Por: Lucía González

Resumen

Destierro y Reparación, es una exposición que se propuso abordar el drama del destierro en Colombia, una de las mayores tragedias que ha tenido que enfrentar el país,  en el que miles de familias y comunidades enteras han sido obligadas a desprenderse de sus tierras, a abandonar sus pertenencias y a desligarse de su historia, su cultura y sus tradiciones. 


 

Sobre la exposición DESTIERRO Y REPARACIÓN O de ¿Cómo generar empatía frente al dolor del otro?

Los desplazados que recorren los caminos de la patria y deambulan por las calles de las grandes ciudades no son víctimas, como a veces se piensa, de un desastre natural; no son damnificados, ni representan el rostro del peligro, el miedo, la guerra, que los habitantes de las urbes parecen ver en ellos; no son bandidos ni guerreros, son en lo fundamental ciudadanos de pleno derecho, miembros de la colectividad nacional, sujetos productivos y capaces de desarrollar su vida en común, sólo que tuvieron la desgracia de habitar un territorio en disputa por los señores de la guerra, y fueron desarraigados violentamente de sus entornos vitales, despojados de sus pertenencias, maltratados en su dignidad y en sus derechos, y obligados por la fuerza a abandonar sus lugares de residencia y de trabajo, para dirigirse a cualquier parte, donde los persigue el estigma y los acompaña el abandono de los gobiernos, la hostilidad de los conciudadanos y la indiferencia de casi todos.” (María Teresa Uribe de Hincapié. Socióloga, docente en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Antioquia.)

 

Ya eran demasiados… y la gran mayoría de los ciudadanos no habíamos comprendido la dimensión de esta tragedia. Los medios mostraban la guerra, contaban muertos, uno tras otro, por montones. Las calles arrojaban a nuestros ojos evidencias del dolor de hombres, mujeres y niños sin lugar en el mundo… y sin embargo seguíamos sin saber esa tragedia qué tenía que ver con nosotros. Apelamos entonces a la potencia comunicativa del arte, de las prácticas culturales, a todas las disciplinas posibles, para reflexionar y abrir la pregunta por la dignidad del otro y nuestra propia dignidad, en medio de este destierro infame que ha vivido (y sigue viviendo) Colombia.

Si corresponde al arte ser testigo activo de la historia y construir lenguaje para nombrar lo que sucede, se intuye o se siente, para nombrar lo innombrable, la misión de los Museos no puede limitarse a recoger estos testimonios del pasado para hacer de ellos lecturas póstumas. Hay una memoria que nos marca, construida de valores y hábitos culturales, de maneras de expresar y resolver, que constituye nuestro presente, sobre el que asumimos incidir como imperativo ético.

Destierro y Reparación se propuso con el fin de generar una reflexión que conmoviera y sensibilizara acerca de la magnitud y las implicaciones del drama del destierro en Colombia, la mayor tragedia humanitaria del hemisferio occidental. Reconociendo que este hecho tiene que ver con los principios morales y políticos que nos definen como nación, que tiene que ver con todos nosotros, que afecta nuestra dignidad y el estado social de derecho de todos los ciudadanos, buscamos promover un compromiso extendido al conjunto de la sociedad, que contribuyera a frenar las causas del despojo incesante al que han sido sometidos millones de colombianos, y estimulara el compromiso por la reparación material, espiritual y cultural de estas comunidades, más allá de los compromisos que tiene el Estado, como camino hacia la reconciliación. El proyecto Destierro y Reparación se planteó como una posibilidad de entender y sentir que el desplazamiento es una crisis de humanidad en la que estamos todos comprometidos. Esto, para resistir a la ceguera social frente al éxodo de millones de personas a quienes no se les reconoce de manera eficiente sus derechos humanos. Conocer la problemática es un logro, pero re-conocerla, en el sentido de hacerse cargo de ella y el propósito fue asumir que tiene que ver con cada uno de nosotros.

El proyecto de Destierro y Reparación, promovido por el Museo de Antioquia, desarrollado con el soporte académico de la Corporación Región1, un Comité Curatorial2 designado para este fin y un equipo de apoyo conceptual3 , realizado entre septiembre y noviembre de 2008, tuvo como reto conectar a las personas del común con la dura realidad del país, insensibilizadas por la avalancha de información acerca del conflicto, por la infinidad de imágenes de abandono y miseria de nuestras esquinas, por la dimensión inconmensurable de una tragedia que no sabíamos cómo abordar, reconocer ni solucionar. También se pretendió sensibilizar a aquellos que perciben a estas personas expulsadas de su territorio no como víctimas, sino como actores del conflicto, incapaces de reconocer ese padecimiento –el destierro– que ha sido uno de los peores castigos en la historia de la humanidad. Esto, en consonancia con la propuesta institucional de hacer del Museo una entidad que sirviera a la construcción de una reflexión crítica sobre la historia de Antioquia y Colombia, y a la inclusión de las voces acalladas en los guiones hegemónicos tradicionales de este y casi todos los museos del mundo. Este amplio y ambicioso objetivo fue posible gracias al trabajo conjunto de 76 instituciones de carácter social y comercial, las cuales se sumaron a la misión y quisieron abordar esta tragedia desde otras miradas y lenguajes.

Para ese entonces, el 8% de la población colombiana –alrededor de tres millones 500 mil personas, y hoy suman un poco más de 7 millones– había salido de manera violenta de su tierra y ambulaba dentro de sus fronteras (sin contar los que habían ido al exilio). Individuos, familias y comunidades enteras habían sido obligadas a desprenderse de sus tierras, a abandonar sus pertenencias y a desligarse de su historia, su cultura y sus tradiciones. Para ellas, el huir se había impuesto como una de las maneras para garantizar la supervivencia en medio de un entorno violento, de un contexto expulsor, como una estrategia de guerra que despoja a unos para favorecer la redistribución y el dominio táctico territorial de ciertas zonas entre otros. El destierro y el desarraigo por razones forzosas no son una consecuencia colateral de la guerra; por el contrario son un resultado buscado, para beneficio de unos cuantos que buscan acumular tierras ricas y productivas, y seguir sumando al vergonzoso índice de acumulación de la tierra, que a 20164 estaba en 89,7 por ciento, una desigualdad desmesurada, lo que ratifica que Colombia tiene mucha tierra rural, pero en pocas manos.

Propusimos cambiar la palabra “desplazados” por “desterrados”, porque ésta sólo connota movimiento y niega la tragedia indigna que ese desarraigo representa en la vida social e íntima de estas personas. Niega que en el centro de todo está la histórica contrarreforma agraria que avanza sin límites morales ni legales, a lo ancho y largo de nuestro territorio; aún hoy, después de un proceso de paz y un nuevo intento por una reforma rural integral pactada en el Acuerdo de la Habana (Nov 2016). Seguimos necesitando ahondar en las lógicas del poder, el terror y la guerra para entender qué pasó, qué está pasando y qué sigue ahora, y así encontrar una salida a esta centralidad del problema de la posesión de la tierra en Colombia.

Nos propusimos entonces levantar la voz, hacer algo llamativo, a partir de 5 ejes de trabajo transversales a toda la programación y la exposición misma: 1) Antecedentes históricos, 2) Casos emblemáticos, 3) Impactos del desplazamiento forzado, 4) La reparación a las víctimas del desplazamiento forzado y 5) La situación de destierro y refugio en el contexto internacional. Esto, para hablar desde muchos lugares –las obras de arte, las canciones, el cine, la política, la economía el psicoanálisis, la historia, y muchas otras disciplinas–; ocupar siete salas del Museo y muchos espacios públicos; construir una agenda académica y artística con más de 40 programas y temas (seminarios, conversatorios, obras de teatro, conciertos, rituales, entre otros,) para ver si por algún lado surgía del corazón la empatía por los desterrados de esta patria y comprensión por las razones absurdas de la guerra. Entonces pensamos el componente expositivo del proyecto como una experiencia que nos ayudara a acercar esa realidad, como un “estar juntos”, sumando estéticas e historias, sin distinguir categorías, con la pretensión de cuestionar el lugar de privilegio que usualmente han ocupado dentro de las narraciones históricas y museales las producciones simbólicas que denominamos Arte.

1lahuida

La Huída, Rafael Saenz

2SanCarlos

San Carlos, Antioquia (2003). Jesús Abad Colorado

3Paraiso

Paraíso, Luigi Baquero

Las obras del fotógrafo Jesus Abad Colorado fueron el eje del guion curatorial, que dialogaron con “obras canónicas” (como las pinturas realizadas por maestros de la historia del arte local como Pedro Nel Gómez, Rafael Sáenz, Débora Arango o Francisco Antonio Cano); junto a otras producciones hechas por artistas contemporáneos; producciones fotográficas y de video hechas desde una pretensión documental y piezas hechas por y desde iniciativas comunitarias (Telones de Granada, Memorial de Bojayá, etc.) a lo que se sumaron fotógrafos internacionales, artistas contemporáneos –algunos con obras ya producidas y otros con trabajos colaborativos y relacionales, además se sumaron instituciones y corporaciones, como Conciudadanía, que aportó el telón Nunca Más y pinturas realizadas por víctimas del oriente antioqueño.

El impacto de los espectadores nos ratificó que había una terrible ignorancia sobre el tema en todos los sectores sociales. La apuesta de contar desde el arte permitió conmover. Sin más discurso que la presencia misma del dolor, el abandono y el despojo, nos puso a todos de cara a una realidad brutal que pasa por el cuerpo y nos hace sentir en carne propia lo que la vida nos estaba restregando hace tiempo. Los artistas lograron atraer el interés de quienes nos aproximamos a sus obras y permitieron un acercamiento que no dan la academia ni los discursos de los políticos, el gobierno o las instituciones. Los raperos y los punkeros hablaron de los habitantes que llegan a sus barrios, desplazados por la violencia; los psicoanalistas, del impacto brutal de este despojo en el ser y en la cultura; los economistas, de lo que significa para Colombia ese desprecio por el campo y sus campesinos y el costo de tener deambulando por la ciudades hombres y mujeres sin un trabajo, sin un amparo; y así… voces de muchos saberes y rincones se sumaron para que este evento significara algo para la historia de Colombia. Por eso, después de esos dos meses y de no permitirnos el sentimiento de impotencia como la respuesta más fácil, todos aquellos que participamos de este proyecto tuvimos por lo menos algo para decir en voz alta. Y seguimos pensando que el arte y la cultura tiene aún una inmensa tarea por explorar para hacer de Colombia el país en el que todos podamos vivir en dignidad.

ERRANTE DIAMANTE
La agrupación colombiana de rock colombiano Aterciopelados se unió al proyecto DESTIERRO Y REPARACIÓN componiendo y produciendo la canción “Errante Diamante”.

Yo me fui porque me tocó
pero allí dejé mi corazón,
dejé la vajilla y el televisor,
dejé mi casita, mi terruño, mi azadón.
Cambié mis paisajes, mi brisa serena,
por fríos semáforos y sucias aceras.
Cambié árboles de frutas por pedir limosna en la ruta.
Dejé mis muertos sin enterrar por el río
bajaba la subienda criminal.
Soy viajero de ausencias, cargo a cuestas
mi morral llenito de miedo y de soledad.
Pero si sigo vivo, por algo ha de ser.
Pa’lante, pa’lante,
errante diamante.
Un héroe ambulante, para santo aspirante.
Que el velo se levante.
La verdad escalofriante y sus miserias se destapen.
La justicia haga parte de esta historia espeluznante.
Que la fe radiante vuelva a acompañarte.
Valentía tan gigante y una fuerza tan brillante.
Tú pa’lante, tú aguante,
errante diamante.

 

memoria, duelo, desplazamiento, conflicto armado, destierro

 


1 Luz Amparo Sánchez, Marta Inés Villa, Ana María Jaramillo, Cecilia Giraldo, Catalina Cruz, Jorge Castillo. 

2 Alberto Sierra Maya (Curador Jefe del Museo de Antioquia), Juan Alberto Gaviria (Director de la galería del Centro Colombo Americano de Medellín), Jaime Cerón Silva (Docente, crítico de arte y curador independiente) y Conrado Uribe Pereira (subdirector de curaduría del Museo de Antioquia)

3 Javier Ciurlizza, Catalina Díaz, ICTJ, NEL (Nueva Escuela Lacaniana), Programa de Atención a Víctimas del Conflicto Armado de la Alcaldía de Medellín, Acción Social, Programa de atención a la población
desplazada, Comité Departamental de Antioquia -Dapard-, Eduardo Arias, Revista Semana. 

4 Según el IGAC. 2016.