Opinión

Jueves, 05 Octubre 2017 12:53

Editorial: Medellín Basta ya. Un aporte a la memoria colectiva de una ciudad herida y resistente

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Queremos que este informe sea un homenaje y un reconocimiento a la dimensión pública del dolor, el sufrimiento y el coraje de las más de 132.000 víctimas que se contabilizan y de las otras tantas que por muchas razones, no se registran en estas cifras.

A propósito del lanzamiento del informe “Medellín: Memorias de una guerra Urbana” Medellín Basta ya, que se realizó el 14 de septiembre, compartimos el discurso de presentación de Marta Inés Villa, directora de la Corporación Región y co-relatora de la investigación (Ver informe)

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En junio de 2014 Gonzalo Sánchez aceptó la invitación y nos acompañó en un ejercicio de memoria que, siguiendo las preguntas del Basta Ya. Colombia: Memorias de guerra y dignidad, aportara un relato sobre lo que ha sucedido en el marco del conflicto armado en un contexto urbano como Medellín.

Desde hace tres años, este proyecto ha ocupado buena parte de nuestra atención e interés pues, además de un ejercicio académico y profesional, las preguntas planteadas en Medellín Basta Ya, nos interpelan como ciudadanos, como hombres y mujeres que habitamos esta ciudad, que la hemos gozado y sufrido y en la que intentamos aportar a su transformación.

Este informe es el resultado de la iniciativa de la alcaldía de Medellín durante la administración de Aníbal Gaviria, en un momento en el que asuntos centrales para la democracia y la paz, como la garantías de no repetición, la búsqueda de personas desaparecidas, la memoria del conflicto armado y la reparación a las víctimas, entre otros, tuvieron un lugar claro en la agenda de la ciudad. Gracias también a la sintonía y consecuencia del Centro Nacional de Memoria Histórica y del Ministerio del Interior, con lo que implica el Deber de la Memoria en y desde los territorios y, al compromiso intelectual, ético y político de la Universidad de Antioquia, EAFIT y la Corporación Región quienes pusieron al servicio de este proyecto años de trabajo, interpretaciones y conocimientos acumulados sobre las violencias y el conflicto armado en la ciudad.

Pero, sin duda alguna lo central de este resultado que hoy entregamos, son los testimonios de las personas que han padecido diversas formas de victimización. Quisimos hacer un relato lo más plural posible, pues aunque las víctimas comparten experiencias de subyugación, dominación, sometimientos y sufrimiento, esto no les hace una población homogénea ni en sus intereses ni en el sentido que dan a su vivencia, ni tampoco en sus expectativas de reparación. Nuestra apuesta fue crear un espacio metodológico y ético para que estas distintas voces y sentidos tuvieran lugar.

Aquí, encontrarán voces de víctimas de desplazamiento, desaparición forzada, secuestro, asesinato, violencia sexual; voces de defensores de derechos humanos, sindicalistas, familiares de miembros de la policía, empresarios, maestros, profesionales de la salud, periodistas o funcionarios públicos directamente afectados. A ellos y ellas mil y mil gracias. Sabemos que como sociedad, nos falta recorrer un largo camino para garantizarles que, así como han comprometido su voz y su palabra, esta será escuchada no solo con respeto sino con la condolencia, la compasión y la solidaridad que merecen y, sobre todo, desde la comprensión y la conciencia de que esta historia que ustedes han vivido y les pertenece, nos interroga profundamente como sociedad. Que estos relatos son trazos de una historia colectiva que nos implica. Queremos que este informe sea un homenaje y un reconocimiento a la dimensión pública del dolor, el sufrimiento y el coraje de las más de 132.000 víctimas que se contabilizan y de las otras tantas que por muchas razones, no se registran en estas cifras.

No obstante, atendiendo a las preguntas de “¿qué es lo que hay que reparar?” o,” ¿qué ha sido lo dañado?”, encontramos que los impactos del conflicto armado y las violencias asociadas van mucho más allá de las víctimas directas. Por eso buscamos oír las voces de personas que, por el solo hecho de habitar la ciudad, tienen algo que contar sobre lo que ha pasado, los sentidos, las causas y los impactos. Y lo que constatamos fue que, en muy buena medida, nadie se siente al margen de esta historia, que “la violencia no pasó de largo”, como dijo un joven participante, que tocó de muchas maneras a la población, que el miedo, el encierro, la desconfianza, son huellas del conflicto armado en el cuerpo social, en la memoria colectiva. También que, contrario a lo que muchos pregonan, esta ciudad no está sobre diagnosticada, aún hoy, hay un déficit de comprensión y sobre todo, de palabra. Hay una voz ahogada, que quiere ser escuchada. A todas estas personas que acudieron a los talleres, que escribieron cartas, que recorrieron la ciudad con nosotros hablando en los lugares de memoria, que compartieron su mirada en grupos focales o en entrevistas, también muchas gracias.

Así mismo queremos hacer reconocimiento a las entidades públicas que contribuyeron a la investigación, ya sea suministrando información, ofreciendo contactos, compartiendo su interpretación de lo sucedido: La Policía Metropolitana del Valle de Aburrá (Oficina de Derechos Humanos), IV Brigada del Ejército, la Agencia de Reintegración en Medellín, la Oficina de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, la Unidad de Víctimas de la Alcaldía de Medellín y el Museo Casa de la Memoria. Igualmente a las organizaciones sociales y de derechos humanos que nos permitieron el acceso a sus archivos y acervo documental.

Este es un tiempo de gran incertidumbre en el país y en la ciudad. Avanzar simultáneamente en hacer las paces y construir cultura de paz y garantías para la no repetición, es imperativo. Esto implica necesariamente, reconocer lo que nos ha pasado y lo que sigue pasando. Eso fue lo que aprendimos en los noventa, a mirarnos a los ojos, a reconocer aun con el vértigo que esto producía, la profundidad de la crisis; a transformar la confusión en reflexión, el miedo en fuerza, el desasosiego en acción, el no futuro en esperanza.

La memoria, que en últimas consiste en visitar el pasado desde una perspectiva de futuro, como lo ha dicho Gonzalo Sánchez, debe ser entendida como una aliada y no una amenaza para la construcción de paz. Medellín: Memorias de una guerra urbana no pretende decir la última palabra ni declarar una verdad oficial. Propone un relato comprensivo y sistemático, nutrido de múltiples voces, que interpretan lo que nos ha pasado y cómo sorteamos esta historia; junta piezas que permitan comprender las especificidades, pero también las diversas articulaciones de Medellín con la dinámica nacional.

Seguramente algunos compartirán el análisis, otros no. Bienvenido sea el debate y la conversación. Desde el siglo pasado, a mediados de los noventa, Corporación Región con muchos otros aliados acuñamos una frase que sintetiza nuestro apuesta por la resolución política del conflicto armado y la profundización de la democracia, hoy como ayer, esa consigna mantiene plena vigencia: “es tiempo de la palabra”.