Opinión

Viernes, 12 Octubre 2018 15:26

Opinamos. La mejor esquina: ¿ingenuidad o negligencia?

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Transcurridos veinte años de imaginar ese luminoso futuro, y dibujado tan radiante y promisorio paisaje, los datos disponibles muestran una gran distancia entre el sueño y la realidad. 

Por: Sergio Bustamante, especialista en desarrollo urbano.

Dos décadas después de haber formulado una Visión para Antioquia, conviene revisar qué ha pasado en la región y qué tanto avanzamos en la materialización de los ambiciosos atributos con los que engalanamos tal sueño colectivo. Como recordarán, la primera parte de la pregunta que sirve de título a este ensayo, sintetizó el resultado del inédito proceso de construcción social. La disyunción que sigue a los dos puntos resume la opinión del autor.

Según tal visión, en el 2020 Antioquia sería “justa, pacífica, educada, pujante y en armonía con la naturaleza”. Transcurridos veinte años de imaginar ese luminoso futuro, y dibujado tan radiante y promisorio paisaje, los datos disponibles muestran una gran distancia entre el sueño y la realidad. Aunque no abundan los indicadores que den cuenta de tales asuntos, estando incompletas la mayoría de las series de tiempo, si tomamos un período suficientemente amplio, las cifras no son muy auspiciosas. Recientemente se ha reunido evidencia relacionada con los objetivos que nos propusimos alcanzar:

  • En el ámbito metropolitano, el Índice de Desarrollo Humano (IDH) ha tenido una evolución positiva en la última década pero todavía es muy bajo, lo cual se explica por el nivel del ingreso per cápita. También mejoró el Índice de Pobreza Multimodal (IPM), lo que significa avances en la calidad de vida. Igualmente, se puede constatar progreso en la desigualdad (Gini), sin embargo es vergonzosamente alta. Disminuyó el desempleo pero persisten altas tasas de informalidad. Aunque se han reducido los homicidios otros delitos como las desapariciones y la extorsión, van en aumento. Persisten los problemas de pertinencia y calidad de la educación superior, que aún no enfrenta los retos originados en la cuarta revolución industrial.
  • La región antioqueña y su aglomeración metropolitana han sufrido cambios dramáticos en la estructura productiva, se desindustrializan aceleradamente y presentan bajos niveles de crecimiento y productividad, así como una lenta incorporación de innovaciones en los procesos productivos. El Valle de Aburrá, donde se concentran las actividades económicas del departamento, se encuentra en desventajas en cuanto a dotaciones y capacidades respecto de otras áreas metropolitanas del país, lo que limita sus posibilidades de desarrollo, mientras persiste cierto aislamiento del sistema urbano nacional. Esta última circunstancia se puede modificar con la construcción de las vías 4G, proyecto generador de muchas oportunidades que se van a concentrar en la región metropolitana, pero paradójicamente, podrían agravar los problemas en materia de congestión vial y contaminación del aire, entre otras cuestiones que dificultarán la vida en este territorio.
  • La metropolización desborda los marcos conceptuales y normativos. En tal sentido, la fragmentación político-administrativa obstaculiza la interdependencia funcional y genera limitaciones presupuestales, dado que desconoce un fenómeno nuevo que exige respuestas también novedosas. De ahí, la creciente inadecuación entre las capacidades institucionales existentes y las dinámicas territoriales. En suma, constituyen obstáculos para la planificación y la gestión metropolitana: el municipalismo como forma institucional dominante; el cortoplacismo de los planes municipales; la geografía electoral o los intereses de los operadores políticos.
  • Los Planes de Ordenamiento Territorial (POT) de los municipios del área metropolitana no conforman un conjunto coherente, entre otras razones, porque la base cartográfica sobre la que se construyeron poco tiene que ver con la ocupación real. La mancha urbana supera ampliamente las áreas planificadas para su expansión (densidades saturadas), invadiendo suelos destinados a otros usos e, incluso, zonas que presentan alto riesgo y amenazas. La consecuencia es que la presión que se origina en este proceso de ocupación, está afectando fuertemente la estructura ecológica principal; a lo que hay que agregar el conflicto entre el Modelo de Ocupación Territorial (MOT) propuesto y los sistemas de movilidad, dada la caótica superposición de modos de transporte. En síntesis: la planificación no se corresponde con el territorio y la ocupación amenaza la estructura ecológica de soporte.
  • Respecto de las articulaciones con el entorno, tres asuntos se destacan: la insostenibilidad de la aglomeración urbana, que depende críticamente de la región metropolitana y está desconectada y relativamente aislada del sistema nacional de ciudades; la fragmentación político-administrativa y los excesos de municipalismo, que generan un desorden institucional y territorial, lo que contrasta con la fragilidad de la institucionalidad metropolitana; la progresiva pérdida del potencial exportador, una inserción global basada en las importaciones, así como la relativa irrelevancia de la inversión extranjera directa y de la cooperación internacional.

La pregunta concluyente que se impone, luego de esta breve descripción de lo que ocurre en el territorio metropolitano y en la región antioqueña, es si fuimos ingenuos en la prospectiva que originó la visión o no hicimos las tareas necesarias para materializar tales atributos. Confeccionamos un verso y nos sentamos a esperar que se hiciera realidad por arte de birlibirloque. Como dicho encantamiento no se hizo carne, henos aquí en una situación muy lejana de la aspiración social que en su momento generó tantas ilusiones. Realizado ese primer ejercicio, abandonamos cualquier preocupación por el futuro y ahora somos una sociedad huérfana de sueños comunes y de propuestas de largo aliento.

Muchas lecciones se podrán extraer de este experimento fallido, tanto respecto de las características del proceso que lo originó como del rol que tendríamos que haber jugado individual y colectivamente, para no lamentarnos hoy de tan paupérrimos resultados.

Ciertamente no bastaba con soñar un futuro radiante, pues la sola inercia no generaría nunca las modificaciones radicales requeridas en tantos ámbitos del desarrollo territorial. Otro será el lugar y el momento para intentar dilucidar el dilema planteado en el título. Pero, por ahora, queda claro que las altisonantes transformaciones que algunos anunciaron fueron un ruido mediático del que sólo quedan apenas, ecos remotos.