Opinión

Jueves, 16 Agosto 2018 14:38

Opinión. Qué esperar de Colombia hoy

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Es demasiado prematuro para resolver este enigma. Pero lo que sí está claro es que Colombia no saldrá indemne de este nuevo período de gobierno, pues muchas de las políticas de Duque implican un retroceso en relación con avances hechos en el terreno de las libertades individuales y de conquistas sociales de gran relevancia.

Por: Piedad Bonett

Poeta, novelista, dramaturga y crítica literaria colombiana

Qué le espera a Colombia después del cambio de gobierno, es una gran incógnita. El 7 de agosto, día de la posesión de Iván Duque, todo lo sucedido pareció ser de mal augurio, comenzando por las agitaciones de la naturaleza, que incluyeron temblor de tierra, lluvia y un viento huracanado que por momentos se asemejó a aquel que hizo desaparecer a Macondo de la faz de la tierra. Como quien dice, se aguó la fiesta.

Pero más que por las desafortunadas inclemencias del tiempo, porque el Centro Democrático, partido del nuevo presidente, mostró su rostro más belicoso desde tempranas horas, cuando los colombianos nos despertamos, como en aciagas épocas, con un libelo publicado en muchos periódicos, donde se denostaba del gobierno de Juan Manuel Santos, y se hacía una lista de sus supuestos yerros en la que abundaban las mentiras y las verdades a medias. Y, como si fuera poco, en abierta muestra de hostilidad y de indelicadeza con el nuevo gobernante, el presidente del senado se dedicó horas más tarde a replicar en su discurso la lista negra y a loar, de forma totalmente improcedente, al expresidente Álvaro Uribe. Tanto odio de las huestes uribistas causó perplejidad y rechazo en buena parte de la opinión, que dio dos interpretaciones del hecho: que el presidente Duque ignoraba lo que iba a decir el señor Macías en su discurso, o que el Centro Democrático está jugando a dos bandas: mostrando un discurso conciliador a través de su designado, y una agresividad dispuesta a todo cuando es el partido el que se manifiesta.

Es demasiado prematuro para resolver este enigma. Pero lo que sí está claro es que Colombia no saldrá indemne de este nuevo período de gobierno, pues muchas de las políticas de Duque implican un retroceso en relación con avances hechos en el terreno de las libertades individuales y de conquistas sociales de gran relevancia.

El nuevo presidente, a pesar del tono moderado que lo diferencia de su mentor, tiene una concepción del poder que se manifiesta en algunos casos como populismo punitivo; propone, por ejemplo, cadena perpetua para asesinos y violadores de niños - cuando está más que probado que esta pena no desincentiva ese delito- , prohibir la dosis mínima – aunque no criminalizarla- y volver a la fumigación de cultivos, si bien con sustancias distintas al glifosato. Tampoco se ha mostrado partidario del matrimonio homosexual, o de la legalización de la droga, y sobre el aborto – y eso ya es algo- respeta lo que hasta ahora permite la ley pero se presenta como “defensor de la vida” y por tanto enemigo de la despenalización.

Como su discurso, Duque es convencional, un hombre que en cuestiones morales – y también en las económicas- representa los valores del statu quo. Y si bien ha nombrado muchos técnicos en su equipo de trabajo, es evidente que ha puesto buena parte del poder en manos de los gremios. De los grandes empresarios, que con honrosas excepciones, han sido ante todo defensores de sus intereses y privilegios, y se han mostrado indiferentes a las necesidades de la masa de colombianos que permanece atada a la pobreza, a la desigualdad y a la falta de oportunidades.

Lo que uno imagina es que Duque perpetuará, pues, el orden de cosas neoliberal, aunque introduzca matices en temas económicos. Ahora bien: la gran pregunta tiene que ver con los Acuerdos de paz de la Habana, que el nuevo presidente pareciera va a respetar en sus aspectos esenciales. Para que esto suceda, sin embargo, tendrá que demostrar que es capaz de resistir las presiones de su partido, cuya iracundia contra dichos acuerdos hemos podido ver todos los colombianos, hasta el punto de hacer triunfar el No a la hora del referendo.

No la tiene fácil Iván Duque, que debe enfrentarse también a una oposición por ahora unida y fuerte. A ella le toca dar una lucha denodada por la defensa de la paz, de los derechos humanos y de las conquistas legales del pensamiento progresista. Por la calidad de muchos miembros de la oposición, estoy segura de que los colombianos asistiremos a debates donde brillarán los argumentos, y donde campeará la valentía. Pero desde ya, también, podemos intuir la ferocidad de los mismos, pues volveremos a ver provocaciones de la derecha, cuyo discurso se ha radicalizado y a menudo echa mano de la insidia, la acusación y la mentira. Desafortunadamente, así es. Y, desafortunadamente, también, falta mucho para que cese la violencia. Peor aún: en esta etapa del posconflicto, que fue manejado chapuceramente por el gobierno Santos, que fue incapaz de adelantarse y hacer presencia de Estado en las zonas de guerra, seguiremos viendo caer los líderes sociales asesinados y muchas zonas seguirán estando vedadas para los colombianos. Porque ya la “mano negra” está ahí, para impedir una justa restitución de tierras, y porque el eterno problema del campo no podrá ser resuelto por ningún gobierno donde los que tienen interés en que nada cambie hagan parte del poder; porque el proceso de la reinserción ha sido a medias, y los exguerrilleros siguen viviendo un clima de incertidumbre que lanzará a muchos al terreno de la delincuencia; porque el narcotráfico sigue teniendo una fuerza devastadora, con sus secuelas de inmoralidad y muerte; y porque facciones como el ELN, se obstinan en la guerra, por diversas razones : por su falta de sentido de la realidad, por sus nexos con fuerzas criminales, y también amedrentados por las amenazas de destrucción de los acuerdos de paz con las FARC.


Es muy oscuro el panorama de este momento en Colombia. Pero hay una esperanza: las confrontaciones que han venido dándose en el terreno electoral han creado una fuerza de resistencia que ya mostró su poder en las urnas. Una buena parte de colombianos, los que celebramos la enorme ganancia en vidas del fin de la guerra con las FARC, estamos dispuestos a no dejar que volvamos a un pasado de odio y de persecución política, y a luchar por principios importantes como la libertad de protesta, la libertad de prensa y la libertad de conciencia. Esa fuerza crítica tendrá que estar alerta para no dejarse avasallar por todo lo de retardatario que existe en el nuevo régimen, pero también para no sucumbir al populismo fácil de cierta izquierda, que ya ha mostrado que puede desembocar en gobiernos despóticos y criminales.
 criminales.