Por: Daniel Botero Arango
Columnista invitado
Comunicador social, magíster en Ciencias Sociales y socio de la Corporación Región
Federico Gutiérrez no es como tal un líder popular, porque no representa demandas insatisfechas de los sectores más vulnerables y tampoco encarna al hombre carismático que requiere tal liderazgo. Es, digamos, el resultado de varios asuntos: una administración anterior que se alejó de preocupaciones ciudadanas y un alcalde ausente que delegó funciones en vicealcaldías. Una seguridad descuidada y una inseguridad en crecimiento, problemas de desigualdad social alarmantes, tanto que Medellín ha sido ubicada como una de las ciudades más desiguales de Latinoamérica y la más desigual de Colombia. El desgaste de un continuismo político de casi una década y un juicio moral frente a los partidos políticos tradicionales.
Los símbolos creados desde un candidato que camina la ciudad, usado por Sergio Fajardo en su campaña a la Alcaldía (2004 – 2007), el que no representa partidos, el cercano a la gente y que va a la gente. Intentó encarnar ese líder que la ciudad necesitaba, porque no representaba el continuismo del que se manifestaba desgaste, ni a los partidos tradicionales. Pero sí representaba algo muy importante para el votante de Medellín: su respeto y admiración hacia Álvaro Uribe Vélez, la visión de un joven emprendedor, de familia y católico, que respeta las costumbres y el status quo, conformes a los valores del votante tradicional.
En cuanto al segmento de los votantes jóvenes, un hombre joven, sin corbata, que no representaba compromisos políticos y se declaraba anti establecimiento. Que estaba rodeado de jóvenes que querían cambiar el mundo; que respetaba a Uribe, pero ahora no era “uribista”, según su discurso y, tampoco, su directo candidato. Ni de izquierda ni de derecha, que habla y se expresa como cualquier amigo de barrio y lleva la estrella del que quiere lo imposible (la utopía), invita a que lo acompañen en su empeño y locura por cambiar, mejorar y transformar a Medellín entre todos, porque el único compromiso es con la gente. Un político moderno que usa las redes sociales para comunicarse con sus electores. El de Federico Gutiérrez es el populismo sin el ingrediente popular tradicional, es el ingrediente popular más reciente: el populismo Trending Topic, el de la estrella de las redes sociales. Un populismo ficticio y evanescente, pero efectivo en tiempos en que la política se ejerce cada vez más emocionalmente.
Este tipo de comunicación mediada a través de twitter por parte del Alcalde de Medellín también puede explicarse, con la propuesta de Mouffe (2009)1, como un modo de concepción de la democracia liberal y no la democracia participativa, debido a que políticos como él potencian la capacidad individual de la participación y no la capacidad colectiva. Por el contrario, parece molestarse cuando la ciudadanía se moviliza con intenciones que van en contravía a su gestión. Su propuesta de participación virtual puede ser tomada, entonces, como una forma de desmovilización de la iniciativa colectiva y privilegio de las formas individuales de participación directa a través del uso de la red social, con la cual se simula estar incidiendo en las decisiones de su gobierno. Sus relaciones con el movimiento social durante su gobierno han sido nulas y no van más allá de algunos apoyos de actores culturales y comunitarios que acompañaron su campaña. El apoyo manifiesto del sector social estuvo más del lado de Alonso Salazar, debido a que rechazaron el pasado uribista de Gutiérrez o, incluso, su permanencia en la sombra.
Los peligros del ciberpopulismo del estilo Federico Gutiérrez es que solapan el estado de cosas neoliberal que está en su matriz. Esto quedó demostrado con la asignación de los cargos de su administración. Nombró personas que, en buena cantidad, venían de la empresa privada y que han demostrado una traslación del mundo empresarial a lo público, con el agravante de que, en su mayoría, no conocían la gestión pública y han afectado el ritmo de la contratación y aumentado el gasto público con contrataciones tercerizadas que hacen difícil la continuidad de los procesos, tema delicado en asuntos de corte social y comunitario.
Con respecto a decisiones trascendentales de ciudad, demuestra la consolidación de una estructura corporativa del gobierno local. Valga mencionar solo un caso: la empresa Millicom International Cellular, S.A., propietaria de la firma TIGO, se hizo años atrás al 51% de las acciones de la empresa pública de telecomunicaciones UNE. En la administración de Gutiérrez se autorizó a TIGO, sin pasar por la decisión de la Junta Directiva de EPM (Empresas Públicas de Medellín), dueña del 49% de UNE-TIGO, ni por el control político del Concejo de la Ciudad, que la empresa despidiera unos 800 empleados y pasaran a tercerización laboral con la empresa Huawei.
Sus posturas políticas ambivalentes han demostrado su marcado acento de derechas, sobre todo frente a la campaña del plebiscito por la paz, donde debió aceptar su apoyo al Sí, en parte, por la presión ciudadana ejercida, precisamente, a través de las redes sociales con el hashtag #LaPazCuentaConVos, caso que merece una mirada de más largo aliento desde los ciberactivimos. Una decisión que lo puso entre la espada y la pared, ya que si manifestaba abiertamente su postura por el No desde el principio, se hubiera venido al piso su supuesta distancia con Álvaro Uribe.
Si bien el gobierno de Federico Gutiérrez no representa aquella característica del populismo descrita por Laclau (2006)2 en la cual hay claramente una manifestación anti neoliberal, sí es un gobierno que ha sabido aprovechar la cercanía con la ciudadanía como si continuara en campaña, mostrando resultados y todo el performance necesario para mantener satisfecho a un electorado que reclama resultados y contundencia frente a temas que lo aquejan, en este caso, el más álgido para Medellín: la seguridad. Este tipo de manifestaciones de política populista y ciberpopulista pueden parecer inofensivas, pero en el ámbito de la actitud que pide la gente de su gobernante, al ritmo de las redes sociales, pueden ser altamente dañinas para la democracia local, en cuanto a los discursos de campaña, las prácticas políticas de candidatos/as y la demanda de gobiernos efectistas, más que de procesos.
1 Mouffe, Chantal. 2009. “El fin de la política y el desafío del populismo de derecha”. En El Populismo como espejo de la democracia. Editado por Francisco Panizza. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
2 Laclau, Ernesto. 2006. “La deriva populista y la centroizquierda latinoamericana”. Nueva Sociedad 205: 56-61. http://nuso.org/articulo/la-deriva-populista-y-la-centroizquierda-latinoamericana/