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Miércoles, 04 Diciembre 2019 16:33

Derechos humanos, una tarea inconclusa



Jharry Martínez

Jharry Martínez

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Sociólogo, estudiante de maestría en Ciencia Política. Ha acompañado procesos de Participación ciudadana, control social y paz territorial. Actualmente se desempeña como Coordinador del programa de Derechos Humanos y Paz de la Corporación Región.




Resumen

 


Derechos humanos, una tarea inconclusa

“Cuando nuestras convicciones éticas sean coherentes con nuestras aspiraciones políticas, estaremos alcanzando la utopía que haga de los derechos humanos una vivencia plena en la vida social”.
Alberto Yepes (Palacio, 1993) 

 

Este 2019 ha sido un año singular para la Corporación Región, tanto por cumplir 30 años de trabajo continuo, y por estar en un período decisivo de su futuro institucional, como por las reflexiones y aprendizajes que, en el marco de esta celebración, se han producido en los amenos encuentros de los viernes, denominados acertadamente “Diálogos Región”; para adentrarnos en lo que significa llegar a este momento, en medio en una sociedad cambiante y la posibilidad de identificar sus dinámicas en el quehacer de la Corporación.

En estos párrafos planteo algunas reflexiones y cambios que ha tenido Región, a lo largo de su historia, a partir del trabajo por los DDHH1. Se abordan cuatro asuntos centrales que coinciden con tres momentos específicos: 1) Defensores y defensoras de los DDHH en Colombia, una apuesta por la paz; 2) Entre la exigencia y el disfrute de los DDHH, un trabajo desde los territorios; 3) Repensar los DDHH una mirada desde la diversidad; y 4) Paz y Derechos Humanos. Finalmente se presentan algunas consideraciones alrededor de los retos para la Corporación y el quehacer de la defensa de los DDHH en Colombia.

La organización administrativa y política de Región ha vivido diferentes procesos ubicando el campo de los Derechos Humanos en espacios como: el área de democracia y participación ciudadana, el programa de convivencia y derechos humanos, la línea de investigación sobre Derechos Humanos y el actual programa de Derechos Humanos y paz; la Corporación se entiende como una organización que trabaja por los DDHH desde todas sus estrategias y líneas con énfasis en la exigibilidad, promoción y disfrute como un todo articulado, inherentes a la persona humana, universal, progresivo e inalienable.

1. Defensores y defensoras de los DDHH en Colombia, una apuesta por la paz

Para 1989, fecha de nacimiento de Región, en el contexto local sobre DDHH afrontábamos desafíos: la violencia urbana se manifestaba especialmente en la guerra entre el Estado y los carteles de la droga, entre el Cartel de Medellín y otros carteles y en la presencia de las milicias urbanas de las guerrillas en los barrios periféricos de la ciudad, como una amenaza constante a la vida. Fue la época de los carros bomba, la implantación de la cultura traqueta, la cooptación de jóvenes de barrios populares para el sicariato. También, se recrudeció la lucha guerrillera en sus frentes urbanos y la respuesta militar del Estado que en muchos casos, desconoció su obligación constitucional de defensa y garantía de los DDHH bajo la concepción del “enemigo interno”2, resultado, entre otros, de las enormes afectaciones sociales sufridas a los largo de los ochenta entre las que se cuentan: el “Estatuto de seguridad” del gobierno de Julio Cesar Turbay a inicios de la década, la toma y retoma del Palacio de Justicia en 1985 y la cruenta guerra contra los carteles de las drogas a finales de este periodo e inicios de los noventa. En este escenario la defensa de la vida y el trabajo por los DDHH, mediante la pedagogía tanto de los derechos como de las rutas de acceso a la protección de los mismos, se convirtió en el punto de partida de una ciudadanía inconforme, activada e impulsada por un escenario de cambio que logró algunas victorias como la elección popular de alcaldes y las movilizaciones por la constituyente.

Las organizaciones defensoras de los DDHH se establecieron como bastiones sociales, a partir de las acciones urgentes, la denuncia y la exigibilidad; el país experimento una enorme movilización ciudadana reclamando la modernización del Estado, la finalización del conflicto armado y la instauración de una nueva carta democrática que tuviera como base los Derechos Humanos, lo cual, se expresó en la Asamblea Constituyente y en los primeros resultados exitosos de las negociaciones de paz con algunos grupos guerrilleros.

En medio de este escenario, Región reflexiona y hace propuestas a partir de tres cuestiones fundamentales:

a) La dimensión ética de los DDHH

Era necesario incorporar la dimensión ética en la defensa de los DDHH para que, al lado de la jurídica y la política, se planteara la obligatoriedad, a la sociedad en su conjunto, de velar, defender y garantizarlos; así, los actores armados ilegales también deben responder por las violaciones de derechos, criterio que hasta ese momento se aplicaba exclusivamente al Estado como órgano garante y por ende único responsable. Max Yuri lo expresa en su balance del año 2000: “Los derechos humanos, esa pauta de conducta y de convivencia ciudadana, constituyen la esencia de un mínimum ético, como eje central de un proyecto ético para la humanidad, los derechos humanos se convierten en un criterio fundamental de la justicia y en el instrumento privilegiado para la paz” (p. 125).

Esta apuesta, motivo de largas discusiones, se convirtió en un marco de acción ratificado en múltiples análisis académicos, entre los que resaltamos a Boaventura de Sousa Santos cuando habla del lugar de los Derechos Humanos, de cara a la posmodernidad: “Sólo se confrontó el poder del Estado y sólo el derecho del Estado sufrió el impacto democratizador promovido desde los derechos humanos. Se olvidó que en la sociedad hay varios modos de producción del poder y del derecho, y que el Estado es apenas uno de ellos, aunque sea el más importante” (2001, p. 178).

En 1991 Región publica el libro “Ética para tiempos mejores” en donde propone una crítica a las nociones preponderantes sobre el conflicto interno y los Derechos Humanos, específicamente sobre la dimensión ética de la violencia y la crisis de la ciudad. Se cuestionan asuntos como la explicación de la violencia desde la pobreza, el colapso moral de la sociedad y la ética en lo público:

La mayoría de ustedes recuerdan cómo la mañana siguiente a la promulgación de la nueva carta magna, casi todos los periódicos nacionales titulaban así la noticia: "Amaneció un nuevo país", "se engendra una nueva Colombia", etc. Esta afirmación un poco triunfalista exige más de un interrogante: ¿Solamente la formulación jurídica de unos principios de organización de convivencia ciudadana, garantizarán que Colombia sea nueva? nosotros pensamos que no y estamos convencidos que sin una mentalidad nueva, sin una higiene moral, sin un soporte ético fuerte, la nueva constitución quedará como una formulación escrita más; como haciendo parte de la ya grande colección de palabras de papel que acumula nuestro país, nuestra sociedad. Este sería el sentido de lo que llamaríamos ética ciudadana: ser como una especie de puntal que garantice, que haga de soporte a esa nueva realidad político-institucional que debería surgir en el país como resultado de la nueva constitución. (Calderón, 1991, p. 9)

Así, la noción misma de los DDHH y del lugar de la Corporación, se diversificó hacia un abanico de “todos los colores” que produjo trabajo no solo con población víctima del conflicto armado, sino también, con maestras y maestros escolares, personas en la función pública, jóvenes, líderes comunales y mujeres.

b) El rechazo a la lucha armada y a toda expresión violenta

Sin importar los argumentos ideológicos y/o políticos y asumiendo que la confrontación armada desconoce en principio la dignidad humana y por ende los Derechos Humanos, Región rechaza todas las expresiones de violencia armada y declara además, que los diferentes actores del conflicto tienen responsabilidad en las violaciones a los DDHH. Deslegitimar la revolución por medio de las armas, se acompañó de declaraciones públicas, producto de profundas reflexiones internas, cuestionando estrategias como la combinación de todas las formas de lucha, argumentos como la existencia de “guerras justas” o la validación de la emancipación popular por medio de las armas en contra del Estado. En contraposición, se plantea la incorporación de las reformas requeridas a través del marco institucional y la conquista de derechos por vías legales, como la concientización, movilización y presión ciudadana. Se defendió sobre todo, la idea de que la lucha armada desvirtúa cualquier propósito democratizador pues la principal afectación la sufre la población civil en los territorios más pobres y excluidos.

¿Qué se requiere para que exista vida política, para que exista el espacio o la dimensión de lo público? Aquí es donde yo veo la gran relación entre Aristóteles y Habermas; para que exista vida política se requieren de dos cosas que llamaban los griegos la praxis y la lexis, es decir, la acción y el discurso, que no es otra cosa que la acción comunicativa de que nos habla Habermas. Si la política está definida por la acción y el discurso, la violencia y la guerra quedarían completamente al margen de la política, se entenderían como una ruptura de la política, como el fracaso de la política, es decir, frente a esta propuesta que tiene raíces griegas pero recogidas por la teoría crítica, la violencia y la guerra no serían acciones de carácter político como lo plantearía por ejemplo Clausewitz, que piensa la guerra como una "continuación de la política por otros medios", planteando una especie de "continuum" entre política y guerra; ni tampoco coincide con la tesis leninista que ve en la lucha armada la forma superior de lucha, o sea/ la culminación de la política. (Uribe, 1991, p. 18)

c) El fortalecimiento institucional

El trabajo en pro de los DDHH, su exigibilidad y promoción, evidenció la necesidad de fortalecer la institución, lo cual implicó accionar también, con el Estado. Este cambio de concepción en la garantía de los derechos significaría igualmente, una apertura en el trabajo cotidiano de las organizaciones no gubernamentales que entendieron que el Estado, obligado a garantizar el disfrute de derechos, en muchos casos es su principal vulnerador, solo podría cambiar a partir de la incidencia directa de la sociedad en la conformación de una arquitectura institucional y de una participación ciudadana que tuvieran como centro los Derechos Humanos. Esta avanzada conceptual y social más tarde se reconocería como la profundización de la democracia y el reto de la transformación, vía la acción comunitaria y ciudadana, en donde prima el disfrute de los derechos más que su sola declaración. Lo que está en juego es la creación de nuevos espacios políticos, la ampliación del espacio público, la creación de nuevas identidades y de sujetos colectivos con capacidad de profundizar la democracia en el propio proceso de lucha por su consolidación. En su heterogeneidad estos movimientos sociales testimonian la vitalidad de una concepción emergente de los derechos humanos a nivel mundial, una concepción menos resignada con la mera promulgación de los derechos y más atenta a las prácticas cotidianas en que se satisfacen. (Santos, 2001, pp. 183-184).

La coyuntura de finales de los años ochenta y los noventa, planteó enormes retos organizativos, políticos y metodológicos al quehacer de las organizaciones sociales. Las acciones pedagógicas de formación ciudadana para el proceso constituyente fueron el primer paso en lo que se constituiría, a lo largo de toda la década, en la construcción de una apuesta por el reconocimiento y disfrute de derechos, una mirada particular de los temas de ciudad y una exigencia, especialmente de los derechos de primera generación, a la vez que se formaba en derechos económicos, sociales y culturales.

Para la Corporación fue punto de partida para actuar en la promoción de los DDHH: en la escuela, con un proceso de formación de maestros sobre la importancia del reconocimiento de los derechos y su fomento temprano, es decir la construcción de una cultura ciudadana alrededor de los derechos; la producción y socialización constante de reflexiones sobre la importancia de la vida como derecho fundamental que se materializó en campañas como: “Enciende tu luz – elige la vida”; el álbum de derechos humanos “Viva la Vida”; y el acompañamiento en el proceso de negociación con las milicias populares ubicadas en los barrios periféricos de la ciudad.

Esta perspectiva de promoción en diferentes niveles, incluyendo ciudadanía victimizada, formación en el aula, acciones de ciudad y trabajo mancomunado con diferentes actores estatales, impactó en la sociedad y luego se fortaleció en espacios del orden nacional como la Consejería Presidencial para Medellín, aportando en lo cotidiano, lo común y lo barrial. El uso de los medios de comunicación se convirtió en una apuesta política y metodológica fundamental, así surgió el programa “Arriba mi Barrio” en el cual, Medellín se observó partir de sus diferencias, desde el barrio y en la promoción del goce de los DDHH.

Todo esto, se realizaba, en medio de una profunda persecución urbana a líderes y organizaciones, lo que obligó a denunciar, prevenir y buscar seguridad; esto fue posible con alianzas de hermanamiento entre organizaciones sociales y, a inicios del nuevo milenio, trabajando conjuntamente con la Coordinación Colombia, Europa, Estados Unidos.

2. Entre la exigencia y el disfrute de los DDHH, un trabajo desde los territorios

El nuevo milenio trajo preguntas por los alcances de lo logrado en Derechos Humanos. La principal conclusión fue el reconocimiento del potencial articulador y movilizador de la acción colectiva principalmente en dos sentidos:

- Derechos humanos como ideología: Los análisis neo marxistas examinan cómo el discurso de los derechos humanos funciona como una ideología que permite articularse a los movimientos sociales y dar legitimidad a sus demandas en un mundo dominado por la ideología liberal. Los estudios posmarxistas […] consideran que la ideología es una construcción social y la democracia es un elemento fundamental y no contrario a la identidad, por lo que dejan de ver la identidad de clase como única y reconocen la importancia de la diversidad identitaria. (Estévez, 2010, p. 138)

- Derechos humanos como acción colectiva transnacional: “En el continente se ha consolidado un “espacio jurídico internacional de derechos humanos de las redes de activistas involucradas en asuntos tan disímiles como las desapariciones forzadas, las causas de las mujeres, los indígenas y los “sin tierra” (Estévez, 2010, p. 140)

Con la idea del potencial movilizador de los DDHH, surge la crítica a su mirada jurídica, asunto que inicialmente se suscita desde la Corporación. Sobre esto, Boaventura de Sousa Santos plantearía:

“La concepción del derecho que sustenta los DDHH es universal, general y abstracta, y al igual que la arquitectura modernista, niega el contexto en que se inserta. Esta negación se traduce en una atención casi exclusiva al cuadro de la promulgación de los derechos y en la negación consiguiente del cuadro de aplicación. La negación del contexto, que fue transformada en conquista científica por la ciencia jurídica, posibilitó la creación de un conocimiento técnico hiper especializado sobre el derecho y dejó al ciudadano vulgar desarmado en su sentido común jurídico” (2001, p. 179).

Para Región, esta reflexión se materializó en una apuesta por el disfrute real de los derechos desde procesos de formación: “procuradores comunitarios y universitarios”; de sensibilización: campañas por el disfrute de derechos y los mecanismos de acceso; de inclusión: principalmente de la población desplazada asentada en barrios periféricos de la ciudad con la campaña “tenemos nuevos vecinos”; y de fortalecimiento institucional, mediante la creación y promoción de los centros de convivencia, un proceso de construcción de entornos comunitarios para la garantía de DDHH en centros de conciliación, casas de justicia, y trabajo con jueces y fiscales de la ciudad.

3. Repensar los DDHH una mirada desde la diversidad

Luego de los atentados sufridos en Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001, se dieron importantes cambios en la realidad mundial y en el contexto colombiano donde, el discurso antiterrorista tomó la forma de guerra frontal contra los grupos guerrilleros y fortaleció la violencia paramilitar, recrudeciendo las prácticas violatorias de DDHH y del DIH, en medio de una enorme estigmatización de: la diferencia, desinstitucionalización y criminalización de la protesta, la oposición política y el control social. Esto propició, entre otros, un fenómeno de migración interna, como no se había vivido en el país con 7.816.0003 víctimas, siendo Antioquia el departamento con mayor población desplazada forzosamente y Medellín el principal destino.

Adicionalmente, la reflexión sobre la naturaleza de los DDHH a nivel mundial, atravesó una, aún inacabada, discusión sobre la necesidad de su particularización territorial y poblacional, repensándolos a partir del reconocimiento de la diversidad, asunto que las mujeres y otros movimientos sociales, ya venían advirtiendo:

“Si se revisan algunas de las declaraciones liberales de los derechos humanos, se aprecia que ellas tienen como punto de partida, el concepto de igual dignidad y autonomía de la persona. Dignidad y autonomía inviolables que se convierten en el fundamento de los derechos subsiguientes. En este sentido, la idea de persona que subyace al discurso universalista de los derechos humanos, hace referencia a la humanidad y no a la persona contextualizada, pues reconocer la igual dignidad en todos los seres humanos implica no tener en cuenta las diferencias cualitativas (raza, sexo y étnicas) en la distribución de derechos y titularidades” (López, 2001, p. 127).

A estos se sumó la preocupación por evidenciar vulneraciones específicamente contra las mujeres en asuntos como las violencias de género, la discriminación, exclusión y subvaloración social y cultural, esto permitió, además de un esfuerzo centrado en las violencias físicas y mentales, acciones en pro de la participación política de las mujeres y de la interpelación a las masculinidades hegemónicas.

También la dimensión social y cultural de los DDHH adquiere mayor importancia, lo que significó una apuesta por los Derechos Económicos, Sociales, Culturales y Ambientales – DESCA. Toma fuerza la discusión sobre las nuevas ciudadanías y los DDHH, se convierten en un marco referencial desde donde se replantea el concepto mismo de ciudadanía; surgen aportes como: ciudadanía laboral transnacional, flexible4, externa, cívica, posnacional, cosmopolita o global y post ciudadanía5, entre otros. “El auge de estas formas de vidas diferenciadas cuestiona la primacía que otorga la política liberal a los derechos y libertades negativas y, al mismo tiempo, pone en entredicho la neutralidad que el Estado liberal reclama respecto a los grupos y minorías etnoculturales” (López, 2001, p. 116).

Adicional a esto, la perspectiva del goce de los DDHH juega un papel fundamental teniendo en cuenta que el tránsito entre la exigibilidad de los derechos y el goce de los mismos, pasa por la “des idealización” de los conceptos y la pregunta por las condiciones materiales que permitan dar este salto.

“De este modo, los derechos humanos serían los resultados siempre provisionales de las luchas sociales por la dignidad. Entendiendo por dignidad, no el simple acceso a los bienes, sino que dicho acceso sea igualitario y no esté jerarquizado a priori por procesos de división del hacer que colocan a unos en ámbitos privilegiados a la hora de acceder a los bienes y a otros en situaciones de opresión y subordinación. Pero, ¡cuidado! Hablar de dignidad humana no implica hacerlo de un concepto ideal o abstracto. La dignidad es un fin material. Un objetivo que se concreta en dicho acceso igualitario y generalizado a los bienes que hacen que la vida sea “digna” de ser vivida” (Flores, 2008, p. 26).

4. Paz y Derechos Humanos

Actualmente, la perspectiva de los DDHH adquiere una posibilidad histórica en el marco de las negociaciones entre el Gobierno Nacional y las Farc–Ep: concretar un proceso al cual la Corporación, al igual que otras organizaciones sociales del país, le han apostado desde la firma misma de la Constitución Política. Esto, puso sobre la mesa la urgencia de emprender procesos formativos sobre el valor de la paz, la pedagogía de los acuerdos, la defensa del proceso y la campaña por su validación e implementación a partir del plebiscito. Se reactivaron las plataformas de DDHH en torno a la paz y se concentraron las iniciativas, en la búsqueda del espacio necesario para concretar este largo proceso en donde la finalización del conflicto armado, significa establecer un escenario favorable para el desarrollo de acciones por el goce de los derechos y un nuevo cambio de contexto hacia una esperanza de construcción de paz mediante el disfrute de los DDHH.

A pesar de que impulsar decididamente la más amplia implementación posible del acuerdo, no solo favorece la reintegración efectiva de excombatientes, sino que produce escenarios donde es posible el goce de derechos, especialmente en territorios del país donde apenas se empieza a vislumbrar esta posibilidad luego de años de exclusión, los hechos a partir del pos acuerdo de paz, ponen de nuevo en tensión asuntos básicos de los DDHH, el debilitamiento de la implementación del acuerdo, producto del resultado del plebiscito del 2 de octubre de 2016 y de la victoria presidencial en 2018 del principal partido político opositor al acuerdo de paz, ha significado tanto la desfinanciación del proceso como el favorecimiento a nuevos escenarios de vulneración de derechos entre los que resalta, la retoma de la política de seguridad democrática dentro de las fuerzas armadas con prácticas como bombardeos, (cerca de o con población civil), contra grupos armados ilegales, acciones de inteligencia contrainsurgente que se expresa en contra de civiles, y las ejecuciones extrajudiciales6.

Probablemente el principal reto en el devenir del trabajo por los DDHH tiene que ver con el lugar que ocupa en las discusiones y acciones de las diferentes organizaciones sociales. Como se ha plantado en esta reflexión, el surgimiento del tema en Colombia, estuvo ligado a un contexto en donde primó la exigencia y la denuncia ante la vulneración ejercida desde todos los actores del conflicto armado. Este escenario convirtió a los derechos humanos en un refugio desde el cual soñar con una sociedad distinta que tomara como base el respeto a la vida, la libertad y la integridad. En este sentido, la finalización del llamado cartel de Medellín, la desmovilización de algunos de los grupos paramilitares en el proceso de justicia y paz y el reciente proceso de paz con las ex Farc-ep dejan en el imaginario, la idea de que la guerra, al menos la peor, ha quedado atrás y con ella la violación sistemática y generalizada a los DDHH7. Esto, sumado a las diversas discusiones, tendencias y debates alrededor de los DDHH, ha hecho que en nuestras agendas institucionales y, sobre todo, en la apuesta internacional para el desarrollo en Colombia, expresada en asuntos sobre los que se ofrece financiación, el tema, al menos en su dimensión más urgente, haya perdido fuerza.

Finalmente, la implementación del acuerdo de paz ofrece nuevos retos en la interpretación y en las acciones por los DDHH, como la integración de los territorios más afectados por el conflicto, la ampliación del espectro de participación política y ciudadana, y favorecer la cultura ciudadana por la paz impulsada, entre otros, mediante el acceso a la verdad, la búsqueda de los desaparecidos y la judicialización de los responsables del conflicto armado, en el marco del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición – SIVJRNR.

Algunos retos a futuro

En un texto del año 2000, Max Yuri Gil identificaba algunos retos para el trabajo en DDHH en el nuevo siglo resaltando las desigualdades económica, política y social, el alto nivel de impunidad, el creciente escepticismo frente a las posibilidades de transformar la realidad, la articulación entre el trabajo local, nacional e internacional y la prevalencia de unos derechos sobre otros, tanto en la exigencia y disfrute como en la garantía. Sin embargo, hay dos preocupaciones que se han profundizado en estas décadas y por ende aún son enormes retos en el quehacer de los derechos humanos:

a. Las reivindicaciones identitarias de los DDHH

En varios de estos asuntos el saldo es claramente deficitario. Pensemos sino en lo que significan hechos recientes como los cuestionamientos a los Estados nacionales, tanto a manos de los movimientos transnacionales que reivindican identidades a partir de elementos comunes étnicos, religiosos, lingüísticos o ideológicos, que no necesariamente concuerdan con la lógica de los croquis fronterizos; pero también en el peso de las iniciativas transnacionales de justicia, o de los esfuerzos de integración regional que en no pocas ocasiones cuestionan y revalúan las soberanías nacionales (Gil, 2000, p. 113) Frente a lo cual cabe la pregunta por el lugar que da a los DDHH en Colombia tanto la comunidad internacional como el actual enfoque de desarrollo que, pareciera apostarle a la finalización de los conflictos armados, a toda costa, como una oportunidad para su consolidación más que como un escenario para la superación de las vulneraciones o la construcción de una sociedad menos inequitativa.

b. La polarización política y social

Especial atención merece el hecho de que el país vive una creciente polarización, alentada por los actores armados, quienes cada día reducen más el espacio para la expresión de organizaciones y sectores sociales contrarios a la guerra y partidarios de una salida negociada. (Gil, 2000, p. 128)

En la actualidad, la inequidad y la exclusión social siguen siendo el principal reto de nuestra sociedad, atravesada por profundas disputas entre las que sobresale la polarización política que ha llegado al punto de cuestionar las bondades que para Colombia puede tener finalizar un conflicto armado con más de 8 millones de víctimas; ante esto resuena la pregunta con la que comenzamos este siglo ¿Cómo seguir realizando nuestro trabajo, en medio de la creciente hostilidad que existe en el país? (Gil, 2000, p. 128)

Esto obedece además a la urgencia, que el contexto actual impone, de emprender acciones por la trasformación social para la paz, paso con el que la Corporación se ha comprometido y que requiere de una gran articulación de actores y de recursos, puesto que ante tantos años de guerra, urge pensarnos los cambios necesarios para afrontar con una mirada distinta, el reto de la construcción de paz; esa mirada solo es posible mediante el reconocimiento del otro y de lo otro, el compromiso con sus derechos, la profundización de una cultura democrática, en una palabra, la reconciliación.

 

 

Referencias bibliográficas

Ahuamada, M. A. (2007). El enemigo interno en Colombia . Quito - Ecuador: Abya-Yala.

Calderón, C. A. (1991). Introducción general a la ética ciudadana. En C. Región, Ética para tiempos mejores (págs. 9- 14). Medellín - Colombia: Coporación Región.

Estévez, A. (2010). Los derechos humanos en la sociología política contemporánea. En A. Estévez, & D. Vázquez, Los derehos humanos en las ciencias sociales: una perspectiva multidisciplinaria (pág. 292). Mexico D.F.: FLACSO Mexico.

Flores, J. H. (2008). La reinvención de los Derechos Humanos. Andalucía España: Atrapasueños .

Gil, M. Y. (2000). Una agenda para el siglo XXI Los Derechos Humanos en Colombia . desde la Región, 113-129.

López, L. M. (2001). Derechos económicos y sociales, derechos diferenciados y ciudadanía. En M. A. Alonso, & J. G. Ramírez, Ciudadanía y derechos humanos sociales (págs. 101-133). Medellín: Escuela Nacional Sindical .

Miskolci, R. (2010). Feminismo y derechos humanos. En A. Estévez, & D. Vázquez, Los derechos humanos en las ciencias sociales: Una pespectiva multidisciplinaria (pág. 292). Mexico D.F.: FLACSO Mexico .

Santos, B. de S (2001). Los Derechos Humanos en la Pos moderndad . En M. A. Alonso, & J. G. Ramírez, Ciudadanía y Derechos Humanos Sociales (págs. 168-184). Medellín: Escuela Nacional Sindical .

Uribe, M. T. (1991). Notas coloquiales sobre la ética y la política. En C. Región, Ética para tiempos mejores (págs. 15-23). Medellín Colombia : Coporación Región .

Yepes, P. A. (1993). Vivir los Derechos Humanos. Desde la Región, 3 - 9. 

 

Palabras clave:

Derechos humanos, paz, ética, territorios, construcción social, retos

 

 

Notas al pie:

1 Las referencias de este artículo son: conversaciones en entrevistas y espacios colectivos; una línea de tiempo del programa de DDHH y Paz; producciones de Región: “Una agenda para el siglo XXI, los derechos humanos en Colombia” de Max Yuri Gil; “Vivir los Derechos Humanos” de Alberto Yepes y “Ética para tiempos mejores” de varios autores por invitación de la Corporación; y otras producciones académicas.
2 “En las realidades Latinoamericanas el concepto del «enemigo interno» como construcción política surge primero como la identificación de un «enemigo común»: el Comunismo Internacional, que fue interpretado como una amenaza para la “seguridad colectiva de los Estados” bajo la influencia de los Estados Unidos. Posteriormente toma nuevos significados frente al auge de las revoluciones en vías socialistas, concretamente la revolución cubana y la expansión del pensamiento comunista en Centro y Sur América, a partir de lo cual se trasplantó “la doctrina de seguridad nacional” (Ahuamada, 2007)
3 Según informe de la Agencia de la ONU para los Refugiados – ACNUR, consultado en este enlace
4 Aquella que resalta el cúmulo de prácticas transnacionales que tienen migrantes de élite para acceder a diferentes tipos de ventajas que ofrece la globalización económica (Estévez, 2010, pág. 158)
5 Hace referencia a la ampliación de los artículos 13 y 14 de los DDHH como un derechos a migrar, lo que rebasa el anclaje nacionalista inherente al concepto de ciudadanía (Estévez, 2010, pág. 158)
6 Al cierre de este artículo, el país sufre una profunda crisis política y social producto del asesinato de por lo menos 8 menores de edad en un bombardeo de la fuerza pública contra un grupo residual de las Farc – Ep que continua en armas, adicional a varios asesinatos a excombatientes en proceso de reincorporación y población civil, que están en investigación.
7 Esto a pesar de la gran cantidad de vulneraciones a la vida e integridad de líderes y lideresas en todo el territorio nacional, solo en lo que va del 2019 han asesinado a 155, de los cuales 20 han sido en Antioquia, según cifras del Instituto para el Desarrollo y la Paz – INDEPAZ.

 

 

 

 

Publicado en Paz


16 A.DanielBotero

Daniel Botero Arango

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Periodista, magíster en Comunicación y Opinión Pública de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales FLACSO. Socio de la Corporación Región, formó parte de diferentes proyectos de la Corporación.


16 B.LinaBetancur

Lina María Betancur Blandón

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Comunicadora Social - Periodista (UPB) y Especialista en Epistemologías del Sur (CLACSO). Socia de la Corporación Región. Actualmente asesora pedagógica del proyecto Aulas en Paz y maestra de yoga en Granja Escuela Amalaka.




Resumen

Un campo de disputas simbólicas por la comunicación, cruzaba el horizonte de las sociedades latinoamericanas de finales de los años 80 y principios de los 90. Un conjunto de cambios en las estructuras políticas, sociales y culturales, significaron una expansión conceptual y de los modos de vida, en cuanto al ejercicio de la ciudadanía, el reconocimiento de lo popular más allá de lo masivo, el papel de los medios de comunicación frente al nuevo paisaje urbano y el reto pedagógico para el Estado y las organizaciones de la sociedad civil frente a un nuevo escenario de lo público.


La Comunicación para un proyecto democrático de ciudad

La pregunta por lo popular

Comenzando los años noventa, profesionales de distintas áreas, decidieron fundar La Corporación Región, después de retirarse del Instituto Popular de Capacitación (IPC), donde el ejercicio comunicativo, estaba anclado a la idea del periodismo de masas o periodismo para el pueblo, practicado con sindicatos y sectores populares con el fin de ayudarles a entender la realidad, desde una prensa de calidad. Este fue un tiempo de grandes contradicciones en el panorama político y social del país y la ciudad. Fue la época de la promulgación de una nueva Constitución Política, pero al tiempo que surgía esa institucionalidad, el narcotráfico ponía en jaque al Estado y desangraba a Medellín. En 1991 fueron asesinadas 7.273 personas, unas 266 por cada 100.000 habitantes1 , entre ellos, una generación de jóvenes de los barrios periféricos que, seducidos por el dinero del cartel de Medellín o inocentes, cayeron bajo el fuego cruzado de quienes fomentaban aquella guerra urbana.

En ese caótico momento, con una democracia representativa desgastada por los poderes tradicionales, desconectados de los intereses de la sociedad civil y la población de amplias regiones del país, incluidas capitales como Medellín, sumidas en la inequidad y el abandono y, sin políticas que atendieran los problemas de fondo, se abre un panorama para la participación ciudadana y la transformación. El nuevo país, que acababa de pasar por un proceso de paz y la reincorporación de excombatientes de la guerrilla, se ilusiona con el cambio y allí, Región apuesta por contribuir al desarrollo y a la consolidación de un proyecto democrático en todos los planos: político, cultural, económico y social (Fernández, 2016).

La comunicación tuvo un papel central. Se trataba de construir nuevos imaginarios sobre lo público y posibilitar a los sectores, ahora reconocidos como populares y no únicamente consumidores estáticos de medios de masas, (lo que provocó extensas discusiones y autocrítica), entrar en la disputa simbólica por ocupar lo público, ser visibles, tener una voz y un lugar en sintonía con organizaciones que, en medio de condiciones tan adversas, creyeron que la vida también, estaba en esas esquinas estigmatizadas donde llegaban solo los periodistas, a contar muertos.

Región, desde el principio habló de comunicación para la democracia, como un campo de disputa cultural y de inclusión política, traducida en trabajo junto a pobladores que, por años, estuvieron a espaldas del desarrollo municipal. La idea era contar sus historias y que en ellas, encontraran rasgos identitarios que les hicieran sujetos de derechos y les introdujera en el destino de la ciudad, comprometiendo su capacidad de expresión e interpretación de la realidad urbana. La comunicación se convirtió no solo en un asunto de medios, sino de mediaciones. De allí que el texto de Jesús Martín Barbero fuera un pilar para el inicio. Como bien lo reconoció García Canclini (1991) en uno de los prólogos del clásico libro que sirvió como acicate para todo un conjunto de producciones que adelantó Región: Martín Barbero se aleja del indigenismo y el populismo, y considera que las esperanzas nuevas, se afincan más bien en los sectores populares urbanos; y ve, los resortes de una "institucionalidad nueva, fortaleciendo la sociedad civil" (p.12) en las "solidaridades duraderas y personalizadas" de la cultura barrial y de los grupos artísticos; en los graffitis y en la música juvenil, en los movimientos de mujeres y de pobladores pobres.

No se trataba de un descubrimiento, sino de un re-conocimiento a un sector social que, si bien ya estaba, comenzó a protagonizar su propia historia fuera de los parámetros de la dominación. Para Barbero (1991) entonces, lo popular hace parte de una historia sobre la constitución de lo masivo: “el ascenso de las masas a su visibilidad y presencia social” (p.10). El mismo Canclini (en Barbero, 1991), reconoció lo popular como una nueva estructura de transacciones sociales y políticas, ya no sometidas o explotadas. Para el caso colombiano, las lecturas de Pilar Riaño (1984) fueron fundamentales para entender las relaciones de vecindad, como las formas solidarias de adaptación y sobrevivencia entre los habitantes de las periferias, otrora pobladores rurales. Por eso, en el balance de los primeros 10 años de Región, se expresa:

“La comunicación es pensada ya no sólo desde la producción sino desde la percepción, y en este campo, el reconocimiento del sujeto popular desde la perspectiva del diálogo de saberes se convierte en clave comunicativa: no bastaba hablar de los sectores populares sino reconocerlos en sus lenguajes, estéticas e identidades y crear espacios de visibilización para que la ciudad viera sus rostros y escuchara sus voces. Esto se combinaba con la intencionalidad explícita de estar en los medios masivos de comunicación y no sólo en los llamados medios alternativos…) (Región, 1999).

De allí el interés de promover un pacto social democrático en la ciudad, donde la educación, la cultura, la participación y la planificación del territorio, desde miradas alternativas al desarrollo, especialmente entre la juventud, fue el centro de la acción misional. Para lograr incidencia, se requerían canales de comunicación propicios a la elocuencia de la diversidad popular, que emocionaran al conjunto de la ciudad, y lo suficientemente claros y concretos como para negociar con la institucionalidad. En ese caso, siguiendo a Barbero (1991), se entendió que el nuevo campo de socialización ya no pasaba únicamente por lo político, sino por lo cultural y, por consiguiente, en los medios de comunicación residía buena parte de esa función mediadora, representada en el melodrama como vehículo para la trama de las historias. Lo otro era cuestión de acompañar cuerpo a cuerpo en los territorios, de construir colectivamente esa ciudad, desde una mirada local.

García ratifica que desde Región:

“Las bases teóricas de las actividades desarrolladas en el sector de la comunicación estaban en los postulados de educación popular de Paulo Freire, en Martín Barbero y García Canclini. Desde ellos, leían a los medios alternativos o comunitarios como el escenario para la configuración de una esfera pública en la que hacían circular las luchas por su inclusión a la ciudad, en especial, con los jóvenes que los encuentran como refugio para ver otras alternativas diferentes a la muerte. A la vez, se convirtieron en agentes de discursos distintos al de las organizaciones de base tradicional como las Juntas de Acción Comunal. De igual modo, sirvieron para reconocer a las tecnologías mediáticas como el escenario para entender lo político y lo público desde las mediaciones culturales y simbólicas circulantes en los medios” (2018 p.92).

Mientras lo cultural y lo simbólico ayudaban a la comprensión de lo púbico cotidiano, en el contexto del barrio se trabajaba la comunicación pensando en: la construcción de un ejercicio deliberativo a partir de la propuesta de la acción comunicativa de Jürgen Habermas, en la movilización social y la generación de opinión pública crítica, desde la organización que se auto reconoció como un actor social y político, con posturas frente al desarrollo de una ciudad con grandes deudas en cuanto a las promesas de la democracia; siempre en la búsqueda de mejorar la calidad de vida de los sectores populares en interlocución con el Estado. Por eso, el reto comunicacional fue elevar la capacidad de acción, enunciación y gestión de los propios intereses de la ciudadanía: "El reto es doble: además de la necesidad de ganar una mayor capacidad expresiva, claridad en nuestras propuestas, creatividad en nuestros lenguajes, se trata de podernos acercar a las lógicas comunicativas, los lenguajes y los símbolos que están atravesando hoy lo social" (Región, 1999).

Fue así como, a través de la Consejería Presidencial para Medellín, liderada por María Emma Mejía, se presentó una propuesta para la televisión regional que contara, las otras historias de los barrios de la estigmatizada ciudad de Medellín y sus jóvenes. Y nació entonces, uno de los proyectos pioneros en este tipo de televisión en Colombia y en la ciudad. Arriba Mi Barrio, un programa que logró penetrar la barrera infranqueable de los barrios, que el resto de la ciudad desconocía y todavía más, aquella pluralidad de actores que aparecieron en las pantallas de Teleantioquia desde una perspectiva distinta a la de la guerra urbana. Un arranque con mucho sentido para los propósitos de mediación cultural que comenzaba a construir Región, con otros, y para integrar miradas de ciudad. Según García (2018) el programa: “posibilitó que la relación comunicación-ciudadanía se evidenciara con mayor ahínco en la esfera pública pasó a la problematización de la misma en escenarios académicos, gubernamentales y comunitarios” (p. 94).

Con formato abierto para contar las historias y permitir la conversación, Arriba mi Barrio fue construyendo una forma de ver y sentir a Medellín desde la juventud y otros no tan jóvenes pero con liderazgos reconocidos, que soñaban un futuro posible en la ciudad del “No Futuro” y el “No nacimos pa´ Semilla”. Diez años después de la fundación de Región, el comentario era: “Ya sabemos que en las sociedades actuales lo que no pasa por los medios, sencillamente no existe. Y que allí se están construyendo nuevas formas de sociabilidad y de algún modo, intereses individuales y colectivos, que necesitamos comprender desde la pregunta de cómo se está reconstruyendo hoy lo público y lo privado” (Región, 1999, p.10).

Le siguieron a ese primer proyecto los programas de radio, el periódico mural Lado A para los colegios; iniciativas como el Seminario de Periodismo Juvenil, la serie de televisión Muchachos A Lo Bien, documentales, campañas, la Revista Desde La Región, la producción editorial académica, y la apertura de espacios para el debate entre múltiples actores, que fueron claves para la comprensión y la emergencia de nuevos lenguajes para la participación política, la inclusión social, el diálogo intergeneracional y el intercambio entre jóvenes de distintos sectores de la ciudad, como una forma de generar identidad en doble vía.

La declaración de Región fue: “Nos interesa que la gente conozca y aprehenda la ciudad como otro camino posible hacia la construcción de ciudadanía. Con las nuevas tecnologías aparecen también otros retos en cuanto a los lenguajes y formas de comunicación y de otro lado, frente a la forma de entender lo público y lo político desde las mediaciones culturales y simbólicas circulantes en los medios” (Desde La Región, 1999, p.10).

No sólo las juventudes populares y los barrios periféricos fueron protagonistas, sino también, las diversas identidades juveniles en Medellín y la ciudadanía, debía comprometerse con las grandes transformaciones que se requerían; esto se resumió muy bien, en pocas palabras, con la campaña: ¡En la ciudad, todos! pues se percibía: "… un cierto desplazamiento de los sectores populares hacia la ciudad, o mejor, una mirada de ellos al lado de otros. Interesa hablar a la ciudad toda; reconocerla como escenario de múltiples voces y crear escenarios comunicativos para que esas voces se encuentren" (Región, 1999).

La ciudad fue entendida entonces, como un campo de interacciones donde toda la población, debía ser consciente de los espacios que habitaba y, por tanto, comprometerse con la ciudad, pues la democracia no es únicamente el voto; “está en todas partes: en la casa, en la calle, en el trabajo, en la política y en la vida” (Región, 2004).

Comunicación e incidencia pública

Los procesos de reconocimiento, derivaron en nuevas propuestas de habitar la ciudad y encontrar en ella, la oportunidad para una acción pública, más allá de las fronteras del barrio. En este caso, la comunicación como eje, permitió articular apuestas múltiples. Las historias juveniles, distintas a las de los guerreros del barrio, referentes para su generación, conectaron sensibilidades y voluntades, entrecruzaron redes de trabajo asociativo que inspiraron la transformación, desde su poder de incidencia barrial y comunal. La coincidencia con una fuerte movida comunitaria, que ya no pensaba solo en sus fronteras, sino con mayor amplitud, en la situación que vivía la ciudad, allanó mucho más el terreno para el impulso de políticas que permitieran profundizar la democracia y las condiciones de posibilidad para los marginados urbanos históricos.

Hablando de innovación social, debemos revisar con detalle lo que se hizo en Medellín entre el noventa y el 2000, y evidenciar la capacidad creativa y expresiva de un conjunto de colectivos, grupos y organizaciones que propusieron soluciones a los problemas de más hondo calado de nuestra sociedad. La Corporación Cultural Nuestra Gente, la Corporación Convivamos, Corporación Picacho con Futuro, Barrio Comparsa o Taller Arte, por nombrar algunas; la ciudad estaba llena de iniciativas, unas más visibles que otras, llenaron de sentido las calles a favor de la vida. Todo esto sintonizado con una postura clara de Región, desde el primer momento: no existe violencia legítima y con sus apuestas por una sociedad en paz, con la constitución de una comunicación no violenta y conectada con la humanidad, en medio de los desafíos que impuso la guerra. Para eso, conocerse y reconocerse en el otro, como parte de un mismo escenario de acción llamado ciudad y juntarse, era indispensable. Fue así como, con otras organizaciones: la Fundación Social, Comfama, Pastoral Social, el Colombo Americano, el Museo de Antioquia, el magisterio, instituciones educativas, la academia, sectores del empresariado, gobiernos locales, entre otros, se desarrollaron todo tipo de intercambios y propuestas, encaminadas a un amplio consenso de ciudad sobre las acciones necesarias para sacar a Medellín, de la situación de violencias en la que se encontraba y surge un escenario comunicacional para el diálogo y la acción conjunta por la ciudad.

Todo este panorama situacional es lo que durante años se fue constituyendo como la “Marca Región”, en el sentido de lo que representaba y comunicaba, al estar conectada con la democracia en este nuevo espíritu de lo público urbano y ciudadano, junto con un nuevo sentido de lo político. En ese caso, como lo afirmó Rubén Fernández , "Región [no hacía, sino que] fue esencialmente, comunicación".

A continuación, vamos a referirnos a los espacios, lugares y referentes desde los cuales Región, ha fundamentado y proyectado su trabajo comunicativo: las estéticas, el cambio social, y lo digital.

Desde las estéticas

Fue indispensable la exploración del campo de las estéticas de los distintos actores urbanos, para la producción conjunta de propuestas más incluyentes y cercanas a sus propios saberes y para acceder a las narrativas con las que intentaron apropiarse de la ciudad; y una inquietud siempre presente en el hacer comunicacional de Región, representado en acciones como La Piel de la Memoria. Por eso, volver a esa esencia fue significativo, cuando campañas y proyectos como Tenemos Nuevos Vecinos, Destierro y Reparación, Desearte Paz, Sandungueo, Esta es tu Casa, Urbánicos y Rutas de la Memoria, se convirtieron en hitos para entender, lo que estaba sucediendo en un nuevo ciclo de desplazamiento forzado en Medellín y, poner en debate público dinámicas urbanas conflictivas que imponían retos políticos enormes.

Tomarse el espacio público, las galerías de los museos y los medios con documentales y producciones radiales sobre el tema, y después llevarlos a distintos escenarios para el diálogo público en la ciudad, constituyó un estilo de interlocución con la ciudadanía, que no utilizó las formas tradicionales, sino que propuso un catálogo de experiencias desde las que visibilizó la trama de significados que tenía para Medellín, el hecho de acoger la población desplazada e históricamente excluida. Marta Salazar se refiere así a este momento: “Durante varios años, la Corporación Región propuso diferentes prácticas artísticas en el espacio público para afrontar los retos del desplazamiento en la ciudad; en ellas, a través del diálogo de los artistas y la comunidad, se partió de la capacidad de agencia de las personas y de su poder para transformar sus condiciones y contexto”; (s/p) y agrega que con estas formas de abordar lo comunicacional se proponían: “Exponer en el espacio público un tema que debía ser de interés general; se combinaron en esta acción enfoques simbólicos, comunicativos y pedagógicos, partimos del presupuesto de que la exclusión es la antítesis de la ciudadanía. Nos encontramos ante tres situaciones: que la gente ignorara el desplazamiento forzado, que pidieran o realizaran acciones para promover el retorno, o echar mano del arte y buscar que la ciudad los acogiera como nuevos vecinos” (s/p?) (Salazar, 2016).

Fueron procesos en los que se logran crear formas de interacción con los actores, la ciudad y la institucionalidad, pues para Región: “La calle fue un canal de comunicación, espacio para la exposición, la representación y la socialización, es ahí donde la ciudad es texto, allí se dibujan los intersticios para leerla e interpretarla de múltiples maneras (Argan, 2004). El arte, más que en objeto o producto de creación, se convirtió en el vehículo a través del cual se reconstruyeron o se crearon nuevos lazos. “Ampliamos nuestra ciudad vivida, en cierta medida se dio una apropiación simbólica de los nuevos territorios y se propiciaron otros modos de intercambio, y más importante aún, de comunicación” (Salazar, 2018). De esta manera se involucraron grupos de personas en situación de exclusión, en trabajos participativos y en un ambiente de co-construcción, para lograr una expresión desde su mirada y su voz. Región fue mediador entre sus propuestas, la dinámica de la ciudad y la agenda política.

Desde el cambio social

Con el desarrollo de procesos sostenidos en territorios rurales de Antioquia y, posteriormente por fuera del departamento en Córdoba y Chocó, la comunicación tomó un rumbo hacia la comprensión de nuevas dinámicas sociales, políticas y culturales. Región abordó una perspectiva de cambio social en su hacer comunicacional y, por ello, la triada educación, cultura y comunicación se convirtió en elemento central. Las niñas, los niños, comunidades y docentes construyeron narrativas, imaginarios y formas de entender la educación. Estos departamentos fueron el escenario para la exigencia del derecho a la educación desde los saberes y prácticas de comunidades con problemáticas de inequidad y exclusión. Por lo tanto, la manera de acercase a los actores, fue a partir de lo propio, de resaltar sus potencialidades, sus sueños y sus posibilidades de acción.

La comunicación para el cambio social, se centra en el diálogo y la participación, se piensa desde el ejercicio colectivo y en democracia con una premisa: que solo es posible generar cambios, desde los más sutiles hasta los más estructurales, a través de la voluntad de quienes viven los procesos. Propone la construcción de herramientas que permitan mostrar el campo de acción, basado en la voz y el modo de vida de los actores del proceso y así, generar un debate situado sobre los modelos hegemónicos aplicados a la educación y los modos del enseñar. A partir de este enfoque, se retoma la siguiente idea: “Lo esencial es que cuestiona el concepto de un desarrollo que no cuente con la participación de los sectores directamente afectados, y promueve una comunicación que haga efectiva la participación comunitaria, particularmente de los sectores más pobres y aislados” (Gumucio, 2011, p.28).

Se vuelve entonces a la pregunta por lo popular, que ha sido el lugar desde donde Región ha reflexionado sobre la inclusión, y ha comprendido a la ciudadanía como interlocutora con posibilidad de conversar, de estar de acuerdo o discrepar; con capacidad de expresar opiniones, sueños, y construir en colectivo. Un otro y una otra que se reconoce desde sus particularidades, desde su lugar de enunciación, con una decidida apuesta por el diálogo, la confrontación y la construcción de saberes. Así, desde los procesos educativos, Región le apostó a una comunicación con horizonte de diálogo intercultural, que redunda en la apropiación ciudadana de sentidos, a favor de la democracia, el respeto por los derechos y la protección de la dignidad humana.

Los vehículos para que la educación incorpore lo propio al currículo, y tenga en cuenta el contexto y las particularidades de la población y del territorio, han sido los ejercicios cartográficos participativos de recuperación de la memoria oral y de recopilación de saberes ancestrales. De esta manera, retomando a Gumucio: “La participación de los actores sociales, que son a su vez comunicadores, se da en el marco de un proceso de crecimiento colectivo anterior a la creación de mensajes o productos (un programa de radio, un video, un panfleto). Los productos y la diseminación o difusión de éstos no son sino un elemento complementario en el proceso de comunicación” (2011, p.37).

Agentes educativos locales, maestras y maestros, estudiantes y familias, se acercaron a prácticas de construcción colectiva, donde el proceso de la comunicación no aparece, de manera vertical como un elemento extraño, pues se realiza a partir de lo conocido y elaborado desde sus conocimientos y se incorpora, conceptual y metodológicamente, al ejercicio pedagógico. De esta manera los contenidos que emergen, cuentan con apropiación, lo que fortalece el sentir comunitario, reforzando el proceso de gestión de lo propio a partir del diálogo, la negociación y el debate público, para generar mayor nivel de confianza y compromiso (Gumucio, 2011).

Desde lo digital

Las preguntas por los medios y las formas de comunicar han estado presentes en las reflexiones de Región desde el comienzo; una de las improntas de la celebración de los 25 de años estuvo enfocada precisamente, en el crecimiento de la estrategia digital, mucho más intencionada y pensada para los públicos que hoy tienen las redes sociales y todo tipo de plataformas digitales, como medio de comunicación, haciendo uso de lo que Castells (1996) ha denominado autonomía mediática en la era de la sociedad red.

Las nuevas formas de poder, reconocimiento y acción que entrañan este territorio de disputas sociales, políticas y culturales, no pueden ser un elemento decorativo o de simple enfoque informativo liberal o unidireccional, en el marco de un trabajo misional que se ha caracterizado, por sus preguntas en torno a: la democracia, la ciudadanía y la inclusión, pues el contexto que han construido, configura un campo donde según Castells: “si no conocemos las formas de poder en la sociedad red, no podremos neutralizar el ejercicio injusto de dicho poder; y si no sabemos exactamente quiénes tienen el poder y dónde encontrarlos, no podremos desafiar su oculta pero decisiva dominación” (2009, p.552).

Por eso, el rediseño de la página web entra en sintonía con las nuevas formas de comunicar y producir contenidos, igual que el incremento de la presencia en el escenario digital, responde al reto de incursionar en este terreno por donde hoy pasan todo tipo de discusiones de carácter público, en las que una organización como Región, no puede estar al margen. Por lo tanto, la migración de prácticas y procesos fueron de amplia discusión y nuevas autocríticas, pero siempre tratando de sostener la presencia de la voz pública como actor social y político, la generación del debate y la incidencia. Y la revista Desde la Región, uno de los medios más importantes de difusión del pensamiento institucional, pasó a ser digital. Desde el Comité editorial se argumentó: “Creemos que así tendrá mayor alcance y dinamismo, mayor divulgación de los artículos en redes sociales y la posibilidad de una revista que pueda enriquecerse a través de la interacción con quienes nos leen y de la publicación de nuevos artículos académicos, periodísticos y de análisis que, en medio de las coyunturas que ya acostumbramos habitar, puedan surgir y nutrir el conjunto de reflexión en cada edición. Esa es nuestra apuesta editorial en este aniversario: una revista que permita más apertura, dinamismo, transformación” (Desde la Región, 2016, s/p).

La transformación nos ha permitido ampliar los públicos, suscitar mayor cercanía con los contenidos propios y vincular a diversos actores de la ciudad para compartir su opinión sobre temas de interés ciudadano. Sin embargo, este tránsito hacia lo digital también, ha traído grandes retos, pues la posibilidad de interactuar con públicos tan plurales, exige generar contenidos más cercanos, significativos, incluyentes en cuanto al género, e inclusivos en las posibilidades de acceso a la información para personas con necesidades especiales; lo que resitua la discusión de la comunicación en los sujetos y las nuevas representaciones de la sociedad en red, pues “El cibernauta, elemento constitutivo, de las “redes sociales” constituye un nuevo y misterioso sujeto en el que lo individual se funde con lo colectivo” (Maya, 2009, p, 64).

30 años después, podemos afirmar que: el hacer comunicativo de Región, se despliega en el conjunto de acciones pedagógicas que desarrolla, desde las estrategias de comunicación digital y comunicación pública que implementa, para promover el diálogo y la deliberación sobre asuntos de relevancia nacional, regional y local, fortaleciendo el ejercicio constante de opinar e incidir en la agenda pública y la generación de capacidad crítica en la ciudadanía.

 

Referencias bibliográficas

Argan, G. (2004). El arte moderno. Madrid: Ediciones Akal.

Barbero, M. (1991). De los medios a las mediaciones. Barcelona: Editorial Gustavo Gili.

Castells, M. (1996). La era de la información. Economía, sociedad y cultura. México: Siglo XXI

Corporación Región. (2016). Revista Desde la Región (No. 57). Recuperado de este enlace.

Corporación Región. (2004). Democracia. Revista desde La Región (43). pp. 5-73. Recuperada de este enlace.

Corporación Región. (1999). Trayectorias y perspectivas de la Corporación Región en sus 10 años. Desde La Región (30). pp. 6-13. Recuperada de este enlace

Fernández A. Rubén. (2016). Ideas que deja un sobrevuelo por la planeación en Región. Documento de trabajo. Medellín: Corporación Región.

García, M. (2018). Trayectos de la comunicación en los procesos de formación de ciudadanía gestados entre entidades gubernamentales y organizaciones del tercer sector, Medellín (1990-2010). (Tesis de doctorado). Universidad Nacional de La Plata, Argentina.

Gumucio, A. (2011). Comunicación para el cambio social: clave del desarrollo participativo. Signo y Pensamiento, volumen XXX (58), pp. 26-39

Riaño, Pilar (194).

Maya, C. M. (2009). “Las relaciones de poder en el contexto de las sociedades de control. Propuesta de una perspectiva para el análisis de la interacción virtual”. En: Revista Anagramas. Rumbos y sentidos de la comunicación. Sello Editorial Universidad de Medellín, julio-diciembre, volumen 8, Nº 15.

Salazar, M. (2016). Arte para develar otras realidades. Revista Desde La Región (57). s/p. Recuperada de este enlace.

 

 

Palabras clave:

Comunicación, democracia, ciudad, retos, diálogo, territorio.

 

 

Notas al pie:

1 Tomado de este enlace.
2 Durante los meses de agosto y septiembre de 2019, como parte de la estrategia de celebración de los 30 años el equipo de la Corporación, convocó a los Diálogos Región, iniciativa para conversar sobre diversos temas. Durante el conversatorio sobre comunicación, esta fue la expresión de Rubén Fernández (socio-fundador, exdirector y expresidente de la Junta Directiva) cuando se refirió al trabajo de comunicaciones en Región.

 

 

 

 

Publicado en Democracia
Viernes, 08 Noviembre 2019 20:31

Violencias de ayer y de hoy



1.AnaJaramillo

Ana María Jaramillo

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Socióloga, Magíster en historia e Investigadora Emérita, Ana María Jaramillo ha realizado aportes significativos a la comprensión del desplazamiento forzado, el conflicto armado, las violencias, y la criminalidad urbana en Medellín, Antioquia y Colombia. Socia fundadora de la Corporación Región.




Resumen

La indagación por las violencias urbanas ha ocupado un lugar importante en la labor investigativa que la Corporación ha desarrollado desde el momento de su fundación y hasta el presente. En este artículo se hará referencia a los aportes contenidos en varias publicaciones y tomando en consideración su novedad, pertinencia y con el estado del conocimiento sobre los asuntos en cuestión. Con base en estas consideraciones y en diálogo con los retos que plantea la construcción de paz en el país y en la ciudad se hará referencia a temas que deberían ser objeto de particular atención en el que hacer investigativo.


"De las ilusiones que me hago a alguna llego.
Yo no nací para morir antes de estar muerto. Olvídese. Así
como no me quedé en la pared de una esquina pegado de grafiti
en fondo de pantalla para un video.
Nada está perdido para mí”.
(Helí Ramírez)

Definir la palabra violencia se dificulta debido a la diversidad de significados y valoraciones de las cuales es objeto. Esto explica los múltiples intentos que desde las ciencias sociales se hacen para precisar sus características, modalidades, impactos y su dimensión simbólica, en relación con las circunstancias históricas en las que se inscribe.

En 1985 la Comisión de Estudios de la violencia, designada por el gobierno de Virgilio Barco (1986-1990) para realizar un diagnóstico en el país, sentó un precedente al optar por una definición con acento en el uso de la fuerza física (violencia letal). Con respecto a los factores explicativos, la Comisión hizo un llamado a renovar las interpretaciones de la violencia como un fenómeno relacionado no solo con lo político (como había ocurrido hasta el momento) y abrirse a otros campos como el social, cultural y económico que no excluían la dimensión política pero la sobrepasaban; con ello se aspiraba a aportar diferentes elementos de análisis sobre los nuevos fenómenos de violencia, como la emergencia del narcotráfico en contextos urbanos. (Comisión de Estudios de la Violencia,1988)

Región, desde su trayectoria investigativa, comparte la perspectiva esbozada por la Comisión en lo concerniente a la violencia urbana y reconoce la investigación como un factor central del modelo de acción, articulado con otros componentes como el impulso a procesos de deliberación pública, el diseño de estrategias pedagógicas para la formación de ciudadanías democráticas, el fortalecimiento de organizaciones y liderazgos sociales y, la incidencia en políticas públicas.

1.Atentado a Avianca tomado de El Colombiano

Fuente: El Colombiano, 2014

El punto de partida: El narcotráfico y los nuevos actores de violencia

El 23 de noviembre 1989 fecha de constitución de Región, coincidió con una sucesión de hechos de violencia agenciados por el narcotráfico que tuvieron como escenario a Bogotá y Medellín. Uno de los momentos más críticos de una violencia que parecía no tener fin… justo el día veintisiete del mismo mes, fue la explosión en el aire, de un avión Boeing 727 de la empresa Avianca, en inmediaciones del municipio de Soacha (Cundinamarca) que dejó 107 muertos y generó gran conmoción.

En esas circunstancias iniciamos una labor investigativa con el apoyo del CINEP, orientada a explorar lo que acontecía en los barrios afectados por el accionar de bandas y combos, y los motivos que impulsaban a una nueva generación de jóvenes, a formar parte de la estructura criminal de Pablo Escobar. La responsabilidad de presentar los resultados, recayó en el periodista e integrante del equipo de comunicaciones Alonso Salazar y se dieron a conocer en la publicación No Nacimos pa´ semilla (Salazar, 1990) que marcó un hito, en la investigación de la violencia urbana en el país.

En el texto y desde las voces de sus protagonistas, se exponen el complejo universo cultural y las condiciones de vida de jóvenes, hijos de una generación de migrantes que arribaron a la ciudad refugiándose de la Violencia en la década de los sesenta. A diferencia de sus progenitores, que luchaban por hacerse a un lugar en la ciudad, su rasgo distintivo era su estrecha relación con la violencia, ejercida con probada eficacia y arrojo.

Aunque el sicariato es el tema que atrae las miradas, en No Nacimos pa´ semilla se presenta el diverso panorama de los actores de violencia entre los cuales estaban: milicianos, guerrilleros e integrantes de combos; se formulan hipótesis explicativas sobre su perfil sociocultural y se incluyen testimonios de familiares y vecinos. En dicho texto además de la violencia, sobresalen ciertos valores y prácticas asociados a la “cultura paisa” pero también, a la modernización (sociedad de consumo) y la incidencia de sus condiciones de vida, marcadas por la marginación y la desatención del Estado, en la generación de un ambiente favorable a la aceptación del narcotráfico como opción de reconocimiento, progreso, y ascenso social.

La referencia a un aspecto central en la narrativa de esta generación de pistoleros a sueldo: su desapego por la vida, plasmada en la expresión que dio título al libro “No nacimos pa´ semilla”, suscitó la reacción de muchos jóvenes de las comunas que se convirtieron en los promotores del movimiento Sí Nacimos pa’ semilla y también, de reflexiones que alimentaron el debate público y la creación de espacios de encuentro, como El Seminario Violencia juvenil: Diagnóstico y alternativas promovido por Región, evento realizado en agosto de 1990, momento crítico para la ciudad ante la intensificación del accionar violento de los llamados Extraditables que en cabeza de Pablo Escobar, ejercían la máxima presión contra el recién posesionado presidente Cesar Gaviria.

Es de notar el significado de este evento en estas circunstancias, como respuesta a la estigmatización de la que era objeto la Comuna Nororiental, señalada como el fortín de Escobar y su aparato criminal y la contribución a visibilizar y reconocer el protagonismo de la juventud, impulsora de novedosas iniciativas de movilización por la defensa de la vida, y resaltar la capacidad de las instituciones y organizaciones sociales para ahondar en el análisis de las causas de la violencia, generar alternativas resultantes de procesos de deliberación y acuerdos en torno a objetivos comunes con perspectiva de largo plazo. (Corporación Región,1990)

Los hallazgos de Región sirven de referencia a otras investigaciones sobre la relación violencia- juventud, lo cual se traduce en avances para esclarecer los múltiples significados que para ellos reviste la violencia en su vida cotidiana, así como el reconocimiento de las muy distintas maneras de referirse a la muerte y, en la construcción de diversas memorias y formas de simbolizar, en los rituales, la música y otras expresiones artísticas. (Riaño, 2006) (Blair, 2005)

En otra publicación, “Mujeres de fuego” (Salazar, 1993) sobre los actores de violencia, se dan conocer los resultados de una indagación sobre experiencias de mujeres con la guerrilla, el narcotráfico, las milicias y de una madre que busca a su hijo desaparecido. Se devela allí una realidad desatendida, se controvierte la visión de la mujer como sujeto pasivo receptor de violencia y se aporta a la comprensión de las razones por las cuales, mujeres de diversa condición social ejercieron la violencia, así como los factores que motivaron replanteamientos e intentos de reconstruir sus vidas. En la presentación de este texto María Teresa Uribe manifestó, tanto su extrañeza al preguntar por qué sabíamos tan poco sobre esas realidades, como su complacencia al acceder a los testimonios de mujeres que hacen posible: “asomarse a la Colombia de hoy, a los abismos de la intolerancia, el autoritarismo y el irrespeto” y también, “inclinarse reverente ante el valor, la tenacidad y la dignidad con las cuales le habían hecho frente a estos tiempos difíciles”.

Apuntes para una historia del narcotráfico.

En medio de la intensa violencia que afrontó la ciudad a mediados de los ochenta y hasta la muerte de Escobar en 1993, nos preguntábamos: ¿En qué momento se jodió Medellín? ¿Qué tenía que ver con la crisis de la industria, con la ausencia de Estado, con la cultura paisa y en particular con valores y prácticas ejercidos por capos como Escobar y sus sicarios? Estos interrogantes motivaron la realización de numerosos eventos con la participación de académicos, escritores, periodistas, funcionarios públicos y representantes de organizaciones sociales y se dio curso a la deliberación y a la búsqueda de salidas. La realización del Seminario Alternativas de Futuro para Medellín es un buen ejemplo de ello.

El evento posibilitó tanto el encuentro entre la institucionalidad nacional, a través de la Consejería Presidencial para Medellín y diferentes sectores sociales, como la expresión y el debate de distintas miradas sobre las causas de la violencia, la consideración de diversas propuestas y la acogida a la iniciativa de un pacto social con fundamento en los consensos a los cuales se llegó. Región en coherencia con lo expresado en dicho evento, tomó la decisión de aceptar la invitación a acompañar las estrategias impulsadas por la Consejería Presidencial para Medellín, especialmente en lo relacionado con procesos organizativos de los jóvenes: Casas juveniles y estrategias comunicativas como Arriba mi Barrio, Lado A y Muchachos a lo Bien, que tuvieron un impacto positivo en la transformación del imaginario violento que se había construido en torno a los jóvenes y habitantes de estos barrios y comunas y, en la validación de opciones de vida diferentes a las ofrecidas por las organizaciones criminales.

A comienzos de los noventa Región continua explorando los factores explicativos de la violencia y realiza una investigación cuyos resultados, se dan a conocer en un texto titulado “Las subculturas del narcotráfico” (Salazar y Jaramillo 1992). La atención se centra en la caracterización de varios momentos relacionados con la emergencia y el auge del narcotráfico en la ciudad: Un primer período de asentamiento que marca la aparición de una generación de traquetos y pistolocos; luego una etapa de consolidación en la que se asiste a la configuración del proyecto político del narcotráfico y, la fase de la guerra que corresponde a la confrontación directa entre Escobar y el Estado hasta los inicios del gobierno de Cesar Gaviria (1990-1994).

A propósito de la atribución de la violencia y el auge del narcotráfico al ethos cultural paisa, en un apartado del texto en mención “la cultura: un nuevo espacio de reflexión”, se insta a tomar en consideración la forma en que estos fenómenos se inscriben en el contexto colombiano, como producto de procesos sociales específicos y en relación con el impacto de la urbanización y la modernización. Esta referencia es pertinente por la importancia que tres décadas después se le confiere a la cultura como factor explicativo del narcotráfico, tal como se evidenció en un foro realizado por el periódico El Colombiano en el marco de una iniciativa de construcción de memoria sobre el narcotráfico.

En la reflexión sobre los factores explicativos de la violencia, la ética fue objeto de atención; Región promovió un debate sobre la importancia de rescatar una ética ciudadana o ética civil que pusiera el respeto por la vida y la convivencia como centro de interés e ideal de justicia social y paz. En las memorias de un evento promovido por la Corporación se exponen diversos enfoques y fundamentos de esta ética y la necesidad de construir nuevos consensos que a manera de pacto, permitieran el respeto por aspectos básicos de la convivencia y enfrentar la crisis de valores generada por el narcotráfico (Fernández (Ed) 1991).

¿Y después de Escobar qué? Las transformaciones de los noventa

La disminución de los homicidios, la desarticulación de las bandas que estuvieron al servicio de Escobar, después de dos décadas de actividad, y la labor desarrollada por la Consejería Presidencial para Medellín, la institucionalidad local y las organizaciones sociales, abonaron a la generación de un ambiente de optimismo y de superación de la violencia en la ciudad; sin embargo, en la década del noventa asistimos a un reacomodo del narcotráfico y otros actores violentos. En aquel momento, no se tenía claro qué acontecía en la ciudad, sobre todo en los barrios más afectados por el accionar de las milicias y bandas. Esto motivó la realización de un nuevo proyecto de investigación de cuyos resultados da cuenta el libro: “En la encrucijada. Conflicto y cultura política en el Medellín de los noventa” (Jaramillo, Villa y Ceballos, 1998). Entre los hallazgos resaltamos:

Una aproximación a las denominadas Milicias en aspectos referidos a su caracterización, trayectoria y los impactos de su accionar en la proliferación de grupos armados, algunos conformados de manera espontánea y otros relacionados con las bandas que, a su modo, hicieron una réplica del modelo de vigilancia y los métodos de control instaurados por las milicias en sus áreas de influencia. Este acercamiento fue posible gracias a la interlocución del equipo de investigación con el encargado del acompañamiento al proceso de negociación de las milicias, en el campamento de Media Luna, corregimiento de Santa Helena entre los meses de febrero y mayo de 1994 con delegados del gobierno de César Gaviria, que culminó con la suscripción de un acuerdo con miras a su desmovilización.

Así mismo se aportan elementos de descripción y análisis sobre las formas de relación de la población con las milicias, mediadas tanto por el miedo y la expectativa de obtener protección frente a la amenaza que representaban la fuerza pública y otros grupos armados ajenos al barrio, como por la obtención de algún beneficio al servir de red de apoyo a sus actividades. Así pues en Medellín más que en otras ciudades este actor armado podía contar con condiciones más propicias para su arraigo entre la gente.

Aunque bajo circunstancias diferentes a la crisis de los ochenta, se vuelve a presentar en el acontecer barrial y en la ciudad, la incidencia de lo que identificamos como micro poderes armados de carácter autoritario y la incapacidad del Estado para ejercer el pleno monopolio de la fuerza, así como los efectos perversos de ciertas estrategias e iniciativas de mediación, promovidas desde la institucionalidad local.

Un giro en la mirada: Violencias y miedos sociales

Con el interés de establecer los impactos de dos décadas de zozobra, en las sociabilidades y en las formas de vivir la ciudad entre los habitantes de Medellín, así como su incidencia en el agravamiento de la discriminación y la estigmatización de ciertos grupos sociales, se realizó otro proyecto de investigación, fundamentado en el diseño y aplicación de un modelo conceptual y metodológico basado en el entendimiento de los miedos como construcción social y como un proceso mediante el cual se nombran amenazas, se afianzan representaciones del otro y también, nuevas formas de estar juntos.

2.Rostros del miedo

En la publicación “Los rostros del miedo: Una investigación sobre los miedos sociales urbanos” (Villa, Jaramillo y Sánchez, 2003); se analiza la violencia del narcotráfico y la denominada “urbanización de la guerra en los hechos violentos acaecidos en la comuna 13. Se constata que la experiencia generalizada del miedo favorece el repliegue hacia lo privado; la construcción de geografías del miedo prescriben los usos de la ciudad y, producen narrativas y prácticas destinadas a marcar diferencia entre las “gentes de bien” contra sectores a los que se les atribuye la responsabilidad en la violencia y la degradación moral: atracadores, guerrilleros, narcotraficantes, paramilitares, milicianos, políticos y drogadictos.

De igual modo se logra establecer la función del miedo como generador de nuevas opciones de construcción de numerosas campañas orientadas a exaltar la inventiva de los paisas, su capacidad para sobreponerse a las dificultades y su amor por Medellín. La década del noventa marca un momento de auge en la conformación de comunidades o colectivos sociales que encuentran un factor de cohesión en las creencias religiosas, el cultivo de la espiritualidad y también, de iniciativas organizativas juveniles y comunitarias entre cuyos propósitos estaban, contrarrestar el impacto de la discriminación y la estigmatización como delincuentes y subversivos lo cual producía el cierre de sus oportunidades de empleo.

La apuesta comparativa: Medellín y sus violencias en el contexto latinoamericano

Para la década del 2000, los resultados de estudios sobre seguridad en ciudades de América Latina permitían establecer similitudes con respecto al Medellín de los años ochenta, en el aumento significativo en las tasas de homicidio atribuido a la emergencia de agrupaciones criminales con nexos con el narcotráfico. El investigador Robert Briceño (2007) al referirse a este panorama, se preguntaba ¿Qué ha pasado para que la ciudad de América Latina, lugar de sueños y esperanzas, se convierta en una amenaza para la mayoría de sus habitantes?

Para aportar luces al conocimiento de esta realidad y desde una perspectiva comparativa, se elaboró un proyecto de investigación que contó con el apoyo del IRDC y cuyo objetivo era el análisis comparativo entre actores y dinámicas de violencia y criminalidad en Medellín, Bogotá, Rio de Janeiro y Ciudad Juárez. Los resultados se encuentran en el texto “Ciudades en la encrucijada: Violencia y poder criminal en Río de Janeiro, Medellín, Bogotá y Ciudad Juárez. (Jaramillo y Perea. Eds. 2014) Con todo y las diferencias entre estas ciudades se identifican importantes similitudes entre ellas:

El narcotráfico como el mercado ilegal dominante del cual se derivan sustanciales márgenes de ganancia, junto con otras actividades ilegales y asociado a la constitución de agentes violentos que imponen un poder armado sobre diversos procesos de la vida urbana y en particular, en las barriadas en donde ejercen control de territorios y apelan a una combinación de fuerza y “consenso” (entendido como la capacidad de intermediación en conflictos, participación en actividades comunitarias) y cuya implementación no solo depende de su propia capacidad operativa, sino también, de la respuesta del Estado y los niveles de aceptación o rechazo entre la población.

Hay predominio de altos índices de impunidad (90%) cuyo factor clave es el enorme poder criminal y la limitada eficacia de políticas públicas y estrategias de seguridad- Dichas políticas logran de forma episódica, obtener resultados positivos en la disminución de los homicidios y en la relativa pacificación de las zonas con control de estructuras criminales, pero que no se logran consolidar debido a los cambios en las políticas y la fragilidad de los pactos de convivencia promovidos por líderes y organizaciones sociales, debido, entre otras razones, al incumplimiento de lo acordado y a las disputas entre organizaciones criminales por el control de mercados y territorios.

Esta investigación contribuyó al desarrollo de un campo de indagación sobre la relación violencia-criminalidad en contextos urbanos, cuestión que hasta la década del 2000 no tenía mayor importancia en el país, en buena medida, debido a la mayor atención conferida al conflicto armado. Pero son de notar los avances y la relevancia de las exploraciones sobre economías, y estructuras criminales y sus lógicas de actuación.

Una nueva mirada al pasado y presente. Conflicto armado y violencias en clave de memoria

A mediados de la década del 2000, aunque es evidente el poder que ejercen las organizaciones criminales, se aprecian cambios relevantes con relación a décadas anteriores; emergen las víctimas como actor de gran importancia, resultado de la iniciativa de organizaciones de víctimas que alzaron su voz en la ciudad e hicieron valer su derecho a la verdad, la justicia y la reparación, de lo cual son ejemplo las Madres de la Candelaria y la movilización de la población desplazada demandando respuestas, al amparo de disposiciones contenidas en la Ley 387 de 1997 para atender el desplazamiento forzado y el acuerdo por el cual se adopta la política pública para la prevención del desplazamiento forzado, la protección, reconocimiento, restablecimiento y reparación, en el municipio de Medellín (Acuerdo 049 de 2007)

Frente a este nuevo panorama, la Unidad de Víctimas, el Museo Casa de la Memoria y la Corporación Región, realizan un intercambio de ideas que concluye en la necesidad de construir un relato sobre el conflicto armado y las violencias en la ciudad, desde la perspectiva de la memoria. El resultado es la elaboración y gestión de una propuesta respaldada académica y financieramente por el Centro Nacional de Memoria Histórica, CNMH, entidad interesada en abocar lo acontecido en las ciudades por lo cual, la experiencia de Medellín ofrecía importantes pistas.

Para emprender el relato sobre la memoria histórica del conflicto armado y las violencias que ha vivido Medellín en el período 1980-2013, se conformó un equipo interdisciplinario con investigadores de la Universidad de Antioquia, Eafit y Región. Los hallazgos de este trabajo, se dan a conocer en la publicación del informe “Medellín Memorias de una guerra urbana” (CNMH, 2017).

En respuesta a las preguntas sobre ¿qué pasó? y ¿por qué pasó? y con fundamento en la metodología que posibilitó la participación de habitantes de la ciudad y de las víctimas, teniendo en cuenta su diversidad, se abordaron asuntos relacionados con los factores explicativos de la crisis que se fue generando desde mediados del siglo XX pero que se visibiliza y agrava, con la emergencia del narcotráfico y la aparición y trayectoria de otros actores del conflicto armado y la criminalidad en su relación con éstos. Se presenta una información novedosa sobre las cifras y el comportamiento de las diversas modalidades de violencia, de acuerdo con la periodización establecida. Es importante resaltar el reconocimiento de una variedad de respuestas y recomendaciones, en materia de verdad, justicia y reparación que desde la sociedad y la institucionalidad, se desplegaron para resistir y sobreponerse a los impactos devastadores de las violencias, agenciadas por una multiplicidad de actores que de una forma u otra la ejercieron.

Si bien con este informe se pone de presente la importancia de la ciudad en relación con las dinámicas del conflicto armado nacional, continúa siendo un tema marginal en el país. Un ejemplo reciente es la ausencia de referencia a lo urbano en el Acuerdo Final de Paz con las Farc. De ahí pues, la pertinencia del llamado del investigador Carlos Mario Perea a resituar la ciudad, y avanzar en la creación de una conciencia pública sobre su importancia estratégica que permita, superar la paradójica condición de la ciudad inviabilizada, en el universo del conflicto armado y entrampada en una visión de la seguridad como problemática, que poco o nada, ha tenido que ver con lo que acontece en el área rural (Perea, 2013).

Superar el divorcio campo-ciudad es esencial, máxime si se tienen en cuenta los impactos de las dificultades de seguridad y convivencia en la construcción de paz en las ciudades y, en el mejoramiento de la calidad de vida del 77% de la población colombiana que reside en ellas.

Este panorama plantea nuevos retos a la tarea investigativa. Gonzalo Sánchez, anterior director del CNMH, en el prólogo a la publicación resultante de una investigación comparativa sobre violencia entre las ciudades de Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla (Guzmán. Ed, 2019), subraya la necesidad de adelantar estudios que evidencien la singularidad de la ciudad, mostrando que ella produce violencias cuyas gramáticas no se reducen al conflicto armado pero que aportan la mitad de los homicidios a nivel nacional y, al mismo tiempo, sus conexiones con el conflicto armado. Al respecto invita a redoblar esfuerzos por comprender los procesos sociales que tienen lugar en ella, la perspectiva subjetiva de los distintos actores: las víctimas, los violentos, el desempeño del aparato policial y sus agentes, y el sistema penal, para poder encontrar su adecuación a la sociedad contemporánea.

En acuerdo con estos lineamientos pero considerando el difícil momento que afrontan las ciudades en materia de seguridad, llamamos la atención sobre varios asuntos igualmente necesarios:

Caracterizar las estructuras criminales que operan en las ciudades de Colombia, sus similitudes y diferencias; las fuentes de su poder en lo económico, político y social; la capacidad de respuesta del Estado y sus implicaciones en el diseño e implementación de políticas públicas en seguridad.

Dada la afectación de sectores sociales por el accionar violento de diversos actores armados, que ejercen el control de territorios y métodos de terror para establecer el “orden” y la sujeción de la población en la ciudad, urge profundizar en el análisis de los factores que actúan en favor o en contra de este tipo de dominación pero también, la incidencia de la ausencia o la presencia del Estado, mediante la aplicación de políticas o decisiones en seguridad y convivencia, en la pervivencia o transformación de este estado de cosas.

También se requiere ahondar en el conocimiento de las formas de respuesta que por varias décadas, han construido personas y comunidades para resistir, adaptarse y establecer vínculos con los actores criminales. ¿Qué variaciones se observan en estos comportamientos? ¿Qué incidencia ha tenido la acción de la justicia, el desempeño de la Policía? ¿De qué modo los aprendizajes de las comunidades se podrían articular a políticas de prevención?

El que la ciudad sea el lugar donde ocurren la mayor parte de los homicidios, es un hecho que reviste la mayor gravedad pues evidencia la incapacidad del Estado para garantizar la defensa de la vida y marcar un nuevo rumbo en la superación de la impunidad gracias, a una oportuna y eficaz acción de la justicia y el debido reconocimiento y reparación de las víctimas.

Aunque el homicidio es una modalidad que cuenta con numerosos estudios, su persistencia es un preocupante retroceso con respecto a logros de años anteriores, de lo cual es ejemplo Medellín, ciudad que desde el 2015 registra un aumento en la tasa de homicidios, ubicándose en veinticinco por cien mil habitantes. Se reclaman nuevas indagaciones acerca de las circunstancias y el tipo de escenarios donde acontecen y sobre el perfil de los responsables, las víctimas y el desempeño de la Policía e instancias de justicia.

Según el Instituto de Medicina legal (2019) la participación de la población masculina en el homicidio corresponde en su mayor parte, a jóvenes entre los 14 y 26 años, hecho que demanda estudios que desde el enfoque de género, contribuyan a esclarecer la relación entre violencia y modelos de masculinidad y feminidad, posibles cambios en las motivaciones de las nuevas generaciones para cometer el homicidio, lo que permitiría establecer contrastes con la generación de los años ochenta.

No se trata de temas cuyo análisis incumba a especialistas y académicos. Como lo demuestran experiencias de deliberación pública que han tenido lugar en la ciudad en años anteriores, la reflexión facilita el reconocimiento de gran diversidad de miradas, compartir saberes y aprendizajes y construir acuerdos en torno a metas comunes, condición necesaria para enfrentar con mayor posibilidad de éxito, una problemática que no solo atañe a Medellín o a las ciudades colombianas sino a la región Latino americana que continua presentando las más altas tasas de homicidio: 17.2 (A distancia del resto del mundo: África: 13, Europa: 3, Oceanía: 2,8 y Asia: 2,3), con la desigualdad, el crimen organizado y el machismo entre las principales causas (Naciones Unidas, 2019).

Treinta años después de habernos enfrentado a una crisis cuyas causas y superación sigue siendo objeto de discusión, se suscitan sentimientos y reacciones encontradas; cierta desesperanza ante la preponderancia del homicidio, un fenómeno que sigue cobrando la vida de una generación de jóvenes y, el poder que detentan los actores criminales; pero también, de renovadas expectativas de mejoramiento, al constatar la persistencia de sectores de la sociedad y de la institucionalidad, en la tarea de transformar esta realidad de la cual, hace parte una sistemática labor investigativa como lo ilustra la experiencia de Región, cuyos resultados han contribuido a la reflexión y al debate y son estímulo a la capacidad de imaginar y avanzar, en la construcción de opciones de progreso y convivencia al margen de la violencia, la intolerancia y la criminalidad.

 

 

Referencias bibliográficas

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Briceño, Robert. (2007). Violencia Urbana en América Latina: Un modelo sociológico de explicación. Espacio Abierto, vol. 16, núm. 3, julio-septiembre, pp. 541-574.

Centro Nacional de Memoria Histórica. (2017). Medellín: Memorias de una guerra urbana, CNMH-Corporación Región-Ministerio del Interior-Alcaldía de Medellín-Universidad EAFIT –Universidad de Antioquia. Bogotá

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Fernández, Rubén) (Editor). (1991). Ética para tiempos mejores. Medellín: Corporación Región

Guzmán A (Editor). (2017). Violencia en cinco ciudades colombianas a finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI. Cali. Universidad Autónoma de Occidente.

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Jaramillo Ana María, Villa, Marta Inés y Ceballos Ramiro. (1998). En la encrucijada: conflicto y cultura política en el Medellín de los noventa. Medellín, Corporación
Región

Jaramillo, Ana y Perea, Carlos Mario (eds.) (2014). Ciudades en la encrucijada: Violencia y poder criminal en Río de Janeiro, Medellín, Bogotá y Ciudad Juárez. Medellín: Corporación Región; Lepra; Una; Ir.

Naciones Unidas. (2019). Estudio Mundial sobre el homicidio. Disponible en este enlace.

Perea, Carlos. (2013). Resituar la ciudad: Conflicto violento y paz. En: Análisis Político. Nro. 77. IEPRI. Bogotá. pp. 3 – 25.

Riaño, Pilar (2006). Jóvenes memoria y violencia en Medellín. Una antropología del recuerdo y el olvido. Medellín: Ed. Universidad de Antioquia

Salazar, Alonso. (1990). No nacimos pa’ semilla. La cultura de las bandas juveniles
en Medellín. Bogotá, Centro de Investigación y Educación Popular

Salazar, Alonso. (1993). Mujeres de fuego. Medellín: Corporación Región.

Salazar, Alonso y Jaramillo, Ana María (1992). Las subculturas del narcotráfico. Bogotá, Centro de Investigación y Educación Popular.

Villa Marta Inés Jaramillo, Ana María y Sánchez, Luz Amparo. 2003. Rostros del Miedo: una investigación sobre los miedos sociales urbanos. Medellín: Corporación
Región.

 

Palabras clave:

Violencia, Urbano, Investigación,  Retos, Construcció de paz, Conocimiento

 

 

 

 

 

 

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Miércoles, 06 Noviembre 2019 14:29

Segunda Asamblea de la Juventud - Medellín 2019

La Asamblea de Juventud es el máximo escenario de concertación y toma de decisiones de las juventudes a nivel local.

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Hoy nuestro llamado es a evaluar este proceso electoral en clave de las preguntas que nos deja. Aquí exponemos algunas, pero seguramente cada sector, cada organización, cada individuo tendrá las suyas. Y una invitación: generar espacios colectivos para esta reflexión como una pista para lo que sigue.

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Miércoles, 23 Octubre 2019 16:10

Escuchar: Exigencia para quienes gobiernen

Creo que otra ciudad es posible, por ello escribo para recordar que, escuchar al Movimiento social de derechos humanos de Medellín, es una exigencia ineludible para cualquiera que llegue a gobernarla.

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Lunes, 21 Octubre 2019 17:41

Retos de ciudad

Hemos querido aportar al diálogo ciudadano algunos de los retos que enfrentan Medellín y Antioquia, de cara a las elecciones del próximo 27 de octubre, a través de una serie de columnas en diversos temas, los cuales consideramos importantes a la hora de decidir nuestro voto.

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De plano es importante reconocer que nuestro principal desafío educativo no está, como se cree, en mejorar los puntajes de las pruebas estandarizadas. No podemos confundir los fines con los medios; la forma de medir el logro no puede ser el eje estructurante de una apuesta educativa, que como sociedad debemos construir.

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Jueves, 10 Octubre 2019 13:13

Retos de seguridad y convivencia en Medellín

...deberíamos exigir a los candidatos y gobernantes que asuman también, el reto de tomar decisiones informadas y explicarlas, diciéndonos cuál es el factor que con su propuesta pretende remover; por qué ese factor es determinante de un problema de inseguridad; qué medios ha seleccionado para intervenir y por qué los considera adecuados.

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Antioquia y Medellín deberán apuntar a consolidarse como un centro líder en innovación, investigación y emprendimiento de base tecnológica, a partir de la transformación y adecuación de sus universidades, centros educativos y del sector empresarial.

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