Trabajo de Deseartepaz. Foto: Cortesía Zinayda Lorena Quiñonez Valencia Trabajo de Deseartepaz. Foto: Cortesía Zinayda Lorena Quiñonez Valencia
 Por: Juan Gaviria

Resumen

Juan Alberto Gaviria, ex director de la Galería Paul Bardwell del Centro Colombo Americano, explica los orígenes de los laboratorios socio-artísticos DeseArtePaz y describe el contexto que hizo posible las primeras prácticas artísticas colaborativas en Medellín. Quiebre a partir del cual el arte tomó un sendero sin retorno al retar radicalmente los cánones establecidos en su intento de responder a las complejidades de la ciudad.


Hablar de los orígenes del programa DeseArte Paz es revisar la historia de más de 25 años de existencia de una galería de arte contemporáneo que ha constituido su presencia en el mundo artístico, manteniendo una rigurosa política en cuanto a su posición siempre alerta a divulgar y promocionar un “hacer arte” coherente con el acontecer de la realidad colombiana.

Y es así que identificándonos como un espacio alterno y experimental, poco a poco, fuimos dándonos cuenta de que nuestra fortaleza estaba no sólo en realizar las exposiciones individuales y colectivas que demandaban los códigos modernos, sino en ir generando proyectos colaborativos en comunidad, una senda que a principios de los años noventa del siglo pasado todavía era confusa en relación con otros espacios expositivos como lo son un museo o una galería comercial.

En toda esta larga historia, hemos sido testigos de cómo la posición a veces excluyente de la modernidad dejaba fracturas y abismos que íbamos llenando y tejiendo en un diálogo con otros saberes y latitudes desde lo bello. Es la evolución de este proceso la que nos llevó a formar el programa DeseArtePaz.

Vale la pena mencionar algunos proyectos en donde veíamos en los artistas la necesidad de hacer 'exposiciones', necesidad que iba más allá del elogio al objeto o a la obra terminada y que reflejaba un notorio interés por aportar, desde la metáfora, a la construcción de una sociedad cuyos miembros sean ciudadanos de paz. En el 2001, Fredy Serna, Juan Guillermo Salazar y Juan David Higuita, artistas egresados de las universidades locales, lideraron el proyecto 'Community/Comunitario', realizado con población del barrio Castilla, ubicado al norte de Medellín. Invitaban a los jóvenes a hacer murales de sus calles en la Galería, a traer fotos de sus rituales en comunidad: matrimonios, bautismos, primeras comuniones, y a dibujar sobre las paredes imaginarios mitológicos traspasados por la sociedad de consumo que nos invade. En el mismo año, 'Flora y Fauna', de Fernando Escobar, integraba a jóvenes de colegios como CEFA y Bello Oriente (hoy parte de Arte y Escuela de DeseArtepaz) bajo una investigación que indagaba por la interpretación de la flora y la fauna en lo urbano.

Un riesgo magno a los códigos evaluativos de lo que era una exposición de arte fue 'Tenemos Nuevos Vecinos' (2002), de Gloria Posada, quien, en coordinación con la ONG Corporación Región y trabajando con población desplazada, señalaba, con acciones e instalaciones realizadas en la Galería y parques de la ciudad, la agudización del fenómeno del desplazamiento en el país. Para entonces sentíamos que el “hacer arte” en la Galería comenzaba a salirse de sus paredes: estaba en los corredores y salía hacia las calles, llegando a toda la ciudad.

En el 2003, la expresión “responsabilidad social” apareció en el léxico de los artistas locales cuando invitamos a la Fundación Pistoletto, de Italia, a llevar a cabo el proyecto 'El Puente'. Éstas eran “pulsaciones” plásticas que, entre muchas otras, apuntaban a lo que llegó después. Desde nuestra mirada curatorial sabíamos que nos enrutábamos por un sendero sin retorno en cuanto a promocionar y divulgar el “hacer arte” hoy. Más aún, no lográbamos teorizar sobre el porqué aparecía esta abundancia de proyectos “colaborativos”, sin embargo, de lo que sí estábamos convencidos era de que la mirada del artista es visionaria. Los resultados de los pre-laboratorios socio-artísticos eran algo importante en relación con lo que intentaban decirnos los artistas sobre la comunidad.

En medio de la turbulencia conceptual sobre cómo girar y encontrar un norte coherente con las demandas al arte y al artista de hoy en este espacio alterno, en el 2003 llegó a Medellín un catalán: Tomás Guido, diseñador de proyectos que, apoyado por un equipo de “soñadores por la paz”, profesionales en el desarrollo de proyectos culturales de la empresa Trànsit Projectes, Barcelona, estaba interesado en la cooperación internacional y deseaba comenzar a trabajar con Medellín. Después de tocar puertas en varias instituciones, sin éxito (¡a veces los andinos estamos tan encerrados en nuestras montañas!), llegó a la Galería del Centro Colombo Americano de Medellín, una institución que por su recorrido internacional y sus puertas abiertas a propuestas novedosas le dio la bienvenida. Su inquieto espíritu creador, acompañado desde Barcelona, comenzó a inspirar las luces con que comenzábamos a ver el inicio de esta senda sin retorno. El resultado fueron los laboratorios socioartísticos de DeseArtePaz. 

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Talleres de clown. Foto: Cortesía Alejandro Puerta

Recordamos que no fue fácil comenzar a dialogar sobre lo que al parecer son polos opuestos, pero que apuntan hacia lo mismo: la búsqueda de lo bello, no concebido desde los códigos que tenemos, sino como la belleza de lo humano desde el arte, de lo que es necesario. Recordemos que belleza, para esta época, es sobrevivencia. ¿Se puede hacer la búsqueda de lo bello en comunidad o se requiere de la soledad del artista para la creación de lo bello? ¿Es tan destacable el objeto bello como el proceso que nos lleva a él?
Para analizar esta pulsión del arte en comunidad, el equipo de la Galería y los profesionales de Trànsit Projectes comenzaron conformando un grupo de investigación. Los diálogos en la reestructuración de la programación de la Galería y la creación de un proyecto paralelo al de “hacer exposiciones” limitadas a enaltecer el objeto bello, un proyecto que nos permitiera escuchar las demandas de los artistas y divulgar su deseo de trabajar en comunidad, fueron momentos de confrontación.

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Estudiantes en la Galería Paul Bardwell. Cortesía: Cortesía Zinayda Lorena Quiñonez Valencia

La reestructuración se miraba a partir de la curaduría, la sociología, la antropología y la pedagogía y, de acuerdo con los conceptos expresados desde cada ángulo, comenzamos a generar un diálogo interdisciplinario. Por supuesto que en esta mesa de deliberaciones fueron apareciendo posiciones encontradas. Desde la curaduría, ya no se trataba de señalar o seleccionar sólo lo bello, sino de acompañar el proceso e intermediar.

Igualmente, desde la pedagogía, fuimos formando Arte y Escuela y fue desde la necesidad de multiplicar el efecto de “hacer arte” en comunidad como se incrementaron novedosas fórmulas curriculares para incentivar, en la formación del estudiante, un “ser sensible” al horizonte a través de temas problematizantes.

Ser sensible hoy es sinónimo de ser artista. Pero, ¿qué nos puede ser común a todos, o sobre qué territorio podemos convivir si no es el de la paz? Con el artista incluido en la mesa de debates globales de una forma auténtica y con el retorno de la metáfora al lugar de donde nunca debió salir (el círculo donde se toman decisiones sobre nuestro horizonte) por su capacidad creativa de aportar y no sólo de entretener, vemos nuestro programa como una apuesta de la sociedad de hoy por la posibilidad de confrontar una lógica a veces irracional.

De estas discusiones surgieron territorios comunes y se construyó una plataforma que denominamos DeseArtePaz. Se evidenciaba que el deseo de aportar a la paz venía desde todos los ángulos y fundamentamos el compromiso de hacerlo en asuntos concretos: ayudar a cumplir con los Objetivos del Milenio 2015, de las Naciones Unidas.

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Estudiantes en la Galería Paul Bardwell. Cortesía: Cortesía Zinayda Lorena Quiñonez Valencia

Los laboratorios que hasta hoy se han realizado en DeseArtePaz están llenos de anécdotas significativas para la comprensión de la capacidad del arte de transformar una sociedad conformada por otros que están 'afuera' del gremio artístico. Los resultados de las prácticas artísticas del programa se evidencian en la acción. Es un hecho: vamos por buen camino. DeseArtePaz se expande y su metodología ahora se aplica en otros seis centros culturales de Latinoamérica y en uno de España, bajo el nombre de “Redeseartepaz” y con el apoyo de AECI.

Conceptualmente, nos atrevemos a decir que los resultados de lo que sale de DeseArtePaz son obras de arte, así como un objeto de arte es bello. Estas dos vertientes en un mismo cauce han generado cambios drásticos en cuanto a la interpretación de conceptos que contribuyen a una mejor compresión del arte contemporáneo. Tal vez nos angustie su no retorno a lo que fuimos en otras épocas en las que se seleccionaba y valoraba al artista con premios y exposiciones, como si el arte fuera una competencia. Pero es un hecho: hemos logrado liberarnos de esa trama para lograr un confluir de posibilidades que difícilmente pueden encausarse solamente en “el mundo del arte”.

Lograr señalar, resaltar, evidenciar y hacer, a través de DeseArtePaz, nuevos procesos evolutivos en la constante mirada a lo bello nos parece que fue una llegada feliz. Nuestro deber, desde las plataformas DeseArtePaz y Redesearte Paz, es no perder el norte. Estamos en la punta de la lanza, nuestra presencia, más que un dato novedoso, es un 'significante' que evidencia la necesidad de actuar sin importar procedencias. Lo bello en comunidad nos constituye en humanidad.

(Extractos de: Gaviria, J. A., 2010. “Arte”, en Redeseartepaz, Casacuberta, D. y Guido, T. (editores). Barcelona, Mucho.)

 


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