Por: Maria del Rosario Escobar

Resumen

A través de las exposiciones y proyectos que ha tenido el Museo de Antioquia a lo largo de su historia, Maria del Rosario nos relata cuáles son las formas reales en las que el arte puede asumir la tarea de reconciliar, en un país en el que es urgente vivir en tiempo presente.


Llevamos casi tres décadas preguntándonos por el valor y el protagonismo que deben tener el arte y la cultura en procesos sociales conducentes al cambio de paradigmas, a la generación de soluciones a los problemas de violencia e inequidad y a la construcción de ciudadanía y participación en Colombia. Esta pregunta surge ante la necesidad de crear una polifonía de respuestas, pues en otros escenarios de la historia del país, han sido lentos en sus propósitos o han optado por repetir incesantemente las viejas fórmulas, creando así una tensión que termina siendo campo fértil para que sea el sector cultural el que aporte hechos de inmenso valor y creatividad. La brecha entre lo propuesto y su impacto se evidencia en qué los alcances obtenidos aún no penetran otros espacios de la sociedad. El puente de comunicación y reconocimiento aún está por tenderse.

Lo cierto es que, mundialmente, los museos llevan tres décadas en un proceso de auto análisis que les ha hecho cambiar sus planteamientos y moverse de un escenario de conservación a otro de interacción; gracias a ello han generado prácticas inéditas, nociones críticas, crisis económicas, nuevos eventos y una diversidad de miradas que los han convertido en el centro de las reflexiones académicas y hasta uno de los focos más rutilantes del turismo cultural. Todo ello por el deseo de no claudicar en la eme de mausoleo.

En Medellín, el proceso de nuestros museos no ha estado ausente de la primera pregunta: la pertinencia de una institución en un contexto que demanda lo mejor de cada uno para la búsqueda de una nueva realidad ciudadana; y la segunda: la de la reinvención de la idea misma de conservación y comunicación de una colección de arte. El resultado, en ambos casos, es de una riqueza cultural enorme pues el proceso está activo. 

La historia del Museo de Antioquia da cuenta de un proceso riquísimo que desde 1999 y hasta hoy, ha amplificado su quehacer de una manera valiente y retadora hasta de sus propios cimientos. En el año 2000, a sus ciento veinte años de creación, esta institución experimentó una renovación urbana que le permitió exhibir su colección en el antiguo Palacio de Calibío y retomar su posición en el centro de Medellín como eje de su acción y efecto mismo de su historia. La creación de la Plaza Botero, una decisión sin precedentes en la moderna Medellín, privilegió la ubicación de 21 esculturas en el lugar que antes ocupaba un edificio que fue demolido para la generación de nuevo espacio público en el centro de la ciudad, y con ello, se consolidó un eje de ciudad que buscaría, a partir de ese momento, a las comunidades con programas y exposiciones emblemáticas como: Museo y Territorio, Destierro y Reparación, Antioquias y Contraexpediciones; los remontajes de las salas permanentes denominadas: El barro tiene voz, Historias para repensar y Promesas de la modernidad; todas con un hilo conductor: la necesidad de presentar, desde el Museo, una respuesta crítica a los problemas del país y una invitación a entender la propuesta curatorial desde los siguientes principios:
• Una visión crítica frente a las nociones y preconcepciones de los paradigmas del territorio y la historia, que se comparten desde el arte.
• La apropiación social del arte.
• Un liderazgo sobre la ciudad y en particular sobre su centro, lugar de influencia fundamental de nuestra Institución.

Contraexpediciones Contraexpediciones
elbarriotienevoz
El barrio tiene voz 

El Museo entonces ha integrado estos conocimientos, principios y experiencias, para que, desde su infraestructura y su trasegar, se trace un nuevo frente permanente y consolidar una institución comprometida con la misión del cambio social, a partir de las plataformas que el arte puede ofrecer para crear un escenario de diálogo y reconciliación con la dignidad y el reconocimiento de los múltiples otros, excluidos, invisibilizados y hasta empobrecidos, que pueblan todos los escenarios de la vida social en nuestro contexto.

promesas

Promesas de la modernidad

Museo 360

Retomemos nuestra historia institucional, que es también la historia de la ciudad. En el antiguo Palacio de Calibío se asentaron, desde 1936 y hasta la década del ochenta, la Alcaldía y el Concejo de Medellín. Esta magnífica obra, patrimonio de la nación, inicialmente con vocación pública, está dotada en su frontis de puertas que sirvieron de centros de atención a la ciudadanía. El edificio fue adquirido por Empresas Públicas de Medellín en 1999 para instalar su central telefónica. Con el cambio de vocación, la fachada se cerró e inclusive se reforzó internamente con muros de concreto que protegían lo que adentro se conservaba.

Con la llegada del Museo, el cierre de la fachada se conservó y con ello se fortaleció la estructura de caja blanca que privilegia el cuidado de la colección, siendo esta una de las funciones fundamentales de cualquier museo. Tantos años del Palacio de Calibío concentrado en su interior dio como resultado, entre otras cosas, la especial comunicación y proyección del Museo hacia Carabobo, dejando pendientes las demás calles y carreras: Cundinamarca, Calibío y la Avenida de Greiff. Dos hechos nos sirvieron de antecedente para retomarlas con una nueva actitud: la tienda Mola y las diferentes ediciones del Encuentro Internacional de Arte, MDE.

En los primeros años del Museo en este edificio, una tienda de artesanías colombianas ocupó la zona de Cundinamarca Norte: Mola era su nombre y funcionó con bastante éxito, siendo la primera que en la ciudad recogía el diseño local. Esta iniciativa cerró y unos años después el MDE15 se apropió de ese antiguo espacio de la tienda como nueva zona de exhibición temporal.

El tercer ingrediente del proyecto Museo 360 lo aporta un interrogante fundamental por la relación entre el Museo y su comunidad circundante. Formular esta inquietud de una única manera es un proyecto permanente; la pregunta es el cómo, es decir, cuáles son las formas reales en las que el arte puede asumir la tarea de reconciliar en un país en el que es urgente vivir en tiempo presente.

El centro de Medellín es diverso, múltiple, mutante y hasta escurridizo. La constante es su variabilidad. Nada está quieto, y si algo se detiene es porque o acecha o participa en la cadena de supervivencia a la que está sometido todo allí. Las gentes caminan a pasos largos, las carretillas, los carros y los peatones se disputan también. Los buses no corren, vuelan. Y así, la dinámica es más bien una hiperactividad que algunos llamarían caos y otros lógica. Un museo no es así, su tiempo es el del reposo y la conservación. El nuestro, el de Antioquia, es una presencia rotunda, callada y profunda. Pero lo cierto es que de alguna forma esta velocidad lo toca o lo cambia.

El proyecto Museo 360 modifica ese ritmo tradicional al permear la calle con el adentro de la institución, el público con las comunidades, el arte con las preguntas diarias, pero sobre todo, la ciudad y sus contradicciones.

Hace dos años decidimos abrir tantas puertas como fuera posible en las tres fachadas sobre Calibío, Cundinamarca y la Avenida de Greiff. Esta periferia de nuestro edificio hacía las veces de un muro sólido en el que las puertas lucían casi como parte de una muralla. Hacia adentro, algunas estaban canceladas por viejas paredes de concreto que fueron construidas para proteger el interior del edificio del terrorismo o la inseguridad. Como un símbolo y una nueva realidad, las abrimos. Por delante de las maderas, se ubicaron vidrios que permiten ver a través de ellos y crear nuevas salas de exhibición. Son un poco más de setecientos cincuenta metros cuadrados nuevos para el arte y, como ya se ha dicho, para trabajar con las comunidades.

Esta actitud, expresada en y desde el edificio, también se irradia hacia Calibío, la Casa del Encuentro y el parqueadero. El nombre de Museo 360 obedece a la visión circular, abrazadora y totalizante de las áreas que el Museo impacta. La circunferencia como un principio, una actitud y una búsqueda de reciprocidad e igualdad.

Hemos acompañado estos movimientos físicos con programas como: Residencias Cundinamarca, Diálogos con sentido, La escuela en el Museo, Vive la Plaza, entre otros. En todos ellos, los artistas convocados son invitados a llevar, de nuevas maneras, la colección y su propia obra a generar una conversación creativa con las comunidades que se citan para este fin. El resultado, siempre innovador, ha resultado ser una plataforma de reconocimiento de gran vitalidad para niñas, niños, y principalmente, mujeres; Así como también, para personas que realizan oficios y quehaceres en la vecindad del Museo y hoy han pasado a ser cogestores de nuestra agenda y nuestra voz.

residenciascundinamarca

Residencias Cundinamarca

vivelaplaza

Vive la Plaza

 

Las Guerreras del Centro y las comunidades experimentales

Un capítulo especial nos merece el proyecto Nadie sabe quién soy yo, dirigido por la artista Nadia Granados, del programa Residencias Cundinamarca. Este performance hoy, luego de casi seis meses de presentaciones continuas en el auditorio de la Casa del Encuentro y La esquina del Movimiento, como parte de la exposición 69 noches, ya integra la vida cultural de la ciudad como una iniciativa independiente del Museo de Antioquia.

nadiesabequiensoyyo

Nadie sabe quién soy yo

Ha sido una constante preguntarnos por las formas de relación y conversación con las mujeres, adultas y adolescentes, que viven y trabajan en los alrededores de la Plaza Botero. Sus caras, vidas y cotidianidad están ligadas al ritmo institucional, pues compartimos el espacio, el tiempo y, de alguna forma, el destino de la ciudad. Las Guerras del Centro han escalado a una altísima potencia, directa y desafiante. En su nombre mismo, Residencias Cundinamarca, como grupo, incluye esa pregunta y esa conexión. Su consolidación, pues ahora quiere ser corporación cultural, nos mostró la fuerte capacidad comunicativa del arte y también, el lugar del Museo en la reconciliación y la dignidad.

Hoy exploramos la noción de comunidades experimentales como una idea cercana a los laboratorios de creación con quienes son convocados por nosotros y los artistas, para generar espacios de encuentro y diálogo que nos vinculen en entornos y tiempos determinados. Aunque nuestro compromiso con las comunidades de la ciudad es permanente, el horizonte de trabajo se enmarca en procesos de investigación y experimentación, a la manera que el arte lo propone y así, bajo esta premisa, lo constante se acompaña de lo efímero para generar un movimiento intensamente creativo, centrado en el proceso y en el acto mismo del encuentro entre aquellos que difícilmente lo hacen en la ciudad. Públicos, estudiantes, docentes, artistas y comunidades–creadoras, unidas en torno a la exposición, el espacio de creación, el laboratorio experimental y el análisis crítico.

De esta manera, el Museo alcanza un objetivo pertinente, siempre transformado y transformador. Esto también lo hemos visto en proyectos de residencia como la Biblioteca Troglodita de Juan Moreno, quien incluyó y devoró para transformar a la institución con sus archivos, bodegas y hasta reciclaje; el proyecto Estómago, del Honorable Cartel, que convocó en torno al comer y la serigrafía comestible; Veracruz Estampa, que con un proyecto de serigrafía y estampación llegó a renombrar la institución llevándola a pensarse en femenino como una Musea donde de nuevo la postura de género se hace presente.

bibliotecatroglodita
Biblioteca Troglodita

veracruzstampa

Veracrúz Estampa

Finalmente quiero decir que desde el Museo de Antioquia seguimos sumando y nos proponemos hacerlo con resistencia y con valor, como este país lo requiere.

De la reconciliación queremos tender los puentes, las mesas, los banquetes, los espacios y el tiempo, porque es de esto que el arte más sabe y la cultura es lo único que lo alienta.

En tiempos de velocidad, acelere e impaciencia, queremos proponer este abrazo circular, lento, envolvente, sereno, y, sobre todo, sincero.

 

 

Palabras clave:

Memoria, desplazamiento, cuerpos, conflicto armado, destierro, fotografía