El arte de la política debería anteponerse a los enfrentamientos de gallera que llevan a deslegitimar al opositor, promover vacas y volver el país un ring al servicio de aspiraciones personales y estrategias electorales.
En el marco del proyecto “Hacia un ejercicio del poder más transparente y responsable”, realizado por la Corporación Región, en convenio con Transparencia por Colombia, hicimos un seguimiento a la ejecución presupuestaria de los recursos de la paz, es decir los destinados a la implementación de los proyectos PDET, y hemos encontrado que el mayor factor de riesgo de corrupción continúa siendo la poca transparencia presupuestaria y contractual para la implementación del Acuerdo de Paz.
Nuestro compromiso político y social con Antioquia y Medellín se mantiene, se renueva y se fortalece. Haremos un control social riguroso a la gestión de las nuevas administraciones locales sumando esfuerzos con muchas otras organizaciones que comparten este mismo propósito.
El gran desafío que tenemos como humanidad es atender a los llamados que nos hace esta pausa mundial, retomar lo fundamental y construir sociedades incluyentes, respetuosas y protectoras de los derechos básicos y del medio ambiente.
Los centros urbanos del país deben comprometerse con la implementación del Acuerdo de Paz, pues este conflicto armado ha tocado las entrañas de la sociedad; no es un asunto exclusivo de víctimas y victimarios.
En un contexto donde la pervivencia de estas organizaciones es cada vez más adverso, examinamos las posibilidades de seguir existiendo. Tenemos claro que el principal factor de sostenibilidad es social y político y tiene que ver con el sentido de lo que hacemos; por eso este aniversario ha sido, como hace 30 años, un llamado a conversar, a hacernos las preguntas pertinentes, a mirarnos a los ojos y ver la hondura de la incertidumbre, pero también de la esperanza.
Hoy nuestro llamado es a evaluar este proceso electoral en clave de las preguntas que nos deja. Aquí exponemos algunas, pero seguramente cada sector, cada organización, cada individuo tendrá las suyas. Y una invitación: generar espacios colectivos para esta reflexión como una pista para lo que sigue.
Creo que otra ciudad es posible, por ello escribo para recordar que, escuchar al Movimiento social de derechos humanos de Medellín, es una exigencia ineludible para cualquiera que llegue a gobernarla.
De plano es importante reconocer que nuestro principal desafío educativo no está, como se cree, en mejorar los puntajes de las pruebas estandarizadas. No podemos confundir los fines con los medios; la forma de medir el logro no puede ser el eje estructurante de una apuesta educativa, que como sociedad debemos construir.
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