Opinión

Miércoles, 23 Diciembre 2020 06:09

Editorial. Una buena vida para todos y todas

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“La auténtica riqueza o progreso de un país sólo puede plantearse centrando la mirada en el bienestar que poseen los individuos concretos de dicho Estado, revisando si existe justicia social, si todos y cada uno de los sujetos gozan de unos mínimos de calidad de vida, si no se limitan a sobrevivir, sino que disfrutan de lo que podríamos llamar una vida decente”. Martha Nussbaum.

En una entrevista concedida en el mes de abril al diario La Nación, en plena crisis por la pandemia del Covid-19, la filósofa Martha Nussbaum planteó estas preguntas: ¿Qué es una buena vida? ¿Qué es la justicia hacia los demás? ¿Qué es una sociedad justa? ¿Cuáles son nuestras emociones y cómo pueden facilitar o impedir nuestros esfuerzos por ser buenos? Todos estos cuestionamientos interpelan nuestra existencia, pues son esenciales para reconocernos en los demás y ver en los ojos del otro y de la otra nuestra propia humanidad.

Como cada nuevo año, al iniciar el 2020, nos hicimos muchos propósitos con la ilusión de alcanzar sueños, cumplir metas, superar dificultades y transformar la realidad, pero la vida nos sorprendió, se detuvo por un tiempo nuestra frenética forma de habitar el mundo, los planes cambiaron y fue necesario reorganizar las prioridades. Ahora, al final del año, cuando el recuento es inevitable, nos preguntamos: ¿Sobre qué hacemos balance? ¿Sobre lo que no fue posible, sobre la crisis, sobre logros en medio de la pandemia? ¿Sobre la tan nombrada capacidad de reinvención?

Quizá debamos, como dice Nussbaum, abrir nuestras vidas a las realidades de otros y reconocer que esta pandemia develó las enormes desigualdades sociales y económicas que este país ha arrastrado por décadas, y que pareciera que se ha propuesto esconder en lugar de transformar. El panorama de pobreza, desempleo y de destrucción del tejido empresarial con el que cerramos el año es dramático, y las consecuencias en la disminución de la calidad de vida de las familias colombianas ya son evidentes. Es cierto, que se han anunciado planes de reactivación económica que prometen ‘normalizar’ la situación, la pregunta es: ¿para quiénes son esos planes y a qué normalidad aluden? Basta mirar las alarmantes cifras de pobreza y desigualdad antes de la llegada del Covid-19, pese a que Colombia fue una de las economías que más creció en la región en 2019, para tener cierto escepticismo con los efectos de dichos planes en la recuperación económica de las familias más afectadas.

Uno de los tantos aprendizajes que nos deja esta dura crisis, es que no podemos continuar midiendo la calidad de vida con indicadores económicos que privilegian la acumulación de la riqueza en un porcentaje mínimo de la población. En palabras de Nussbaum, “la auténtica riqueza o progreso de un país sólo puede plantearse centrando la mirada en el bienestar que poseen los individuos concretos de dicho Estado, revisando si existe justicia social, si todos y cada uno de los sujetos gozan de unos mínimos de calidad de vida, si no se limitan a sobrevivir, sino que disfrutan de lo que podríamos llamar una vida decente”.

En el 2021 nuestro compromiso institucional será continuar trabajando para fortalecer la capacidad de afiliación, esa que nos permite mostrar interés por otros seres humanos, ser capaces de imaginar su situación y comprometernos en diversas formas con la transformación de sus necesidades, para que todos y todas avancemos, para que a nadie le falte nada, para que todos y todas tengamos una vida digna.

Reciban nuestro abrazo solidario, sororo y fraterno, deseamos que pasen unas festividades felices, en las que predomine el amor y el cuidado. Y, por supuesto, que en el 2021 tengamos muchas más razones para juntarnos y seguir construyendo un país más justo y respetuoso de la vida.