como por las reflexiones y aprendizajes que, en el marco de esta celebración, se han producido en los amenos encuentros de los viernes, denominados acertadamente “Diálogos Región”; para adentrarnos en lo que significa llegar a este momento, en medio en una sociedad cambiante y la posibilidad de identificar sus dinámicas en el quehacer de la Corporación.
En estos párrafos planteo algunas reflexiones y cambios que ha tenido Región, a lo largo de su historia, a partir del trabajo por los DDHH1. Se abordan cuatro asuntos centrales que coinciden con tres momentos específicos: 1) Defensores y defensoras de los DDHH en Colombia, una apuesta por la paz; 2) Entre la exigencia y el disfrute de los DDHH, un trabajo desde los territorios; 3) Repensar los DDHH una mirada desde la diversidad; y 4) Paz y Derechos Humanos. Finalmente se presentan algunas consideraciones alrededor de los retos para la Corporación y el quehacer de la defensa de los DDHH en Colombia.
La organización administrativa y política de Región ha vivido diferentes procesos ubicando el campo de los Derechos Humanos en espacios como: el área de democracia y participación ciudadana, el programa de convivencia y derechos humanos, la línea de investigación sobre Derechos Humanos y el actual programa de Derechos Humanos y paz; la Corporación se entiende como una organización que trabaja por los DDHH desde todas sus estrategias y líneas con énfasis en la exigibilidad, promoción y disfrute como un todo articulado, inherentes a la persona humana, universal, progresivo e inalienable.
1. Defensores y defensoras de los DDHH en Colombia, una apuesta por la paz
Para 1989, fecha de nacimiento de Región, en el contexto local sobre DDHH afrontábamos desafíos: la violencia urbana se manifestaba especialmente en la guerra entre el Estado y los carteles de la droga, entre el Cartel de Medellín y otros carteles y en la presencia de las milicias urbanas de las guerrillas en los barrios periféricos de la ciudad, como una amenaza constante a la vida. Fue la época de los carros bomba, la implantación de la cultura traqueta, la cooptación de jóvenes de barrios populares para el sicariato. También, se recrudeció la lucha guerrillera en sus frentes urbanos y la respuesta militar del Estado que en muchos casos, desconoció su obligación constitucional de defensa y garantía de los DDHH bajo la concepción del “enemigo interno”2, resultado, entre otros, de las enormes afectaciones sociales sufridas a los largo de los ochenta entre las que se cuentan: el “Estatuto de seguridad” del gobierno de Julio Cesar Turbay a inicios de la década, la toma y retoma del Palacio de Justicia en 1985 y la cruenta guerra contra los carteles de las drogas a finales de este periodo e inicios de los noventa. En este escenario la defensa de la vida y el trabajo por los DDHH, mediante la pedagogía tanto de los derechos como de las rutas de acceso a la protección de los mismos, se convirtió en el punto de partida de una ciudadanía inconforme, activada e impulsada por un escenario de cambio que logró algunas victorias como la elección popular de alcaldes y las movilizaciones por la constituyente.
Las organizaciones defensoras de los DDHH se establecieron como bastiones sociales, a partir de las acciones urgentes, la denuncia y la exigibilidad; el país experimento una enorme movilización ciudadana reclamando la modernización del Estado, la finalización del conflicto armado y la instauración de una nueva carta democrática que tuviera como base los Derechos Humanos, lo cual, se expresó en la Asamblea Constituyente y en los primeros resultados exitosos de las negociaciones de paz con algunos grupos guerrilleros.
En medio de este escenario, Región reflexiona y hace propuestas a partir de tres cuestiones fundamentales:
a) La dimensión ética de los DDHH
Era necesario incorporar la dimensión ética en la defensa de los DDHH para que, al lado de la jurídica y la política, se planteara la obligatoriedad, a la sociedad en su conjunto, de velar, defender y garantizarlos; así, los actores armados ilegales también deben responder por las violaciones de derechos, criterio que hasta ese momento se aplicaba exclusivamente al Estado como órgano garante y por ende único responsable. Max Yuri lo expresa en su balance del año 2000: “Los derechos humanos, esa pauta de conducta y de convivencia ciudadana, constituyen la esencia de un mínimum ético, como eje central de un proyecto ético para la humanidad, los derechos humanos se convierten en un criterio fundamental de la justicia y en el instrumento privilegiado para la paz” (p. 125).
Esta apuesta, motivo de largas discusiones, se convirtió en un marco de acción ratificado en múltiples análisis académicos, entre los que resaltamos a Boaventura de Sousa Santos cuando habla del lugar de los Derechos Humanos, de cara a la posmodernidad: “Sólo se confrontó el poder del Estado y sólo el derecho del Estado sufrió el impacto democratizador promovido desde los derechos humanos. Se olvidó que en la sociedad hay varios modos de producción del poder y del derecho, y que el Estado es apenas uno de ellos, aunque sea el más importante” (2001, p. 178).
En 1991 Región publica el libro “Ética para tiempos mejores” en donde propone una crítica a las nociones preponderantes sobre el conflicto interno y los Derechos Humanos, específicamente sobre la dimensión ética de la violencia y la crisis de la ciudad. Se cuestionan asuntos como la explicación de la violencia desde la pobreza, el colapso moral de la sociedad y la ética en lo público:
La mayoría de ustedes recuerdan cómo la mañana siguiente a la promulgación de la nueva carta magna, casi todos los periódicos nacionales titulaban así la noticia: "Amaneció un nuevo país", "se engendra una nueva Colombia", etc. Esta afirmación un poco triunfalista exige más de un interrogante: ¿Solamente la formulación jurídica de unos principios de organización de convivencia ciudadana, garantizarán que Colombia sea nueva? nosotros pensamos que no y estamos convencidos que sin una mentalidad nueva, sin una higiene moral, sin un soporte ético fuerte, la nueva constitución quedará como una formulación escrita más; como haciendo parte de la ya grande colección de palabras de papel que acumula nuestro país, nuestra sociedad. Este sería el sentido de lo que llamaríamos ética ciudadana: ser como una especie de puntal que garantice, que haga de soporte a esa nueva realidad político-institucional que debería surgir en el país como resultado de la nueva constitución. (Calderón, 1991, p. 9)
Así, la noción misma de los DDHH y del lugar de la Corporación, se diversificó hacia un abanico de “todos los colores” que produjo trabajo no solo con población víctima del conflicto armado, sino también, con maestras y maestros escolares, personas en la función pública, jóvenes, líderes comunales y mujeres.
b) El rechazo a la lucha armada y a toda expresión violenta
Sin importar los argumentos ideológicos y/o políticos y asumiendo que la confrontación armada desconoce en principio la dignidad humana y por ende los Derechos Humanos, Región rechaza todas las expresiones de violencia armada y declara además, que los diferentes actores del conflicto tienen responsabilidad en las violaciones a los DDHH. Deslegitimar la revolución por medio de las armas, se acompañó de declaraciones públicas, producto de profundas reflexiones internas, cuestionando estrategias como la combinación de todas las formas de lucha, argumentos como la existencia de “guerras justas” o la validación de la emancipación popular por medio de las armas en contra del Estado. En contraposición, se plantea la incorporación de las reformas requeridas a través del marco institucional y la conquista de derechos por vías legales, como la concientización, movilización y presión ciudadana. Se defendió sobre todo, la idea de que la lucha armada desvirtúa cualquier propósito democratizador pues la principal afectación la sufre la población civil en los territorios más pobres y excluidos.
¿Qué se requiere para que exista vida política, para que exista el espacio o la dimensión de lo público? Aquí es donde yo veo la gran relación entre Aristóteles y Habermas; para que exista vida política se requieren de dos cosas que llamaban los griegos la praxis y la lexis, es decir, la acción y el discurso, que no es otra cosa que la acción comunicativa de que nos habla Habermas. Si la política está definida por la acción y el discurso, la violencia y la guerra quedarían completamente al margen de la política, se entenderían como una ruptura de la política, como el fracaso de la política, es decir, frente a esta propuesta que tiene raíces griegas pero recogidas por la teoría crítica, la violencia y la guerra no serían acciones de carácter político como lo plantearía por ejemplo Clausewitz, que piensa la guerra como una "continuación de la política por otros medios", planteando una especie de "continuum" entre política y guerra; ni tampoco coincide con la tesis leninista que ve en la lucha armada la forma superior de lucha, o sea/ la culminación de la política. (Uribe, 1991, p. 18)
c) El fortalecimiento institucional
El trabajo en pro de los DDHH, su exigibilidad y promoción, evidenció la necesidad de fortalecer la institución, lo cual implicó accionar también, con el Estado. Este cambio de concepción en la garantía de los derechos significaría igualmente, una apertura en el trabajo cotidiano de las organizaciones no gubernamentales que entendieron que el Estado, obligado a garantizar el disfrute de derechos, en muchos casos es su principal vulnerador, solo podría cambiar a partir de la incidencia directa de la sociedad en la conformación de una arquitectura institucional y de una participación ciudadana que tuvieran como centro los Derechos Humanos. Esta avanzada conceptual y social más tarde se reconocería como la profundización de la democracia y el reto de la transformación, vía la acción comunitaria y ciudadana, en donde prima el disfrute de los derechos más que su sola declaración. Lo que está en juego es la creación de nuevos espacios políticos, la ampliación del espacio público, la creación de nuevas identidades y de sujetos colectivos con capacidad de profundizar la democracia en el propio proceso de lucha por su consolidación. En su heterogeneidad estos movimientos sociales testimonian la vitalidad de una concepción emergente de los derechos humanos a nivel mundial, una concepción menos resignada con la mera promulgación de los derechos y más atenta a las prácticas cotidianas en que se satisfacen. (Santos, 2001, pp. 183-184).
La coyuntura de finales de los años ochenta y los noventa, planteó enormes retos organizativos, políticos y metodológicos al quehacer de las organizaciones sociales. Las acciones pedagógicas de formación ciudadana para el proceso constituyente fueron el primer paso en lo que se constituiría, a lo largo de toda la década, en la construcción de una apuesta por el reconocimiento y disfrute de derechos, una mirada particular de los temas de ciudad y una exigencia, especialmente de los derechos de primera generación, a la vez que se formaba en derechos económicos, sociales y culturales.
Para la Corporación fue punto de partida para actuar en la promoción de los DDHH: en la escuela, con un proceso de formación de maestros sobre la importancia del reconocimiento de los derechos y su fomento temprano, es decir la construcción de una cultura ciudadana alrededor de los derechos; la producción y socialización constante de reflexiones sobre la importancia de la vida como derecho fundamental que se materializó en campañas como: “Enciende tu luz – elige la vida”; el álbum de derechos humanos “Viva la Vida”; y el acompañamiento en el proceso de negociación con las milicias populares ubicadas en los barrios periféricos de la ciudad.
Esta perspectiva de promoción en diferentes niveles, incluyendo ciudadanía victimizada, formación en el aula, acciones de ciudad y trabajo mancomunado con diferentes actores estatales, impactó en la sociedad y luego se fortaleció en espacios del orden nacional como la Consejería Presidencial para Medellín, aportando en lo cotidiano, lo común y lo barrial. El uso de los medios de comunicación se convirtió en una apuesta política y metodológica fundamental, así surgió el programa “Arriba mi Barrio” en el cual, Medellín se observó partir de sus diferencias, desde el barrio y en la promoción del goce de los DDHH.
Todo esto, se realizaba, en medio de una profunda persecución urbana a líderes y organizaciones, lo que obligó a denunciar, prevenir y buscar seguridad; esto fue posible con alianzas de hermanamiento entre organizaciones sociales y, a inicios del nuevo milenio, trabajando conjuntamente con la Coordinación Colombia, Europa, Estados Unidos.
2. Entre la exigencia y el disfrute de los DDHH, un trabajo desde los territorios
El nuevo milenio trajo preguntas por los alcances de lo logrado en Derechos Humanos. La principal conclusión fue el reconocimiento del potencial articulador y movilizador de la acción colectiva principalmente en dos sentidos:
- Derechos humanos como ideología: Los análisis neo marxistas examinan cómo el discurso de los derechos humanos funciona como una ideología que permite articularse a los movimientos sociales y dar legitimidad a sus demandas en un mundo dominado por la ideología liberal. Los estudios posmarxistas […] consideran que la ideología es una construcción social y la democracia es un elemento fundamental y no contrario a la identidad, por lo que dejan de ver la identidad de clase como única y reconocen la importancia de la diversidad identitaria. (Estévez, 2010, p. 138)
- Derechos humanos como acción colectiva transnacional: “En el continente se ha consolidado un “espacio jurídico internacional de derechos humanos de las redes de activistas involucradas en asuntos tan disímiles como las desapariciones forzadas, las causas de las mujeres, los indígenas y los “sin tierra” (Estévez, 2010, p. 140)
Con la idea del potencial movilizador de los DDHH, surge la crítica a su mirada jurídica, asunto que inicialmente se suscita desde la Corporación. Sobre esto, Boaventura de Sousa Santos plantearía:
“La concepción del derecho que sustenta los DDHH es universal, general y abstracta, y al igual que la arquitectura modernista, niega el contexto en que se inserta. Esta negación se traduce en una atención casi exclusiva al cuadro de la promulgación de los derechos y en la negación consiguiente del cuadro de aplicación. La negación del contexto, que fue transformada en conquista científica por la ciencia jurídica, posibilitó la creación de un conocimiento técnico hiper especializado sobre el derecho y dejó al ciudadano vulgar desarmado en su sentido común jurídico” (2001, p. 179).
Para Región, esta reflexión se materializó en una apuesta por el disfrute real de los derechos desde procesos de formación: “procuradores comunitarios y universitarios”; de sensibilización: campañas por el disfrute de derechos y los mecanismos de acceso; de inclusión: principalmente de la población desplazada asentada en barrios periféricos de la ciudad con la campaña “tenemos nuevos vecinos”; y de fortalecimiento institucional, mediante la creación y promoción de los centros de convivencia, un proceso de construcción de entornos comunitarios para la garantía de DDHH en centros de conciliación, casas de justicia, y trabajo con jueces y fiscales de la ciudad.
3. Repensar los DDHH una mirada desde la diversidad
Luego de los atentados sufridos en Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001, se dieron importantes cambios en la realidad mundial y en el contexto colombiano donde, el discurso antiterrorista tomó la forma de guerra frontal contra los grupos guerrilleros y fortaleció la violencia paramilitar, recrudeciendo las prácticas violatorias de DDHH y del DIH, en medio de una enorme estigmatización de: la diferencia, desinstitucionalización y criminalización de la protesta, la oposición política y el control social. Esto propició, entre otros, un fenómeno de migración interna, como no se había vivido en el país con 7.816.0003 víctimas, siendo Antioquia el departamento con mayor población desplazada forzosamente y Medellín el principal destino.
Adicionalmente, la reflexión sobre la naturaleza de los DDHH a nivel mundial, atravesó una, aún inacabada, discusión sobre la necesidad de su particularización territorial y poblacional, repensándolos a partir del reconocimiento de la diversidad, asunto que las mujeres y otros movimientos sociales, ya venían advirtiendo:
“Si se revisan algunas de las declaraciones liberales de los derechos humanos, se aprecia que ellas tienen como punto de partida, el concepto de igual dignidad y autonomía de la persona. Dignidad y autonomía inviolables que se convierten en el fundamento de los derechos subsiguientes. En este sentido, la idea de persona que subyace al discurso universalista de los derechos humanos, hace referencia a la humanidad y no a la persona contextualizada, pues reconocer la igual dignidad en todos los seres humanos implica no tener en cuenta las diferencias cualitativas (raza, sexo y étnicas) en la distribución de derechos y titularidades” (López, 2001, p. 127).
A estos se sumó la preocupación por evidenciar vulneraciones específicamente contra las mujeres en asuntos como las violencias de género, la discriminación, exclusión y subvaloración social y cultural, esto permitió, además de un esfuerzo centrado en las violencias físicas y mentales, acciones en pro de la participación política de las mujeres y de la interpelación a las masculinidades hegemónicas.
También la dimensión social y cultural de los DDHH adquiere mayor importancia, lo que significó una apuesta por los Derechos Económicos, Sociales, Culturales y Ambientales – DESCA. Toma fuerza la discusión sobre las nuevas ciudadanías y los DDHH, se convierten en un marco referencial desde donde se replantea el concepto mismo de ciudadanía; surgen aportes como: ciudadanía laboral transnacional, flexible4, externa, cívica, posnacional, cosmopolita o global y post ciudadanía5, entre otros. “El auge de estas formas de vidas diferenciadas cuestiona la primacía que otorga la política liberal a los derechos y libertades negativas y, al mismo tiempo, pone en entredicho la neutralidad que el Estado liberal reclama respecto a los grupos y minorías etnoculturales” (López, 2001, p. 116).
Adicional a esto, la perspectiva del goce de los DDHH juega un papel fundamental teniendo en cuenta que el tránsito entre la exigibilidad de los derechos y el goce de los mismos, pasa por la “des idealización” de los conceptos y la pregunta por las condiciones materiales que permitan dar este salto.
“De este modo, los derechos humanos serían los resultados siempre provisionales de las luchas sociales por la dignidad. Entendiendo por dignidad, no el simple acceso a los bienes, sino que dicho acceso sea igualitario y no esté jerarquizado a priori por procesos de división del hacer que colocan a unos en ámbitos privilegiados a la hora de acceder a los bienes y a otros en situaciones de opresión y subordinación. Pero, ¡cuidado! Hablar de dignidad humana no implica hacerlo de un concepto ideal o abstracto. La dignidad es un fin material. Un objetivo que se concreta en dicho acceso igualitario y generalizado a los bienes que hacen que la vida sea “digna” de ser vivida” (Flores, 2008, p. 26).
4. Paz y Derechos Humanos
Actualmente, la perspectiva de los DDHH adquiere una posibilidad histórica en el marco de las negociaciones entre el Gobierno Nacional y las Farc–Ep: concretar un proceso al cual la Corporación, al igual que otras organizaciones sociales del país, le han apostado desde la firma misma de la Constitución Política. Esto, puso sobre la mesa la urgencia de emprender procesos formativos sobre el valor de la paz, la pedagogía de los acuerdos, la defensa del proceso y la campaña por su validación e implementación a partir del plebiscito. Se reactivaron las plataformas de DDHH en torno a la paz y se concentraron las iniciativas, en la búsqueda del espacio necesario para concretar este largo proceso en donde la finalización del conflicto armado, significa establecer un escenario favorable para el desarrollo de acciones por el goce de los derechos y un nuevo cambio de contexto hacia una esperanza de construcción de paz mediante el disfrute de los DDHH.
A pesar de que impulsar decididamente la más amplia implementación posible del acuerdo, no solo favorece la reintegración efectiva de excombatientes, sino que produce escenarios donde es posible el goce de derechos, especialmente en territorios del país donde apenas se empieza a vislumbrar esta posibilidad luego de años de exclusión, los hechos a partir del pos acuerdo de paz, ponen de nuevo en tensión asuntos básicos de los DDHH, el debilitamiento de la implementación del acuerdo, producto del resultado del plebiscito del 2 de octubre de 2016 y de la victoria presidencial en 2018 del principal partido político opositor al acuerdo de paz, ha significado tanto la desfinanciación del proceso como el favorecimiento a nuevos escenarios de vulneración de derechos entre los que resalta, la retoma de la política de seguridad democrática dentro de las fuerzas armadas con prácticas como bombardeos, (cerca de o con población civil), contra grupos armados ilegales, acciones de inteligencia contrainsurgente que se expresa en contra de civiles, y las ejecuciones extrajudiciales6.
Probablemente el principal reto en el devenir del trabajo por los DDHH tiene que ver con el lugar que ocupa en las discusiones y acciones de las diferentes organizaciones sociales. Como se ha plantado en esta reflexión, el surgimiento del tema en Colombia, estuvo ligado a un contexto en donde primó la exigencia y la denuncia ante la vulneración ejercida desde todos los actores del conflicto armado. Este escenario convirtió a los derechos humanos en un refugio desde el cual soñar con una sociedad distinta que tomara como base el respeto a la vida, la libertad y la integridad. En este sentido, la finalización del llamado cartel de Medellín, la desmovilización de algunos de los grupos paramilitares en el proceso de justicia y paz y el reciente proceso de paz con las ex Farc-ep dejan en el imaginario, la idea de que la guerra, al menos la peor, ha quedado atrás y con ella la violación sistemática y generalizada a los DDHH7. Esto, sumado a las diversas discusiones, tendencias y debates alrededor de los DDHH, ha hecho que en nuestras agendas institucionales y, sobre todo, en la apuesta internacional para el desarrollo en Colombia, expresada en asuntos sobre los que se ofrece financiación, el tema, al menos en su dimensión más urgente, haya perdido fuerza.
Finalmente, la implementación del acuerdo de paz ofrece nuevos retos en la interpretación y en las acciones por los DDHH, como la integración de los territorios más afectados por el conflicto, la ampliación del espectro de participación política y ciudadana, y favorecer la cultura ciudadana por la paz impulsada, entre otros, mediante el acceso a la verdad, la búsqueda de los desaparecidos y la judicialización de los responsables del conflicto armado, en el marco del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición – SIVJRNR.
Algunos retos a futuro
En un texto del año 2000, Max Yuri Gil identificaba algunos retos para el trabajo en DDHH en el nuevo siglo resaltando las desigualdades económica, política y social, el alto nivel de impunidad, el creciente escepticismo frente a las posibilidades de transformar la realidad, la articulación entre el trabajo local, nacional e internacional y la prevalencia de unos derechos sobre otros, tanto en la exigencia y disfrute como en la garantía. Sin embargo, hay dos preocupaciones que se han profundizado en estas décadas y por ende aún son enormes retos en el quehacer de los derechos humanos:
a. Las reivindicaciones identitarias de los DDHH
En varios de estos asuntos el saldo es claramente deficitario. Pensemos sino en lo que significan hechos recientes como los cuestionamientos a los Estados nacionales, tanto a manos de los movimientos transnacionales que reivindican identidades a partir de elementos comunes étnicos, religiosos, lingüísticos o ideológicos, que no necesariamente concuerdan con la lógica de los croquis fronterizos; pero también en el peso de las iniciativas transnacionales de justicia, o de los esfuerzos de integración regional que en no pocas ocasiones cuestionan y revalúan las soberanías nacionales (Gil, 2000, p. 113) Frente a lo cual cabe la pregunta por el lugar que da a los DDHH en Colombia tanto la comunidad internacional como el actual enfoque de desarrollo que, pareciera apostarle a la finalización de los conflictos armados, a toda costa, como una oportunidad para su consolidación más que como un escenario para la superación de las vulneraciones o la construcción de una sociedad menos inequitativa.
b. La polarización política y social
Especial atención merece el hecho de que el país vive una creciente polarización, alentada por los actores armados, quienes cada día reducen más el espacio para la expresión de organizaciones y sectores sociales contrarios a la guerra y partidarios de una salida negociada. (Gil, 2000, p. 128)
En la actualidad, la inequidad y la exclusión social siguen siendo el principal reto de nuestra sociedad, atravesada por profundas disputas entre las que sobresale la polarización política que ha llegado al punto de cuestionar las bondades que para Colombia puede tener finalizar un conflicto armado con más de 8 millones de víctimas; ante esto resuena la pregunta con la que comenzamos este siglo ¿Cómo seguir realizando nuestro trabajo, en medio de la creciente hostilidad que existe en el país? (Gil, 2000, p. 128)
Esto obedece además a la urgencia, que el contexto actual impone, de emprender acciones por la trasformación social para la paz, paso con el que la Corporación se ha comprometido y que requiere de una gran articulación de actores y de recursos, puesto que ante tantos años de guerra, urge pensarnos los cambios necesarios para afrontar con una mirada distinta, el reto de la construcción de paz; esa mirada solo es posible mediante el reconocimiento del otro y de lo otro, el compromiso con sus derechos, la profundización de una cultura democrática, en una palabra, la reconciliación.
Ahuamada, M. A. (2007). El enemigo interno en Colombia . Quito - Ecuador: Abya-Yala.
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Estévez, A. (2010). Los derechos humanos en la sociología política contemporánea. En A. Estévez, & D. Vázquez, Los derehos humanos en las ciencias sociales: una perspectiva multidisciplinaria (pág. 292). Mexico D.F.: FLACSO Mexico.
Flores, J. H. (2008). La reinvención de los Derechos Humanos. Andalucía España: Atrapasueños .
Gil, M. Y. (2000). Una agenda para el siglo XXI Los Derechos Humanos en Colombia . desde la Región, 113-129.
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Yepes, P. A. (1993). Vivir los Derechos Humanos. Desde la Región, 3 - 9.
Derechos humanos, paz, ética, territorios, construcción social, retos
1 Las referencias de este artículo son: conversaciones en entrevistas y espacios colectivos; una línea de tiempo del programa de DDHH y Paz; producciones de Región: “Una agenda para el siglo XXI, los derechos humanos en Colombia” de Max Yuri Gil; “Vivir los Derechos Humanos” de Alberto Yepes y “Ética para tiempos mejores” de varios autores por invitación de la Corporación; y otras producciones académicas.
2 “En las realidades Latinoamericanas el concepto del «enemigo interno» como construcción política surge primero como la identificación de un «enemigo común»: el Comunismo Internacional, que fue interpretado como una amenaza para la “seguridad colectiva de los Estados” bajo la influencia de los Estados Unidos. Posteriormente toma nuevos significados frente al auge de las revoluciones en vías socialistas, concretamente la revolución cubana y la expansión del pensamiento comunista en Centro y Sur América, a partir de lo cual se trasplantó “la doctrina de seguridad nacional” (Ahuamada, 2007)
3 Según informe de la Agencia de la ONU para los Refugiados – ACNUR, consultado en este enlace.
4 Aquella que resalta el cúmulo de prácticas transnacionales que tienen migrantes de élite para acceder a diferentes tipos de ventajas que ofrece la globalización económica (Estévez, 2010, pág. 158)
5 Hace referencia a la ampliación de los artículos 13 y 14 de los DDHH como un derechos a migrar, lo que rebasa el anclaje nacionalista inherente al concepto de ciudadanía (Estévez, 2010, pág. 158)
6 Al cierre de este artículo, el país sufre una profunda crisis política y social producto del asesinato de por lo menos 8 menores de edad en un bombardeo de la fuerza pública contra un grupo residual de las Farc – Ep que continua en armas, adicional a varios asesinatos a excombatientes en proceso de reincorporación y población civil, que están en investigación.
7 Esto a pesar de la gran cantidad de vulneraciones a la vida e integridad de líderes y lideresas en todo el territorio nacional, solo en lo que va del 2019 han asesinado a 155, de los cuales 20 han sido en Antioquia, según cifras del Instituto para el Desarrollo y la Paz – INDEPAZ.
Andrea Natalí Romero Vargas
Antropóloga de la Universidad de Antioquia, con estudios de Maestría en Ciencia de la Información con énfasis en memoria y sociedad, de la misma universidad. Perteneciente desde el 2009 al Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE), en donde ha realizado acompañamiento desde ejercicios de Antropología Forense a víctimas de desaparición forzada. Actualmente coordinadora del proyecto Territorios por la Verdad de la Corporación Región, y adscrita desde finales del año 2018 al grupo de investigación de la misma institución.
Hablar de memoria en la actualidad es enfrentar un escenario en disputa, ya que consiste en darle sentido al pasado desde el presente con una firme intención de futuro claramente política, pues son múltiples las lecturas e interpretaciones del pasado y su influencia directa en la sociedad que se quiere construir; por eso no se habla de la memoria, sino de las memorias, esas que permiten la pluralidad de voces y de sentidos. El tema interesa a investigadores, académicos, políticos, instituciones, organizaciones sociales, y por supuesto, a la población victimizada.
El conflicto armado colombiano y su permanencia en el tiempo, ha dejado un gran número de víctimas en todo el territorio nacional y una de las maneras de visibilizar a víctimas y sobrevivientes, es denunciar las graves violaciones a los derechos humanos, exigir verdad, justicia, garantías de no repetición, por medio de la construcción de memorias. En este camino, la Corporación Región cumple 30 años apostándole a una sociedad más justa, democrática y en paz y una de sus principales aliadas ha sido la memoria. En este artículo se reflexiona sobre el tema desde diversos referentes teóricos, relacionándolos con los ejercicios y procesos que Región ha acompañado y liderado con las comunidades y poblaciones, no solo como parte de su objetivo misional, sino también, desde el compromiso investigativo, el desarrollo conceptual y la elaboración de propuestas metodológicas innovadoras en este campo.
La Memoria: una aliada de la Corporación Región para dignificar territorios
"El pasado se vuelve memoria
cuando podemos actuar sobre él
en perspectiva de futuro".
Gonzálo Sánchez
Introducción
Hablar de memoria implica un abordaje muy amplio y complejo, pues como es sabido, después de la Segunda Guerra Mundial surgió lo que se conoce como “el boom de la memoria”, o en palabras de Gilda Waldman (2006), una obsesión memorialista, ya que ante el Holocausto y la inenarrable cantidad de víctimas, se empezó a construir una memoria que denuncia lo sucedido y cultiva la esperanza de que aquellos horrores no se vuelvan a repetir.
En Colombia el conflicto armado ha dejado más de 262.197 víctimas fatales, 15.697 casos de atropello contra la libertad y la integridad sexual, 37.094 secuestros, 17.804 reclutamientos forzados de menores de dieciocho años, y más de 80.514 desapariciones forzadas (Observatorio de Memoria y Conflicto, 2018). Por tanto, la construcción de memorias desde las víctimas, las organizaciones sociales, y toda la sociedad, es fundamental para denunciar las graves violaciones a los derechos humanos; exigir verdad, justicia, reparación, y garantías de no repetición, y visibilizar a las víctimas y sobrevivientes. La memoria se convierte en un tema imprescindible para entender: los procesos de resistencia y de defensa de los derechos humanos por parte de las comunidades victimizadas; la sensibilidad desde la sociedad civil, y el desarrollo de políticas que atiendan las exigencias de las víctimas; asuntos claros para la Corporación Región desde sus orígenes. En la revista Desde La Región del 2011 se anunciaba:
"Desde la Corporación Región afianzamos nuestro compromiso con el acompañamiento a los procesos de organización y formación de las víctimas en la región, con la producción de conocimiento que contribuya a la comprensión de lo que ha pasado y a develar los daños y pérdidas de la población desplazada, sus procesos de memoria y resistencia, así como a incidir en la política pública por el reconocimiento y goce efectivo de sus derechos".
"En Región mantendremos la mirada atenta, la evocación en la piel y haremos lo que esté en nuestras manos para hacer memoria y alentar que iniciativas gubernamentales como la Casa Museo de la Memoria, sea efectivamente un espacio que propicie, por diversos medios, el reconocimiento y dignificación a la palabra de las víctimas de la violencia en el país, un espacio de recuperación del pasado que conduzca de las memorias literales a las memorias ejemplares, es decir, del individuo y su sufrimiento imponderable hacia prácticas individuales y acciones colectivas que conjuren el pasado y sirvan de aprendizajes para el presente y el futuro".
En consecuencia, si se establece la memoria como proceso esencial para la reparación y la dignidad de las víctimas y como escenario necesario y urgente en un país democrático y en procesos de construcción de paz, hay que reconocer su carácter político, su relación con la justicia, su importancia como herramienta para la reconstrucción del tejido social, y como medio de empoderamiento de las víctimas. Además, debe entenderse como estrategia para el esclarecimiento, y gestora del cambio social.
Son estos los principios de las memorias que la Corporación ha reconocido y respaldan sus 30 años de accionar. A continuación, presento una breve sustentación teórica y algunas de las experiencias que Región, ha acompañado e impulsado en diversos escenarios y territorios.
Claves teóricas para entender los trabajos de memoria en Región
Como ya se anunció, el boom de la memoria ha hecho que abordarla sea casi una moda. Sin embargo, el trabajo de Región, reconoce una emergencia social y política en la que hacer memoria, es substancial para acompañar proceso de dignificación de los territorios, labor que implica un compromiso respaldado en diversos enfoques y metodologías.
Los referentes teóricos de las investigaciones y prácticas, han sido múltiples pero aquí, voy a reseñar tres de los más trabajados: La socióloga e investigadora social argentina, Elizabeth Jelin; la filósofa argentina Rosa Belvedresi y; el teórico búlgaro-francés Tzvetan Todorov.
De Jelin se retoma que el trabajo de memoria conlleva un proceso de construcción social y plural; ella sostiene que "abordar la memoria involucra referirse a recuerdos y olvidos, narrativas y actos, silencios y gestos. Hay en juego saberes, pero también hay emociones. Y hay también huecos y fracturas" (2002, p.1). Por ende, pensarla como proceso y campo de disputa, es asumirla como: herramienta teórica, metodológica y categoría social que implica usos y abusos sociales y políticos. Otros de sus aportes son: que en los trabajos de memoria deben tenerse presentes para el análisis, el lugar de enunciación, es decir, al sujeto que rememora y olvida, sea éste un individuo o un colectivo; asimismo, contemplar los contenidos de la memoria, lo que se recuerda y lo que se olvida (experiencias, saberes, creencias, emociones, sentimientos), lo cual pone de manifiesto la selectividad de los procesos de memoria. Y finalmente, observar el cómo y el cuándo, o sea, la dimensión temporal de la memoria, acá: “El pasado que se rememora y se olvida es activado en un presente y en función de expectativas futuras”. En este último eje lo simbólico es de vital importancia, pues la activación de las memorias está altamente dotada de lo ritual, lo mítico y de su intencionalidad, haciendo referencia al futuro, pues parte de esa intención tiene un carácter político. Jelin resalta otro aspecto importante en los procesos de construcción de memoria: lo pasivo y lo activo, debido a que la existencia de las huellas de la memoria (monumentos, archivos, documentos), no significa que haya una apropiación, sentido y valoración social de ellos, “pues el conocimiento y la información sobre el pasado, no garantiza su evocación”. De allí la importancia de los procesos de construcción de memoria y de las acciones intencionadas a dotar de sentido, el pasado en el presente con una perspectiva de futuro. Esta dimensión temporal, a mi juicio, es la que dota de carácter político los trabajos de la memoria.
La propuesta de Rosa Elena Belvedresi, es la reflexión de la memoria directamente relacionada con la dimensión de futuro. Su tesis aborda la memoria desde la temporalidad, dándole especial relevancia a la noción de futuro, afirmando que para que la memoria tenga sentido y trascienda la cristalización del pasado, éste debe estar ligado a las expectativas de lo que está por venir. Expone que pensar la memoria en términos de futuro puede ser desconcertante más no desacertado. Justamente propone analizar si las experiencias de memoria colectiva, permiten prefigurar las expectativas de un grupo social. Belvedresi plantea que para la filosofía kantiana el futuro tiene dos dimensiones, por un lado, es “expectativa esperanzadora de un mundo mejor” (2013, p. 139), esto permitirá tener una perspectiva de superación basada en la lectura e interpretación del pasado; de igual forma sostiene que el futuro no es una predicción científica, es más una suerte de profecía autorrealizable, lo que es de suma importancia para lo que se ha denominado Historia Profética, ya que establece la posibilidad de moldear las expectativas, y dar un lugar a la esperanza en el futuro, dotándola de un sentido directamente político.
Pensar la memoria desde su dimensión temporal haciendo especial énfasis en el futuro, es clave para salir de su estereotipo como el recuerdo del pasado que se ancla en el dolor. Aprender de las experiencias, dotar de sentido el pasado, y permitirse imaginar un futuro esperanzador, son los aportes más valiosos que la autora propone; pues su reflexión hace pensar que sí, es posible un cambio social y una Colombia en paz, en donde haya espacio para todos.
Finalmente Todorov, complementa directamente la relación de la memoria con la expectativa de un futuro esperanzador, al hablar de la memoria ejemplar: aquella que es capaz de aprender del pasado traumático y trascender de una esfera íntima y privada, a una pública y social, con el fin de que lo ocurrido no se vuelva a repetir.
En contextos de conflicto armado, la memoria debe ser una construcción horizontal entre las víctimas y los demás ciudadanos que acompañan sus procesos y sus luchas, en contra de la impunidad y por la defensa a los derechos humanos. En este trabajo, las narrativas construyen diversas versiones de la historia, creando otras posturas ante los hechos, generando múltiples memorias, las cuales, como Todorov afirma (2000), deben tener un uso específico, en este caso, ser usadas como forma de resistencia, dignificación y lucha, enfocándose en la búsqueda de la verdad y el acceso a la justicia, sin pretender en ningún momento reemplazar a ésta última. Es más bien un complemento, que como se afirma el informe del Centro Nacional de Memoria Histórica "Trujillo: una tragedia que no cesa” (2008: p. 26), “la memoria en sí misma es una forma de justicia, pues puede responsabilizar a los perpetradores y se hacen visibles las impunidades y los silencios. Cuando flaquea la verdad judicial, se eleva el papel de la memoria: esta se convierte en el nuevo juez".
Hitos y experiencias en 30 años haciendo Memorias
La Corporación Región desde sus orígenes, ha recurrido a la construcción de memorias para abordar desde lo teórico y lo metodológico, los procesos sociales que acompaña. La memoria ha sido aliada fiel para dotar de sentido el pasado de las poblaciones, siempre con la esperanza de que al visitar ese pasado, se construyan puentes para transformar y moldear el futuro que se quiere.
Nos remontamos a 1989, las preguntas por el pasado se centraban en conocer la historia de la clase obrera en Antioquia. Esta memoria obrera se concreta en una alianza de organizaciones sociales, IPC, CINEP, la ENS, entre otras, que ya hacían seminarios de investigación sobre la Clase Obrera. En la segunda versión del seminario, dos socios fundadores, Jorge Bernal y Ana María Jaramillo, pusieron el debate sobre “Las condiciones de vida y de trabajo de la primera generación de obreros antioqueños y la primera gran huelga” y “Valores tradicionales y costumbres de la primera generación obrera de Antioquia”. Desde allí fue evidente que el interés por la historia no era meramente un asunto académico, era más bien una forma de reivindicar las luchas obreras que históricamente, han sido oprimidas por la sociedad y por las clases dominantes.
En los años noventa, en un contexto social y político caldeado por la Asamblea Nacional Constituyente, y por el recrudecimiento de la violencia en Medellín, debido al auge del narcotráfico y su influencia en las dinámicas juveniles, se funda Región el 16 de enero de 1990 con el propósito de trabajar por la promoción, garantía y exigibilidad de los derechos humanos, el fortalecimiento de la ciudadanía y la construcción de una sociedad justa, democrática y en paz. Para cumplir sus objetivos, ese mismo año Alonso Salazar, periodista y socio fundador, escribió el libro “No nacimos pa’ Semilla”, el cual constituye uno de los referentes más importantes de la Corporación pues divulga el relato de los operadores de violencia de la época; los temidos, los incomprendidos, los discriminados, los jóvenes: los sicarios. Esta obra considerada un hito en la compilación de testimonios y memoria, es un precedente para Región, en el trabajo sobre el conflicto armado urbano y la relación memoria- ciudad. En esta misma línea, en 1991 se publicó “Historias de la Calle”. Rubén Darío Lotero, su autor, escribió: "Es el relato de una guerra contada y escrita por jóvenes en tiempo de guerra; de una de las tantas guerras que coexisten calladas o con estruendo en nuestro país. Poemas o relatos escritos desde el otro lado de las paredes cerca a los balazos, el grito o el llanto". Ambos libros publican los relatos de quienes temidos por los habitantes de la ciudad y marginados, no tienen cabida en escenarios públicos ni académicos. Emergen por fin las memorias subterráneas que desde los dicursos hegemónicos se querían invisibilizar.
En el libro “Memoria y Ciudad”, publicado en 1997, se recopiló la reflexión que Región había realizado hasta ese momento de la relación entre memoria y ciudad; sobre las “clásicas” disputas semánticas entre memoria, recuerdo, olvido y cómo estas disputas, se manifiestan en los imaginarios urbanos y en si la memoria es individual o colectiva. Además, el texto propone a la academia ampliar los estudios de memoria, no abordarla solo desde la memoria cultural, y darle otros sentidos al pasado de las sociedades contemporáneas. Sumándole valor académico a esta publicación, se resalta que incluye la primera traducción al español del afamado texto “Los abusos de la memoria” del teórico Búlgaro - Francés Tzvetan Todorov, pues solo en 2008 la editorial Paidós publicó una edición en nuestro idioma.
Del contenido de “Memoria y Ciudad” resalto las reflexiones sobre las memorias barriales como apuesta metodológica desde la escuela y el trabajo con jóvenes. También, el artículo “Moscas de todos los colores” de Jorge Mario Betancur, es un hito que cuenta las memorias clandestinas de la Medellín de finales de 1920; este escrito muestra que la necesidad de la memoria, surge en los tiempos de crisis. Pensar la situación de la ciudad y el cambio de paisaje con los nuevos habitantes que fueron apareciendo, generó preguntas por ese pasado en crisis que posiblemente tienen una influencia directa en la idea de la “raza paisa” como pura e inmaculada. En este texto, la voz de los excluidos -de los que se tomaron las calles con evidencias coprológicas de su humanidad; de las mujeres en ejercicio de prostitución a quienes, con violencia, la clase alta de pura raza paisa y la iglesia, despojaron de sus cabellos para marcarles su pecado ante los transeúntes en la vía pública- son algunas de las memorias clandestinas que Región con este tipo de publicaciones, empezó a rescatar del silencio y del olvido.
Para completar el análisis sobre el tema, en 1998 se desarrolló “El Proyecto de Arte Público La Piel de la Memoria Barrio Antioquia”, el cual se centró en recobrar las memorias del conflicto armado urbano. Al respecto, Mauricio Hoyos, uno de los investigadores principales escribió (2001):
…"Tratamos aquí de recuperar fragmentos de una experiencia sobre la memoria del barrio Trinidad en mapas oficiales o Barrio Antioquia para sus habitantes y el resto de la ciudad, un barrio de Medellín, donde se ha buscado aliviar el dolor y el odio que la guerra desencadena en los sobrevivientes, para que pueda servir a otros que anden en las mismas búsquedas y que no teman improvisar en la marcha y relacionarse con otros para encontrar “los factores y las dinámicas de los conflictos y las violencias y de las huellas que estos han producido en sus habitantes” (Riaño,1998), para contribuir a la construcción del tejido social y a superar la sospecha entre vecinos".
Este proyecto ha sido de los más recordados de la década del 90. Se diseñó un museo itinerante con los artefactos de memoria que encarnaban las historias de violencia de los pobladores del Barrio Antioquia, con una particularidad, que su itinerancia se la daba el bus en el que fue montado, el cual garantizó que el movimiento, fuera la dinámica para llegar a otros, dando espacio a las disputas de los relatos. También, se creó un escenario de encuentro de aquellos a quienes las fronteras les impedían hablar. La Piel de la Memoria fue, a mi juicio, un ejercicio innovador y una experiencia de lugar de memoria única en el país. Además, con este Bus, la relación arte y memoria empieza a fortalecerse y se convierte en sello de Región.
La década del 2000 estuvo marcada por la reflexión sobre los habitantes que llegaban a Medellín, desde otras zonas del departamento de Antioquia y del país: los desplazados. Ante este fenómeno, y sus más de 150.000 víctimas (en ese momento), Región se concentró en acompañar sus luchas, y reivindicaciones; en realizar campañas para facilitar su tránsito territorial y para sensibilizar a esta sociedad, indiferente ante su dolor. Las campañas: “Tenemos Nuevos Vecinos”, “Alguien quiere encender una luz para reconocer tu rostro”, y “Esta Es Tu Casa”, abordaron en el espacio público, desde el arte, los retos del desplazamiento forzado en Medellín. Estas campañas resaltaron el valor de las personas que a causa de la violencia y la exclusión, llegaban a la ciudad a vivir en situaciones complejas; también, evidenciaron su capacidad de agencia y resiliencia para afrontar y sobreponerse a la tragedia y transformar sus vidas. Al respecto, Marta Salazar, la comunicadora que lideró este proceso, en el 2017 afirmó:
"Como institución, se desplegaron estrategias para abordar la problemática a la que debíamos hacer frente en este proyecto. Nos desconocíamos; la desconfianza nos atravesaba, la estigmatización y el prejuicio hacía parte de nuestros preceptos, y debimos esforzarnos fuertemente para derrumbarlos, para construir cercanías, develar lo que estaba sucediendo".
De estos ejercicios quisiera resaltar, además del valioso acompañamiento de Región a los nuevos vecinos, su apuesta por el arte y la ética del cuidado para ver y reconocer a quienes la mayoría invisibilizaban. La importancia de tomarse el espacio público como escenario de denuncia, memoria y resistencia, permitió que la ciudadanía en Medellin, se sensibilizaran recuperando aquello que la guerra nos ha quitado: la empatía. Pues, como dijo María Teresa Uribe (2004): "resulta un poco simpático que los habitantes de Medellín miren mal a los desplazados que llegan, porque en la práctica, ésta es una ciudad hecha de desplazados".
Para el año 2008, todas las investigaciones y trabajos sobre el desplazamiento forzado y el arte, como vehículo de resistencia y memoria, se concentraron en el seminario “Destierro y Reparación” realizado en el Museo de Antioquia, y al que asistieron artistas, investigadores, nuevos y viejos vecinos de Medellín. El foco del encuentro fue resaltar y potenciar el valor del arte en la labor de defensa de los derechos humanos y las apuestas por un país democrático y en paz. La reconocida banda de rock nacional Aterciopelados, hizo para el seminario la canción “Errante Diamante” como homenaje a la lucha de miles y miles de despojados que tuvieron que dejar su terruño, sus trastes, sus gallinas, sus muertos por una guerra que hasta hoy sigue siendo absurda.
Entre el 2009 y el 2017 Región contribuyó con sus reflexiones sobre la violencia, el conflicto armado, sus afectaciones, y las víctimas, en las relatorías de los informes de Memoria Histórica; inicialmente en los impulsados por el Grupo de Memoria Histórica del Centro Nacional de Reparación y Reconciliación, hoy Centro Nacional de Memoria Histórica. En el 2009 se publicó “Desplazamiento forzado en la comuna 13: la huella invisible de la guerra”, develando otra dimensión del desplazamiento forzado conocida como desplazamiento intraurbano. En esta investigación se encontró: una población civil en el territorio, reticente a la exposición de relatos crudos; con miedo a denunciar casos de desaparición forzada, y escasa articulación entre víctimas. Estos hallazgos limitaron la escritura del informe cuyo texto final, plasmó la pluralidad de la información y los relatos recogidos desde una postura ética frente a las víctimas
Vinieron luego otros informes: Memoria histórica de San Carlos; Memorias del Éxodo en la guerra (2011), Memorias de una masacre olvidada, Vereda el Topacio, San Rafael Antioquia (2016). Granada, memorias de guerra, resistencia y reconstrucción (2016) y; Basta Ya Medellín, Memorias de una guerra urbana (2016 - 2017). Sin duda, estos informes se constituyen en referentes conceptuales, investigativos y metodológicos, no solo para Región, que dio a la voz de las víctimas un lugar central, sino como un valioso aporte para el esclarecimiento y comprensión de algunos hitos de la violencia en Colombia a nivel nacional; apuesta que se mantuvo en el 2010 cuando Región participó en el proceso de consulta para la construcción del Museo Casa de la Memoria de Medellín. Allí insistió en garantizar el reconocimiento de la voz de las víctimas del conflicto armado y en diseñar estrategias para su dignificación, desde la acción sin daño y la ética del cuidado.
Entre 2017 y 2018, fruto de la elaboración de los informes de memoria histórica, Región ha seguido acompañando procesos de memoria, particularmente en el municipio de San Carlos. Allí se han desarrollado proyectos como "San Carlos Caminos de Reconciliación" y "Memorias cafeteras de mujeres y jóvenes sancarlitanos" los cuales, evidenciaron un dinamismo en la concepción de la memoria, pues estos ejercicios trascendieron el eje de la memoria como dolor, hacia la reivindicación de otras memorias de resistencia, del retorno y de la esperanza. La transformación en el enfoque, ha implicado la creación de estrategias metodológicas para hacer memoria, respondiendo a las expectativas de las víctimas, en la construcción de la misma. Un elemento clave para garantizar este proceso es formar grupos de Gestores de Memoria, pues la labor, no es solamente de quienes trabajamos en Región, ya que a partir de los procesos formativos y de transferencias metodológicas, son las personas participantes quienes empiezan a replicar los procesos y a producir otras dinámicas en el ejercicio de la memoria. Cabe resaltar que para Región, la estrategia de formación de gestores ha sido un medio y un fin para generar y garantizar capacidad instalada en los territorios, una vez finalice la financiación de los proyectos.
Finalmente, en el 2019, se desarrolla el proyecto "Territorios por la verdad" en los municipios de Granada, San Carlos y San Rafael, en donde la memoria es aliada en el esclarecimiento de la verdad y requisito de los Acuerdos de Paz entre el gobierno y las FARC-EP. La Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad diseña un mecanismo que con las víctimas como centro, busca develar un relato de verdad que permita entender, las causas de esta guerra que ha dejado millones de víctimas. Así, pues la memoria sigue siendo el motor que activa la esperanza y el sueño de un futuro mejor en la sociedad que queremos, una Colombia democrática y en paz.
A modo de Conclusión
Muchas experiencias se han quedado por fuera de este escrito, pero del recorrido realizado quiero resaltar que de las primeras discusiones teóricas sobre la memoria, hoy siguen vigentes su relación con la historia, la verdad, la justicia; con lo individual y lo colectivo, con los diferentes vehículos y medios que sirven para contar las memorias clandestinas de la clase obrera antioqueña de finales de 1800; las memorias barriales de Guayaquil y Barrio Antioquia; de las víctimas de la violencia, de los otros, los marginales y excluidos que hoy seguimos contando de diversas maneras.
Desde mi experiencia en el programa de Derechos Humanos y Paz, quiero destacar que para Región, la memoria no solo es un relato, es también una metodología de las múltiples formas de hacer las cosas, de relacionarnos, interpelar y sensibilizar al otro. Como lo señaló Jelin, la memoria no está dada, es un trabajo de construye y cada una de las experiencias que Región ha tenido en estos 30 años, han sido medios para narrar las memorias clandestinas que emergen desde lo subterráneo para interpelar a la memoria oficial y a las memorias hegemónicas. Las disputas de la memoria en Región han puesto de frente, los riesgos de los abusos de la memoria que Todorov alertaba. Esa alerta pone la pregunta sobre cómo la memoria se vuelve dinámica? reflexión que se refleja en los recientes ejercicios realizados en San Carlos con "Caminos de Reconciliación", "Memoria Cafetera", y "Territorios por la Verdad".
En cafeteros, se trasciende el dolor del relato en el informe “Memorias del éxodo”, a una memoria repensada, que se reconstruye y se resignifica a partir de la resistencia de la población retornada y sobre cómo el dolor se vuelve potencia para seguir, y la casa, esa que fue referente en los análisis sobre desplazamiento forzado, a principios del 2000, lo sigue siendo ahora en la población retornada. La casa representa la relación de la memoria con la identidad, con lo que somos. Adicionalmente, el empleo de elementos metodológicos como las bitácoras para contar las historias que hablan del día a día, y del conflicto en lo cotidiano, han servido para narrar a las generaciones más recientes jóvenes, niños y niñas, aquello que ha dolido tanto y que no se puede expresar en palabras. Las bitácoras se convierten en un elemento para los archivos familiares y municipales que narran la cotidianidad marcada por la guerra. Actualmente, con “Territorios por la Verdad” se enfatiza la memoria como aliada, ella fue la alternativa ante la ausencia de verdad en los procesos sociales y políticos de las víctimas del conflicto armado. Al respecto, el profesor estadounidense Steve Stern plantea que hay algunas memorias que están guardadas en una caja esperando el momento histórico para poder salir al público.
Con la firme intención de seguir respaldando el Acuerdo de Paz y este proceso de la Comisión de la Verdad, considero que ha llegado la hora histórica de abrir esas cajas de las memorias reservadas (Acevedo, 2010), de hacer memoria del presente y custodiar los testimonios de las víctimas recientes, estableciendo convenios con las instancias del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición, esto es: fortalecer la alianza con la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, y buscar estrategias para aportar a la Jurisdicción Especial para la Paz, y especialmente, a la titánica tarea que tiene la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desarapecidas, UPD en la búsqueda e identificación de las más de 80.000 personas desaparecidas. Creo firmemente que para la construcción de relatos de memoria que ayuden al esclarecimiento de la verdad, es necesario garantizar el reconocimiento y registro de todas las voces que aporten a este objetivo. Reitero la necesidad de seguir innovando en estrategias metodológicas para el ejercicio pedagógico.
Y, finalmente, ante estos tiempos de crisis, Región debe volver a tomarse el espacio público para afianzar la esperanza de un mundo distinto y un país reconciliado.
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Territorios, conflicto armado, memorias, dignificar, derechos humanos.