Medellín inicia el año con un ambiente bastante turbulento de cuenta de disputas políticas, económicas y electorales: los elementos necesarios para crear la tormenta perfecta. Si bien la democracia se fortalece cuando las sociedades logran identificar sus grandes diferencias y se disponen a dar los debates necesarios para convertirlas en acuerdos que orienten la construcción del futuro deseado, estos procesos de cambio requieren de condiciones que posibiliten esa transformación. Vemos el actual debate en Medellín lejos de ese escenario, las narrativas son totalizantes, construyen fronteras infranqueables, convierten a los contradictores en enemigos, minan la confianza e imposibilitan el diálogo.
Existe un alto riesgo de que este momento termine registrado en la historia como un enfrentamiento más entre actores con intereses particulares que utilizaron como carnada las necesidades de quienes habitan Medellín para cumplir sus propósitos personales. Nuestra tarea, como ciudadanía comprometida y activa, es evitar que eso pase, requerimos que el debate sea amplio y productivo, que salgamos fortalecidos y con una nueva hoja de ruta, construida y acordada colectivamente, que nos dé luces para emprender o continuar los grandes proyectos que la ciudad requiere.
Necesitamos, con urgencia, escucharnos. Todas las personas y todos los sectores deberían tener la posibilidad de plantear sus opiniones, dejar clara sus posiciones y proponer alternativas. A cada uno deberíamos escucharlo con atención. La posibilidad de entender lo que los demás plantean, así no lo compartamos, enriquece la discusión porque nos reta a dudar de nuestras certezas, proporciona una comprensión más integral de la realidad y ayuda a encontrar salidas negociadas para los problemas más complejos.
De igual manera, es imperativo que cada actor que decida participar de esta reflexión lo haga con el compromiso de decir la verdad, proporcionando información real y verificable. Diariamente circula una cantidad de noticias falsas o acomodadas a conveniencia que daña a las instituciones, debilita los procesos, afecta la integridad de las personas y pone en duda la calidad de los medios de comunicación. Este es quizás el peor de los problemas que enfrentamos y es necesario detenerlo. La ciudadanía tiene derecho a recibir información veraz que le permita tomar decisiones calificadas.
También es importante tener disposición para hablar sobre todos los temas, ninguno puede estar vedado y cada uno debe ser asumido de manera crítica y autocrítica, señalando los logros y reconociendo las equivocaciones, las omisiones, los vacíos y los retos. Todos los sectores hemos participado de lo que hasta hoy se ha construido en Medellín, por lo tanto, todos estamos llamados a aportar en este debate. No es momento para descalificar el rol que cumple ningún sector en la sociedad, podemos conversar sobre el papel que cada uno ha jugado y sobre las acciones que ha llevado a cabo, hacer preguntas, señalar equivocaciones y puntos de quiebre. Pero lo que no podemos es silenciar o excluir de la conversación y de la construcción colectiva a unos u otros. Tampoco es momento para que ningún sector se autoexcluya por miedo a ser señalado por la posición que asuma. Es una trampa pensar que en este conflicto sólo hay dos esquinas posibles y que sólo se aporta si se toma partido por una de ellas. No es un rin de boxeo, es la ciudad y está llena de esquinas, por lo tanto, las opciones para aportar son diversas y pueden significar la posibilidad de abrir terceras o cuartas vías, o simplemente de pensar y actuar de manera autónoma buscando el bien de las mayorías.
Finalmente, consideramos fundamental que la coyuntura no invisibilice la agenda estratégica de la ciudad. Son muchos los desafíos sociales que tiene Medellín y requerimos continuar trabajando en ellos sin pausa. Los temas de desigualdad y pobreza, construcción de paz, educación, salud, empleo, medioambiente y sostenibilidad, cultura, primera infancia, juventud, mujeres, diversidad, seguridad, movilidad, transparencia y anticorrupción, entre otros, deben regresar al centro de la mesa, ser discutidos públicamente e invertir en ellos los recursos necesarios. Esta agenda no se puede estancar porque de ella depende el bienestar de miles de personas y el futuro de todos y todas.
La nuestra es una invitación a propiciar un contexto favorable que nos permita plantearnos las preguntas de fondo, pues uno de los principales problemas de lo que pasa en Medellín es que no hemos logrado determinar cuál es el centro del debate. Cada lado grita desde sus tribunas frases preconcebidas llenas de lugares comunes que confunden y distraen a la ciudadanía, sin permitirle entender qué es lo que está en crisis, qué es lo que se busca transformar, cuáles son los argumentos que respaldan cada postura, qué beneficios buscan los actores directamente involucrados, cuáles son las consecuencias de cada una de las salidas planteadas y con cuales de ellas gana realmente la ciudad. Todas esas preguntas y muchas otras necesitan respuestas profundas soportadas en argumentados serios.
El reto es grande y debemos exigirnos estar a su altura. Comprender la situación que enfrentamos, cuidar lo que hemos hecho bien y emprender las acciones necesarias para transformar lo que no ha funcionado. Requerimos inteligencia colectiva para tener claro en qué nos vamos a embarcar y cuáles son las consecuencias políticas, sociales y éticas de las decisiones que tomemos.