Reafirmamos dos de las preocupaciones que han sido planteadas por el Consejo Territorial de Planeación y por Medellín Cómo Vamos en sus recomendaciones al Plan de Desarrollo:
1. El diagnóstico: la dimensión, los retos y programas presentan una gran debilidad en la lectura de ciudad en clave de educación. La utilización de fuentes es precaria, no hace análisis por comunas ni corregimientos, no logra problematizar ni reconocer los principales obstáculos y cuellos de botella que impiden la garantía del derecho a la educación en Medellín.
2. Los indicadores y metas: son débiles técnica y políticamente, combinan oferta educativa oficial y privada, no son consistentes con la dimensión o con el objetivo programático, en algunos casos un mismo indicador es utilizado para medir un programa y un proyecto. Lo más preocupante es la falta de compromiso en el establecimiento de metas consecuentes con los retos actuales y con la capacidad financiera, política, institucional y social de la ciudad. Un ejemplo de ello es la meta en cobertura neta en media: pasar de 57,38% a 60,20%, se alcanzaría, según Medellín Cómo Vamos "sin necesidad de hacer ninguna acción adicional y con solo la reducción de la población escolar" prevista para el periodo 2016 – 2019.
Además, queremos llamar la atención sobre elementos de enfoque, sobre la ausencia de análisis y propuestas relacionadas con la educación rural y con la construcción de paz en las instituciones educativas.
En primer lugar, discutir la concepción misma de educación del Plan que, en consonancia con la política nacional y los organismos económicos internacionales, concibe a la educación al servicio de la producción de capital, como mecanismo para la productividad y el crecimiento económico. La relación automática y simplista de escolarización, mejoramiento en desempeños, empleo, innovación y productividad no reconoce las particularidades sociales, históricas y culturales de la ciudad y, menos aún, que la educación es un derecho que busca la ampliación de las capacidades y las libertades.
Medellín ostenta el título de la ciudad más innovadora del mundo y gana premios internacionales como el de movilidad en el 2015 y el Lee Kuan Yew World City Prize de urbanismo sostenible e innovador, reconocido como el "Nobel de las ciudades" en el 2016. Por primera vez hizo parte de las 50 ciudades del mundo con mayor crecimiento económico según la Brookings Institution y el banco JP Morgan Chase. Todos estos reconocimientos reafirmarían que la educación debe seguir siendo para la innovación y la competitividad, sin embargo a la par con las luces y los ensordecedores aplausos está el vergonzoso primer lugar en desigualdad en el país, con un Gini de 0,526 (2014), esto quiere decir que el crecimiento no es para toda la población y que el sistema educativo enfocado primordialmente para el mercado y el crecimiento no abona al propósito de disminuir la desigualdad y superar los problemas de deserción escolar, coberturas en media, educación superior y gratuidad plena para la permanencia, que configuran algunas de las brechas educativas en la ciudad.
Una oportunidad para lograr igualdad en el sistema educativo es la oficialización de la educación en Medellín. El pasado 19 de marzo la Secretaría de Educación anunció que 12 instituciones educativas de la ciudad atendidas por cobertura harían parte de la matrícula oficial lo cual es un avance muy significativo en la garantía del derecho a la educación para 9.027 estudiantes. Esto significará que los recursos provenientes del sistema no estarán intermediados por operadores, que el año escolar iniciará a tiempo y no se afectará por múltiples situaciones administrativas, que las estrategias y programas complementarios de la Secretaría de Educación llegarán a estas instituciones y se evitarán abusos en la remuneración de docentes.
No hay ninguna referencia en el diagnóstico a los retos en cobertura bruta y neta en la zona rural y a la desigualdad con relación al resto de territorios, por ende, tampoco programas o proyectos. Según el informe de insuficiencia educativa 2015 – 2016, ninguno de los corregimientos de la ciudad alcanzan el 100% de cobertura bruta y la neta llega a un promedio del 50%. Consideramos vital abrir en el Plan un programa específico para la educación rural y así atender con estrategias pertinentes asuntos como cobertura, cualificación docente, infraestructura, tecnología, entre otros.
Finalmente este Plan debería preguntarse por el papel de la educación en la construcción de una paz estable y duradera. Para el 2014 estaban matriculados 15.910 estudiantes en situación de desplazamiento, 166 desvinculados de grupos armados, 210 hijos, hijas de adultos desmovilizados y 75 víctimas de minas antipersonales, esto quiere decir que en las instituciones educativas de la ciudad se atendieron 16.361 niños, niñas y adolescentes víctimas del conflicto armado, lo cual demanda un acción positiva orientada a su reconocimiento e inclusión. La ausencia de un reto, programa, proyecto, indicador o meta relacionado con la construcción de convivencia democrática y construcción de cultura de paz refleja la dificultad de leer esta ciudad en clave de posacuerdo y de entender que la educación como derecho humano no solo aporta a la generación de capital, sino que contribuye a la reparación de las víctimas, a la reincorporación exitosa y a la garantía de no repetición.
Medellín cuenta con los recursos y la capacidad para dar un salto cualitativo en la garantía del derecho a la educación; para que la educación, al lado de otras medidas redistributivas y de generación de ingresos, contribuya a la disminución de la desigualdad; para que la educación sea digna, para que sea real el ejercicio de la ciudadanía y se convierta en un espacio para la creatividad, la convivencia y la democracia.