La campaña electoral fue gris, no se destacó por la calidad de las candidaturas, la solidez de las propuestas, la altura en los debates o las emociones suscitadas. Como viene ocurriendo desde hace años, lo más visible, antes que los enfoques y las ideas, fueron las estrategias sucias, desvirtuando al oponente, confundiendo al elector con mentiras, señalamientos, falsas acusaciones, engaños y burlas a la ley con ‘jugaditas’ habilidosas. En medio de esto, vale la pena destacar la persistencia de plataformas ciudadanas, académicas y de algunos medios de comunicación, que no ahorraron esfuerzo en una acción de pedagogía ciudadana, pregonando y propugnando el voto decente, consciente, informado y con sentido.
El resultado es agridulce. El número de candidaturas, la gran mayoría de coaliciones o movimientos ciudadanos (como en el resto del país), algunos con escasa experiencia en la gestión pública o con interrogantes sobre su reputación y accionar; otros con muy poco conocimiento sobre la ciudad y su historia, dejan ver la falta de liderazgos fuertes, la primacía del personalismo y, sobre todo, el bajo estándar sobre quién tiene las cualidades y condiciones para ocupar el cargo más importante de la segunda ciudad de este país. El mensaje más o menos fue: cualquiera puede llegar a la alcaldía.
Esto tiene a su vez, dos valoraciones: una, es un derecho que nos otorga la ciudadanía y está bien que se popularice, es decir, que no es una chequera, un apellido o la noble cuna, lo que otorga este derecho; desde este punto de vista, cualquier persona puede aspirar a la alcaldía. La otra es el mérito; la capacidad, rigurosidad, conocimiento y compromiso profundo con la democracia y sus reglas, con las políticas públicas existentes y la institucionalidad pública en cada rincón de la ciudad. Este debería haber sido el rasero, pero no lo fue. Hacen falta partidos políticos serios y consistentes, con procesos democráticos internos que sirvan de primer filtro, de tal manera que quienes finalmente se presenten a la contienda, sean personas probas, serias y capaces, para que el debate sea una exposición digna y con altura de propuestas y enfoques, basados en el conocimiento y estudio de la ciudad, que ofrezcan al electorado un panorama real sobre lo que implicará su decisión y cómo afectará el futuro de la comunidad. Esta debe ser una garantía de la democracia sobre la cual, tenemos que hacer exigencias y seguir trabajando.
Sobre la continuidad del proceso de transformación de Medellín: desde los años noventa hemos avanzado en algunos indicadores sustanciales de calidad de vida, muestra de ello es el reconocimiento nacional e internacional y el alto grado de satisfacción de sus habitantes con la ciudad. Sin embargo, sabemos que esta trasformación se ha convertido en muchas ocasiones, en un eslogan del que muchos, a título individual y colectivo, se han beneficiado sin mayor responsabilidad. Y en el imaginario colectivo, esto ha impedido reconocer los graves problemas y grandes retos que enfrenta la ciudad. La pregunta inevitable es: ¿qué pasó con este acumulado? ¿Por qué no fuimos capaces de recogerlo en una expresión electoral? Deberíamos propiciar un espacio de franca conversación que nos permita entender, establecer responsabilidades y, sobre todo, asumir tareas a futuro.
Por ejemplo, ¿cuál es la responsabilidad que compete a los partidos y movimientos políticos? ¿Y a sus líderes? La estrepitosa pérdida de candidatos a alcaldía, gobernación y corporaciones públicas, de personas cercanas a la experiencia de Compromiso Ciudadano, así sea bajo la sombrilla del Partido Verde, debería suscitar una profunda reflexión. Independiente de la valoración sobre sus líderes más visibles, sabemos que lo que se había logrado, resultó de una acción en múltiples frentes y de muchos liderazgos. ¿Qué se hicieron? ¿Dónde están? ¿Por qué no se construyó una propuesta política colectiva para la ciudad? Igualmente preguntamos a otros sectores políticos que se supone, han trabajado en pro de una agenda democrática que recoja algunos aspectos de esta transformación.
¿Cuál ha sido el impacto de la acción de cientos de organizaciones sociales y comunitarias, dedicadas por décadas al trabajo de formación ciudadana y cultura política? ¿Por qué no han surgido nuevos liderazgos? Y ¿por qué muchas de estas organizaciones y líderes, terminaron haciéndole el juego a las propuestas más proclives a prácticas corruptas y clientelistas?
El sector académico fue un actor clave de esta transformación. Desde algunos nichos de universidades públicas y privadas, se produjo conocimiento, participaron en la construcción de políticas públicas, hicieron seguimiento y propiciaron debates. Algunas siguen haciendo su tarea, pero en general, lo que vemos es una academia ensimismada, silenciosa, ejecutando contratos (algunos con resultados de baja calidad) y perdiendo la enorme posibilidad que les confiere su rol, para generar reflexión colectiva, propuestas y deliberación.
De otro lado está el empresariado que aunque, no es un sector homogéneo y sabemos que hay posturas divergentes; en los años noventa, un pequeño grupo se la jugó por reconocer la hondura de la crisis y el profundo impacto que en ella tuvieron los privados y las políticas económicas que dejaron por fuera, a su suerte, a una buena parte de la población. Este sector le apostó al diálogo y al pacto social y apoyó iniciativas público-privadas en pro de la educación, el urbanismo y la innovación. La empresa privada se ha beneficiado de la internacionalización de la ciudad y de la confianza inversionista que esta genera, así que ahora es importante también, plantearle preguntas: ¿Se declara satisfecha con lo avanzado? ¿Cómo leen los retos de la ciudad en términos de equidad poblacional y territorial? ¿Son de su gusto propuestas que profundicen la democracia, sabiendo que, como se ha demostrado, esta crea un ambiente favorable a toda actividad, incluida la económica?
Hoy nuestro llamado es a evaluar este proceso electoral en clave de las preguntas que nos deja. Aquí exponemos algunas, pero seguramente cada sector, cada organización, cada individuo tendrá las suyas. Y una invitación: generar espacios colectivos para esta reflexión como una pista para lo que sigue.
Finalmente, felicitamos a Daniel Quintero Calle, reconocemos su triunfo en franca lid con una feroz e inmoral campaña en contra. Como siempre lo hemos hecho en estos 30 años de existencia, ponemos a su disposición nuestro conocimiento, nuestra reflexión, trayectoria, experiencia y voluntad, para aportar en la construcción de la ciudad que soñamos con más y mejor democracia, pacífica y con vida buena y digna para toda la población. ¡Seguiremos en esa tarea!