Cortesía: Tonny Evanko Cortesía: Tonny Evanko
 Por: Tony Evanko

Resumen

Tony Evanko, a través del video y la instalación, pone en evidencia el poder de la palabra para afrontar el duelo. Su trabajo logra exponer los efectos del destierro y la necesidad de la catarsis, de la expresión del dolor, y propone una mirada que nos permite entender que en esta guerra los victimarios y perpetradores también se suman a la eterna cadena de víctimas.


¿Es posible reparar la vida de una persona o de una familia que ha presenciado la muerte de sus familiares y amigos, o de quienes han sido forzados bajo amenaza de muerte a huir de su hogar y su comunidad para comenzar una nueva vida en otro contexto? ¿Es posible reparar un país después de más que 50 años de violencia, masacres, desapariciones y desarraigo? Estas preguntas inspiraron la obra La pérdida y el duelo, realizada para la exposición Destierro y Reparación, en el Museo de Antioquia (2008). El proceso incluyó la investigación, el trabajo de campo, la experimentación y consideración de alternativas y la realización de la obra.

Al comienzo del proyecto el título de la exposición sonaba demasiado utópico frente al reto de la reparación, y consideré que valía la pena empezar la investigación con la definición de la palabra “reparación.”

La Real Academia Española la define así:

1. f. Acción y efecto de reparar algo roto o estropeado.
2. f. Desagravio, satisfacción completa de una ofensa, daño o injuria.
3. f. Acto literario y ejercicio que hacían en las escuelas los estudiantes, diciendo la lección, y en algunas partes, arguyendo unos a otros.

Las primeras dos definiciones implican un arreglo completo, remiten a la pregunta sobre la imposibilidad de reparar las vidas o las almas de las personas y el país. Pero la última definición, al referirse a la discusión y al debate, deja abierta la probabilidad de no llegar a un consenso o a una clausura completa de la ruptura física, ética y emocional. El conflicto en Colombia ha pasado factura a nivel individual y colectivo, y en todos los niveles fue necesario considerar el desarrollo de la obra desde esos dos puntos de vista.

El acompañamiento que al comienzo del proceso brindaron Luz Amparo Sánchez y la Corporación Región a todos los artistas, con la exposición sobre la complejidad tanto humana como política y la claridad de la información referente a la injusticia y la inmoralidad, llamó la atención sobre las causas y efectos del conflicto y la necesidad y la potencia de ofrecer un acto concreto de reconocimiento al dolor de todos los actores involucrados en el conflicto. Así, se determinó la importancia de realizar una obra simbólica y al mismo tiempo catártica.

La siguiente cita del padre Javier Sanín describe bien el fenómeno del desplazamiento:

Ser desplazado es no entender nunca por qué te hicieron huir de los fuegos encontrados de bandas a las que jamás llamaste, de gentes que vinieron a sacarte de lo tuyo, de un Estado que no respondió al pacto fundamental de defenderte la vida, los bienes y la honra. Ser desplazado es haber quedado víctima de una batalla estratégica donde otros se jugaron tu existencia para obtener dividendos en una balanza de poder en la cual no pesabas. Ser desplazado es arrancarte a la fuerza de tus eras de rábanos y zanahorias, de la platanera y el naranjal, para llegar cansado a comprar papas fritas empacadas, sardinas enlatadas y refrescos cuyo gas rebota en la garganta”. (Conferencia Episcopal de Colombia, 2006, p. 6)

Por haber perdido familiares en situaciones trágicas, sabía que aunque estas experiencias se comparten entre todas las víctimas, cada individuo elabora su pérdida y dolor de forma distinta, y que los procesos para reconocer la pérdida y completar el duelo son importantes en el transcurso de la sanación. Por esta razón se investigó sobre los aspectos psicológicos implicados en estos procesos, con la asesoría de psicoanalistas de la Nueva Escuela Lacaniana y a través de otras fuentes; así se identificaron cinco fases del duelo: la negación, la rabia, la negociación, la depresión y la aceptación.

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Foto: Cortesía: Tonny Evanko

También se consideró necesario exponer por lo menos algunas de las causas del destierro y la pérdida de la vida. La naturaleza de una guerra basada en las diferencias políticas entre grupos formales e informales tiende a generar dinámicas de desconfianza entre los actores directamente involucrados en el conflicto y la comunidad en general, cuyas acciones, en cualquier situación, pueden ser interpretadas como colaboración con el enemigo. Otras actividades relacionadas con el conflicto armado, el narcotráfico y los proyectos de desarrollo neoliberal como el cultivo y venta de coca y la producción de la palma africana, han tomado su propio protagonismo en las dinámicas de destierro. La coca representa un negocio ilegal tan lucrativo y de tal magnitud que cualquier amenaza real o sospechada puede ser solucionada con el asesinato y/o la amenaza de muerte. El deseo de ampliar los cultivos de palma africana para la producción de biocombustibles y aceite de palma para la industria y la gastronomía, también ha provocado el desarraigo.

La investigación reveló cifras abrumadoras de hasta 4.500,000 personas afectadas y 14,000 desaparecidas, por lo cual se consideró necesario incluirlas en la obra para humanizar dichas cifras con los rostros de algunas de las personas representadas en ellas; fue así que se contactó la organización Esperanza Madres de la Candelaria y nos proporcionaron archivos con nombres y fotos de su base de datos.

Con el fin de abordar directamente los temas de pérdida y duelo, se escucharon y grabaron historias de personas directamente afectadas y se contactaron habitantes del barrio La Torre, arriba de Santo Domingo Savio. Muchos de estos habitantes son de la primera generación de personas desplazadas que llegaron desde varios municipios y zonas rurales de Antioquia y sus alrededores.

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Cortesía: Tonny Evanko

En la primera reunión se explicó el proyecto y se conoció el barrio y en la segunda, se grabaron entrevistas con doce personas dispuestas a hablar y contar sus historias. Aún con los aspectos miedosos y trágicos de sus vivencias y a pesar de haberles preguntado específicamente sobre sus pérdidas y su proceso de duelo, ninguna de ellas se quedó en el pasado ni en la lástima o autocompasión y nadie lloró al exponer su testimonio. Al pensar en las cinco fases del duelo se evidenció que estas personas, por razones que provienen de las circunstancias de su desarraigo apresurado y la necesidad de empezar sus nuevas vidas, no habían pasado por todas ellas y llegaron directamente a la aceptación de su experiencia. La doctora Beverly Raphael en el texto La medida del duelo habla de las circunstancias que pueden provocar esta reacción:

Según Raphael (1995), con la aniquilación de su familia o grupo, guerra, guerra étnica y genocidio, la cantidad del dolor puede ser demasiado duradera y abrumadora, demasiado completo, y el duelo no puede ser posible. El duelo puede percibirse como algo que no se puede permitir y el duelo se entierra en el trauma, ya que se considera demasiado doloroso para sobrevivir. Las víctimas de traumas severos pueden terminar en una "etapa congelada", donde no pueden llorar (ibíd.).

El análisis del espacio para la exhibición reveló la posibilidad de montar dos proyecciones de videos: una sobre el tema de la pérdida y otra sobre el duelo. Pero las entrevistas no brindaron el material necesario para los videos tal como se concibieron originalmente, así que se decidió usarlas con las historias de las víctimas y contrastarlas con los videos descriptivos de los procesos de duelo que hicieron las psicoanalistas; se enfocaron los ojos de las víctimas y las bocas de las psicoanalistas como mecanismo diferenciador entre los que saben y hablan de las teorías del duelo y quienes vieron las tragedias y presenciaron los cambios de vida.

 

Hasta aquí he considerado el primer aspecto identificado para incluir en la obra: las causas y efectos del destierro, pero falta el proceso catártico para abordar el tema de la reparación. El hecho de que ninguna de las víctimas llorara cuando relató su experiencia generó la pregunta sobre cómo reconocer que el llanto es sanador, es decir, ¿cómo facilitar que retrocedieran por lo menos un paso en el proceso del duelo, a la depresión? Así se conceptualizaron los “lacrimatorios” como símbolos de la tristeza general e individual y la necesidad de expresarla.

En otros países, la verdad ha sido un aspecto fundamental en los procesos de reconciliación y reparación. La solicitud de las familias de los desaparecidos de conocer las historias, tal como sucedieron, muestra que la oportunidad de decir y escuchar la verdad tiene un rol valioso y fundamental. Con el fin de generar una especie de catarsis fue necesario crear, como parte de la obra, un espacio para contar la verdad de forma anónima y segura. Así se decidió organizar un intercambio: una historia por un collar del lacrimatorio.

La instalación final fue concebida como una sala de reflexión y catarsis. Se aprovechó la arquitectura para forrar el salón con papel de colgadura impreso con los rostros de miles de desaparecidos y se simularon cultivos de coca y palma africana. Ese material doméstico nos recuerda como la violencia, la tristeza y el duelo se han vuelto tan cotidianos que ya cobijan todos los aspectos de la vida de la sociedad colombiana y casi son considerados normales. Adentro, en las paredes de los extremos de la sala, se proyectaron los dos videos: el de las imágenes de víctimas anónimas y el de las psicoanalistas, cuyas historias y diálogos simultáneos crean un ambiente confuso y desorientador, como la experiencia misma del desplazamiento o la pérdida de un ser querido. En la mitad de la sala se colgó la lluvia de los lacrimatorios para recordarnos la importancia de llorar y darnos permiso para hacerlo. Y contra el muro, en frente, tres pequeños estantes donde los espectadores, invitados a escribir sobre hojas de acetato historias relacionadas con el desplazamiento forzado desde cualquier rol en el conflicto armado, reciben a cambio de su escrito una lágrima simbólica.

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Cortesía: Tonny Evanko

En la conceptualización de la obra se puso el énfasis en las víctimas del desplazamiento, quienes perdieron sus hogares y sus tierras y en algunos casos familiares y amigos. Pero en el transcurso de la investigación fue evidente que todos los actores son víctimas de la violencia en el país, e incluso durante la exposición algunos de los responsables de desplazamiento aprovecharon para escribir un pequeño resumen o confesión de lo que hicieron. Esas acciones ratificaron la necesidad de propiciar escenarios que permitan que todas las víctimas se expresen y pasen por sus propios procesos de reconciliación.

La oportunidad de conversar con el público y conocer a las personas desplazadas, involucrarlas, escuchar sus historias de primera mano y leerlas después de la obra, permitió generar reflexiones sobre la potencia y los riesgos que conllevan las prácticas artísticas que pretenden funcionar como mediadoras en problemas sociales y políticos. También, me hizo pensar en y cuestionar el rol y el impacto verdadero del museo en relación con estos asuntos.

En el contexto de prácticas basadas en la comunidad —y en obras como La pérdida y el duelo— es claro que su realización no debe beneficiar solo al artista en su carrera y al museo en su contenido. Embarcarnos en este tipo de procesos, implica una responsabilidad con quienes se involucran en el proyecto, tanto en la ejecución de los elementos visuales como en la participación del público.

 

 

Palabras clave:

Conflicto armado, guerra, víctimas, desplazamiento, destierro, memoria, trauma, duelo, videoinstalación

Referencias

Conferencia Episcopal de Colombia. 2006. Aproximación a la vulnerabilidad de la población desplazada por la violencia. Sistema de Información Rut, Boletín trimestral No. 28, http://www.disaster-info.net/desplazados/informes/rut/28/

 


1 Padre Javier Sanín, en DINÁMICAS DEL DESPLAZAMIENTO FORZADO - Avance 1 de investigación, Jorge Castillo, estudiante Ciencia Política con la coordinación académica de Luz Amparo Sánchez, por Corporación Región para el proyecto “Destierro y Reparación”, Museo de Antioquia, 2008.

La Asociación caminos de Esperanza Madres de la Candelaria es una organización sin ánimo de lucro fundada en el año de 1999, con personería jurídica número 21-008254-28, como respuesta a las numerosas desapariciones forzadas, secuestros y homicidios en el marco del conflicto armado colombiano, agrupa a un 92% de mujeres y 8% de hombres: madres, padres, esposas, hijos y familiares víctimas del secuestro, la desaparición forzada y demás violaciones de los Derechos Humanos, en busca de la verdad, la justicia, la reparación y la garantía de no repetición de actos violentos, generadores de intenso dolor y múltiples sufrimientos. http://redesmadresdelacande.wixsite.com/madresdelacandelaria/sobre-nosotros

3 Raphael, B. (1995). La medida del duelo (The Measure of Grief). Ur Lundin, T. (Ed.), Duelo y Pérdida (Grief and Bereavement) (1-26). Tomado del texto de la presentación de la conferencia "Derechos Humanos perspectivas de la traumatización, humillación, vergüenza, perdida y duelo" organizado por la Fundación de Derechos Humanos de Turquía, Asociación Médica de Turquía y el Centro para Refugiados Torturados de la Cruz Roja, 20 y 21 de marzo 2004, Istambul, Perspectivas de los derechos humanos de la traumatización, la humillación, la vergüenza, la pérdida y el duelo, La pérdida y el duelo en el trabajo terapéutico y la dinámica de grupo, Kerstin Eiserman, Moderador: Burhanettin Kaya Rapporteur: Ola Wretling.

4 El desarrollo de la obra La pérdida y el duelo fue posible a través de la participación de las siguientes personas habitantes del barrio La Torre: Luz Mirian Gil Bolívar, María Inés Bolívar, Doris del Socorro Bolívar, Luz Aleida Gil Bolívar, Diofanor Callejas, Blanca Nelly Daza de Valencia, Luz Marina Estrada, Carmen Emilia Gómez, Bárbara Rosa Quintero, Nidia Ramírez, Esneda Ramírez, María Ermelina Varella, la dirección y el equipo de trabajo del Museo de Antioquia, Luz Amparo Sánchez, Corporación Región, Rodrigo Acosta, RA Taller de Vidrio, Alex Zapata Joyero, Libia Posada, artista; las Psicoanalistas; Luz Elena Gaviria, Margarita Múnera, Maria Cristina Giraldo; Esperanza Las Madres de la Candelaria, Practicantes en el Museo de Antioquia: Laura Montoya, Juliana Giraldo, Camilo Granado, Francisco Cifuentes, Laura Ardila, Jorge Longas, Víctor del Valle.