Opinión

Martes, 04 Junio 2019 18:47

Medellín... ¿va por buen camino?

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Medellín... ¿va por buen camino? Tomada de : El Tiempo

El principio de realidad nos permite afirmar que hoy no vamos por buen camino, al contrario, en temas fundamentales enfrentamos serias amenazas y retrocesos. Ojalá el orgullo, la pujanza y la verraquera con la que algunos relacionan la identidad paisa, se usara en trasformar la precariedad y la desigualdad de oportunidades en la que vivimos.

En las últimas décadas, Medellín y Antioquia se han caracterizado por contar con la más alta valoración ciudadana sobre sus gobernantes. En la encuesta de Gallup, conocida el pasado 4 de marzo, Luis Pérez sobresale entre los gobernadores con una aprobación del 78%, y el alcalde Federico Gutiérrez, obtuvo el 82%.

Este resultado no es gratuito. Desde la crisis sufrida en los años noventa, expresada en altos índices de violencia, desempleo y falta de oportunidades para la juventud de los sectores con más bajos ingresos, Medellín ha vivido un proceso de transformación innegable, evidente en la mejora sustancial de la calidad de vida. La disminución de las muertes violentas fue el indicador más visible junto al impulso de un urbanismo social que impactó, en especial, la vida de los sectores más excluidos; obras importantes en transporte y movilidad y un sinnúmero de expresiones del orden social y cultural, dieron a la ciudad un reconocimiento por el papel protagónico de sus habitantes, de las organizaciones de la sociedad civil y de un sector del empresariado que le apostó también, a la innovación y a la dinamización económica.

En este proceso, los gobernantes han ocupado un lugar sustancial. Las buenas prácticas de algunas administraciones, eficientes en términos de gestión pública, transparentes, respetuosas de la institucionalidad y de la ciudadanía, han sido reconocidas a nivel local, nacional e internacional con altos porcentajes de aceptación y valoración. Esto es bueno para la ciudad y sus habitantes pues un eje de una democracia saludable, es la confianza en las instituciones y en los gobernantes. No obstante, cuando esta aceptación se convierte en una práctica irreflexiva que, alimenta el manido orgullo y superioridad que busca a toda costa, fungir como los primeros y los mejores, deja de ser un signo positivo para convertirse en un obstáculo que no permite ver, reconocer y cambiar.

El actual alcalde de Medellín se ha esforzado y, según informes recientes de la Fundación para la libertad de Prensa –FLIP ha invertido muchísimo dinero en publicitar los logros de su administración y el alto grado de favorabilidad ciudadana con el que cuenta (Ver nota). El eslogan #VamosPorBuenCamino se ha posicionado acuñado en una gran lista de acciones e indicadores de gestión. (Ver nota)

No obstante, estas realizaciones, pueden relativizarse con otros indicadores que, claramente, invitan a otras miradas:

El primer interrogante proviene del informe de la Veeduría Ciudadana al Plan de Desarrollo de Medellín sobre seguridad (Ver informe): el aumento del número de personas asesinadas, desplazadas y extorsionadas, denota uno de los resultados más problemáticos de esta administración. Con respecto al homicidio, dice el informe: “Las muertes violentas desde el año 2016 permanecen en aumento sostenido pues respectivamente se presentaron 544 muertes violentas durante el año 2016; 582 en 2017, y finalmente, la cifra pasó a 632 en el año 2018. El panorama no deja de ser preocupante en lo que trascurre del año, pues entre enero y mayo se han reportado 302 homicidios (48 más que el mismo periodo anterior), siendo el mes de abril el periodo más violento en esta administración con 66 homicidios”. Se trata de una dinámica territorial y poblacional: las comunas de la Candelaria, San Javier, AltaVista y Belén y, la juventud entre 14 y 28 años, son las más afectadas. 

El otro factor relevante es el desplazamiento forzado. En editoriales anteriores hemos llamado la atención sobre la pérdida de capacidad institucional, en la prevención y atención de esta problemática, que atenta de manera directa contra el derecho a la ciudad. Pero contario a lo que ha afirmado el Alcalde en su rendición de cuentas de marzo de 2019, el informe de la Veeduría señala que este asunto también va en aumento, pues las declaraciones por desplazamiento intra urbano aumentaron un 9,3%, al pasar de 3.517 en 2017, a 3.846 en 2018. Los territorios más afectados coinciden con los que presentan mayor aumento de homicidios: San Javier, AltaVista, Robledo y San Cristóbal.

Cabe resaltar que en materia de extorsión, hurto a personas, residencias y establecimientos comerciales, no estamos mejor que en los anteriores pues el robo a residencias aumentó en un 10,7%, a entidades financieras en un 72,7% y a personas, incrementó en un 18,9% (al pasar de 17.719 a 21.079 en 2018). Con estos resultados, es imposible concluir que la estrategia privilegiada por esta administración en materia de política de seguridad, la vigilancia tecnológica y la persecución a cabecillas de redes criminales, en la que se han invertido grandes recursos, ha sido la adecuada.

De otra parte, recientemente se ha dado a conocer un dato realmente preocupante: entre enero y marzo de 2019 el desempleo llegó al 13.5%, superior a la tasa nacional que se ubica en 10.7%  (Ver informe). De nuevo este indicador evidencia que la brecha de la inequidad se ha ampliado y está claramente relacionada con el modelo económico y la vocación productiva de la ciudad.

Estos datos coinciden con los resultados de la encuesta de percepción ciudadana presentados por Medellín Cómo Vamos para el 2018 (Ver informe) Un 67% de la ciudadanía dijo que Medellín iba por buen camino (un 7% menos que en el periodo 2006-2018, con 74%). No obstante, tanto el orgullo con la ciudad, como la percepción de que Medellín va por buen camino, fueron menores para quienes se auto percibieron como pobres en 2018, en relación con quienes no se percibieron como pobres. El informe explica que la disminución en la creencia de que la ciudad va por buen camino radicaba en cifras como: menor crecimiento de las oportunidades laborales, aumento de los homicidios y la denuncia por robo en vía pública, lo cual se traduce en un deterioro de la percepción de seguridad en la ciudad y el barrio y mayores barreras en el acceso a la salud.

Si a esto le sumamos asuntos críticos como la pérdida de espacios de diálogo entre la institucionalidad y la sociedad civil, la crisis en la calidad del aire, el deterioro de infraestructuras como los parques biblioteca, los pobres resultados en términos de obras públicas significativas, el débil estímulo a la participación ciudadana, los síntomas de agotamiento del transporte público, la disminución de recursos para la atención a las víctimas y a las mujeres, el polémico manejo de la comunicación institucional, entonces la lista de los problemas es mayor.

Seguramente, cuando el alcalde Federico Gutiérrez y sus seguidores afirman que “Medellín va por buen camino” tienen ejecuciones para mostrar. Y probablemente quienes creen que esto le hace el mejor alcalde del país, leen, valoran y sobredimensionan estas realizaciones. Pues, ¿cómo se corresponde esto con la constatación de que se trata del mismo municipio en el que lo básico como el derecho a la vida, a la ciudad, a la seguridad, al empleo o la salud, son gravemente vulnerados?; ¿cómo decir que vamos bien cuando la juventud y especialmente la de escasos ingresos, encuentra cada vez menos posibilidades de sustraerse de las dinámicas de violencia y sus impactos? ¿Cómo desconocer que cada vez más personas hoy, encuentran cerradas las posibilidades de un empleo que les garantice una vida digna? ¿Cómo no visibilizar y deliberar públicamente sobre la zozobra y la amenaza permanente, en la que territorios perfectamente identificados de la ciudad, viven con el miedo a cuestas, ante la indiferencia y la indolencia del resto de la ciudad?

La cuestión por supuesto, va mucho más allá de saber quién tiene la razón o cuántas personas están a favor de una u otra postura. Lo paradójico consiste en que si usted se empeña en invisibilizar los problemas, termina actuando como si no existieran. Una vieja y sabia sentencia afirma que el primer paso para enfrentar un problema es reconocerlo.

El principio de realidad nos permite afirmar que hoy no vamos por buen camino, al contrario, en temas fundamentales enfrentamos serias amenazas y retrocesos. Ojalá el orgullo, la pujanza y la verraquera con la que algunos relacionan la identidad paisa, se usara para trasformar la precariedad y la desigualdad que han hecho mella en nuestra sociedad; que esa capacidad de innovación de la que tanto nos preciamos sirviera para, además de ganar reconocimiento internacional, encontrar alternativas para resolver problemas estructurales; que la audacia permita ver la realidad tal como es: con sus luces y sus sombras.

A seis meses de terminar el período de esta alcaldía, es probable que esta reflexión ya no suscite mayor interés y signifique un reto para el alcalde. Pero para nosotros, para la sociedad, debería ser una prioridad. Al fin y al cabo, ¡somos quienes elegimos!