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Fortaleciendo Ciudadanías para la Paz

  • Miércoles, 14 Diciembre 2016 06:37
Fortaleciendo Ciudadanías para la Paz Fortaleciendo Ciudadanías para la Paz

Catalina Cruz

 


Catalina Cruz Betancur
Antropóloga, Magíster en Educación y Desarrollo Humano
Coordinadora del programa Paz y Derechos Humanos

 

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Para la Corporación Región la salida negociada del conflicto armado ha sido una de sus preocupaciones fundantes, por ello, desde su surgimiento, ha planteado la necesidad de avanzar en negociaciones que se concreten en propuestas viables, realistas, responsables con el país; y de manera especial, con quienes han sido víctimas de la confrontación armada; si bien el Acuerdo en sí mismos no trae la paz, ya ha posibilitado asuntos como poner en la agenda pública la necesidad de profundizar en la democracia desde el camino trazado en la Constitución de 1991 y reflexionar sobre los retos que implica la construcción de paz.

Por lo anterior, y luego de que se hace público el proceso de negociación establecido entre el Gobierno Nacional y las FARC-EP; la Corporación Región en el año 2015 plantea el proyecto: Fortaleciendo Ciudadanía para la paz2 , que tiene como propósito que la sociedad participe, desde sus territorios, en la generación de entornos y acciones favorables a la construcción de paz. Para lograr ese cometido se trabaja desde dos ejes que desde nuestra actuación institucional consideramos fundamentales: los procesos de formación de actores sociales y políticos, y los procesos de incidencia y deliberación pública; estos ejes a su vez contemplan tres componentes implementados en los 10 municipios del Valle de Aburrá:

  • La formación de gestoras y gestores para la construcción de propuestas y acciones de paz.
  • La construcción de agendas ciudadanas de paz, desde los territorios, que incidan en la planeación local del desarrollo.
  • Una estrategia de comunicación ciudadana que sensibiliza, informa y promueve una postura favorable al proceso de paz y a la refrendación de los acuerdos.

 

El Valle de Aburrá3 concentra un alto número de habitantes del departamento, su número es cercano a los 3.5 millones de personas y tiene la particularidad de centralizar el potencial de votación, que para el proceso de refrendación de los acuerdos será crucial, pues suele ser en los centros urbanos donde se deciden las elecciones. Cuenta además con la particularidad de ser una de las subregiones donde mayor oposición, indiferencia y apatía se tiene frente al proceso de negociación, la afirmación anterior se sustenta en el triunfo electoral del Centro Democrático4 en las elecciones presidenciales de 2014, partido que se ha declarado en contra de los diálogos de La Habana y a los acuerdos hoy logrados. Todo eso nos implica una acción permanente de sensibilización, información y acción pública en torno al conocimiento de los 6 puntos de la agenda; a la importancia de un respaldo a los acuerdos, y a la construcción de una sociedad participativa y democrática para la construcción de paz.

Llevar a cabo este proyecto ha posibilitado múltiples reflexiones sobre sobre la guerra y el conflicto armado; sobre los territorios y el desarrollo local; sobre los derechos humanos y los derechos de las víctimas en particular; sobre la participación y organización social; sobre la educación para la paz, y de manera enfática sobre el derecho a la paz; ese concepto complejo, diverso y en gran medida subjetivo, que para las personas de los territorios tiene diferentes acepciones que van desde la definición de la paz negativa (ausencia de guerra), hasta la paz total; y en ese intermedio nociones que tienen en común ser un proceso en construcción, que implican la garantía en el acceso y disfrute de los derechos y la transformación social.

Nos hemos propuesto que la sociedad y la institucionalidad se acerquen y asuman, desde el lugar que les corresponde, las implicaciones de tener un conflicto armado. Una de estas implicaciones es que en la mayoría de los municipios del Valle de Aburrá se tiene un sinnúmero de personas que son víctimas; esas personas son vecinas, líderes y lideresas, amigos y familiares que “como un espejo de esa geografía política de la guerra y de la economía política del despojo que le acompaña” (Hoyos: 2015) nos recuerdan que este país mantiene un conflicto armado que es necesario desactivar, y que precisamente ese es el primer logro de los acuerdos, detener la crisis humanitaria que como país vivimos.

Asociado a esta reflexión y en concordancia con lo planteado en la negociación, las víctimas han estado en el centro y tendrán que estar en la construcción de paz territorial; por ello es condición fundamental su participación efectiva y los derechos a la verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición; una reparación transformadora que posibilite superar la exclusión y discriminación histórica que viven muchos sectores y grupos poblacionales.

Otra de las intenciones del proceso es que se comprenda que la construcción de paz pasa por las dinámicas de los territorios y las personas que los habitan. Ello requiere de un liderazgo desde la acción estatal que le implica repensarse, construir desde el lugar y sus dinámicas, considerando los atributos, oportunidades, fortalezas y debilidades del territorio y de las personas que lo viven, lo “usan”, lo transforman y lo protegen; teniendo en cuenta las afectaciones diferenciadas en el marco del conflicto armado, como de las capacidades locales y los acumulados en materia de construcción de paz.

En esa medida prepararse para la paz desde las instituciones es una exigencia, pero al mismo tiempo es una pregunta que en los municipios del Valle de Aburrá apenas emerge, y si bien hay iniciativas, propuestas, programas y algunos recursos; aún no se tiene un horizonte claro de actuación, de competencias y de la articulación que tendrá la nación con lo departamental y lo municipal.

Los planes de gobierno y luego los planes de desarrollo aprobados siguen teniendo una deuda enorme con el desafío de ofrecer caminos creíbles para la solución de los conflictos no resueltos en nuestras sociedades; por ello, desde Ciudadanía para la Paz hemos convocado a las administraciones municipales a que contemplen en sus respectivos planes las transformaciones que implicaría la construcción de paz y la implementación de los acuerdos.

Ahora bien, la construcción de paz no se reduce a las acciones de la institucionalidad; cada vez es más claro que la construcción de paz y convivencia democrática requiere de una ciudadanía que se asuma desde un rol activo, es decir, desde hombres y mujeres conscientes del momento histórico que vivimos; que aportan en la transformación o consolidación de las relaciones e instituciones que le rodean; sujetos con capacidad de acción y movilización que participan en las dinámicas sociales, políticas y culturales; que ejercen, respetan y reivindican los derechos; sujetos que potencian la vida y la convivencia desde la ética del cuidado de sí, de los otros y de su entorno; y personas que cuando emergen los conflictos aportan a su transformación de formas democráticas y no violentas, es decir que toman parte en la construcción de otros mundos posibles más incluyentes, reconocedores de la diferencia y la diversidad.

 

Agendas Ciudadanas de paz

Como resultado de los espacios de diálogo y reflexión ciudadana, donde participaron múltiples actores, incluidos servidores y servidoras públicas, se construyeron las agendas territoriales de paz, entendidas como instrumentos para la incidencia política, para la gestión y negociación de la planeación del desarrollo local que aportan a la construcción de paz.

En dichas agendas se plantea que la paz duradera y sostenible requiere, además del silencio de los fusiles, otros asuntos que en muchos casos se corresponden con los contenidos de los acuerdos, como son: el cumplimiento efectivo con lo dispuesto en la Ley de Víctimas 1448 de 2011; garantías para el acceso con calidad en derechos básicos como salud, educación, agua potable; disposición desde las administraciones locales para asumir y dar cumplimiento a las reformas institucionales que posibiliten mayor apertura democrática para otras expresiones políticas; programas de formación y acompañamiento a las dinámicas organizativas territoriales como una manera de fortalecer e incentivar la participación ciudadana; el desarrollo de acciones que permitan transformar las situaciones de inequidad y desigualdad entre las zonas urbanas y las rurales, incluyendo obras de infraestructura, en especial para las veredas y zonas más alejadas; programas que fomenten la recuperación del tejido social la convivencia democrática; el monopolio de la seguridad desde un enfoque de derechos humanos en las zonas donde las FARC han hecho presencia, el reconocimiento y respuesta efectiva a las necesidades de seguridad ciudadana rural y urbana (López, 2016:540). Además, estrategias que aporten a la reintegración de los y las excombatientes que lleguen a los municipios del Valle de Aburra5, entre otras propuestas.

Estos ejercicios que se hacen desde las reflexiones de la misma comunidad para la solución de sus problemas, se convierten en una posibilidad real para la toma de decisiones públicas y posibilitan el fortalecimiento de la participación ciudadana al defender y promover sus derechos e intereses, entendiendo el control ciudadano a la gestión pública como un escenario de empoderamiento.

 

Gestores y gestoras de paz

El segundo escenario de actuación del proyecto son los procesos de formación denominados Gestores y Gestoras de Paz, los cuales buscan aportar desde un enfoque de derechos humanos y diferencial en la transformación de prácticas, actitudes y valores cotidianos de los sujetos. Para ello los encuentros educativos invitan a sensibilizar, conocer y construir otras formas de relacionamiento; partiendo del reconocimiento de la experiencia y de las lógicas situacionales, poniendo en común acciones y propuestas para la convivencia y la paz. Además de hacer pedagogía sobre el proceso de negociación, conocer y apropiarse de los contenidos de los acuerdos desde la experiencia subjetiva de las personas participantes, es decir, desde las percepciones, temores o posibilidades que les genera la negociación.

Ahora bien, en el proceso de formación también se generan reflexiones sobre otros temas como: historia del conflicto armado, afectaciones a territorios y poblaciones, historia de otros procesos de negociación, experiencias organizativas que construyen memoria, convivencia y paz, y la mediación como instrumento para gestionar conflictos comunitarios; lo anterior, porque tenemos la convicción de que es necesario que la sociedad conozca y comprenda las dinámicas de la confrontación armada y las afectaciones y pérdidas que nos ha generado, para entender de mejor manera la importancia de la salida negociada al conflicto armado.

Es una manera de que hombres y mujeres que participan del proceso formativo conozcan los acuerdos logrados, se apropien, los validen y se impliquen en el seguimiento y la exigencia de su cumplimiento desde sus dinámicas territoriales; asimismo, que tomen consciencia en no repetir las mismas historias que nos llevaron a la confrontación armada, es decir la construcción de memoria como garantía de no repetición y aporte a la construcción de paz estable y duradera.

Finalmente seguiremos en la tarea constante de educar para la paz y “participar en la formación de una ciudadanía dispuesta a abordar responsablemente los cambios estructurales que el mundo necesita, en lo político y en lo económico. Es un trabajo a largo plazo, de generaciones, pero que no permite dilación”. (Labrador: 2000, 68). ¡Ese es el reto y lo estamos asumiendo!

 

Referencias

  • Hoyos, M. (2016). Documento de trabajo interno.
  • Labrador, C. (2000) Educación para la Paz y Cultura de Paz en Documentos Internacionales. En Contextos educativos, 3, 45-68. Universidad Complutense de Madrid.
  • López, C. (2016). ¡Adiós a las Farc! ¿Y ahora qué?. Penguin Random House Grupo editorial. Colombia.
  • Muñoz, F. (2000) La paz imperfecta. España: Ed. Universidad de Granada.
  • Región (2009) Palabras Más N° 12. Claves Pedagógicas desde el trabajo educativo en la Corporación Región. Medellín.
  • Revista Semana (2016) 100 periodistas nos cuentan los desafíos de la paz.

1Este documento es resultado de reflexiones del equipo de trabajo que hace parte de Ciudadanía para la Paz y retoma algunas reflexiones elaboradas por Mauricio Hoyos, socio, trabajador de la institución y coordinador del proyecto hasta abril de 2016 que fallece de manera inesperada.

2Para este Proyecto REGIÓN cuenta con el apoyo del Fondo Sueco-Noruego de Apoyo a la Sociedad Civil Colombiana –FOS, constituido por las Embajadas de Suecia y Noruega en Colombia.

3La region del Valle de Aburrá comprende los municipios de Barbosa, Copacabana, Girardota, Bello, Medellín, Envigado, Itagüí, Sabaneta, La Estrella y Caldas.

4Una muestra de esto fueron los resultados electorales de las dos vueltas de la elección presidencial de 2014, en la primera vuelta el 25 de mayo, la votación del Centro Democrático fue la ganadora en 9 de los 10 municipios del Valle de Aburra, con excepción de Girardota en el cual ganó el Partido Conservador, colectividad que también basó su campaña en ese entonces en el rechazo al proceso de paz.

5Como lo plantea Olga Rendón en la Revista Semana de julio de 2016, Antioquia ha sido el principal receptor de población desmovilizada en el país, de ahí la primera ciudad es Medellín, seguida por Bello y Apartadó, según cifras de la Agencia Colombiana para la Reintegración (Pag 82)


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