En un país altamente inequitativo como el nuestro, la corrupción profundiza las desigualdades y las brechas sociales, por lo tanto, ningún proyecto político que busque mayor justicia e igualdad de derechos puede cumplir su propósito sin combatir a fondo las causas estructurales que la generan y los factores asociados que la reproducen.
... hoy no se trata solo de avanzar, también tenemos el reto de no seguir retrocediendo, y para ello, es indispensable que las evaluaciones sobre las afectaciones de la pandemia incluyan siempre un análisis de género, y en consecuencia, las soluciones que se planteen contemplen acciones diferenciadas para atender a las niñas y a las mujeres.
Llamamos a todas las organizaciones sociales y ciudadanía en general a fortalecer el trabajo colectivo en pro de la justicia, la democracia y la paz. Si bien el panorama puede ser desolador, no representa una novedad; en distintas épocas de la historia del país y de la ciudad, hemos enfrentado tinieblas e incertidumbres, logrando siempre articularnos para transformar el rumbo de los hechos. Este es otro de esos momentos en que es necesario reafirmar que el futuro se construye mucho mejor entre todos y todas.
“La auténtica riqueza o progreso de un país sólo puede plantearse centrando la mirada en el bienestar que poseen los individuos concretos de dicho Estado, revisando si existe justicia social, si todos y cada uno de los sujetos gozan de unos mínimos de calidad de vida, si no se limitan a sobrevivir, sino que disfrutan de lo que podríamos llamar una vida decente”. Martha Nussbaum.
...es necesario promover alternativas laborales cuyo objetivo sea sostener el empleo, y respetar derechos y garantías, no es posible que la sostenibilidad económica del país pase por el empobrecimiento de la clase trabajadora y el despojo de sus derechos...
Se cumplen 10 años del fallecimiento de nuestro amigo, ex director y socio fundador Jorge Bernal, un investigador social incansable con una firme convicción en contra de le exclusión social.
Las desigualdades existentes y las diversas formas de discriminación se exacerban debido a la creciente precarización de la informalidad, a partir de las medidas preventivas tomadas debido a la crisis por el Covid-19. Los residentes de los barrios marginales se ven privados de los modos de sustento que han generado de forma independiente. Las intersecciones de las opresiones exponen a esas personas a riesgos mortales. Se necesita urgentemente un ingreso básico y protección de la salud.
El Covid-19 es una oportunidad para reformar esa “normalidad” injusta que mantiene a tantos millones de personas en situación de vulnerabilidad.
Catalina Cruz Betancur
Socia de la corporación Región. Antropóloga, Magíster en Educación y Desarrollo Humano. Coordinadora del programa Paz y Derechos Humanos de la Corporación Región desde el 2015 hasta el 2017. Actualmente se desempeña como profesional de la Comisión de la Verdad.
Jenny Giraldo García
Comunicadora social, magíster en Estudios Humanísticos. Feminista, ciudadana activa. Actualmente es directora de Mujeres Confiar y presidenta de la Junta Directiva de Región.
Karín Rodríguez Rodríguez
Socia de la corporación Región. Politóloga de la Universidad de los Andes, Especialista en Gobierno Municipal de la Pontificia Universidad Javeriana con Maestría en Estudios de Género, Mujer y Desarrollo de la Universidad Nacional de Colombia. Diplomaturas en Cultura de Paz en la Universidad Autónoma de Barcelona y Resolución de Conflictos en la Universidad de Uppsala, Suecia. Ha trabajado durante años en agencias de cooperación internacional, facilitando procesos con organizaciones sociales y haciendo seguimiento y evaluación a proyectos.
Este texto desanda los pasos que Región ha dado en dos décadas de asumir un enfoque de género, es un paseo por proyectos, preguntas, documentos y reflexiones que nos sitúan hoy como una organización que reconoce los niveles de equidad y desigualdad entre hombres y mujeres, que se distancia de posturas esencialistas con relación al género y que trabaja cada día de cara a la necesidad de mirar cada uno de los temas con los que nos comprometemos con múltiples lentes y perspectivas.
“Porque es claro: La democracia sin mujeres, no es posible ya”1
La Corporación Región nació para hacer de la democracia una realidad en la vida de la ciudadanía, a través de la acción y la reflexión. A una década de existencia emergió una pregunta crucial: ¿y las mujeres? Como institución mixta, ad portas de un nuevo siglo y una alta dosis de preguntas y de retos, le surge un asunto más: el género, vigente entonces y ahora como pregunta, reflexión y orientación de todo nuestro quehacer, desde el modelo de acción, las relaciones interinstitucionales, la actuación política y social y obviamente nuestra vida cotidiana. Este texto relata dos décadas incorporando y asumiendo el concepto de género; es un repaso por preguntas, debates, documentos, proyectos y reflexiones que nos sitúan hoy, como una organización que reconoce la inequidad, la desigualdad y las diferencias entre mujeres y hombres, desde múltiples lentes y perspectivas sin posturas esencialistas.
Finaliza el siglo, comienzan las preguntas
Por el mundo se extendía la tercera ola feminista, la Marcha Mundial de las Mujeres fue convocada; continuaban los Encuentros Feministas Latinoamericanos y del Caribe y en el marco de la IV Conferencia de Beijing, se hablaba de ciberfeminismo. Proliferaban las discusiones y críticas sobre la ‘oenegización’ del feminismo y la institucionalización por parte de Naciones Unidas del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. En medio de esa efervescencia, entre 1999 y 2000, las agencias de cooperación exhortaban a las ONG a incluir el componente de ‘género’ en los proyectos, estableciéndolo como criterio para la financiación; además, para que el tema ganara en contundencia, ofrecían formación en diferentes aspectos: incorporación del enfoque y la perspectiva de género en la planeación, evaluación y seguimiento de procesos, programas y proyectos.
Región aceptó el llamado y realizó un seminario interno (2000) sobre Feminismo y Democracia, cuya conclusión fue: “No existe democracia, sin la inclusión real de las mujeres al proceso democrático”. También, se identificó, que si bien la situación de vulneración de los derechos humanos de las mujeres había mejorado, las brechas de género en Colombia y el mundo, tenían un trecho amplio por recorrer, para alcanzar la igualdad jurídica real entre hombres y mujeres y, que la acción institucional debía aportar para lograrla. Entonces, se incorpora la dimensión de género en el Plan Trienal 2001-2003, considerando necesario el desarrollo de un proceso continuo, durante los tres años, para alcanzar un impacto significativo dentro de la organización y en los procesos que desarrollábamos (Arias: 2009). La planeación estratégica requirió también de esfuerzo, organización y compromiso institucional; así que se creó una comisión interna, en coordinación con la dirección y los equipos de trabajo. Para ese momento ya reconocíamos los aprendizajes obtenidos del feminismo y del movimiento social de mujeres.
En el editorial de la revista Desde la Región de noviembre de 2001, dedicada a revisar la dimensión relacional entre lo femenino y lo masculino, puede leerse:
“El reto con el que iniciamos el año fue el de cómo incorporar en nuestros procesos esta necesaria dimensión de género que, en el caso específico de Región, como ONG mixta, significaba cómo hacer visible, asible y medible en este trienio, una dimensión de ciudadanía incluyente para las mujeres. Pensarlo así, implicaba demandas concretas en relación con: formulación de políticas institucionales en cuanto a la ciudadanía de las mujeres y a los roles desempeñados en lo público, lo privado y lo social; articulación del tema con la misión institucional, los programas y los proyectos; desarrollo de sistemas de monitoreo y evaluación; apertura al cambio y a otros procesos de concertación; comprensión del conflicto y la tensión entre hombres y mujeres como un ejercicio de democracia y generador de elementos de crecimiento individual e institucional; y disposición para vincular en forma sistemática la producción teórica del feminismo, en las áreas que le competen a cada programa. Lo anterior en cuanto a demandas institucionales. Porque también las había en lo personal: significaba que cada hombre y cada mujer partícipe de la reflexión emprendida, no sólo debía pensar en el aporte a una mayor visibilización y equidad para con las mujeres desde el proyecto que desarrolla, sino que, para ello, debía mirarse, situarse, pensarse, sentirse, descubrirse, reconocerse, expresarse, frente a la piel con que se ha vestido durante toda su vida”.
En Colombia durante aquellos años, varios grupos y organizaciones de mujeres: Casa de la Mujer, Corporación Vamos Mujer, Ruta Pacífica de las Mujeres y la Red Nacional de Mujeres, producían conocimiento, pedagogía y metodologías de trabajo con mujeres, desde el feminismo. Olga Amparo Sánchez Gómez reconocida feminista, fundadora de Casa de la Mujer, acompañó el proceso de incorporación y desarrollo del enfoque de género en Región; su asesoría fue clave y tuvo como efecto la conformación de una comisión asesora externa, con un encargo reflexivo y deliberativo desde los saberes y experiencias específicas de las integrantes: Rocío Pineda La política y la relación con el Estado; Clara Mazo Pedagogía y formación; Rocío Jiménez Estudios de mujer, género y desarrollo y Beatriz Montoya, trabajo organizativo. Sus sugerencias y aportes buscaban ampliar la visión institucional, proponer estrategias y contribuir a incorporar la dimensión en los proyectos e intervenciones de la Corporación. En retrospectiva, Rocío Jiménez, recuerda que:
“Entendíamos el género como una categoría de análisis eminentemente dialéctica que nos permitía reconocer los desequilibrios evidentes en la sociedad. El enfoque nos centró en el análisis de la condición de la mujer y su situación con respecto a los hombres, poniendo el énfasis en la dimensión relacional y en el carácter cultural, político y cambiante de las diferencias, que involucraban los femeninos y los masculinos, eso nos llevó a cuestionar las definiciones esencialistas y victimizantes… ”2
Con el enfoque de género comprendimos que había que cuestionar y cambiar el sentido y el orden de los contenidos asignados a la vida de las mujeres, sostenidos por el patriarcado, entendido según explica Marcela Lagarde (1990) como la suma de tres características determinantes: el antagonismo genérico, la división al interior del género femenino y, el machismo basado en la exaltación de la fuerza y la virilidad. Entonces, analizábamos desde todos los espacios de toma de decisiones, ¿quién tiene acceso a qué? ¿quién decide y qué y quién define las agendas? Nos propusimos desarrollar mecanismos representativos para reconocer las diferencias y desigualdades y, desde la perspectiva de género, reordenar y equilibrar las relaciones en y entre las esferas públicas y privadas garantizando la proporcionalidad entre mujeres y hombres.
Teníamos claro entonces que asumir la categoría, el enfoque y la perspectiva de género como categoría, estrategias y herramientas para la transformación de las relaciones de poder, significaba instar a la sociedad a develar la híper valoración de lo masculino sobre lo femenino y a deconstruir las relaciones de poder y las jerarquías que discriminan social, económica y políticamente a las mujeres. Un asunto con implicaciones éticas, políticas y simbólicas profundas que también, nos atravesó en lo personal y en la cultura institucional, exigiéndonos renovación.
Con estas convicciones se explicitó en los planes institucionales, la preocupación por la inequidad entre mujeres y hombres. En la Misión del Plan 2004 – 2007, Región se define como “una organización: promotora de la paz, la democracia, la equidad y la inclusión; que reconoce la diversidad cultural; comprometida con el medio ambiente; que trabaja por relaciones equitativas entre géneros y generaciones y por una ciudadanía plena para las mujeres y los hombres”. Sin embargo, así como asumimos que era “impensable proponer proyectos de ciudad y de democracia, sin la otra mitad de la ciudadanía que reclama hacer uso del lugar legítimamente conquistado y de su condición como sujetos de derechos” (Arias, 2007), también, aprendimos que “existe un enorme peligro de salida fácil con el tema, al reducirlo a una ‘cuestión técnica’… creer que con llevar una contabilidad de destinatarios diferente o agregar en los documentos el ‘los/las’ basta” (Villa, 2001). Esa comprensión nos significó mayores exigencias.
Cronología de un nuevo siglo… en perspectiva de género
En muchas acciones institucionales de principios del siglo XXI, el género fue protagónico: Género y Convivencia Barrial. Equidad de género para la convivencia barrial (2003), fue un Proyecto financiado por la agencia sueca Diakonia; adelantado con mujeres y jóvenes pobladores de los asentamientos de Altos de la Torre y Pacífico y con los gobiernos escolares de 14 instituciones educativas de la zona Centroriental de Medellín. Como institución mixta cuya proyección se realizaba con hombres y mujeres, Región mantuvo la pregunta por las implicaciones del enfoque de género, en relación con las masculinidades no hegemónicas, siendo esta una forma contundente de evitar reducir el género a simples cifras diferenciadas; esto motivó la realización de un seminario sobre masculinidades (2005) en el que se involucraron los equipos de trabajo de los distintos programas, ganando en compromiso y comprensión del tema.
En 2007 hicimos un ejercicio de caracterización y formación con cincuenta mujeres –delegadas del Presupuesto Participativo– de las comunas y corregimientos de Medellín. De allí, en convenio con la Unión de Ciudadanas de Colombia y la Secretaría de las Mujeres de Medellín (2008) surgió el Entrenamiento para el liderazgo social y político de las mujeres. Esta experiencia suscitó discusiones en la Corporación, pues requirió sumarnos a otros equipos de trabajo cuyos enfoques metodológicos, desde nuestra mirada, reproducían el orden social existente –ejemplo, el entrenamiento o coaching–, lo cual implicaba poner en discusión nuestras convicciones y mantenernos alertas ante el riesgo de la instrumentalización del concepto de género.
También en el 2007 vio la luz el documento de enfoque institucional, Hacia la construcción de una postura feminista en el tema de la democracia y la participación democrática (Arias, 2007) ya citado, en el que se señala que el enfoque de género “se dirige a cuestionar y cambiar el sentido y el orden del mundo y los contenidos asignados a la vida de las mujeres, sostenidos por el orden patriarcal, y las implicaciones éticas y políticas profundas que van desde la renovación de ordenes culturales, simbólicos, personales, hasta los institucionales”. Se reafirma la participación activa y plena de las mujeres como condición para que la democracia sea real y efectiva. Igualmente, se plantea la necesidad de asumir compromisos institucionales como el de “incentivar el derecho que tienen las mujeres a ser representadas individualmente mediante el ejercicio del voto, a presentarse en elecciones, pero también, a constituirse como grupo y a la inclusión de sus agendas en las políticas públicas”. Este documento ha sido y es hoy, vigente como carta de navegación para la Corporación.
Para el 2008, se asume el reto de trasversalizar la incorporación del enfoque y la perspectiva de género en todos los programas, tocando así la triada del modelo de acción institucional: formación de actores sociales, producción de conocimiento y deliberación pública. Se inicia la participación continua en espacios interinstitucionales como la Mesa Mujeres y Economía y la Ruta Pacífica de las Mujeres, adquiriendo mayor conocimiento sobre: la vulneración de los derechos humanos de las mujeres en la ciudad y su invisibilización; el fuerte arraigo de prácticas machistas y patriarcales en nuestras dinámicas socioculturales e imaginarios sociales; y el lugar social del cuerpo de las mujeres, jóvenes y niñas, tanto en la esfera privada como en la pública, entre otras realidades. Todo esto, en conjunto con un trabajo cada vez más cotidiano y cercano con mujeres en situación de desplazamiento forzado o víctimas de violencias, en el marco del conflicto armado, evidenció la necesidad de una acción diferenciada, desde el enfoque, las metodologías, las didácticas e incluso los aspectos logísticos.
Ese mismo año, el programa de Derechos Humanos lideró procesos formativos y de acompañamiento jurídico y psicosocial con población en situación de desplazamiento, como La Rueca o el Ensamble de iniciativas juveniles. Aquí, de forma particular, tuvo protagonismo el enfoque de género, pues “permitió que se pusieran en discusión las relaciones de poder y la subordinación como elementos importantes en la comprensión de la guerra” (Región, 2015), asunto que nos llevó a comprender los efectos diferenciados del conflicto armado en hombres, mujeres y jóvenes. Por su parte, el Programa de Educación lideró el proyecto Derechos de Infancia, integrando normativa y principios de actuación que ayudaron a romper las construcciones culturales desiguales y a incidir en la defensa de los derechos de las niñas y los niños, fomentando la igualdad de condiciones entre ambos géneros, desde la infancia.
De un lente a un caleidoscopio, de un enfoque a múltiples miradas
En coherencia con las acciones realizadas en los últimos nueve años, especialmente aquellas que involucran víctimas de desplazamiento forzado; se inicia la indagación por el enfoque diferencial (Región, 2009), lo cual nos permitió avanzar en el reconocimiento de la tensión existente entre: igualdad-diferencia (género, generación, etnia, orientación sexual, clase), identidad, reconocimiento y multiculturalismo. Al integrar este enfoque, que desde hace algunos años está incorporado en las políticas públicas globales y nacionales, pudimos conocer la diversidad de las reivindicaciones identitarias.
La incorporación de los enfoques de género y diferencial en nuestro modelo de acción –formación, investigación e incidencia– ha facilitado que los procesos liderados por la Corporación, aporten a la lectura de las particularidades de las necesidades de personas y grupos, de acuerdo con su pertenencia a categorías como el género, la generación, la etnia, la orientación sexual y los contextos socioculturales, permitiendo el cruce con sus lugares diferenciados, posiciones sociales y requerimientos; asuntos que han cobrado importancia tanto en el momento de la identificación de los problemas, como en la implementación de las acciones, su desarrollo y seguimiento (Región: 2009). En este sentido, vale la pena destacar proyectos como el de formación para la incidencia política con mujeres víctimas de la violencia, inscritas en la Mesa de Participación de Víctimas (2012); Gestoras de Memoria y Paz (2013); Escuela Itinerante de Paz –relacionando la gestión pacífica de conflictos y la mediación comunitaria desde la perspectiva de género– (2012) y; Fortaleciendo Ciudadanía para la paz (2016 – 2017).
En todos estos procesos, el cuerpo también fue una categoría central en las acciones pedagógicas, reconociéndolo como el primer territorio afectado y la primera posibilidad de resistencia. Con el enfoque diferencial establecimos: la diversidad de cuerpos, corporalidades y vivencias físicas y sociales en las acciones desarrolladas; las discriminaciones y subordinaciones históricas, fundadas en las nociones hegemónicas y binarias del género, pero también, en otras diferencias del cuerpo y las maneras de asumirlo. Estas segregaciones han sido causa determinante de una serie de violencias, algunas muy cotidianas y naturalizadas y otras que se exacerban en medio del conflicto armado, con el agravante de que son invisibilizadas y desconocidas por la sociedad, quedando en el silencio y la impunidad.
La Corporación Región ahora, quiere profundizar la compresión sobre la interseccionalidad (Viveros ,2016), un enfoque caleidoscópico que muestra las múltiples exclusiones y discriminaciones que se superponen y se cruzan, empeorando la situación de quienes pertenecen a poblaciones excluidas o marginalizadas. La intensidad del enfoque cambia, cuando se reconoce que: las violencias asociadas al género, la etnia, la edad, la orientación o identidad sexual, el lugar de procedencia o el barrio que se habita, pueden recaer sobre el mismo cuerpo o sobre la misma comunidad. Uno de los procesos que en los últimos años nos ha permitido -y exigido- ver a través de un colorido caleidoscopio fue el proyecto de Fortalecimiento a la Mesa LGBTI de la Comuna 8 (2017), cuyo objetivo era prepararles para que actuaran como sujeto de reparación colectivo3, lo que significó un proceso de, formación para su organización interna, una estrategia comunicativa y la elaboración de un Plan de Reparación Colectiva. Este proyecto nos facilitó contemplar las orientaciones sexuales e identidades de género no hegemónicas, lo que amplió la perspectiva de género, nos alejó del binarismo hombre–mujer y sembró nuevas preguntas y retos institucionales.
Democracia e igualdad: un cruce de sentidos, retos y posibilidades
Una de las claridades que hemos ganado, desde aquellas primeras discusiones, es que el patriarcado es una fuerza opresora y excluyente que se enuncia y reproduce desde todas las esferas de la acción humana y que en la cotidianidad suele hacerse invisible. Entonces nuestras actuaciones deben ser directas con mujeres y hombres, pues no podemos perder de vista, en ningún momento, que el enfoque de género es dialéctico y relacional. Es un reto interpelar la cultura y preguntarnos cómo transformar y deconstruir las subjetividades que están bajo el dominio patriarcal, para empezar a construir nuevas formas de relacionarnos, otras narrativas sobre lo femenino y lo masculino, y visiones de humanidad más justas, igualitarias e incluyentes. Desde nuestra perspectiva, el trabajo con las mujeres, es fundamental en tanto implica acciones afirmativas para contribuir a la equidad e igualdad de género. Sin embargo, la transformación de las relaciones entre hombres y mujeres pasa por abrir espacios de diálogo y reflexión con los hombres, pues el orden patriarcal ha tendido sobre ellos el peso de unas maneras de ser y estar en la sociedad que también, los aliena.
Región mantiene vigente la premisa de que no existe democracia sin la inclusión y participación real de las mujeres; y cree que la búsqueda permanente de la democracia, hoy en Colombia, está profundamente vinculada a la construcción de una paz, en la cual las mujeres son protagonistas: ellas son quienes más sufren las múltiples consecuencias de la guerra, en sus cuerpos, su salud mental, sus vínculos familiares; y son ellas quienes dinamizan acciones de resistencia, memoria y reconciliación. Por lo tanto, pensar en la paz sin las mujeres, es aceptar una paz incompleta; y como organización de la sociedad civil, hemos asumido un compromiso profundo y decidido con la construcción de paz.
Los retos para Región en materia de género y aportes a la construcción de igualdad y equidad, recorren nuestro quehacer diario y cada uno de ellos, tendrá que ser un capítulo diferente de esta historia: la necesidad de afinar la elaboración de diagnósticos diferenciados, la producción de conocimiento, las estrategias comunicativas que visibilicen las exclusiones y aporten a la reflexión pública; la participación en escenarios de articulación interinstitucional e intersectorial que tengan las preguntas por el género en su centro; el trabajo formativo sobre las masculinidades no hegemónicas y la interseccionalidad; la consolidación de alianzas estratégicas con organizaciones de mujeres para ampliar y potenciar las acciones tendientes a implementar los acuerdos de paz y, la construcción de verdad y memoria histórica desde la perspectiva de género, son retos, son preguntas, son posibilidades para dar cada vez más sentido al supremo desafió de nuestra organización: la profundización de la democracia en todos los ámbitos de la vida.
Arias Muñoz. L (2009) Propuesta para el plan de fortalecimiento Institucional. Documento interno.
Arias Muñoz. L (2007) Documento de enfoque institucional: Hacia la construcción de una postura feminista en el tema de la democracia y la participación democrática. Documento interno.
Corporación Región (2009). Claves pedagógicas desde el trabajo educativo Palabras Más N° 12. Claves Pedagógicas desde el trabajo educativo en la Corporación Región. Medellín.
Corporación Región (2007). El trabajo con organizaciones comunitarias y de mujeres en situación de desplazamiento forzado. En: PALABRAS MÁS No. 11: Una experiencia de inclusión social de niños, niñas y jóvenes en situación de desplazamiento forzado.
Corporación Región (2014) Una rueca y la posibilidad de reconstruir tejido social. Disponible en este enlace.
Cruz. C (2015). Documento interno: Aportes para la discusión del plan institucional 2016 – 2019 de la Corporación Región
Dejusticia (2019). Ideología de género: ¿Demagogia o estrategia para retroceder en garantía de derechos? Maryluz Barragán, marzo 8 de 2019.
Lagarde, M. (1990). Identidad femenina. Secretaría Nacional de Equidad y Género, 25-32.
Villa, M. M. E. (2001). Lo masculino y lo femenino. Más allá de ser hombre o mujer. Desde la Región, (35), 4-11
Viveros Vigoya (2016): La Interseccionalidad: una aproximación situada a la dominación, en: Debate Feminista 52, pp. 1–17.
Mujeres, democracia, género,inequidad,desigualdad.
1 En 2001 se publicó la revista Desde la Región: Algunas lecciones para aprender de los movimientos feministas y de mujeres, dedicada a las reflexiones sobre el género, lo femenino y lo masculino. Con esta frase se cerró el editorial de esta edición.
2 Entrevista con las autoras.
3 Figura que surge en el marco de la Ley 1.
La desigualdad es el mayor reto de nuestra sociedad. Los resultados del índice multidimensional de condiciones de vida para las 16 Comunas y los cinco corregimientos, además de las diferencias en el ingreso, incluye otras catorce dimensiones sociales y ambientales, y aunque los contrastes entre Comunas son más marcados que entre los Corregimientos, se observa que éstos están en desventaja frente a las condiciones de vida promedio de las Comunas.