Opinión

Lunes, 03 Octubre 2016 06:20

Por el respeto, sí

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Para la Corporación Región, la firma de los acuerdos de paz es motivo de júbilo. Se trata de la enorme oportunidad de poner al centro de la vida nacional una serie de problemas aplazados o escondidos bajo el humo de las explosiones y el ruido de los combates. Como toda oportunidad, se convertirá realmente en un paso adelante si cuenta con los sujetos, individuales y colectivos, que la materialicen.

Uno de los factores que marcará la diferencia sobre el rumbo que tome el país es el lugar y el papel que los sujetos constructores de paz le demos a la ÉTICA, a esa guía profunda y básica de acuerdos y normas con los cuales regulemos nuestros comportamientos.

En la práctica, todos los actores armados involucrados directamente en las hostilidades armadas, como las redes sociales y económicas que los respaldan, han estado guiados por la visión según la cual en la guerra, todo se vale. Ni el Derecho Internacional Humanitario, ni la legislación interna, ni el sentido común o las creencias declaradas de las mayorías del pueblo colombiano, detuvieron prácticas como los homicidios fuera de combate, las masacres, el secuestro, el reclutamiento de niños y niñas, la depredación inclemente del medio ambiente, el ataque a la misión médica, el convertir las escuelas en trincheras o el despojo simple y llano de campesinos pobres. Sin excepción se actuó contra la población civil desarmada y se fue engrosando esa cifra de horror que son los más de 8 millones de víctimas que tiene registrado el conflicto armado colombiano.

Y lo cierto es que, si de construir un nuevo país se trata, en el que la ciudadanía pueda ejercerse en libertad y la vida y dignidad de cada persona se ubique en el lugar que merece, es necesario superar la visión del todo vale y sustituirla por una ética que tenga como punto de partida el reconocimiento de la igual dignidad de todas las personas, lo que en términos jurídicos y políticos es igual a reconocer a cada quien como un sujeto de derechos.

En este sentido son muchos los campos en los que tendremos que reeducarnos. Es menester reconstruir valores como el respeto de los derechos y libertades propios y de los demás; el valor de la palabra empeñada y el cumplimiento de los acuerdos; el respeto, la valoración y el cuidado de las diferencias, el acatamiento de los acuerdos generales (contenidos en La Constitución Política, en leyes o normas) aún si no se está completamente de acuerdo con ellos; el cuidado riguroso del medio ambiente; el ejercicio leal de la oposición y la protesta ciudadana. Es enorme el campo de trabajo cultural que nos espera en este campo.

Pero Región quiere hoy hacer un hincapié especial en la ÉTICA DEL DEBATE PÚBLICO. En la cultura política colombiana se volvió regla el que los debates se caracterizan por la pobreza en ideas y la bajeza en los métodos. Prácticas como el ataque personal o la calumnia, se usan de manera estratégica para descalificar al adversario sin el más mínimo rubor. Es un desafío enorme para toda la sociedad: Tenemos que aprender a debatir las cuestiones públicas en un marco de respeto.

Esto obliga a todos los actores, pero nos dirigimos de manera especial a los partidarios del SÍ, es decir, a nosotros mismos. No es un tema menor; por el contrario, es crítico para el largo proceso de construcción que tenemos en frente, que quienes estamos claramente a favor de los acuerdos y del proceso nos caractericemos por la altura ética con que afrontamos el debate. El uso de la mentira, la propagación del miedo como método de persuasión, la utilización de verdades a medias o sacadas de contexto para producir efectos deseados, la descalificación personal del adversario o su ridiculización, son todas formas del debate público, infortunadamente frecuentes en nuestro medio y hoy presentes más que nunca, que no deben ser utilizadas para promover el si.

No es sólo por bondad o por integridad —lo que debiera ser ya suficiente—, sino también por conveniencia. El triunfo del SÍ será sólo un primer y pequeño escalón de una muy larga cadena de hechos culturales, sociales y políticos que han de consolidar esa sociedad pacífica y justa de que la hemos hablado durante toda nuestra existencia. Por esto es que ganar de cualquier forma no es adecuado ni inteligente. Este país requiere instaurar un ambiente de deliberación pública que erradique para siempre la violencia física por supuesto, pero que además instaure el debate respetuoso como la regla general para actuar en la vida pública.

(Región se suma con entusiasmo al Pacto Por el Respeto -PPR-.


 

NUESTRO AGRADECIMIENTO

La Corporación Región quiere hacer pública su sentida voz de gratitud con las delegaciones del Gobierno Nacional y de las Farc y con quienes colaboraron allí, por el enorme esfuerzo y energía que han dedicado a construir el acuerdo final de La Habana. Han hecho lo que les correspondía y ciertamente no era nada fácil. El resultado de su trabajo es una reivindicación de que la política como escenario y el diálogo como metodología, cuando existe la voluntad suficiente, son capaces de acercar a los más distantes enemigos.