Por: Mauricio Uribe López
Jefe del Departamento de Gobierno y Ciencias Políticas de la Universidad EAFIT
La modernización ha sido uno de los temas favoritos de los sociólogos. Para uno de ellos, Peter Berger, esta tiene tres características fundamentales: industrialización, urbanización y globalización. Las ciudades colombianas son el resultado de un proceso de urbanización sin generalización de la relación salarial. Conforme el proceso de industrialización se estancó temprano en la década de los setenta, la causalidad que va del crecimiento del sector manufacturero a la transferencia de trabajadores, desde sectores no manufactureros, hacia la industria y el consiguiente incremento de la productividad de la economía en su conjunto (ley de Verdoon-Kaldor), no tuvo lugar en la Colombia urbana. En lo que corresponde a uno de los ejes de la globalización, el comercio internacional, este no se ha apalancado en la generación de una oferta exportable de bienes ganadores (con alto valor agregado), sino que se ha concentrado en la exportación de bienes primarios cuya producción funciona como economías de enclave, sin generar encadenamientos productivos y sin dar lugar a una demanda significativa de trabajo.
En esas condiciones, en las ciudades colombianas persiste un desequilibrio entre una oferta creciente de mano de obra y un aparato productivo incapaz de absorberla. Al ser una de las ciudades líderes en el crecimiento de la producción manufacturera en el país, el declive industrial golpeó severamente a Medellín. En ese contexto, la expansión de la informalidad y de la ilegalidad actuó como válvula de escape a la ausencia de oportunidades de empleo asalariado. El informe ¡Basta Ya! para Medellín señala que la intensificación del conflicto armado en la ciudad y de las violencias asociadas a este tuvo lugar en medio de severas crisis económicas: “Las características de la estructura productiva de Medellín hicieron que esas crisis nacionales tuvieran un impacto negativo para sus habitantes, en especial cuando se consideran el desempleo y la pobreza medida según ingresos. Estas crisis alentaron diversos sectores económicos informales y muchos claramente criminales” 1.
De acuerdo con las cifras del Dane, la tasa de desempleo en el Valle de Aburrá en el trimestre mayo-julio de 2018 es de 11,2%, superior a la del mismo período del año anterior (10,4%) y por encima de la tasa de desempleo para 13 y 23 ciudades (10,4% y 10,6% respectivamente). La tasa de informalidad en la ciudad y su área metropolitana en el trimestre mayo-julio de 2018 (42,4%) es menor que la tasa de las 13 principales ciudades (47%). Sin embargo, mientras en esas 13 ciudades la informalidad disminuyó levemente entre el primer y el tercer trimestre de este año, en el Valle de Aburrá, en cambio, aumentó. En el mismo período del año anterior, la tasa de informalidad en el Valle de Aburrá era prácticamente igual a la de este año, lo que pone de manifiesto que la informalidad es una característica más bien estructural en la ciudad y su entorno inmediato.
La incapacidad del aparato productivo de la ciudad para dispersar ampliamente los ingresos entre la población, se refleja en un alto nivel de desigualdad. El coeficiente de Gini de ingresos en el Valle de Aburrá disminuyó entre 2014 (cuando era el más alto entre las 23 ciudades más importantes del país: 0,526) y 2017 (0,464: el octavo Gini más alto entre 23 ciudades)2. Sin embargo, el coeficiente de Gini exclusivo para Medellín (sin incluir los otros municipios del área metropolitana) es 0,52 (el mismo de 2016). Así, “mientras la región metropolitana a 2017 tenía una desigualdad alta, Medellín como núcleo de la región presenta un nivel de desigualdad por ingresos más alto, y se ubica en un nivel de desigualdad considerado como muy alto."3
La desigualdad también se expresa en las brechas que entre comunas y corregimientos existen en los indicadores que componen el Índice Multidimensional de Condiciones de Vida IMCV. Mientras en El Poblado y Laureles los valores del IMCV son 75,3 y 70,4 respectivamente4, en Popular y Santa Cruz son 34,8 y 35, 6. Las mayores privaciones tienen que ver con la dimensión de “vulnerabilidad” (hacinamiento, alimentación de niños y adultos, mujeres cabeza de hogar y número de niños y ancianos) y capital físico del hogar (especialmente, tenencia de vivienda).5
La segregación socio-espacial en Medellín moldea una cultura arribista en la que a la injusticia social se añaden las fallas en la asignación de respeto y reconocimiento a todas las personas con independencia de su nivel de ingreso. En el libro V de la Riqueza de las Naciones (1776), Adam Smith afirmó que la pobreza corresponde no sólo a la falta de medios para asegurar la mera subsistencia física sino a la carencia de aquellas cosas que son necesarias para aparecer en público sin sentimiento de vergüenza. La observación del economista escocés permite identificar un vínculo significativo entre pobreza y desigualdad: además de la supervivencia física importa la posición relativa de las personas en la sociedad y sus posibilidades de vivir conforme a los estándares predominantes.
La pobreza y la desigualdad están relacionadas porque las personas no viven aisladas: su autoestima depende, en buena medida, de la calidad de sus vínculos con los demás. En su libro The Impact of Inequality: How to Make Sick Societies Healthier (El impacto de la desigualdad: ¿cómo hacer más saludables las sociedades enfermas?), Richard Wilkinson señala que la cuestión del respeto social es más problemática en sociedades muy desiguales. Conforme la desigualdad aumenta–advierte Wilkinson- las personas ubicadas en los peldaños inferiores de la escala social, percibirán que aquellos mejor ubicados tienden a mirarlos por encima del hombro. En Colombia y en nuestra ciudad, el problema de la desigualdad no es sólo socioeconómico sino también cultural. La mentalidad arribista se manifiesta no sólo en las expresiones del tipo “usted no sabe quién soy yo” sino también en la disposición a explorar, en la ilegalidad, distintas vías de ascenso social.
1. Centro Nacional de Memoria Histórica y otros (2017). Medellín: Memorias de una Guerra Urbana. Bogotá: Centro Nacional de Memoria Histórica, Corporación Región, Ministerio del Interior Alcaldía de Medellín, Universidad EAFIT, Universidad de Antioquia, 2017, pág. 105.
2.Los coeficientes de Gini más altos en 2017 corresponden a Quibdó y Riohacha (0,531 y 0,524 respectivamente). Los más bajos son los de Bucaramanga y Pereira (0,406 y 0,401 respectivamente).
3. Medellín Cómo Vamos (2018). Informe de Calidad de Vida de Medellín 2017. Medellín: Autor. Pág. 10. Recuperado de: https://www.medellincomovamos.org/category/ciudadania/
4. El IMCV varía entre cero y cien. A mayor valor, mejores las condiciones de vida.
5. Ibíd