Opinión

Jueves, 04 Diciembre 2014 08:01

25 años: una oportunidad para refrendar el sentido de nuestra existencia

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El 22 de noviembre de 1989, con el recuerdo vivo de lo que significaba para esta ciudad y este país el asesinato de personas que fueron referente por sus ideales democráticos como Hector Abad Gómez, Leonardo Betancur, Luis Felipe Vélez o Jaime Pardo Leal; ilusionados con los cambios que ya venía generando la Perestroika en el orden mundial; emocionados con las imágenes todavía frescas de la caída del muro de Berlín y en plena promoción del movimiento de la séptima papeleta que dio lugar posteriormente a la Constitución del 91, un grupo de personas, muy jóvenes la mayoría, algunos con trayectoria en trabajo barrial y en los movimientos eclesiales de base, otros en el sindicalismo y en el movimiento estudiantil y otros simplemente convencidos de que el país requería transformaciones profundas a las que quizás podríamos aportar, fundamos la Corporación Región.

En un salón de la Escuela Nacional Sindical y brindando con vino de Manzana Cariñoso, tuvimos nuestra primera asamblea constitutiva. Con un pequeño préstamo de un amigo entrañable, el apoyo de padre Franciso de Roux del Cinep, albergados en la casa de Gerardo y Estella y luego en las oficinas de Vamos Mujer, iniciamos un camino ciertamente incierto pero con una energía sin par. Rápidamente comenzamos a inventar nuevas formas de ser y de estar. La oposición a cualquier expresión y justificación de lucha armada, la convicción de que la democracia tenía que ser ante todo una forma de vida, la disposición no sólo a relacionarnos con el Estado sino a aportar a su trasformación desde lo local, la intención de poner nuestra palabra en los los medios masivos de comunicación y la decisión de ser un actor social y político con voz propia, fueron nuestros acuerdos fundantes.

En medio de los más altos índices de violencia que haya vivido la ciudad fuimos testigos de grandes paradojas: Región fue socia de diversos procesos que buscaron en primer lugar, que la ciudad reconociera la hondura de la crisis a la que había llegado y segundo, propiciar que sectores muy diferentes se juntaran a pensar en alternativas para conjurarla. Mirar de frente el horror y evidenciar que estábamos en una ciudad agónica fue la fuente de la vitalidad de muchas iniciativas que nosotros y otro montón de organizaciones e instituciones emprendimos. La nueva carta constitucional se convirtió en nuestra biblia y repetimos cuantas veces pudimos que la vida y la paz eran derechos irrenunciables.

Celebramos juntos los triunfos del nacional en la Copa Libertadores (perdón, no recuerdo los del Medallo), el sueño de Colombia en el mundial, los buenos resultados del M-19 en la Asamblea Nacional Constituyente, tertuliamos, cantamos, nos enamoramos, rumbiamos, vimos nacer las primeras generaciones de hijos e hijas de Región. También lloramos juntos el asesinato de Carlos Pizarro, de Bernardo Jaramillo, de Mario Calderón, de Elsa Alvarado, Jesús María Valle, de Andrés Escobar y la de tantos jóvenes y ciudadanos comunes y corrientes, anónimos para la gran prensa, pero no para sus madres, sus amigos, sus vecinos, sus organizaciones. Resistimos y persistimos como la mejor manera de honrar sus vidas. Seguimos ideando maneras de ganarle la carrera al miedo y la desesperanza.
Acciones sobre las que durante este mes les hemos estado contando a través de pequeñas crónicas fueron parte de este empeño: Los Foros Comunales, el Seminario Medellín Alternativas de Futuro, el programa Arriba Mi Barrio, el acompañamiento a los pactos de paz con las Milicias Populares, el Seminario de Periodismo Juvenil, la serie de televisión Muchachos A lo Bien, las escuelas de liderazgo y formación ciudadana, los semilleros de derechos humanos, la formación de procuradores comunitarios, el impulso de alternativas pedagógicas para la escuela, las campañas comunicativas y de arte público (Tenemos Nuevos Vecinos, Esta es Tu casa, Sandungueo y la Rueca), los procesos de inclusión educativa alrededor del proyecto la Escuela Busca el Niño y la Niña, las escuelas de formación política de mujeres, el acompañamiento a organizaciones de víctimas, El Bus de la Memoria. las investigaciones sobre violencia y memoria, pobreza y educación, y una gran cantidad de publicaciones en las que hemos querido poner nuestro sello como intelectuales orgánicos, como decía Gramschi, son la muestra fehaciente de que, desde entonces, y durante estos 25 años, no hemos perdido el aliento.
Muchas de las consignas y los temas con los que innovamos en los noventa hoy hacen parte de la agenda pública y están en el horizonte de muchas otras organizaciones de la sociedad civil. La globalizacion de discursos sobre la democracia, la equidad y la justicia, la movilización de muchas personas y movimientos sociales por sus derechos, la llegada de gobiernos independientes que han demostrado que es posible entender y practicar la política en favor del interés ciudadano, son parte de este resultado. Pero al lado de esto, hemos sido también testigos de cómo sectores de la población siguen siendo excluidos de los beneficios del desarrollo y derechos elementales como la alimentación, la vivienda o el trabajo, por decir solo lo básico, les siguen siendo negados; de niños que están por fuera del sistema escolar; de personas victimizadas en el marco del conflicto armado y revictimizadas por la indolencia de la sociedad; de la manera como la vida sigue siendo para muchos una mercancía intercambiable; del belicismo y el autoritarismo que siguen haciendo carrera en vastos sectores de la población; de la existencia de un capital financiero voraz y especulativo al que poco le importa lo que pasa a su alrededor; de una clase política y de unos gobernantes que siguen dilapidando no solo los recursos sino el sentido profundo de lo que significa la democracia y un Estado Social de Derecho.

En este contexto, con muchos claroscuros, creemos que, organizaciones como nosotros y como tantas otras que hay en la ciudad y en el país tenemos aún cosas por hacer y decir. No se puede avanzar en la profundización de la democracia sin que este lugar de la sociedad, el de las organizaciones que sin ser gobierno o un partido político, reivindicamos la vocación y el sentido político de nuestro quehacer. Pero hoy, 25 años después, este sentido alude no sólo a las relaciones de poder o la distribución del poder en la sociedad, interpela los pilares éticos y culturales con los que hemos asociado el bienestar, el desarrollo, la felicidad. Necesitamos construir una nueva forma de ser, de hacer y de pensar. Hoy no es posible cambiar el mundo exterior sin transformarnos a nosotros mismos como seres humanos. Y no hay una acción política significativa si ella no está atravesada por dimensiones éticas, por el cuidado de si y del entorno, por la equidad en lo público y en lo privado. Este es un horizonte en el que ciertamente no hay más certezas. Pero a lo mejor, que sabemos, pueda haber más humanidad, más solidaridad y más felicidad. Región quiere contribuir con su actividad pedagógica, investigativa y de incidencia pública, a esta búsqueda.
Finalmente, el país vive una de las coyunturas más significativas con los diálogos de la Habana. La eventual firma de un acuerdo que ponga fin a uno de los factores del conflicto armado en el país constituye un paso de enorme trascendencia. Desde sus inicios y al lado de muchas otras organizaciones e instituciones, Región ha trabajado por la construcción de la paz desde la sociedad. Hoy no solo reafirmamos nuestro compromiso sino que nos hacemos cargo del sentido y de los retos que nos plantea en los temas que trabajamos, con la población y en los territorios en los que actuamos. Imaginarnos y construir un horizonte de paz que trascienda el escenario de la negociación y se convierta en una oportunidad para avanzar en la construcción de sociedades y territorios más justos, equitativas y democráticos, es nuestro propósito.
Cuando pensamos en esta conmemoración pensamos que esto tenía tres propósitos: ratificar, después de los tiempos difíciles que hemos atravesado, hacia adentro y hacia afuera, el sentido de nuestra existencia. Decirnos y decirles que este cuarto de siglo de acción y reflexión, ha valido la pena.
Encontrarnos con los amigos y amigas que en diferentes momentos han hecho parte de este proyecto, nos han acompañado y han sido nuestros aliados y socios en momentos claves de este trasegar.
Pero sobre todo, dar GRACIAS por estar aquí, por haber estado. A los socios, a los que están y a los que no. Hoy la memoria del Padre Carlos Alberto Calderón y de Jorge Bernal y las enseñanazas de María Teresa Uribe, siguen estando con nosotros. Al equipo de trabajo que hoy asiste a un maravilloso diálogo intergeneracional con profesionales que, con otras marcas culturales y políticas, han apostado decididamente por este proyecto. A las familias extensas que han puesto su cuota en este camino muchas veces marcado también por temores e incertidumbres. A las instituciones amigas y hermanas, de la sociedad civil, de la academia y del estado, con quienes tantos proyectos conjuntos hemos emprendido. Gratitud inmensa con los amigos de Conciudadanía por su solidaridad en momentos de la mayor fragilidad.
Queremos seguir moviéndonos, reinventándonos, aprendiendo, buscando otras formas de gestión y sostenibilidad económica y política. Queremos, en este camino, seguir contado con todos ustedes. Y contribuir humildemente pero de manera decidida al buen vivir y la felicidad de nosotros mismos y de muchos otros.. decir, como tantas veces, que queremos "vivir sin sentir vergüenza de vivir feliz...."

Marta Inés Villa
Directora
Noviembre 22 de 2014