Ana María Jaramillo
Socióloga, Magíster en historia e Investigadora Emérita, Ana María Jaramillo ha realizado aportes significativos a la comprensión del desplazamiento forzado, el conflicto armado, las violencias, y la criminalidad urbana en Medellín, Antioquia y Colombia. Socia fundadora de la Corporación Región.
Resumen
La indagación por las violencias urbanas ha ocupado un lugar importante en la labor investigativa que la Corporación ha desarrollado desde el momento de su fundación y hasta el presente. En este artículo se hará referencia a los aportes contenidos en varias publicaciones y tomando en consideración su novedad, pertinencia y con el estado del conocimiento sobre los asuntos en cuestión. Con base en estas consideraciones y en diálogo con los retos que plantea la construcción de paz en el país y en la ciudad se hará referencia a temas que deberían ser objeto de particular atención en el que hacer investigativo.
"De las ilusiones que me hago a alguna llego.
Yo no nací para morir antes de estar muerto. Olvídese. Así
como no me quedé en la pared de una esquina pegado de grafiti
en fondo de pantalla para un video.
Nada está perdido para mí”.
(Helí Ramírez)
Definir la palabra violencia se dificulta debido a la diversidad de significados y valoraciones de las cuales es objeto. Esto explica los múltiples intentos que desde las ciencias sociales se hacen para precisar sus características, modalidades, impactos y su dimensión simbólica, en relación con las circunstancias históricas en las que se inscribe.
En 1985 la Comisión de Estudios de la violencia, designada por el gobierno de Virgilio Barco (1986-1990) para realizar un diagnóstico en el país, sentó un precedente al optar por una definición con acento en el uso de la fuerza física (violencia letal). Con respecto a los factores explicativos, la Comisión hizo un llamado a renovar las interpretaciones de la violencia como un fenómeno relacionado no solo con lo político (como había ocurrido hasta el momento) y abrirse a otros campos como el social, cultural y económico que no excluían la dimensión política pero la sobrepasaban; con ello se aspiraba a aportar diferentes elementos de análisis sobre los nuevos fenómenos de violencia, como la emergencia del narcotráfico en contextos urbanos. (Comisión de Estudios de la Violencia,1988)
Región, desde su trayectoria investigativa, comparte la perspectiva esbozada por la Comisión en lo concerniente a la violencia urbana y reconoce la investigación como un factor central del modelo de acción, articulado con otros componentes como el impulso a procesos de deliberación pública, el diseño de estrategias pedagógicas para la formación de ciudadanías democráticas, el fortalecimiento de organizaciones y liderazgos sociales y, la incidencia en políticas públicas.
Fuente: El Colombiano, 2014
El punto de partida: El narcotráfico y los nuevos actores de violencia
El 23 de noviembre 1989 fecha de constitución de Región, coincidió con una sucesión de hechos de violencia agenciados por el narcotráfico que tuvieron como escenario a Bogotá y Medellín. Uno de los momentos más críticos de una violencia que parecía no tener fin… justo el día veintisiete del mismo mes, fue la explosión en el aire, de un avión Boeing 727 de la empresa Avianca, en inmediaciones del municipio de Soacha (Cundinamarca) que dejó 107 muertos y generó gran conmoción.
En esas circunstancias iniciamos una labor investigativa con el apoyo del CINEP, orientada a explorar lo que acontecía en los barrios afectados por el accionar de bandas y combos, y los motivos que impulsaban a una nueva generación de jóvenes, a formar parte de la estructura criminal de Pablo Escobar. La responsabilidad de presentar los resultados, recayó en el periodista e integrante del equipo de comunicaciones Alonso Salazar y se dieron a conocer en la publicación No Nacimos pa´ semilla (Salazar, 1990) que marcó un hito, en la investigación de la violencia urbana en el país.
En el texto y desde las voces de sus protagonistas, se exponen el complejo universo cultural y las condiciones de vida de jóvenes, hijos de una generación de migrantes que arribaron a la ciudad refugiándose de la Violencia en la década de los sesenta. A diferencia de sus progenitores, que luchaban por hacerse a un lugar en la ciudad, su rasgo distintivo era su estrecha relación con la violencia, ejercida con probada eficacia y arrojo.
Aunque el sicariato es el tema que atrae las miradas, en No Nacimos pa´ semilla se presenta el diverso panorama de los actores de violencia entre los cuales estaban: milicianos, guerrilleros e integrantes de combos; se formulan hipótesis explicativas sobre su perfil sociocultural y se incluyen testimonios de familiares y vecinos. En dicho texto además de la violencia, sobresalen ciertos valores y prácticas asociados a la “cultura paisa” pero también, a la modernización (sociedad de consumo) y la incidencia de sus condiciones de vida, marcadas por la marginación y la desatención del Estado, en la generación de un ambiente favorable a la aceptación del narcotráfico como opción de reconocimiento, progreso, y ascenso social.
La referencia a un aspecto central en la narrativa de esta generación de pistoleros a sueldo: su desapego por la vida, plasmada en la expresión que dio título al libro “No nacimos pa´ semilla”, suscitó la reacción de muchos jóvenes de las comunas que se convirtieron en los promotores del movimiento Sí Nacimos pa’ semilla y también, de reflexiones que alimentaron el debate público y la creación de espacios de encuentro, como El Seminario Violencia juvenil: Diagnóstico y alternativas promovido por Región, evento realizado en agosto de 1990, momento crítico para la ciudad ante la intensificación del accionar violento de los llamados Extraditables que en cabeza de Pablo Escobar, ejercían la máxima presión contra el recién posesionado presidente Cesar Gaviria.
Es de notar el significado de este evento en estas circunstancias, como respuesta a la estigmatización de la que era objeto la Comuna Nororiental, señalada como el fortín de Escobar y su aparato criminal y la contribución a visibilizar y reconocer el protagonismo de la juventud, impulsora de novedosas iniciativas de movilización por la defensa de la vida, y resaltar la capacidad de las instituciones y organizaciones sociales para ahondar en el análisis de las causas de la violencia, generar alternativas resultantes de procesos de deliberación y acuerdos en torno a objetivos comunes con perspectiva de largo plazo. (Corporación Región,1990)
Los hallazgos de Región sirven de referencia a otras investigaciones sobre la relación violencia- juventud, lo cual se traduce en avances para esclarecer los múltiples significados que para ellos reviste la violencia en su vida cotidiana, así como el reconocimiento de las muy distintas maneras de referirse a la muerte y, en la construcción de diversas memorias y formas de simbolizar, en los rituales, la música y otras expresiones artísticas. (Riaño, 2006) (Blair, 2005)
En otra publicación, “Mujeres de fuego” (Salazar, 1993) sobre los actores de violencia, se dan conocer los resultados de una indagación sobre experiencias de mujeres con la guerrilla, el narcotráfico, las milicias y de una madre que busca a su hijo desaparecido. Se devela allí una realidad desatendida, se controvierte la visión de la mujer como sujeto pasivo receptor de violencia y se aporta a la comprensión de las razones por las cuales, mujeres de diversa condición social ejercieron la violencia, así como los factores que motivaron replanteamientos e intentos de reconstruir sus vidas. En la presentación de este texto María Teresa Uribe manifestó, tanto su extrañeza al preguntar por qué sabíamos tan poco sobre esas realidades, como su complacencia al acceder a los testimonios de mujeres que hacen posible: “asomarse a la Colombia de hoy, a los abismos de la intolerancia, el autoritarismo y el irrespeto” y también, “inclinarse reverente ante el valor, la tenacidad y la dignidad con las cuales le habían hecho frente a estos tiempos difíciles”.
Apuntes para una historia del narcotráfico.
En medio de la intensa violencia que afrontó la ciudad a mediados de los ochenta y hasta la muerte de Escobar en 1993, nos preguntábamos: ¿En qué momento se jodió Medellín? ¿Qué tenía que ver con la crisis de la industria, con la ausencia de Estado, con la cultura paisa y en particular con valores y prácticas ejercidos por capos como Escobar y sus sicarios? Estos interrogantes motivaron la realización de numerosos eventos con la participación de académicos, escritores, periodistas, funcionarios públicos y representantes de organizaciones sociales y se dio curso a la deliberación y a la búsqueda de salidas. La realización del Seminario Alternativas de Futuro para Medellín es un buen ejemplo de ello.
El evento posibilitó tanto el encuentro entre la institucionalidad nacional, a través de la Consejería Presidencial para Medellín y diferentes sectores sociales, como la expresión y el debate de distintas miradas sobre las causas de la violencia, la consideración de diversas propuestas y la acogida a la iniciativa de un pacto social con fundamento en los consensos a los cuales se llegó. Región en coherencia con lo expresado en dicho evento, tomó la decisión de aceptar la invitación a acompañar las estrategias impulsadas por la Consejería Presidencial para Medellín, especialmente en lo relacionado con procesos organizativos de los jóvenes: Casas juveniles y estrategias comunicativas como Arriba mi Barrio, Lado A y Muchachos a lo Bien, que tuvieron un impacto positivo en la transformación del imaginario violento que se había construido en torno a los jóvenes y habitantes de estos barrios y comunas y, en la validación de opciones de vida diferentes a las ofrecidas por las organizaciones criminales.
A comienzos de los noventa Región continua explorando los factores explicativos de la violencia y realiza una investigación cuyos resultados, se dan a conocer en un texto titulado “Las subculturas del narcotráfico” (Salazar y Jaramillo 1992). La atención se centra en la caracterización de varios momentos relacionados con la emergencia y el auge del narcotráfico en la ciudad: Un primer período de asentamiento que marca la aparición de una generación de traquetos y pistolocos; luego una etapa de consolidación en la que se asiste a la configuración del proyecto político del narcotráfico y, la fase de la guerra que corresponde a la confrontación directa entre Escobar y el Estado hasta los inicios del gobierno de Cesar Gaviria (1990-1994).
A propósito de la atribución de la violencia y el auge del narcotráfico al ethos cultural paisa, en un apartado del texto en mención “la cultura: un nuevo espacio de reflexión”, se insta a tomar en consideración la forma en que estos fenómenos se inscriben en el contexto colombiano, como producto de procesos sociales específicos y en relación con el impacto de la urbanización y la modernización. Esta referencia es pertinente por la importancia que tres décadas después se le confiere a la cultura como factor explicativo del narcotráfico, tal como se evidenció en un foro realizado por el periódico El Colombiano en el marco de una iniciativa de construcción de memoria sobre el narcotráfico.
En la reflexión sobre los factores explicativos de la violencia, la ética fue objeto de atención; Región promovió un debate sobre la importancia de rescatar una ética ciudadana o ética civil que pusiera el respeto por la vida y la convivencia como centro de interés e ideal de justicia social y paz. En las memorias de un evento promovido por la Corporación se exponen diversos enfoques y fundamentos de esta ética y la necesidad de construir nuevos consensos que a manera de pacto, permitieran el respeto por aspectos básicos de la convivencia y enfrentar la crisis de valores generada por el narcotráfico (Fernández (Ed) 1991).
¿Y después de Escobar qué? Las transformaciones de los noventa
La disminución de los homicidios, la desarticulación de las bandas que estuvieron al servicio de Escobar, después de dos décadas de actividad, y la labor desarrollada por la Consejería Presidencial para Medellín, la institucionalidad local y las organizaciones sociales, abonaron a la generación de un ambiente de optimismo y de superación de la violencia en la ciudad; sin embargo, en la década del noventa asistimos a un reacomodo del narcotráfico y otros actores violentos. En aquel momento, no se tenía claro qué acontecía en la ciudad, sobre todo en los barrios más afectados por el accionar de las milicias y bandas. Esto motivó la realización de un nuevo proyecto de investigación de cuyos resultados da cuenta el libro: “En la encrucijada. Conflicto y cultura política en el Medellín de los noventa” (Jaramillo, Villa y Ceballos, 1998). Entre los hallazgos resaltamos:
Una aproximación a las denominadas Milicias en aspectos referidos a su caracterización, trayectoria y los impactos de su accionar en la proliferación de grupos armados, algunos conformados de manera espontánea y otros relacionados con las bandas que, a su modo, hicieron una réplica del modelo de vigilancia y los métodos de control instaurados por las milicias en sus áreas de influencia. Este acercamiento fue posible gracias a la interlocución del equipo de investigación con el encargado del acompañamiento al proceso de negociación de las milicias, en el campamento de Media Luna, corregimiento de Santa Helena entre los meses de febrero y mayo de 1994 con delegados del gobierno de César Gaviria, que culminó con la suscripción de un acuerdo con miras a su desmovilización.
Así mismo se aportan elementos de descripción y análisis sobre las formas de relación de la población con las milicias, mediadas tanto por el miedo y la expectativa de obtener protección frente a la amenaza que representaban la fuerza pública y otros grupos armados ajenos al barrio, como por la obtención de algún beneficio al servir de red de apoyo a sus actividades. Así pues en Medellín más que en otras ciudades este actor armado podía contar con condiciones más propicias para su arraigo entre la gente.
Aunque bajo circunstancias diferentes a la crisis de los ochenta, se vuelve a presentar en el acontecer barrial y en la ciudad, la incidencia de lo que identificamos como micro poderes armados de carácter autoritario y la incapacidad del Estado para ejercer el pleno monopolio de la fuerza, así como los efectos perversos de ciertas estrategias e iniciativas de mediación, promovidas desde la institucionalidad local.
Un giro en la mirada: Violencias y miedos sociales
Con el interés de establecer los impactos de dos décadas de zozobra, en las sociabilidades y en las formas de vivir la ciudad entre los habitantes de Medellín, así como su incidencia en el agravamiento de la discriminación y la estigmatización de ciertos grupos sociales, se realizó otro proyecto de investigación, fundamentado en el diseño y aplicación de un modelo conceptual y metodológico basado en el entendimiento de los miedos como construcción social y como un proceso mediante el cual se nombran amenazas, se afianzan representaciones del otro y también, nuevas formas de estar juntos.
En la publicación “Los rostros del miedo: Una investigación sobre los miedos sociales urbanos” (Villa, Jaramillo y Sánchez, 2003); se analiza la violencia del narcotráfico y la denominada “urbanización de la guerra en los hechos violentos acaecidos en la comuna 13. Se constata que la experiencia generalizada del miedo favorece el repliegue hacia lo privado; la construcción de geografías del miedo prescriben los usos de la ciudad y, producen narrativas y prácticas destinadas a marcar diferencia entre las “gentes de bien” contra sectores a los que se les atribuye la responsabilidad en la violencia y la degradación moral: atracadores, guerrilleros, narcotraficantes, paramilitares, milicianos, políticos y drogadictos.
De igual modo se logra establecer la función del miedo como generador de nuevas opciones de construcción de numerosas campañas orientadas a exaltar la inventiva de los paisas, su capacidad para sobreponerse a las dificultades y su amor por Medellín. La década del noventa marca un momento de auge en la conformación de comunidades o colectivos sociales que encuentran un factor de cohesión en las creencias religiosas, el cultivo de la espiritualidad y también, de iniciativas organizativas juveniles y comunitarias entre cuyos propósitos estaban, contrarrestar el impacto de la discriminación y la estigmatización como delincuentes y subversivos lo cual producía el cierre de sus oportunidades de empleo.
La apuesta comparativa: Medellín y sus violencias en el contexto latinoamericano
Para la década del 2000, los resultados de estudios sobre seguridad en ciudades de América Latina permitían establecer similitudes con respecto al Medellín de los años ochenta, en el aumento significativo en las tasas de homicidio atribuido a la emergencia de agrupaciones criminales con nexos con el narcotráfico. El investigador Robert Briceño (2007) al referirse a este panorama, se preguntaba ¿Qué ha pasado para que la ciudad de América Latina, lugar de sueños y esperanzas, se convierta en una amenaza para la mayoría de sus habitantes?
Para aportar luces al conocimiento de esta realidad y desde una perspectiva comparativa, se elaboró un proyecto de investigación que contó con el apoyo del IRDC y cuyo objetivo era el análisis comparativo entre actores y dinámicas de violencia y criminalidad en Medellín, Bogotá, Rio de Janeiro y Ciudad Juárez. Los resultados se encuentran en el texto “Ciudades en la encrucijada: Violencia y poder criminal en Río de Janeiro, Medellín, Bogotá y Ciudad Juárez. (Jaramillo y Perea. Eds. 2014) Con todo y las diferencias entre estas ciudades se identifican importantes similitudes entre ellas:
El narcotráfico como el mercado ilegal dominante del cual se derivan sustanciales márgenes de ganancia, junto con otras actividades ilegales y asociado a la constitución de agentes violentos que imponen un poder armado sobre diversos procesos de la vida urbana y en particular, en las barriadas en donde ejercen control de territorios y apelan a una combinación de fuerza y “consenso” (entendido como la capacidad de intermediación en conflictos, participación en actividades comunitarias) y cuya implementación no solo depende de su propia capacidad operativa, sino también, de la respuesta del Estado y los niveles de aceptación o rechazo entre la población.
Hay predominio de altos índices de impunidad (90%) cuyo factor clave es el enorme poder criminal y la limitada eficacia de políticas públicas y estrategias de seguridad- Dichas políticas logran de forma episódica, obtener resultados positivos en la disminución de los homicidios y en la relativa pacificación de las zonas con control de estructuras criminales, pero que no se logran consolidar debido a los cambios en las políticas y la fragilidad de los pactos de convivencia promovidos por líderes y organizaciones sociales, debido, entre otras razones, al incumplimiento de lo acordado y a las disputas entre organizaciones criminales por el control de mercados y territorios.
Esta investigación contribuyó al desarrollo de un campo de indagación sobre la relación violencia-criminalidad en contextos urbanos, cuestión que hasta la década del 2000 no tenía mayor importancia en el país, en buena medida, debido a la mayor atención conferida al conflicto armado. Pero son de notar los avances y la relevancia de las exploraciones sobre economías, y estructuras criminales y sus lógicas de actuación.
Una nueva mirada al pasado y presente. Conflicto armado y violencias en clave de memoria
A mediados de la década del 2000, aunque es evidente el poder que ejercen las organizaciones criminales, se aprecian cambios relevantes con relación a décadas anteriores; emergen las víctimas como actor de gran importancia, resultado de la iniciativa de organizaciones de víctimas que alzaron su voz en la ciudad e hicieron valer su derecho a la verdad, la justicia y la reparación, de lo cual son ejemplo las Madres de la Candelaria y la movilización de la población desplazada demandando respuestas, al amparo de disposiciones contenidas en la Ley 387 de 1997 para atender el desplazamiento forzado y el acuerdo por el cual se adopta la política pública para la prevención del desplazamiento forzado, la protección, reconocimiento, restablecimiento y reparación, en el municipio de Medellín (Acuerdo 049 de 2007)
Frente a este nuevo panorama, la Unidad de Víctimas, el Museo Casa de la Memoria y la Corporación Región, realizan un intercambio de ideas que concluye en la necesidad de construir un relato sobre el conflicto armado y las violencias en la ciudad, desde la perspectiva de la memoria. El resultado es la elaboración y gestión de una propuesta respaldada académica y financieramente por el Centro Nacional de Memoria Histórica, CNMH, entidad interesada en abocar lo acontecido en las ciudades por lo cual, la experiencia de Medellín ofrecía importantes pistas.
Para emprender el relato sobre la memoria histórica del conflicto armado y las violencias que ha vivido Medellín en el período 1980-2013, se conformó un equipo interdisciplinario con investigadores de la Universidad de Antioquia, Eafit y Región. Los hallazgos de este trabajo, se dan a conocer en la publicación del informe “Medellín Memorias de una guerra urbana” (CNMH, 2017).
En respuesta a las preguntas sobre ¿qué pasó? y ¿por qué pasó? y con fundamento en la metodología que posibilitó la participación de habitantes de la ciudad y de las víctimas, teniendo en cuenta su diversidad, se abordaron asuntos relacionados con los factores explicativos de la crisis que se fue generando desde mediados del siglo XX pero que se visibiliza y agrava, con la emergencia del narcotráfico y la aparición y trayectoria de otros actores del conflicto armado y la criminalidad en su relación con éstos. Se presenta una información novedosa sobre las cifras y el comportamiento de las diversas modalidades de violencia, de acuerdo con la periodización establecida. Es importante resaltar el reconocimiento de una variedad de respuestas y recomendaciones, en materia de verdad, justicia y reparación que desde la sociedad y la institucionalidad, se desplegaron para resistir y sobreponerse a los impactos devastadores de las violencias, agenciadas por una multiplicidad de actores que de una forma u otra la ejercieron.
Si bien con este informe se pone de presente la importancia de la ciudad en relación con las dinámicas del conflicto armado nacional, continúa siendo un tema marginal en el país. Un ejemplo reciente es la ausencia de referencia a lo urbano en el Acuerdo Final de Paz con las Farc. De ahí pues, la pertinencia del llamado del investigador Carlos Mario Perea a resituar la ciudad, y avanzar en la creación de una conciencia pública sobre su importancia estratégica que permita, superar la paradójica condición de la ciudad inviabilizada, en el universo del conflicto armado y entrampada en una visión de la seguridad como problemática, que poco o nada, ha tenido que ver con lo que acontece en el área rural (Perea, 2013).
Superar el divorcio campo-ciudad es esencial, máxime si se tienen en cuenta los impactos de las dificultades de seguridad y convivencia en la construcción de paz en las ciudades y, en el mejoramiento de la calidad de vida del 77% de la población colombiana que reside en ellas.
Este panorama plantea nuevos retos a la tarea investigativa. Gonzalo Sánchez, anterior director del CNMH, en el prólogo a la publicación resultante de una investigación comparativa sobre violencia entre las ciudades de Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla (Guzmán. Ed, 2019), subraya la necesidad de adelantar estudios que evidencien la singularidad de la ciudad, mostrando que ella produce violencias cuyas gramáticas no se reducen al conflicto armado pero que aportan la mitad de los homicidios a nivel nacional y, al mismo tiempo, sus conexiones con el conflicto armado. Al respecto invita a redoblar esfuerzos por comprender los procesos sociales que tienen lugar en ella, la perspectiva subjetiva de los distintos actores: las víctimas, los violentos, el desempeño del aparato policial y sus agentes, y el sistema penal, para poder encontrar su adecuación a la sociedad contemporánea.
En acuerdo con estos lineamientos pero considerando el difícil momento que afrontan las ciudades en materia de seguridad, llamamos la atención sobre varios asuntos igualmente necesarios:
Caracterizar las estructuras criminales que operan en las ciudades de Colombia, sus similitudes y diferencias; las fuentes de su poder en lo económico, político y social; la capacidad de respuesta del Estado y sus implicaciones en el diseño e implementación de políticas públicas en seguridad.
Dada la afectación de sectores sociales por el accionar violento de diversos actores armados, que ejercen el control de territorios y métodos de terror para establecer el “orden” y la sujeción de la población en la ciudad, urge profundizar en el análisis de los factores que actúan en favor o en contra de este tipo de dominación pero también, la incidencia de la ausencia o la presencia del Estado, mediante la aplicación de políticas o decisiones en seguridad y convivencia, en la pervivencia o transformación de este estado de cosas.
También se requiere ahondar en el conocimiento de las formas de respuesta que por varias décadas, han construido personas y comunidades para resistir, adaptarse y establecer vínculos con los actores criminales. ¿Qué variaciones se observan en estos comportamientos? ¿Qué incidencia ha tenido la acción de la justicia, el desempeño de la Policía? ¿De qué modo los aprendizajes de las comunidades se podrían articular a políticas de prevención?
El que la ciudad sea el lugar donde ocurren la mayor parte de los homicidios, es un hecho que reviste la mayor gravedad pues evidencia la incapacidad del Estado para garantizar la defensa de la vida y marcar un nuevo rumbo en la superación de la impunidad gracias, a una oportuna y eficaz acción de la justicia y el debido reconocimiento y reparación de las víctimas.
Aunque el homicidio es una modalidad que cuenta con numerosos estudios, su persistencia es un preocupante retroceso con respecto a logros de años anteriores, de lo cual es ejemplo Medellín, ciudad que desde el 2015 registra un aumento en la tasa de homicidios, ubicándose en veinticinco por cien mil habitantes. Se reclaman nuevas indagaciones acerca de las circunstancias y el tipo de escenarios donde acontecen y sobre el perfil de los responsables, las víctimas y el desempeño de la Policía e instancias de justicia.
Según el Instituto de Medicina legal (2019) la participación de la población masculina en el homicidio corresponde en su mayor parte, a jóvenes entre los 14 y 26 años, hecho que demanda estudios que desde el enfoque de género, contribuyan a esclarecer la relación entre violencia y modelos de masculinidad y feminidad, posibles cambios en las motivaciones de las nuevas generaciones para cometer el homicidio, lo que permitiría establecer contrastes con la generación de los años ochenta.
No se trata de temas cuyo análisis incumba a especialistas y académicos. Como lo demuestran experiencias de deliberación pública que han tenido lugar en la ciudad en años anteriores, la reflexión facilita el reconocimiento de gran diversidad de miradas, compartir saberes y aprendizajes y construir acuerdos en torno a metas comunes, condición necesaria para enfrentar con mayor posibilidad de éxito, una problemática que no solo atañe a Medellín o a las ciudades colombianas sino a la región Latino americana que continua presentando las más altas tasas de homicidio: 17.2 (A distancia del resto del mundo: África: 13, Europa: 3, Oceanía: 2,8 y Asia: 2,3), con la desigualdad, el crimen organizado y el machismo entre las principales causas (Naciones Unidas, 2019).
Treinta años después de habernos enfrentado a una crisis cuyas causas y superación sigue siendo objeto de discusión, se suscitan sentimientos y reacciones encontradas; cierta desesperanza ante la preponderancia del homicidio, un fenómeno que sigue cobrando la vida de una generación de jóvenes y, el poder que detentan los actores criminales; pero también, de renovadas expectativas de mejoramiento, al constatar la persistencia de sectores de la sociedad y de la institucionalidad, en la tarea de transformar esta realidad de la cual, hace parte una sistemática labor investigativa como lo ilustra la experiencia de Región, cuyos resultados han contribuido a la reflexión y al debate y son estímulo a la capacidad de imaginar y avanzar, en la construcción de opciones de progreso y convivencia al margen de la violencia, la intolerancia y la criminalidad.
Referencias bibliográficas
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Región.
Palabras clave:
Violencia, Urbano, Investigación, Retos, Construcció de paz, Conocimiento