Y ante esa “cordialidad” supuesta, cualquier reclamo, cualquier uso de la palabra, cualquier petición de respeto, es un atentado que se paga con la vida. El hombre peligroso monta en cólera por la determinación de las palabras de la mujer desarmada. Ante estas palabras, la rabia del violento se agudiza y su potencia homicida se vuelve más real.