Opinión

Miércoles, 18 Septiembre 2019 16:19

Por una cultura con sentido de ciudadanía y no solo de ciudad

Valora este artículo
(0 votos)
Cortesía Cortesía

La incorporación de la cultura ciudadana como un eje transversal en los planes de desarrollo de Medellín, se enfrenta a la noción de ciudadanía cultural, la cual, se concreta en el ejercicio de los derechos culturales, en la construcción de capacidades ciudadanas mediante el arte y la cultura y no solo en la mejora de comportamientos cívicos.

Por: María Adelaida Jaramillo González

Maestra en Música, Mg. en Gobierno y Políticas Públicas. Asesora en políticas culturales para el desarrollo.

 

A finales de los años ochenta, la cultura irrumpió en el escenario político, impulsada por movimientos sociales y comunitarios que enfrentaron con decidido empeño los embates de la violencia, el miedo al disfrute del espacio público y la muerte que campeaba en la ciudad. El esfuerzo se transformó, poco a poco, en la búsqueda de lugares para el ejercicio de los derechos culturales, en el fomento de las expresiones creativas y la salvaguardia y preservación del patrimonio cultural, creando espacios para la participación en la vida cultural en los diversos territorios, y el desarrollo de iniciativas de formación y divulgación que dieron lugar a la configuración, en 1990, del primer Plan de Desarrollo Cultural de Medellín: una respuesta para la afirmación de la vida y la creatividad, el cual sirvió como bitácora para consolidar los procesos culturales durante más de dos décadas y amplió el sentido de la participación ciudadana en la construcción de los destinos culturales de la ciudad.

Los avances en afirmar una visión de país diverso y pluricultural, y los derechos culturales como clave de la construcción de la Nación, derivados de la Constitución Política de 1991, dieron paso a una nueva concepción e impulso de políticas culturales, centradas en el ejercicio de los derechos, la ciudadanía cultural y el reconocimiento de la memoria y la creación, como pilares del desarrollo cultural.

En los años siguientes, Medellín transforma su proyecto político-cultural, afianzando la institucionalidad gubernamental con la creación en 2002, de la Secretaría de Cultura Ciudadana; la formulación del Plan de Desarrollo Cultural 2011-2020: Medellín, una ciudad que se piensa y se construye desde la cultura, apuntada posteriormente a una visión de ciudad en la que lo cultural se asume como esencia del desarrollo y la transformación social.

En este contexto, se realizan convocatorias públicas de estímulos para el fomento del arte y la cultura; se fortalece el Sistema de Bibliotecas Públicas constituyendo una red de parques bibliotecas y bibliotecas barriales en los territorios que, con las Casas de la Cultura, las Escuelas de Música, Teatros, Unidades de Vida Articulada-UVA, Centros de experimentación sonora, entre otros, han permitido, reducir las brechas culturales de la ciudadanía y poner en marcha un sinnúmero de políticas sectoriales como las del Sistema de Bibliotecas Públicas, Lectura, escritura y oralidad, Cultura ciudadana, Cine y audiovisual, Museos, Cultura viva comunitaria, Medios ciudadanos y comunitarios, Redes de prácticas artísticas y culturales, Circo, Salas Abiertas, Ley del Espectáculo Público, Economía creativa y diversas políticas poblacionales, entre otras. A todo esto, se suma una inversión cultural equivalente en agosto de 2019, al 2.46% del presupuesto municipal (el del Ministerio de Cultura para 2020 se proyectó en un 0.19% del presupuesto nacional).

Si bien dichos avances han permitido consolidar los diversos sectores culturales en Medellín y la apertura de espacios para que la ciudadanía participe y se movilice desde lo cultural, es necesario repensar las políticas culturales para el próximo cuatrienio reconociendo, entre otras, algunas tensiones:

- La coexistencia de diversas concepciones de lo cultural en el proyecto político de la ciudad pues se entiende la cultura como: consumo y contribución al PIB (economía creativa), cambio de comportamiento (cultura ciudadana), dimensión del desarrollo, espectáculo para diversos públicos, etc., lo que implica dar respuesta a diversos intereses y por tanto, definir el sentido y la prioridad de las políticas culturales, si queremos una ciudad donde todas las personas tengan oportunidad de vivir con dignidad y desplegar su mundo sensible y su potencial creativo para reconocerse desde sus memorias e identidades.

- La incorporación de la cultura ciudadana como un eje transversal en los planes de desarrollo de Medellín, se enfrenta a la noción de ciudadanía cultural, la cual, se concreta en el ejercicio de los derechos culturales, en la construcción de capacidades ciudadanas mediante el arte y la cultura y no solo en la mejora de comportamientos cívicos.

- Las políticas centradas en el sector cultural como finalidad y no como mediador, frente a la ampliación de los derechos y oportunidades de las personas de todas las edades con diversidades étnicas, sexuales, de género, discapacidad, credo o procedencia territorial, plantea limitaciones en la comprensión del papel de la cultura en la transformación social.

- Si bien la ciudad cuenta con cerca de 174 grupos de investigación relacionados con el arte, la cultura y las políticas públicas, son escasos los estudios sobre su relevancia como soporte de las políticas públicas, a lo que se suman: la existencia de un Sistema de Información Cultural en una fase preliminar de implementación (de uso restringido a la administración), el débil monitoreo, seguimiento y evaluación de la ejecución de las políticas públicas y un cúmulo de más de 270 acuerdos municipales relativos al sector que dificultan la gobernabilidad y la gobernanza cultural en la ciudad.

Lo anterior permite plantear algunos retos a la administración municipal 2020-2023, con miras a consolidar un proyecto cultural que nos permita avanzar, desde la construcción de ciudad, hacia la construcción de sociedad, lo que supone:

1. Afianzar la diversidad cultural y la interculturalidad como valores esenciales, reforzando el respeto por la dignidad humana y la convivencia en los espacios públicos y privados (Medellín incrementó significativamente el índice de violencia intrafamiliar y de género, que pasó del 15.66% en 2014 al 31% en 2017, según el Boletín de Epidemiología N°6 de 2019, de la Secretaría de Salud de Medellín).

2. Consolidar la ciudadanía cultural como clave para el desarrollo de sensibilidades y capacidades humanas desde el arte y la cultura, constituyendo a las personas como verdaderos sujetos de derechos, artífices de su propia transformación y seres comprometidos con la ciudad y la ciudadanía, y no como meros espectadores.

3. Comprender que la cultura y su contribución al desarrollo, va más allá de lo económico, pues afianza cambios personales, familiares, comunitarios y sociales que contribuyen al buen vivir, al respeto por la vida y la naturaleza, integrando la dimensión cultural en el desarrollo político, económico, ambiental y social.

4. Avanzar en la construcción de una ética ciudadana, donde la cultura sea un elemento clave de la inclusión social y el equilibrio territorial que permita cerrar brechas y generar equidad en la ciudad.

5. Robustecer el Observatorio-Laboratorio de Políticas Culturales de Medellín, creado recientemente con el propósito de incluir los procesos de conocimiento y aprendizaje en la formulación, gestión, monitoreo, evaluación y seguimiento de las políticas culturales y, actualizar y armonizar el marco normativo relacionados con el sector cultural.

6. La descentralización, representada por una red de 80 equipamientos públicos, constituye una plataforma para cimentar el desarrollo cultural articulado, equilibrado, potenciando el desarrollo local en diálogo con los territorios.

En conclusión, Medellín está llamada a hacer un tránsito para redimensionar el poder de la cultura, en el mejoramiento de la convivencia y la transformación de la sociedad. Necesitamos una ciudadanía de mujeres y hombres conscientes de que su calidad de la vida y su integridad, pasan por la riqueza de su diversidad, la potencia de sus memorias culturales e históricas, el despliegue de sus sensibilidades, la alegría de sus expresiones y manifestaciones artísticas y el compromiso ético con el valor de la vida y la dignidad humana.