Opinión

Lunes, 11 Julio 2016 08:01

Es urgente una pedagogía para la paz

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Después del acuerdo sobre el fin del conflicto y las propuestas recientes para avanzar en lo que quedaba pendiente del punto sobre participación política, es muy probable que la firma del acuerdo final esté muy cerca.

 

Este será un gran paso y como institución nos sumaremos para hacer de ese día la gran fiesta por la paz y la reconciliación. Celebraremos la oportunidad más importante en las últimas décadas, la de terminar con la guerra y avanzar hacia la profundización de la democracia.

La tarea no será fácil y apenas comienza. Aún no sabemos qué decisión tomará la Corte Constitucional con respecto a la fórmula de refrendación pero, según se acordó en la Mesa de negociaciones,  está garantizado algún mecanismo de consulta popular. Y aunque según las encuestas recientes ha aumentado el número de personas que votarían por el Sí en un eventual plebiscito (36%), nos preocupa el porcentaje de personas que votarán por el No (25%) y las que saben que no votarán (36%). Es demasiado alto: alrededor del 61%. (Revista semana, 3 al 10 de julio).

Frente a la posibilidad de transformar esta tendencia en una opción mayoritaria a favor de la finalización negociada del conflicto armado, es urgente retomar una pedagogía de paz que informe y sensibilice a la población sobre las bondades de este proceso y de los acuerdos alcanzados. Esa es una tarea en la que poco se ha avanzado.

A la vez hay que considerar juiciosamente el significado de estas tendencias de opinión, pues demandan acciones distintas. Claramente se deduce que un porcentaje importante de la población no le camina y no le caminará al acuerdo y, tenemos que decirlo, no es por falta de información; se trata de una postura basada en la desconfianza absoluta en las Farc y en Santos, en la convicción de que es posible una derrota militar y solo se justifica hablar con un enemigo vencido, y en que para este enemigo solo existe la posibilidad de una justicia centrada en el castigo penal de sus accione. Esta postura está además atravesada por una tremenda simplificación de lo que se juega en la negociación, por la tergiversación de algunos de los contenidos de los acuerdos y la estigmatización de quienes están a favor. Con este segmento de la población debemos asumir una actitud respetuosa y valorar sus argumentos, puesto que hacen parte del país y con ellos tendremos que construir el camino que sigue. Así no guardemos esperanzas de cambiar su opinión, no podemos caer en la violencia verbal y mucho menos en la física. En todas las conversaciones cotidianas — con taxistas, tenderos, vecinos, en los chat familiares y de amigos, en la universidad o el trabajo— se hace evidente lo difícil que es discutir serenamente y con argumentos y por eso la mayoría de las veces optamos por no poner el tema de la paz pues suele terminar en gritos, enojos o insultos o simplemente nos autoexcluimos para evitar conflictos. ¿No será mejor encontrar una manera de escuchar y de demostrar con nuestra actitud que queremos lograr la paz también con los que están por el No?

Otro segmento de la población es indiferente y seguramente no votará en la consulta. Dicen no estar a favor ni en contra; lo que se firme en La Habana les tiene sin cuidado porque piensan que no les compete. Con ellos la tarea es más dura. Es necesario intensificar una labor de información sobre lo que ha pasado y lo que se juega, de difusión de los acuerdos, de sus contenidos y alcances. Pero, sobre todo, de sensibilización. Hay que ayudar a comprender las terribles consecuencias que la guerra ha dejado en la humanidad y particularmente entre las víctimas, apelando a sentimientos de compasión y también de indignación ante una guerra que jamás decidimos. Pero asimismo acudir a la esperanza, a lo que significa imaginar y vivir en una sociedad en paz, en una sociedad sin miedo, donde sea posible la diferencia; en una sociedad en la que los grandes recursos que se han invertido en la guerra sean reorientados hacia el bienestar y el desarrollo, en las que las diferencias sean dirimidas a través de la palabra y los argumentos, y las ideas políticas sean defendidas sin la mediación de las armas. Tal vez así, apelando a la compasión y a la imaginación, podamos transformar la indiferencia.

Finalmente, con el sector de la población que ya está convencida de que la salida negociada es la única posible para un conflicto armado que ha agobiado casi medio siglo de la vida de nuestra nación, dejado millones de víctimas, obstaculizado las posibilidades de desarrollo y bienestar, y la vivencia a plenitud de la democracia, también queda una tarea por hacer. Es necesario seguir contribuyendo a que se conozca y profundice el sentido de lo acuerdos, su complejidad, la incertidumbre y lo inacabado de algunos de los puntos acordados, avanzar en la identificación de las posibilidades de participación que tiene la sociedad no solo en el diseño sino en su implementación, y ayudar a crear desde ya capacidades para hacer seguimiento y control de la gestión pública.

En esta perspectiva, en el marco de la plataforma Común Acuerdo impulsada por Viva la Ciudadanía, aportamos a la producción y circulación de material pertinente; con nuevos lenguajes, imágenes y maneras de  contar, creamos dispositivos que sirvan para alimentar la conversación cotidiana, el trabajo educativo, la reflexión. Con la cartilla Dudas y claridades sobre los acuerdos de paz... ¡bien explicadito!, nuestra primera publicación, conseguimos clarificar algunos de los puntos más polémicos y más tergiversados.  Esperamos que sea un material útil para cumplir con esta enorme tarea de hacer pedagogía sobre los acuerdos de paz, y que además sea una invitación para desplegar la creatividad y encontrar maneras de intercambiar sobre los sentidos que la paz está movilizando, los sentimientos que suscita, las dudas, las polémicas. Necesitamos construir una red de multiplicadores con información y actitud para el diálogo y el debate, crear espacios y oportunidades para la conversación en la cotidianidad.

Como muchos otros lo han dicho, la firma de los acuerdos de La Habana es un paso muy importante para lograr un país en paz, pero no es ni el primero ni el último. La construcción de paz le ha costado un inmenso trabajo a muchos sectores de la sociedad civil desde antes la negociación y aun así la tarea más fuerte seguirá después. Por lo pronto, deseamos que el día de la firma de los acuerdos llegue sin más tropiezos, que los diálogos con el ELN avancen para que sea posible una paz más estable y duradera, que cada vez más personas aceptan el reto de entender lo que nos jugamos con este paso y entre todos podamos imaginar lo que significa vivir en paz… y que, quienes se oponen, nos dejen saber sus argumentos, sin mentiras, sin insultos. Porque todos, finalmente, seremos protagonistas de la reconstrucción de nuestro país.