El carácter periódico de las elecciones es una de las garantías que ofrece la democracia para facilitar, que los diversos puntos de vista sobre los problemas de un país, un departamento o una ciudad, puedan debatirse a través de las ideas y programas postulados por las candidaturas que pretenden conquistar el apoyo mayoritario de la ciudadanía en las urnas; esta periodicidad refleja las preferencias del electorado sobre las variaciones, el relevo y los cambios de gobierno.
Las elecciones se constituyen, como lo plantean diversos teóricos de la democracia, en la ocasión para que la ciudadanía pacíficamente, pueda “echar de sus puestos” a los malos gobiernos, castigándolos con la desaprobación en las urnas. Es la oportunidad y el momento en el que adquirimos un poder particular, cuya contundencia radica en nuestra capacidad para tomar decisiones informadas, razonadas y consientes, sobre apoyar o no algunas de las alternativas que se nos ofrecen.
Sin embargo, es importante tener presente que las elecciones no funcionan como un reloj perfecto y la calidad de sus resultados está condicionada por el contexto específico en el que se desarrollan. Por eso es fundamental potenciar, desde la sociedad civil, el papel que juega la ciudadanía al ejercer el derecho al voto, en el horizonte de futuro que se abre en ciudades como Medellín y al mismo tiempo, alertar, identificar y señalar los retos que tenemos en este proceso de recomposición de las autoridades locales y departamentales.
El primer asunto a considerar, es la cantidad y la calidad de las candidaturas que se presentan para gobernar la ciudad en el próximo cuatrienio. Dieciséis aspirantes: tres mujeres, trece hombres, nueve partidos —algunos con la personería jurídica recién adquirida—, una coalición y seis movimientos respaldados en firmas. La mera descripción del tarjetón muestra un panorama complejo por el número de personas en competencia, por la novedad de las organizaciones que les apoyan y por la falta de claridad respecto de los vínculos entre las candidaturas y los sectores políticos, económicos y de interés, detrás de cada una de estas iniciativas. Medellín, como otras ciudades del país, enfrenta una contienda electoral con un panorama opaco, pues en vez de apuestas por un proyecto de ciudad que ofrezca alternativas a sus habitantes, lo que se evidencia es la ambición de ocupar cargos relevantes a nivel local o nacional.
Un segundo tema para llamar la atención, es el propio clima político y de opinión en el que se desenvuelve la contienda por la alcaldía. En Medellín es innegable el fenómeno de la polarización, reforzada por discursos instalados en las redes sociales y los medios de comunicación, estos últimos, atendiendo a poderes e intereses particulares, no contribuyen a informar al electorado para aclarar el horizonte sobre las candidaturas, sus apuestas, propuestas y vínculos; los enfoques y líneas editoriales, también están guiados por la pauta y sus propias tendencias políticas. Las redes, por su parte, se han convertido en un escenario de disputa electoral, caracterizado por un tono agresivo, poco reflexivo e inmediatista que muy poco suma para enriquecer la conversación ciudadana. Es entonces un reto y una tarea elegir la información y analizar lo que nos aporta para tomar decisiones.
Otra consideración sobre el desarrollo de las jornadas electorales son los hechos que refuerzan la percepción de inseguridad y de vulnerabilidad de la ciudadanía, de líderes sociales y comunitarios y de aspirantes a diversos espacios de representación. Esto es un retroceso, un paso atrás en una democracia que con dificultad, había logrado hacer elecciones relativamente pacíficas en 2015 y 2019. La tranquilidad alcanzada por la reducción de eventos de violencia en la ciudad y el país, nos permitió imaginar una confrontación civilizada de ideas y programas políticos, sin el constreñimiento por parte de actores armados. Nos enfrentamos entonces al reto de frenar ese retroceso y asegurar, con el mayor grado de fiabilidad, las mejores condiciones para que las elecciones posibiliten el encuentro en espacios de dialogo y controversia sin poner en juego la integridad de quienes participan.
Además, no debemos perder de vista que algunos de los factores que generan más violencia, inseguridad y percepción de deterioro del clima de convivencia, están en el centro del debate y alrededor del tema de la paz total. Respecto a esta apuesta del gobierno nacional cuya lectura es disímil y contradictoria por parte de los aspirantes a la alcaldía, resulta indispensable que la discusión pública se enriquezca, con el fin de situar, de manera crítica, tanto los discursos de campaña como la implementación de una política ambiciosa, basada en unos lineamientos institucionales aún inciertos. La ciudadanía y las organizaciones sociales que acompañan ética y políticamente los esfuerzos por construir una paz estable y duradera, deberán estar advertidas de la brecha entre los discursos sobre la paz urbana y los reclamos de seguridad que emergen como un filón característico de las propuestas que ganan más adeptos en la política local.
Finalmente, como lo demuestra la publicación de la Agenda Ciudadana 20231 , construida en el marco del proyecto Medellín, la ciudadanía tiene la palabra, una variedad de actores se han tomado el tiempo para reflexionar sobre problemáticas que demandan atención urgente y han identificado líneas de acción estratégicas que valdría la pena que las diversas candidaturas atendieran y armonizaran con sus propuestas de gobierno. Las agendas ciudadanas tienen el potencial de enriquecer la discusión pública y estructurar canales que permitan que se escuche la voz, las demandas y los intereses de sectores plurales de la ciudad. La forma de estructurar esta conversación y las posibilidades de que rindan frutos, incorporando los contenidos en las políticas públicas, depende, no solo de que sean atendidas por quienes hoy postulan sus nombres a los cargos de elección popular, sino también, de la capacidad que tengamos las organizaciones de mostrarle a otros sectores y actores gubernamentales, la importancia de los temas y problemas que allí se recogen y del beneficio colectivo que se deriva de su implementación.
Desde Región mantenemos el compromiso de seguir promoviendo una participación ciudadana informada y consciente de los retos que tenemos como ciudad, para ello seguiremos visibilizando las propuestas construidas por la ciudadanía, e impulsando la conversación y el debate en los barrios, espacios públicos de la ciudad y en las redes sociales.