Opinión

Viernes, 04 Noviembre 2016 12:59

La refrendación del Acuerdo de Paz en Cabildos Abiertos

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Cabildo Abierto del 22 de Mayo de 1810 en la ciudad de Buenos Aires Cabildo Abierto del 22 de Mayo de 1810 en la ciudad de Buenos Aires Pintura de Juan Manuel Blanes

En mi opinión, en Colombia no sería posible refrendar el Acuerdo de Paz en Cabildos Abiertos porque mucha gente anda armada, alicorada y pulula la escorrentía de billetes espurios de gentes raras que se alebrestan cuando se anuncia la gallera política.

Por:
Iván Marulanda Gómez

Eduardo Cifuentes exmagistrado y expresidente de la Corte Constitucional, abogado e intelectual respetable como el que más, cuya valía ética no se discute, lanzó por radio la propuesta de refrendación del Acuerdo de La Habana en Cabildos Abiertos, lo cual motivó a otras personalidades del derecho y las ciencias políticas a hablar del tema. Me permito compartir mis comentarios al respecto.

La refrendación del Acuerdo está pactada en la Agenda de La Habana desde el principio de las negociaciones de Paz entre el Gobierno Santos y las Farc. El propio Presidente la exigió.

La Paz duradera requiere de la apropiación del Acuerdo por parte de la población colombiana, quien debe decir si las condiciones pactadas en la negociación se aceptan o no van. La decisión final corresponde al pueblo por una razón sencilla, él es quien, además de tener que acatarlas, pone los muertos en la guerra.

El Presidente le apostó al plebiscito para comprometer a la ciudadanía en el Acuerdo de Paz y fracasó porque ganó el NO. Ahora se enfrenta a la enorme dificultad de explorar otras formas de refrendación y escucha propuestas al respecto, una de las que ha surgido es la del Cabildo Abierto.

Este mecanismo, como escenario político es espectacular; la ciudadanía se congrega en la sala del Concejo a deliberar sobre la materia que da pie a la convocatoria, así se hacía la cosa pública en la antigua Grecia, cuna de la democracia, 500 años A. de C. En sus orígenes, los atenienses se reunían en el ágora para hablar de la comunidad y decidir sus rumbos.

En Colombia, en tiempos de la colonia y de la independencia, la democracia local ejerció el poder pues las instancias nacionales del Estado estaban incomunicadas de los poblados por las distancias y la precariedad de los medios de comunicación de entonces. La municipalidad era el escenario de la discusión pública y de la toma de decisiones, el territorio físico y la institucionalidad tangible para la gente pues allí discurría su existencia. Por lo mismo, era el espacio que conocían, que podían manejar y que más les interesaba. Lo demás era remoto a su interés y a su influencia, era inaccesible.

Hoy las cosas son distintas: otras instituciones se han fortalecido a lo largo de los siglos y los pueblos en la modernidad, están interconectados, la realidad local ya no es parroquial sino regional, nacional, global.

En la cultura pública colombiana, la institución de los Cabildos Abiertos no evolucionó, es historia antigua y está consignada en la Constitución como referente de participación popular, pero sin desarrollos jurídicos, legales ni administrativos. Es más, si se decidiera convocarlos no habría cómo organizar, administrar y ordenar estas reuniones como tendría que ser: el mismo día en todos los municipios de Colombia. Tampoco sería posible protegerlas del caos, incluso de la manipulación y la violencia, terminarían siendo montoneras y se anarquizarían nada más instaladas.

Cómo y ante quién se registran los asistentes, en qué orden se otorga el uso de la palabra y se controla su término, a cuántas personas escuchar y al cuánto tiempo de deliberar se declara suficiente ilustración. Qué se hace con quienes querían hablar y no tuvieron oportunidad, entre centenares y hasta miles de concurrentes. Cómo se vota, quién vota, en qué papeleta y con qué texto. Quién escruta y certifica el resultado.

Si el recurrido sistema electoral con sus urnas, en las que la ciudadanía deposita su voto cada dos años sin echar discursos y previos registros que se acumulan y perfeccionan de elección en elección, ¡es tramposo!... qué esperar de Cabildos Abiertos guardados por siglos en el escaparate del olvido…

Basta pensar en los aspectos prosaicos de la escena para comprender las dificultades que ofrece el Cabildo Abierto. Según la ley 134 de 1994 que reglamenta los mecanismos de participación popular, cualquier ciudadano del vecindario puede asistir y lo lógico sería que el público, cómodamente, escuchara con atención discursos de oradores que desfilan por el micrófono horas y horas. En las grandes ciudades habría que convocar estas reuniones en los estadios...

La intención de refrendar el Acuerdo de Paz en Cabildos Abiertos, a lo largo y ancho del país, se inspira en el significado histórico de la institución y en su espíritu popular, valores auténticos y respetables que sirvieron para que los antepasados expresaran sus emociones y determinaciones sobre acontecimientos extraordinarios del territorio y la nación, como la independencia. Incluso, que sirvieron a los atenienses para construir su extraordinaria civilización, en la que se funda la cultura de Occidente. Pero eran poblados pequeños y eran otros tiempos.

En mi opinión, en Colombia no sería posible refrendar el Acuerdo de Paz en Cabildos Abiertos porque mucha gente anda armada, alicorada y pulula la escorrentía de billetes espurios de gentes raras que se alebrestan cuando se anuncia la gallera política. Y si esto fuera poco, muchos, muchos corazones andan por ahí atravesados de odios y rabias, heridos, adoloridos… y envenenados de intenciones inconfesables… entonces es mejor no alborotarlos…